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El País y la SER: Prestigio y negocio

Fuentes: El Inconformista Digital

Vengo observando, como lector menos asiduo que obligado de El País -a falta de otras alternativas impresas con parecida trayectoria editorial-, que el periódico que mejor se ha ganado el respeto y el prestigio que hoy lo sustentan tiende, de unos años a esta parte, a ofrecer en sus páginas un desproporcionado despliegue a la […]

Vengo observando, como lector menos asiduo que obligado de El País -a falta de otras alternativas impresas con parecida trayectoria editorial-, que el periódico que mejor se ha ganado el respeto y el prestigio que hoy lo sustentan tiende, de unos años a esta parte, a ofrecer en sus páginas un desproporcionado despliegue a la publicidad. Los domingos, sobre todo, esa oleada propagandística amenaza con reducir el espacio redaccional a mero acólito de los profusos anuncios comerciales.

Como no se puede dudar de la capacidad periodística de quienes representan a la empresa mediática más solvente de España, estoy por aventurar que entre los gestores de PRISA se ha deslizado un lapsus conceptual de tan mala especie como es el de confundir prestigio con negocio. No creo que hasta la fecha se haya dado en el diario independiente de la mañana -en su ya larga historia- una desproporción tan flagrante entre información y publicidad con tan manifiesta incidencia de esta última, que además se permite mayoritariamente la confianza del tuteo indiscriminado en todos sus mensajes, para mayor énfasis quizá de la potencial familiaridad de asimilación por parte de los miles de potenciales lectores / consumidores.

Por mor de tal abuso, hasta el propio diseño del periódico se está desvirtuando y resulta con frecuencia estética y éticamente inaceptable para quienes mantienen una cierta sensibilidad ante la revuelta y confusa disposición tipográfica y la pertinaz presencia publicitaria en las páginas impares. Domingos hubo en que El País más parecía competir -salvadas las obvias distancias- con esas publicaciones gratuitas, actualmente en semillero como grandes proyectos mediáticos, que justifican una lacónica información a base de una densa y copiosa saturación de mensajes comerciales.

Mi reprobación y mi susceptibilidad es aún mayor si se tiene en cuenta que la cadena SER, vinculada también al grupo PRISA y respaldada asimismo por un liderazgo de bien ganada reputación, padece los mismos síntomas, como si ambos medios, empresarialmente asociados y profesionalmente competentes, no sólo se complementaran por su contrastada calidad periodística sino por una desorbitada y excesiva sed de beneficios.

En mi opinión, los gananciosos dividendos de PRISA, substancialmente incrementados años tras año, deberían pesar los suficiente en la balanza y en el balance de su revalidada dignidad profesional como para reducir el desequilibrio que denuncio. Y puestos a rectificar, si es que al señor Polanco y a sus asesores empresariales deja de cegarles un poco la codicia, me gustaría que de una vez por todas El País llegara a los quioscos con la paginación correctamente doblada. Parece una minucia formal -probablemente subsanable con un simple retoque técnico-, pero también podría ser otro indicio de que el desmedido afán de lucro prima sobre algo tan elemental como es hacer presentable y cómodamente legible una publicación en cuya trayectoria deontológico siguen creyendo muchos españoles, acaso porque, de momento, no tengan otra que en su misma o parecida línea progresista le haga la competencia.