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El silencio habla por el derecho a la libertad de prensa en Marruecos

Fuentes: Periodismo Humano

A un mes de la celebración del Día Mundial de la Libertad de Prensa, algunos de los protagonistas de la lucha por las libertades y la justicia en el reino alauí alzan la voz para denunciar una situación que no ha mejorado tras las revueltas sociales de 2011 y la aprobación de la nueva Constitución, […]

A un mes de la celebración del Día Mundial de la Libertad de Prensa, algunos de los protagonistas de la lucha por las libertades y la justicia en el reino alauí alzan la voz para denunciar una situación que no ha mejorado tras las revueltas sociales de 2011 y la aprobación de la nueva Constitución, sino que simplemente se ha velado y se ha vuelto más sutil.

Han pasado 15 meses desde que, el pasado 26 de febrero de 2012, Marruecos vetara la distribución del diario El País por publicar cómo se ha enriquecido en los últimos años Mohamed VI; poco más de año desde que, el 28 de abril de 2012, el periodista Rachid Nini saliera de la cárcel tras cumplir la pena de un año que le impuso el Tribunal de Apelación de Casablanca por publicar informaciones, presuntamente, «no demostradas».

Tres semanas desde que las autoridades marroquíes arrestaran durante algunas horas a los fotoperiodistas italianos Gianfranco Tripodo y Alessandro Penso, así como a otro compañero australiano del que no se tienen noticias, por intentar informar sobre la situación de precariedad y violencia a la que sobreviven los inmigrantes subsaharianos en la provincia de Nador; y tan sólo unos pocos días desde que, en la misma zona, las Fuerzas Auxiliares prohibieran a la periodista holandesa Jacqueline van Vugt y a su equipo rodar un documental sobre el impacto de la inmigración en la sociedad marroquí, a pesar de contar con los permisos pertinentes.

Como ya ocurriera en el otoño e invierno de 2005 con la llamada «crisis de la valla», desde que el pasado verano aumentaron los intentos de entrada a Europa desde Marruecos por parte de inmigrantes subsaharianos, la violencia, la represión y el intento de acallar voces contrarias a estas prácticas indignas de una sociedad moderna han aumentado.

Los periodistas, tanto marroquíes como extranjeros, tenemos cada vez más difícil realizar nuestra labor con garantías, principalmente si el tema a tratar tiene que ver con el Sahara, con la inmigración o con la falta de libertades en el reino alauí.

Las asociaciones defensoras de los derechos humanos en la región Oriental del país (Oujda-Taza-Nador) y algunas de la ciudad autónoma de Melilla hablan de una constante amenaza en tres fases: «Primero retienen a los periodistas y les advierten, les invitan a salir del país o a que al menos dejen de trabajar en él, y desde ese momento les ponen vigilancia. Luego, de seguir ejerciendo el derecho a la libertad de prensa pueden llegar a detenerles temporalmente, borrarle las imágenes, quitarles los permisos si los tuviera, amenazarles y asustarles haciéndoles la estancia imposible en el país. Lo último es la detención prolongada, la expulsión violenta del país, la apertura de expedientes judiciales, la violación de todos sus derechos y el cumplimiento de algunas de sus amenazas», asegura José Palazón, fotógrafo y activista en Melilla.

En los cuatro meses transcurridos del año 2013, se han ido sucediendo las detenciones, retenciones, persecuciones y agresiones a compañeros que han querido mostrar la situación real que viven los inmigrantes subsaharianos, principalmente en la llamada región Oriental y en el Sahara Occidental.

En este tiempo, periodistas españoles, franceses, alemanes, italianos o australianos (entre ellos el que suscribe) han sido retenidos, interrogados e invitados a salir del país si no querían ‘provocar mayores consecuencias’.

La última agresión contra la libertad de prensa de la que hemos tenido conocimiento se daba hace unos días cuando las Fuerzas Auxiliares prohibían rodar en la provincia de Nador a la periodista holandesa Jacqueline van Vugt un documental sobre el impacto de la inmigración en la sociedad marroquí, a pesar de contar ella y todo su equipo con los permisos pertinentes concedidos por el Ministerio de Comunicación, a través del Centro Cinematográfico Marroquí.

Los fotoperiodistas italianos, Gianfranco y Alessandro, trabajando en el monte Gurugú (Nador)

Un par de semanas antes eran retenidos igualmente e ‘invitados’ a abandonar Marruecos los fotoperiodistas italianos Alessandro y Gianfranco cuando intentaban documentar gráficamente la vida de los inmigrantes en los campamentos del Gurugú antes de intentar acceder a Melilla.

A pesar de los presuntos avances legislativos y la apuesta por la modernización política, administrativa y judicial del país, siguen siendo malos tiempos para la libertad de prensa en Marruecos.

Es cierto que desde el año 2008 han aumentado considerablemente los cuadernos de bitácora en donde se publican informaciones que no pasan los filtros de la Casa Real ni del Gobierno y que las redes sociales, principalmente Facebook, se han convertido en refugio de periodistas ciudadanos y activistas contrarios a tener que soportar el yugo de la intolerancia y la represión y responder al mismo con el silencio y el conformismo.

Pero, también en 2008, en el mes de septiembre, un bloguero marroquí, Mohamed Erraji, fue condenado a dos años de prisión por «ofender» a Mohamed VI, tras acusar a la monarquía de «fomentar el clientelismo». Once meses después, en agosto de 2009, secuestraban dos revistas por publicar unas encuestas sobre Mohamed VI. Y durante todo el año 2011 se sucedieron las detenciones de activistas del movimiento crítico ’20 de Febrero’ que plasmaron en las redes sociales su rechazo a la nueva constitución, o al nuevo Gobierno, o simplemente animaron a la ciudadanía a no acudir a las elecciones legislativas anticipadas.

Una situación límite que se recrudece cuando hablamos del binomio periodista-mujer: «La mujer no goza de los mismos derechos que el hombre en el mundo musulmán y, por tanto, en el Magreb. Esto mismo ocurre con el mundo de la información. Hay menor presencia de mujeres comunicadoras, tienen que esforzarse más para hacer el mismo trabajo y, al final, para muchos, están consideradas malas mujeres que intentan parecer hombres en vez de dedicarse a las labores del hogar», constata Adil, presidente de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) en la provincia de Nador.

Esta misma asociación ha denunciado hoy, 29 de mayo de 2013, en conferencia de prensa, «el retroceso de las libertades fundamentales» en Marruecos y la violación reiterada de los derechos humanos, destacando «La falta de libertad de expresión y opinión». Un asunto «de gran preocupación» que está permitiendo crecer la «brecha entre realidad y el discurso político».

Hamid Naimi dice gozar de las libertades en Francia, pero su deseo es volver a Marruecos y ayudar a su regeneración

Naimi: «Si yo muero, habrán logrado silenciar otra voz libre contra la corrupción en Marruecos»

Estamos en Melilla y nos encontramos con Hamid Naimi en la sede de la Asociación Musulmana de la ciudad autónoma. Está intranquilo, su teléfono móvil no deja de sonar; va acompañado de un familiar y dos amigos, los cuales velan en todo momento por la seguridad de este periodista marroquí en el exilio.

Naimi puede decir que es uno de los tres únicos editores en la historia reciente de Marruecos a los que se les han cerrado de manera permanente sus periódicos por el simple hecho de intentar publicar la verdad de lo que acontece en un país más cercano a la Unión Europea que a la Liga Árabe, pero en el que campa a sus anchas la censura política.

Hasta 2005, dirigía el diario regional editado en la ciudad nororiental de Nador, ‘KawalissRif’ (Lo oculto del Rif), que se dedicaba, entre otros menesteres, a destapar casos de corrupción en la administración local, en la Justicia marroquí y en los servicios de inteligencia regionales conocidos como la DST (Dirección de Seguridad Territorial).

Naimi vio cómo el entramado político-judicial de un sistema infecto clausuraba la publicación que él mismo había fundado y convertido en pocos años en la cabecera regional más leída en la zona oriental del país. Tuvo que huir a Alemania y posteriormente a Francia después de ser agredido, denunciado por diversos motivos falsos e infundados y haber sido víctima de dos atentados e incluso de un intento de secuestro.

«Al igual que otros compañeros como Mustapha Alaoui o Ali Lmrabet me convertí en un elemento incómodo para un sistema corrupto que no está acostumbrado al periodismo libre, de investigación y denuncia, y que no se ajustaba a las reglas del juego», asegura.

Él quiso exponer temas que hasta entonces eran tabú en Marruecos, como las propiedades y las inversiones de jueces y miembros de los servicios de inteligencia alauíes en el extranjero, y eso le costó la salud y el dinero: «Me dieron varios toques de atención para que parara de sacar expedientes y documentos, pero no accedí. Entonces utilizaron la violencia y la extorsión, pero tampoco lograron aplacarme. Entonces pusieron en marcha la maquinaria judicial y, con catorce procedimientos abiertos y la posibilidad de verme toda la vida en prisión, no pude más que salir del país para por lo menos seguir mi lucha desde el extranjero».

Cuenta que sus principales confidentes eran funcionarios de las distintas administraciones que le pasaban información no por principios o por creer que así las cosas podrían cambiar, sino porque «estaban resentidos porque tenían compañeros más corruptos que ellos y que sacaban una mayor tajada del pastel y no lo podían permitir».

Hace siete años recibió asilo político en Francia, país donde reside y ejerce el periodismo, y certifica que, como él, muchos otros informadores, editores, escritores, pensadores o blogueros marroquíes viven exiliados en países como Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y Canadá, principalmente, porque en su país de origen les resulta imposible expresarse libremente o tener una idea firme contraria a los intereses del Gobierno o de la Casa Real.

«Yo quiero volver a mi país y ejercer allí el periodismo libremente y sin censuras, pero soy persona non grata. Soy rifeño y periodista contrario al régimen, imagina, no tengo estatus ni de ciudadano», comenta enérgicamente y con los ojos inyectados en sangre y cargados de lágrimas.

Piensa que es feliz en Europa, que la diferencia entre el periodismo en París y en el norte de Marruecos «es abismal, como hablar del día y la noche» y que los «europeos libres» nos quejamos mucho, pero no sabemos lo que es no poder expresarte y vivir siempre con miedo y esperando «que suceda lo peor».

En 2002, cuando trabajaba en un caso de corrupción a gran escala, los servicios de inteligencia marroquíes sospecharon que el confidente de Naimi era Abdelhilah, un simple funcionario al que condenaron injustamente a un año y medio de prisión y que, tres meses después de ser encarcelado, apareció muerto en su celda. Este hecho fue el detonante de las persecuciones a Naimi que terminaron con su exilio permanente.

«En mi país, lamentablemente, o estás al servicio del Rey y del Gobierno o buscarán la forma de quitarte de en medio, te estrangularán económicamente, te bombardearán con denuncias judiciales y acabarán utilizando el método necesario para silenciarte. Cualquier periodista marroquí que no se ajuste a la línea del Gobierno y no sirva al sistema y a sus intereses, es alguien sin futuro en el país», relata.

Al no poder cruzar hacia Marruecos, este periodista se reúne al menos una vez al año en Melilla con su familia. El año pasado vino para celebrar el fin del Ramadán y, tras aparecer en un medio local criticando al régimen alauí, recibió amenazas de muerte por teléfono y notó cómo era seguido por la calle.

RSF manifestó entonces su preocupación por la seguridad de este periodista que finalmente interpuso una denuncia por amenazas ante el Cuerpo Nacional de Policía en Melilla. «Me han seguido desconocidos y he recibido casi a diario llamadas telefónicas en las que amenazan con matarme», aseguraba. Desde que participó en un programa de Popular Televisión Melilla para denunciar casos de corrupción y desvíos de fondos públicos que involucran a altos dignatarios del régimen marroquí, en especial en la región del Rif, Naimi ya no se siente tranquilo tampoco a este lado de la frontera.

«Ya ha sufrido agresiones en Melilla en dos ocasiones anteriores, es una reconocida figura de la oposición marroquí, colaborador de diversos medios de comunicación -como la cadena de noticias France24 y la web informativa Maghreb.info- y propietario del diario KawalissRif, cerrado en 2005 por el Ministerio de la Justicia de Marruecos. Ha sufrido duras presiones pero es una figura en la defensa de la libertad de expresión», comenta Abdelouafi Hartit, director del programa Amazigh de Popular TV Melilla.

Naimi asegura no tener miedo por su vida, pero «si me silencian a mí, habrán ganado una batalla, y eso no lo podemos permitir. Si yo muero, habrán logrado silenciar otra voz libre contra la corrupción en Marruecos».

«La suerte de los periodistas, internautas y blogueros en Rabat durante 2012 muestra que los temores de Naimi son justificados. Sus actividades y antecedentes, por su naturaleza, constituyen un riesgo real para su seguridad», afirma RSF, que concluye que «su caso demuestra la dificultad de los periodistas marroquíes para criticar abiertamente al régimen establecido o a los servicios secretos (DST), decididos a hacer callar toda voz disidente».

Marzouki

En Rabat, la capital del reino alauí, quedamos a las puertas del Tribunal de Primera Instancia con Ahmed Marzouki, que después de pasar más de 20 años prisionero en cárceles secretas, tras ser obligado a participar en el golpe de Estado de Sjirat contra Hassan II, se convirtió en un icono de la libertad de expresión en Marruecos con su primer libro «Tazmamart, celda 10».

En ese texto autobiográfico, que tuvo que publicarse en el año 2000 fuera del reino alauí debido a la censura, Marzouki relataba todo tipo de torturas y vejaciones a las que fue sometido de manera rutinaria tras haber sido juzgado sin garantías y condenado sin haber cometido delito alguno. «Viví un auténtico infierno. He estado muerto en vida y ahora puedo contarlo, aunque sea fuera de mi país. He sido maltratado y he recibido torturas programadas con el único objetivo de ir matándonos a todos los condenados. La intención de los carceleros era ir minando nuestras ganas de vivir, convertirnos poco a poco en autómatas y finalmente en auténticos zombis. Y la intención del Gobierno y del Rey era que sirviéramos de ejemplo para que nadie más hiciera nunca lo que supuestamente nosotros hicimos. Cuánta gente ha sufrido en este país sólo para servir de ejemplo», comenta con la voz tenue pero firme y la mirada perdida en los recuerdos, mientras se frota las manos suavemente con los brazos apoyados sobre la mesa.

Hace escasas fechas presentaba en Tánger su segunda obra, titulada ‘Mihnat al Faragh’ (algo así como ‘El calvario del vacío’), un libro que critica duramente los problemas sociales y económicos en Marruecos -como el paro, los abusos de las autoridades, la falta de justicia, la pobreza- y que, esta vez sí, ha podido publicar en su país.

«Marruecos está cambiando, pero no necesariamente en el buen sentido. Además, el sistema sigue corrompido, no existe una libertad de expresión real. En Marruecos se destapan escándalos a diario y no ruedan cabezas, forma parte del día a día. Es un sistema basado en la corrupción y lo anormal sería tener a alguien decente dentro de la Administración. La corrupción empieza desde arriba y empaña todos los niveles», explica Marzouki, quien asegura que el 90 por ciento de los periodistas marroquíes tiene como primera labor ejercer como informadores del sistema y que todos los diarios «están, sin duda, al servicio del Gobierno».

El propio príncipe Moulay Hicham, tercero en la línea de sucesión al trono del Reino de Marruecos, califica el sistema alauí como «régimen autoritario» y señala que la «multiplicación de las formas de corrupción amenaza la continuidad del Estado de Marruecos», apuntando que la mayoría de los actores sociales reconocen a la autoridad pero no están satisfechos con la concentración de poder. «La ampliación de los poderes del Rey desde la independencia del país ha ido en contra de las aspiraciones de los ciudadanos».

El primo hermano del monarca Mohammed VI comenta que en Marruecos no han dejado de crecer «la corrupción política y la delincuencia» y añade que «Europa tiene que despertar y dejar de apoyar a los dictadores y condenarlos a desaparecer. Y tiene que apoyar firmemente a los movimientos que aspiran a cambiar, a modernizarse y al pluralismo».

El conocido como «Príncipe Rojo» cree que la nueva generación marroquí es la sociedad «de las demandas de libertad y la dignidad enfrentada a unos regímenes por pisotear los derechos humanos»; también que su único objetivo «es acabar con la corrupción política y terminar con el régimen autoritario».

2012: Cesaron las detenciones, pero continuó la férrea censura

El año 2012 fue muy duro en Marruecos para la libertad de expresión, ya que comenzó con la censura de algunos medios españoles y acabó con la salida de Médicos Sin Fronteras (MSF) del país por no poder hacer libremente y con dignidad su trabajo, entre otras razones.

A principios del pasado año, RSF escribió a las autoridades para expresar su preocupación por el aumento de los actos de censura en Marruecos. En una carta, enviada el 9 de febrero, la organización de reporteros denunciaba las sucesivas prohibiciones de varios diarios y revistas bajo el pretexto de no herir la sensibilidad religiosa. Según la agencia española EFE, entre enero de 2011 y febrero de 2012, habían sido prohibidas un total de 29 publicaciones extranjeras.

En febrero, las autoridades marroquíes vetaron la edición del periódico español El País, del día 26, por contener supuestas declaraciones difamatorias que «atentaban contra la imagen del rey y las instituciones del país». El artículo al que se referían contenía extractos de un libro escrito por Catherine Graciet y Eric Laurent, titulado «Le Roi prédateur» (El Rey depredador), sobre el enriquecimiento del rey Mohammed VI, cuya fortuna se habría duplicado en los últimos cinco años, según los autores.

En marzo, los blogueros Walid Bahomane y Abdelsamad Haydour fueron condenados a un año y medio, y tres años de cárcel, respectivamente, por «atentar contra los valores sagrados de la nación» al criticar al rey en un comentario de Facebook y un video de Youtube.

En junio, RSF denunció una vez más el uso de cargos criminales para condenar a blogueros. Es el caso de Mohamed Sokrate, que fue sentenciado a dos años de cárcel por tráfico y posesión de estupefacientes a pesar de haber sido juzgado en un proceso marcado por numerosas irregularidades y de que su familia asegurase que nunca había tenido relación con las drogas y que la detención se debió a sus actividades políticas.

En octubre, el periodista Ali Lmrabet, que dirige la web DemainOnline.com, aseguraba haber sido objeto de amenazas e intimidaciones desde que publicó un artículo, el 31 de julio, donde hablaba de la presencia en los Juegos Olímpicos de Londres del general Hosni Benslimane, buscado por la justicia francesa por una investigación sobre el caso Mehdi Ben Barka, al que da nombre un disidente marroquí desaparecido en las calles de París hace más de 40 años.

Ese mismo mes, el jefe del Consejo de la Comunidad Marroquí en el Extranjero demandó al portal Yabiladi.com por un artículo donde se detallaban sus gastos en viajes y por el que reclamó 45.000 euros de indemnización; y el gobierno marroquí decidió retirar la acreditación al reportero de AFP en Marruecos, Omar Brouksy, acusándole de informar de «forma no profesional» sobre las elecciones en Tánger.

Fuente original: http://periodismohumano.com/sociedad/comunicacion/el-silencio-habla-por-el-derecho-a-la-libertad-de-prensa-en-marruecos.html