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Terciando en una polémica inconclusa

El papel de los medios en la sociedad contemporánea

Fuentes: Bitácora

¿Es verdad lo que sostiene Giovanni Sartori, que en la actualidad proliferan las mentes débiles, las que son el producto de una sociedad en que las personas tropiezan con un mecanismo, también el de los medios, para que esa degradación involución humana sea una norma universal?¿El público es adiestrado para que consuma y no para […]

¿Es verdad lo que sostiene Giovanni Sartori, que en la actualidad proliferan las mentes débiles, las que son el producto de una sociedad en que las personas tropiezan con un mecanismo, también el de los medios, para que esa degradación involución humana sea una norma universal?¿El público es adiestrado para que consuma y no para pensar?¿Es ello también responsabilidad de la tendencia homogeneizarte de los medios electrónicos, de la mass-media regimentada en la globalización, ello sumado a la enseñanza que también actúa con esquemas de entrenamiento puntual, de acuerdo a intereses globalizados?

¿Qué papel juegan en ello los medios concentrados tras las grandes corporaciones informativas?

Es evidente que ese proceso, abonando la concentración, favorece a ese círculo vicioso que lleva al pensamiento confuso – a los estrambóticos, a los excitados, a los exagerados y a los charlatanes. La televisión premia y promueve la extravagancia, el absurdo y la insensatez. De este modo refuerza y multiplica al «homo insipiens» [1]. Por ello, en este momento, cuando el tema está sobre la mesa, es bueno tratar de contribuir con algún granito de arena al gran edificio que debemos construir entre todos para afianzar, desde las libertades y la difusión de las ideas, a nuestra democracia.

Sin embargo, debemos decir que el panorama es apocalíptico.

Que el tema de la información está en la mesa de discusión, es más que evidente. En el mundo se están incentivando los debates que oponen, como los avisados han detectado, a quienes buscan concretar el camino de la información, sin adjetivos, que le sirva a la gente, enfrentados a quienes la han convertido en un elemento más de dominación ideológica, para lo que se utilizan espectáculos de entretenimiento periodístico (también las guerras integran el paquete), muchos de ellos globalizados, convirtiendo ese todo en un negocio -económico o político- con un solo objetivo: dejar las cosas en la superficie y, además, propender al afianzamiento del status quo [2].

En pocas palabras, afianzar la dominación del capital monopólico a través de un modelo globalizado de exclusión y marginación de importantes sectores de la población del mundo que en muchos países se expresa de manera dramática.

Por supuesto, es de una obviedad infinita aclararlo, que en estas líneas no estamos criticando al espectáculo como expresión cultural humana, sino a la infinita «tilinguearía» metodológica de algunos o al pretendido juego «serio» de otros, que son dos caras de la misma moneda, la que se utiliza para desinformar y homogeneizar el pensamiento.

Algunos programas que se tildan de periodísticos, encaran la información, fundamentando el «gancho» en efectos de producción, que muestran realidades con una insoportable ligereza epidérmica que, obviamente, cuestiona a la información misma. También un subrayado a la manipulación informativa, sin duda, otro fundamento malsano que se utiliza abiertamente y cada vez con una sutileza mayor, con el objetivo de desinformar.

El tema que encaramos hoy es difícil y con perfiles infinitos. Pero es bueno, a esta altura de los acontecimientos, tratar de desentrañar algunas verdades o, por lo menos, exponer situaciones que muestren como el tema de la información es de fundamental importancia para la sociedad humana.

Información sin adjetivos

En el primero de los grupos, el de la información sin adjetivos, la libertad de informar está en juego. Con ella y por ello debemos batallar por una democratización plena y el elemento que la caracteriza, que es la lucha por la diversidad.

Recordemos que en 1973 la UNESCO lanzó la discusión de cómo organizar el nuevo orden mundial de la información y la comunicación, con el objetivo de hacerla más democrática. (El norte del planeta controlaba entonces el 80% del sistema informativo.)

La idea de la UNESCO era dotar de reglas éticas y profesionales capaces de promover una circulación de una información más equitativa, a fin de equilibrar las distorsiones producidas en el libre mercado. El debate concluyó en 1981 en una crisis que se expresó con el retiro de Estados Unidos, el Reino Unido y Singapur de la UNESCO y con el cese de iniciativas sobre políticas de información para los países subdesarrollados que, desde ese momento, fueron considerados como protagonistas de una indebida injerencia estatal en el libre mercado. Siguió rigiendo, por lo tanto, la ley de la selva.

«Hoy nos encontramos ante un nuevo orden mundial de la información, muy distinto al discutido en los años 70, pues es impulsado y guiado por el mercado y se caracteriza por una concentración creciente tanto de los medios de comunicación como de las empresas de telecomunicaciones. El otro ingrediente es la homogenización de los contenidos [3].

A nivel planetario observamos que el sistema informativo se está concentrando a un ritmo cada vez más acelerado y las grandes corporaciones – como las de Rupert Murdoch o Silvio Berlusconi – que ocupan posiciones dominantes y exclusivas en el mercado, de hecho impiden la diversidad, el necesario y verdadero pluralismo informativo.

Cualquier observador atento puede observar que los contenidos de la prensa estadounidense tienen un enfoque cada vez más homogéneo. Es tan así que hoy, cuando faltan pocos meses para las elecciones presidenciales estadounidenses, el 61% de la población cree que Sadamm Hussein tuvo participación en los atentados del 11 de septiembre. Sin embargo como consecuencia de otros hechos, como el de las torturas a los presos iraquíes -cuya difusión masiva todavía debemos interpretar- la figura del presidente de EEUU comenzó a derrumbarse en la opinión pública y su delfín John McCain pelea con dificultades con el inesperado candidato del partido Demócrata, Barack Obama.

¿Cómo entender la difusión de las fotografías de contenido atroz, que muestran como los soldados estadounidenses torturaron a prisioneros iraquíes? ¿Por qué las grandes cadenas informativas participaron de ese juego informativo?

Obviamente a Bush le preocuparon en aquel momento más esas fotografías, no la acción de sus tropas, pues la tortura es moneda corriente para los ejércitos de todas las latitudes. En nuestro pequeño país por más de una década se torturó a miles de uruguayos que habían cometido el delito de pensar distinto al gobierno de la dictadura. Y esa tortura no era otra cosa que la aplicación de una doctrina, la de Seguridad Nacional, emanada del Departamento de Estado, para imponer, en el país, la aplicación del modelo económico que determina la exclusión y la marginalidad de buena parte de la población. Hasta hoy, en razón de legislaciones de impunidad , la información sobre la magnitud de estos hechos, no ha trascendido oficialmente. Sin embargo la práctica de la tortura, integrada a una cultura de la violencia, todavía no pudo ser erradicada totalmente de los calabozos policiales.

Los «abogados del diablo»

La «objetividad» es un elemento de construcción opinable, a la que se puede acercar en círculos sucesivos, en base a un camino tan diverso como contradictorio. En esto no hay recetas ni fórmulas mágicas.

Hablamos de diversidad, la que permite a los medios independientes crecer en el marco de sociedades que tienden a la madurez, pero la que está siendo jaqueada por las grandes corporaciones que pretenden a través de los medios arribar a su paradigma, el del pensamiento único.

Pensamiento único que necesita que se recorra un camino complaciente y simplista, el que emprenden muchos medios que en lugar de actuar en su papel de «abogados del diablo», no incomodan al informante. Ello tiene poco sentido para una democracia, que necesita de la confrontación de ideas para su crecimiento consolidación.
Es un camino malsano, utilizando para el debate la expresión de intereses subalternos que llegan a los receptores del mensaje, por razones inherentes al método utilizado, sin la fecundidad imprescindible para que el milagro de la comunicación se produzca.

El hombre de este tiempo vive -como dijo alguna vez Ernesto Sábato- delante de lo que acontece en el mundo entero. Y lo hace a través de los periodistas; ellos son los testigos, quienes nos narran los acontecimientos. Por supuesto que cada uno de ellos a través de su cultura, de los medios que tienen en sus manos para analizar. De ellos depende el cariz con que interpretamos los hechos, el partido que asumamos frente a lo que nos pasa como Humanidad.

El camino de la diversidad

Son esenciales para la construcción de una sociedad cada vez más justa y democrática, la libertad de prensa, la libertad de expresión y el derecho a la información, mediante la promoción de la ética, la investigación, la precisión y el uso de nuevas tecnologías en el ejercicio periodístico, así como la protección de los periodistas.
Democratizar la información permite que una sociedad que se reconoce en la diversidad confronte ideas, en contraste con los intentos por imponer la homogeneidad conceptual, en un camino que de prosperar llevaría a un deleznable pensamiento único.

«Pocos derechos fundamentales pueden asociarse hoy de manera tan natural al desarrollo armónico de las sociedades como el derecho a la información, no sólo recogido implícitamente por los ordenamientos que sobre derechos humanos han promulgado los principales organismos internacionales, sino vinculados por ellos mismos a la democracia» [4].

Este ha sido el papel de la prensa independiente en la sociedad industrial y que se consolidó a lo largo del siglo pasado. Las sociedades terminan por admitir que los periodistas no sólo pueden sino deben ser los «guardianes» de la democracia, en el sentido de vigilar a sus propias instituciones; «velar por que las instituciones democráticas funcionen correctamente y que nadie cometa excesos en contra de los intereses de los ciudadanos amparándose en los privilegios que indudablemente otorga el ejercicio de cualquier tipo de poder».

La libertad de expresión («incluida la crítica a los funcionarios públicos, al gobierno, al régimen, al sistema socioeconómico y la ideología prevaleciente») y la variedad de fuentes de información («que no sólo existen, sino que están protegidas por la ley») y son fundamentos de la democracia moderna.

Hay que enfatizar el compromiso de los comunicadores con el derecho a la información, que por un lado significa el total y libre acceso a todo tipo de noticia y por otro la posibilidad de que los medios se hagan eco de la diversidad de opiniones, sin impedimentos de ninguna clase.

Sin libertad de expresión ni derecho a la información «como derechos, instituciones y procesos efectivos, no como meramente nominales», no puede existir una sociedad capaz de gozar de ninguna de las instituciones ni, tampoco, habría manera de maximizar el debate público. Y ello implica pluralismo, que sólo es visible cuando la prensa recoge y difunde tanto el discurso político como la crítica al discurso político y las demandas sociales.
Al informar, los medios colaboran al necesario tránsito que debe existir entre los que hacen política y aquellos sobre los que esa política se ejecuta.

La vinculación entre la democratización del ejercicio del poder público (mediante el acceso de la ciudadanía a la información, como mecanismo de control y rendición de cuentas) y la articulación de la sociedad civil (mediante la expansión de una cultura democrática), se complementan con la actuación social de una prensa democrática que ejerza una constante vigilancia de la legalidad en la actuación del poder público, lo que de suyo enriquece con información de calidad el debate público en el que participa la sociedad civil.

A su vez, el grado de democratización de las sociedades es determinante para la eficacia de la investigación periodística, concebida como elemento que construye la realidad social a partir de su participación en determinar el marco cognitivo de la opinión pública.

Creemos que los periodistas, como los militantes políticos y todos los que participamos en el quehacer social, tienen la obligación de reconceptualizar permanentemente su papel en el marco de la sociedad.

La prensa no debe ser funcional a determinados proyectos políticos; esa es tarea de quienes asumen directa y abiertamente ese compromiso.

Tampoco es posible creer en una prensa sin valores. Eso sí, en el trabajo riguroso, sin prejuicios, el que hace el máximo esfuerzo para entender y reflejar cabalmente la realidad.

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[1] Giovanni Sartori.
[2] Suplemento Bitácora.
[3] Roberto Savio, presidente emérito de la agencia IPS y miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial (FSM) Italia.
[4] Extraído de un documento, titulado «La libre información, un derecho humano y una herramienta para la democracia», del departamento de Información e Imagen del PS de Uruguay.