Como comentábamos en un artículo anterior, la naturaleza abierta de internet, las herramientas de la web 2.0 y la flexibilización de las licencias de uso de contenidos provoca un proceso de desagregación de los medios (paralelo a la fragmentación de identidades) Tecnología, cultura y organización van íntimamente unidas, siendo casi siempre difícil discriminar causas y […]
Como comentábamos en un artículo anterior, la naturaleza abierta de internet, las herramientas de la web 2.0 y la flexibilización de las licencias de uso de contenidos provoca un proceso de desagregación de los medios (paralelo a la fragmentación de identidades)
Tecnología, cultura y organización van íntimamente unidas, siendo casi siempre difícil discriminar causas y consecuencias. Una cierta cultura y organización crea contextos adecuados para usos creativos de la tecnología. Al tiempo, la tecnología abre posibilidades o incluso obliga a cambios radicales. Por ejemplo, la mayor parte de medios digitales reproducen el modelo convencional de clasificación y empaquetado de la información (Internacional, Nacional, Cultura, Deporte… o cualquier otro), pero un número creciente empieza a apostar por el etiquetado, los canales RSS múltiples y por permitir al usuario construir su propio menú informativo. Es este un cambio tecnológico, pero no sólo ni principalmente tecnológico. Afecta a la relación entre medios y usuarios y al propio modelo de negocio de las empresas. O, visto de otro modo, puede que la cultura de ciertos medios les abra el camino para usar nuevas tecnologías.
Entre el push y el pull
El medio de comunicación tradicional, el que representan los periódicos en papel y la mayor parte de sus equivalentes digitales, es un modelo de periodismo push, similar al de los viejos portales que inundaron internet hace ya más de 10 años. El ‘proveedor’ empaqueta contenidos (que en su mayor parte se han creado dentro de sus muros corporativos) que estarán disponibles sólo (o casi) en su sitio. El lector debe acudir a ese sitio (o al kiosko para comprar un ejemplar del periódico) para poder acceder a la información. Los contenidos son ‘propiedad’ del proveedor y no es legal, o al menos está mal visto, que alguien los replique en otra parte y más aún que los remezcle y acabe por convertirlos en algo diferente.
La web 2.0, y los medios que se adaptan a este modelo, representan lo que podríamos denominar periodismo pull. Los medios crean contenidos, solos o en compañía de su red externa de ‘colaboradores’ (muchos de ellos antiguos lectores). Estos contenidos tienen una vida en el propio sitio del medio, pero pueden tener otras muchas vidas, completos o fragmentados, en otros lugares de la red. La cita literal, la copia y remezcla no sólo se permiten: están bien vistas, siempre que se cite la fuente original.
La desagregación del periódico
En el Britannica Blog están desarrollando un foro sobre Newspapers & the Net, donde Nicholas Carr ha analizado las consecuencias de la fragmentación de los medios en internet, The Great Unbundling. La noticia y el artículo digitales acaban independizándose del medio y tienen que enfrentarse solos al mercado, deben captar atención y publicidad independientemente del resto de noticias que produzca un determinado medio. Según Carr, esto hace que sólo los artículos que atraigan directamente publicidad puedan sobrevivir, lo que hará que las noticias se sesguen hacia ciertos temas (por ejemplo, el problema de la obesidad será un espacio atractivo para la publicidad de tratamientos de adelgazamiento, pero pocos anunciantes querrán aparecer en artículos que hablen de la corrupción en África). Así, ciertos temas y ciertas formas de hacer periodismo (como el de investigación, el más costoso) tenderán a desaparecer. Clay Shirky, en su respuesta a Carr (What Newspapers and Journalism Need Now: Experimentation, Not Nostalgia), acepta el futuro que dibuja el primero, pero en lugar de verlo como un problema propone que lo aceptemos como una realidad y nos enfrentemos a la tarea de diseñar y ensayar nuevas formas de financiación que sustituyan los viejos modelos ‘del papel’ en que unas noticias ‘subvencionaban’ a otras.
Creo que ni Carr ni Shirky analizan la complejidad del problema en su totalidad. Ambos siguen enfrentados a la tarea de creación de contenidos como un proceso individual o, al menos, corporativo y olvidan que internet puede promover nuevas formas de creación de información de calidad, basada en las redes, con un coste inferior. Paradójicamente, debatiendo en ese foro se olvidan del debate Britannica vs. Wikipedia.
Pero además, y sin invocar el ‘efecto red’, Jon Lebkowsky apunta una hipótesis alternativa sobre el periodismo de investigación y la publicidad. Retomando la reflexión de Carr, The meaning of «the great unbundling», propone algunos argumentos alternativos que explicarían por qué el periodismo ‘de calidad’ tradicional podría seguir siendo rentable en internet: los artículos más largos y trabajados, aquellos que son resultado de la investigación, resultarán atractivos a una larga cola de lectores educados y con elevados ingresos que resultarían muy atractivos a los anunciantes. Por el momento, ni la hipótesis de Carr ni la de Lebkowsky han sido contrastada con datos. Pero esta es una de las grandes diferencias respecto a los medios en papel. Ahora sí que disponemos de información precisa sobre la efectividad de la publicidad online, por lo que es cuestión de tiempo que este debate se aclare.
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Juan Freire es biólogo, profesor universitario y emprendedor. Apasionado por la tecnología como motor de cambios sociales y oportunidades de desarrollo. Es autor de nomada.blogs.com.