El 3 de marzo de 2005 el escritor chileno Jorge Edwards escribe en un artículo: «Durante largos años, ser exiliado del castrismo, ser ‘gusano’, para recordar el ignominioso calificativo inventado por el propio Fidel». Supongo que Edwards no miente sino que simplemente ignora la historia de Cuba y cómo el calificativo «gusano» fue creado por […]
El 3 de marzo de 2005 el escritor chileno Jorge Edwards escribe en un artículo: «Durante largos años, ser exiliado del castrismo, ser ‘gusano’, para recordar el ignominioso calificativo inventado por el propio Fidel». Supongo que Edwards no miente sino que simplemente ignora la historia de Cuba y cómo el calificativo «gusano» fue creado por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA) en 1961. Supongo que no sabe que la CIA escogió el término gusano como símbolo de la subversión contrarrevolucionaria, que imprimió miles de pequeños dibujos en forma de muñequitos (cómics) y los envió por correo hacia Cuba, al tiempo que la radio La Voz de Cuba Libre lo difundía (1).
El 22 de febrero de 2005 Raúl Rivero y Roger Salas afirman en sendos artículos que la obra de Guillermo Cabrera Infante ha sido prohibida en Cuba y de nuevo supongo que no mienten, simplemente ignoran que los editores cubanos hicieron lo posible por lograr la publicación de algunos de sus títulos pero Cabrera Infante, de manera expresa, prohibió que se le publicara en Cuba mientras allí se viviera en revolución. Ante su negativa, se decidió colocar en las bibliotecas cubanas sus novelas Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto. El País, que quizá también lo ignora, acepta publicar una carta de rectificación.
El 9 de abril de 2005 Antonio Elorza se refiere en un artículo a » la destrucción sistemática, y la reclusión del material superviviente en infiernos, llevada a cabo por orden del gobierno castrista en las bibliotecas cubanas, empezando por la Biblioteca Nacional José Martí, con el fin de erradicar para siempre la memoria de una opinión democrática antes de 1959″. En este caso es aún más difícil suponer que no miente puesto que Elorza ha utilizado para sus obras fondos puestos a su disposición por esa Biblioteca y los conoce. Pero suponer siempre es posible y puede ocurrir que Antonio Elorza no sepa, por ejemplo que más del 60% de las colecciones de la Biblioteca Nacional de Cuba está constituido por la prensa, libros, manuscritos, mapas, fotografías, y música de antes de 1959, a los que se accede sin más dificultad que las vigentes en cualquier biblioteca del mundo.
El 10 de abril de 2005 Juan Goytisolo afirma en un artículo referido al escritor cubano Walterio Carbonell: «Hoy me confirman su muerte, víctima del ostracismo y olvido: una más de este vasto cementerio de sueños deshechos de un país, como Cuba» . El 27 de abril de 2005, advertido al menos por una carta al director que El País se cuida de no publicar, el propio Goytisolo en una cabriola patética se ve obligado a escribir el artículo Muerte y resurrección en donde da cuenta de que el muerto vive y, cabe suponer, acaso vivan también esos sueños que el escritor ha decretado deshechos y luego ha condenado al cementerio.
Cuatro errores en tres meses con respecto a un tema entre otros cientos de los que se ocupa el periódico. Cuatro errores de diferente gravedad pero ninguno carente de importancia.
Si el conocimiento que los columnistas de El País tienen de la cultura mejicana, argentina, alemana, rusa, es equivalente al que tienen de la cultura cubana tendremos que pensar que nos hallamos ante un periódico que no alcanza los niveles mínimos de rigor exigibles a un medio de comunicación serio.
Si los cuatro errores no son tales, si son meras mentiras que los columnistas dejan caer llevados por su animadversión hacia la revolución cubana, a El País más le valdría dejar de pagar a esos columnistas y exigir que fueran ellos quienes pagaran, y colocar sobre sus columnas el rótulo Publicidad indicando que la información allí incluída no se relaciona necesariamente con lo verdadero sino con el deseo de vender algo.
Viene esta reflexión al caso de la carta recientemente publicada por El País en donde se critica un reportaje de investigación que insinúa oscuros lazos entre la solidaridad con Cuba y sus servicios secretos sin aportar un solo dato. Una carta cuya repercusión e importancia, como siempre ocurre, será mucho menor que la que haya tenido el reportaje pero que contribuye a llamar la atención acerca de lo que está ocurriendo con la información veraz.
No aspira la revolución cubana a que determinados columnistas hablen bien de ella. A lo que sí aspira, lo que tiene derecho a exigir es que funden sus juicios en información veraz. En esto, y seguramente sólo en esto, las aspiraciones de la revolución y las del periódico español debieran coincidir.
(1) Las imágenes de las octavillas impresas por la CIA pueden verse en http://www.lajiribilla.cu/gusano.html