Para Ignacio Ramonet, mientras América Latina con excepción de Colombia y México está viviendo «el mejor momento de su historia», Europa en cambio, se encuentra enfrentando «un Consenso de Washington a destiempo que se traduce en planes de ajuste estructural extremadamente brutales que están empobreciendo a la población en Grecia, Portugal, Irlanda, Italia, España, entre […]
Para Ignacio Ramonet, mientras América Latina con excepción de Colombia y México está viviendo «el mejor momento de su historia», Europa en cambio, se encuentra enfrentando «un Consenso de Washington a destiempo que se traduce en planes de ajuste estructural extremadamente brutales que están empobreciendo a la población en Grecia, Portugal, Irlanda, Italia, España, entre otros países».
Al echar una mirada por la geografía latinoamericana, este destacado escritor y periodista español no duda en calificar como «el mejor momento» que vive la región tras dos siglos de su emancipación.
En este lapso, explica, nunca ha habido, «como se está viendo ahora democracia extendida y paz a la vez en los países latinoamericanos, con la excepción de lo que ocurre en Colombia y en México por el problema de la droga».
Se está viviendo un crecimiento muy importante en la región, acompañado de una disminución de la pobreza. «Hay que saber que en los últimos 12 años, en América Latina más de 80 millones de personas han salido de la pobreza gracias a las políticas implementadas por los gobiernos progresistas. Además es un momento de estabilidad política, y esto probablemente puede durar también, de manera que estamos en un contexto en que nunca ha habido tanto interés por la integración, con todos estos mecanismos que vemos desarrollarse como la Unasur, el Alba y la CELAC», afirma Ramonet.
Destaca que todo esto «muestra una voluntad latinoamericana de trabajar en común y en favor de la prosperidad de los pueblos. Yo creo que el esfuerzo que están haciendo los gobiernos progresistas, que son mayoritarios en esta región, es un esfuerzo que pone hincapié en la justicia, en la igualdad y por consiguiente en el campo de los medios en el que había una terrible desigualdad, porque existía un monopolio del sector privado sobre los medios de comunicación y muchos de estos gobiernos se han planteado la necesidad de volver a equilibrar ese monopolio y están creando servicios públicos de información y comunicación».
Este reputado científico social, doctor en Semiología, director actualmente de la edición en español de Le Monde Diplomatique estuvo en Quito presentando su último libro La explosión del periodismo, un interesante trabajo de análisis sobre el cambio de hábitos en la comunicación pública como consecuencia de la irrupción de las nuevas tecnologías, concretamente Internet.
El pasado lunes 14 de mayo en el salón principal de la Capilla del Hombre de la Fundación Guayasamín, el cual quedó pequeño para albergar a la nutrida asistencia encabezada por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, dirigentes políticos de izquierda, estudiantes, periodistas, profesores universitarios e intelectuales, Ramonet disertó sobre el nuevo ecosistema de la información.
En forma amplia, amena y didáctica hizo una serie de reflexiones sobre cuáles son los efectos del impacto de Internet en el ámbito del periodismo, cómo hoy no se puede hacer periodismo como en otra época, qué es lo que está cambiando, qué es lo que las redes sociales están modificando, por qué la prensa escrita de papel de pago está desapareciendo en tantos países, qué es lo que la está sustituyendo, qué nuevos géneros y tecnologías están irrumpiendo. Es síntesis, hizo un recuento del contenido de su libro que analiza las consecuencias de ese enorme terremoto que se está produciendo en el periodismo y, por otra parte, hizo referencia a una serie de proposiciones sobre vías para tratar de preservar algo fundamental que es un periodismo libre, sin el cual no puede haber democracia.
Aparato ideológico del neoliberalismo
Para Ramonet la función que actualmente cumple el poder mediático «es ser aparato de la globalización neoliberal», y puso como ejemplo el hecho de que los medios de comunicación en Europa en la actual coyuntura sociopolítica, en forma cínica si se quiere, se encargan de elogiar las políticas de austeridad y los recortes en la inversión social, no obstante y en buena hora que la gente se subleva, pues ya no cree en ese discurso. Sin embargo los medios insisten en este mensaje, «porque su misión es domesticar a la sociedad», argumentó.
«En esta nueva guerra ideológica que origina la globalización, -recalcó- los medios de comunicación se utilizan como arma de combate y su propósito es el de defender sus intereses de casta. Ya no actúan como medios sino como auténticos partidos políticos. Su verdadera misión es la de frenar las reivindicaciones populares».
Calificó de «gemelos» al poder mediático y financiero al señalar que buscan controlar el poder político. «Los medios de comunicación han sustituido las oposiciones políticas de derecha para defender sus propios intereses».
Un problema para la democracia
No dudó en acusar a los medios de comunicación dominantes como «un grave problema para la democracia. Ya no contribuyen a ampliar el campo democrático sino que se empeñan en restringirlo y minarlo, como sucedió con el primer golpe mediático de la historia que se dio al presidente Hugo Chávez en abril de 2002».
Afortunadamente, dijo, «poco a poco los ciudadanos van tomando conciencia y empiezan a mostrar gran desconfianza de la manipulación mediática. Temen encontrarse en un estado de inseguridad informativa».
Por eso, «si antaño se exigía la reforma agraria porque la tierra era un elemento de poder, ahora se hace necesario una reforma a la concentración de los medios, los denominados latifundios mediáticos», por cuanto que de «la calidad de la información depende la calidad de la democracia. No puede haber opinión pública si no hay medios de masas».
Sobre la concentración mediática en varios países de América Latina, Ramonet señaló que «se está dando una misma batalla en la que los medios privados reprochan al gobierno democráticamente elegido, por supuestamente atacar a la libertad de expresión o practicar la censura, cuando en realidad el problema es que no quieren perder el monopolio que tenían».
«En todos los países, hasta en Inglaterra que es el país modelo con la BBC, existe ese reproche al sector público de que la información está al servicio del gobierno. A veces es cierto que el Gobierno trata de controlar a los medios públicos, pero para eso existen sindicatos y la ética de los periodistas para saber frenar las ambiciones de un gobierno que quisiera manipular a la información».
Abogó porque los medios de comunicación públicos estén «piloteados por una alta autoridad o un tribunal supremo y que la composición de éste sea plural, para que no exista sospecha de que está al servicio de tal o cual partido. En Francia, por ejemplo, es el propio Presidente de la República quien nombra a los directores de las empresas públicas de información, por consiguiente hay sospecha que está nombrando a amigos suyos para que dirijan la información más favorable al gobierno, y ese es un debate permanente, y nadie pone en duda el carácter democrático de Francia. Lo único nuevo es que el sector privado ve que pierde una parte del mercado. En todos los países, el sector público en la radio y televisión es el más apreciado y considerado por los ciudadanos, mucho más que el sector privado, en cierta medida esa es la responsabilidad de los profesionales que hacen esa información».
Sobre la causa judicial que entabló el presidente Correa contra el diario El Universo de Guayaquil que a través de una columna de opinión lo infamó y calumnió, Ramonet la comparó con un incidente que se dio recientemente en las pasadas elecciones presidenciales de Francia.
«Entre la primera y segunda vuelta un periódico en la web publicó un documento diciendo que demostraba que el coronel Gadafi había dado 50 millones de euros a Sarkozy para financiar su campaña electoral de 2007, eso está prohibido. Sarkozy, basándose en la ley del 22 de julio de 1889, que castiga con penas de cárcel a las personas que difunden falsas informaciones, planteó una queja ante los tribunales que aún no se ha resuelto, contra el periódico acusándolo de difundir falsa información. Nadie ha dicho que en Francia hay censura o que Sarkozy es un dictador», comentó.
«En todo caso, -añadió- el presidente Correa ha dado una prueba de que son debates que pueden llevarse en el plano intelectual, pero también en el ámbito de la justicia, y que en ningún país existe libertad de prensa o libertad de expresión sin límites, todas las libertades tienen los límites que plantea la ley».
De los medios astros a los medios de masas
Sobre el impacto que está teniendo Internet en los medios de comunicación el director de la edición española de Le Monde Diplomatique señala que constituye una «conmoción de una intensidad nunca antes conocida».
Por ejemplo, los periódicos tienen hoy más usuarios en Internet que lectores. New York Times, para citar solo un caso, cuenta con 45 millones de internautas frente a 900 mil lectores de periódicos diarios.
En la protesta social o en el cubrimiento de catástrofes naturales el impacto de las nuevas tecnologías de la información ha sido decisivo: los sucesos de la primavera árabe, las movilizaciones de los Indignados y el drama de Fukushima, por ejemplo, se ha hecho por divulgaciones de los ciudadanos, surgiendo los web-actores, quienes a través de los blogs o de las redes sociales construyen el relato de su realidad. Por eso afirma que existe un cambio de paradigma: «hemos pasado de los medios astros (los grandes periódicos o noticieros de televisión o radio) a los medios de masas».
Inseguridad y banalidad informativa
Ante el vertiginoso desarrollo de las tecnologías de la comunicación y su uso cada vez mayor por parte de los ciudadanos, Ramonet observa que los medios tradicionales «han entrado en la dictadura de la urgencia y por eso no verifican la información, con lo cual se ha degradado la profesión periodística perdiendo en consecuencia su capital fundamental: la credibilidad. Se ha creado una inseguridad informativa por parte de las mismas empresas mediáticas, por lo que los internautas han aprendido a autoinformarse».
«Si los medios hicieran bien su trabajo no existiría Wikileaks o Anonymous. Su existencia revela hasta qué grado las clases políticas en las democracias avanzadas de Occidente han estado engañando a sus ciudadanos».
Adicionalmente, «los medios en este sistema capitalista funcionan como una mercancía, según las leyes de la oferta y la demanda, razón por la cual se trabaja más sobre la emoción que sobre la inteligencia», en ese sentido, para ellos «las guerras no son tragedias sino que representan rating. Lo que se busca no es vender información sino audiencias a los anunciantes y a ello obedece la banalidad y la frivolidad informativa».
Por lo anterior colige que «esta información no está construyendo ciudadanía ni contribuye tampoco a elevar la cultura de los ciudadanos».
Lo que importa es el negocio y las utilidades, y en ese sentido comunicar hoy en día es sinónimo de dinero. Las empresas que más ganan son las que trabajan con la comunicación como materia prima: telefonía, Internet, transmisión de datos, redes, telecomunicaciones, televisión por cable, radio…
Si bien el lenguaje digital unificó texto, audio e imagen, Ramonet señala no obstante que ello trajo como consecuencia la consolidación de grupos mediáticos concentrados.
Los países de Europa: democracias limitadas
Sobre la situación sociopolítica que atraviesa Europa su lectura no puede ser peor: «Hay despojo de soberanía de los Estados con el euro y el pacto fiscal», afirma, así como «decrecimiento en la democracia y en la partidocracia. Grecia se convirtió en un protectorado europeo. La situación ha generado la irrupción de los extremos como el neofascismo. Los gobernantes de cualquier color no pueden cambiar de política, aunque las sociedades se están hundiendo».
Considera que los medios tradicionales son también responsables de la crisis. «Estamos en un sistema de despotismo ilustrado. Todo indica que vamos hacia una Gran Depresión», advierte.
La mentalidad neoliberal del liderazgo político europeo la explica con una frase de la canciller alemana Angela Merkel, quien en septiembre de 2011 acuñó el concepto de democracia en consonancia con el mercado de la siguiente manera: «la elaboración del presupuesto del Estado es una prerrogativa fundamental del Parlamento, pero hay que hallar vías para que ese requisito democrático esté en conformidad con el mercado». En consecuencia, dice Ramonet, «el mercado es ahora la pauta, lo cual significa que ya no son los electores los que toman las decisiones legislativas sino las Bolsas, los especuladores y los bancos».
En su concepto, Europa debe «refundar un nuevo sistema económico más justo y más democrático para lo cual hay que dar a los ciudadanos mayor control sobre los recursos de la nación y sobre las decisiones que afectan sus vidas. Hay que crear estructuras globales que antepongan primero las necesidades de los ciudadanos. Que respeten y promuevan los derechos humanos, la justicia social y el equilibrio ambiental. Y que garanticen empleos decentes, medios de vida sustentables, servicios esenciales como la salud, la cultura, la vivienda, el transporte, el acceso al agua potable y a la energía limpia. Solo así se construirá por fin una economía justa, social, duradera y democrática».
Finalmente, aboga por un nuevo papel del Estado, que permita que haya un mercado y un sector privado, pero que controle los sectores estratégicos importantes como garantía para el buen funcionamiento de la economía. «Yo digo que sigue en Europa la crisis que empezó en 2007 y 2008 y lo que podemos observar es que, por primera vez en la historia económica reciente, una gran crisis que se produce en Estados Unidos no tiene repercusiones muy negativas en América Latina».
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