La periodista Karen Marón, corresponsal en Oriente Próximo y el golfo Pérsico y autora del documental Gazasovia, reflexiona en esta entrevista sobre la situación en Gaza e Irak, entre otros lugares de conflicto, y el papel que desempeñan los medios de comunicación en el «olvido» de esos conflictos una vez que cambia la agenda mediática. […]
La periodista Karen Marón, corresponsal en Oriente Próximo y el golfo Pérsico y autora del documental Gazasovia, reflexiona en esta entrevista sobre la situación en Gaza e Irak, entre otros lugares de conflicto, y el papel que desempeñan los medios de comunicación en el «olvido» de esos conflictos una vez que cambia la agenda mediática. Marón se adentra en la fisonomía de la violencia en el siglo XXI para descubrir, junto a los conflictos internacionales, otra «violencia silenciosa» que tiene que ver con la pobreza, la injusticia, la discriminación y la marginación.
– Se ha señalado que en la sociedad global los medios de comunicación no son el «cuarto poder», sino algo más importante: el espacio donde se crea al poder y, en ese sentido, no son tanto un contrapeso como la expresión del propio poder. ¿Cuál es tu valoración al respecto?
– Coincido en que los medios son el espacio donde se crea y se expresa el poder. Hay una cuestión importante: estamos muy desinformados. Lo que vemos, lo que leemos y escuchamos está totalmente filtrado por estos grupos de comunicación. Crean una realidad que nos desinforma, nos anestesia, nos confunde, nos inmoviliza. Estamos ante situaciones que producen un desconocimiento enorme. Por ejemplo, en España se vive una crisis financiera, económica y social que puede ir in crescendo y todavía, dos años después de iniciada, no he visto claramente en los medios de masas que se le explique a la gente lo que realmente ha sucedido. Se habla de una burbuja financiera, de deuda, de cuánto se les ha brindado a los bancos, pero no hay información con la que la gente cuente; es una creación de un mundo casi virtual. De modo que coincido totalmente en que es el poder el que crea esa realidad que no es realidad. Quizá parezca un cliché hablar de Matrix, pero creo que estamos dentro de un Matrix y de una realidad virtual, que es la que crean los medios.
-Esa recreación de lo que acontece ocurre a través de unos medios de comunicación que son empresas y, por tanto, su actividad es un negocio. ¿No es este un elemento esencial para explicar que lo que se está generando es un producto comercial que, dentro de un negocio, genera su propia realidad?
– Hay una crisis profunda en los medios de comunicación denominados convencionales porque en su mayoría no están gestionados por periodistas, sino por empresarios cuyo objetivo es obtener beneficios, y hablo tanto de medios escritos como de radio y TV. Como consecuencia de ello, la información se ve como una mercancía y la práctica de la comunicación como un negocio, lo que resulta lejano al ejercicio del periodismo, que implica una responsabilidad social. Esto afecta directamente a la calidad de la información.
En sus inicios, el periodismo fue una profesión con unos objetivos claros y una responsabilidad social bien definida. Actualmente vemos que el mayor interés de un medio de comunicación ya no pasa por una cuestión social sino por una cuestión económica, y que los grandes medios están en manos de grupos de poder y grupos económicos. Eso lleva a que el periodista tenga que comportarse de acuerdo con dichos intereses; y no estoy culpabilizando al profesional, que tiene que seguir esa línea editorial que se le impone si quiere seguir trabajando en ese medio, sino a la lógica económica que los rige.
Cuando aludes a que el poder está creando la realidad, uno de los casos más emblemáticos es el caso de Haití, el país más pobre de Latinoamérica y uno de los más pobres del mundo, que ha vivido uno de los desastres más graves a nivel mundial. Cuando se produjo el terremoto, los medios de comunicación desplegaron cientos de corresponsales en el país para narrar una historia de forma casi irresponsable, porque pasaban una semana o 10 días contando el sufrimiento del pueblo haitiano, pero antes del terremoto muy pocos habían ido a Haití a contar esta historia, que ya estaba ahí. Dos semanas después del terremoto todos los medios de comunicación se retiran de Haití, ya no hay niños huérfanos, ya no hay pobreza… pero llega el brote de cólera y otra vez se despliegan. Lo más importante para el periodismo y el periodista, que son los otros -el otro es el sujeto de la historia-, se ha visto traicionado terriblemente porque se utiliza la noticia como un espectáculo.
Pasó también en la primera guerra del Golfo, cuando se pudo ver el ataque a Bagdad desde el sofá de casa. Me parece de una crueldad absoluta porque estamos haciendo espectáculo de una información seria, y cuando el espectáculo no rinde más a los medios de comunicación, retiran a sus periodistas y se olvidan del dolor, de la barbarie y del sufrimiento, sencillamente sale de la agenda informativa. Lo mismo sucedió con Afganistán e Irak. En 2004-2006 estaban sucediendo hechos gravísimos en Irak y lo mismo ocurría en Afganistán, pero como el poder había determinado que tuviera preeminencia Irak, y no Afganistán, Afganistán desapareció de los medios. Pero alguien decidió después que volviera a ser noticia y los medios de comunicación trasladaron su buró a Kabul, mientras que hoy la situación en Irak sigue siendo desastrosa y vergonzosa a nivel humano, pero ya apenas es noticia. Claro que los medios están creando la realidad: nos muestran lo que quieren mostrarnos según su conveniencia o según sus intereses. Esto tiene que ver con lo que en su momento se llamó la «doctrina Kissinger», que se relaciona con los intereses de EE.UU. y la estrategia mediática que iban a utilizar, moviendo a los medios según sus intereses. Esto se ve muy claro en el caso del binomio Irak- Afganistán. Creo que es obsceno cómo se está manipulando la prioridad concedida a cada lugar según el momento.
Igual ocurre con los conflictos olvidados de África o Asia de los que no se está informando, y no es que a la gente no le interesen, sino que al poder no le interesa mostrarlos.
– Vivimos rodeados de mucho ruido informativo, de una sobreabundancia de información que nos genera cierta parálisis e incapacidad de asimilación. En este sentido, Eduardo Galeano ha señalado que «estamos informados de todo, pero no nos enteramos de nada». ¿Cómo generar una información relevante que permita iluminar lo que está sucediendo en un contexto de avalancha informativa? ¿Con qué criterios?
– Nos hacen creer que estamos informados con pequeñas noticias que no cuentan las causas ni la historia ni el contexto social y político; no se hace seguimiento y no se cuentan las consecuencias. Por tanto, hay mucho ruido y desinformación. ¿Cómo revertirlo? Es necesario que surja un debate entre los periodistas -donde ya ha empezado-, el poder ciudadano y las diferentes organizaciones sociales. Tenemos el derecho a estar informados, de modo que todos deberíamos estar comprometidos en este proceso de cambio de paradigma. No tengo la solución, pero confío en que la unión de diferentes sectores puede encontrarla. Esa es una de las razones por las que soy free lance desde hace ocho años; ello me ha permitido contar los temas que quería contar, y los tiempos para contar esas historias. Los grandes medios envían a los periodistas dos días a Tanzania, tres días a Irak, luego Afganistán… la vorágine de los medios no permite a los periodistas tener un background del lugar en que se encuentran ni saben cómo moverse. Difícilmente alguien puede contar una historia pasando 48 horas en un lugar. Eso no es informar, sino desinformar, o, simplemente, cumplir con el trámite de salir al aire y contar unos hechos que ya están publicados en Internet.
– Tu opción de trabajar como free lance, ¿qué ventajas tiene?, ¿qué dificultades?
– Es duro, sobre todo al principio, y particularmente en Latinoamérica, donde un periodista free lance se entiende como un profesional que no encuentra trabajo, cuando en realidad es una elección. En Europa y EE.UU. se respeta más. Y digo duro porque uno está muy solo, especialmente en conflictos armados donde trabajas sin protección, sin un medio que te respalde en caso de un secuestro, no hay un casco o un chaleco antibalas y uno mismo tiene que asumir todos los gastos. Pero a la vez que una limitación es también un aprendizaje, porque uno se convierte en su propio productor ejecutivo y periodístico, en el gestor de sus ideas y logística. Por otra parte, te exige informar de manera diferente a como lo hacen los grandes medios de comunicación, aunque eso te expone en relación con la seguridad. Por ejemplo, en Irak, algunos periodistas hacían lo que el gran Robert Fisk denominó «periodismo de hotel», que consiste en entrar en Internet, cortar y pegar, y enviar el artículo a la redacción. Siendo un periodista independiente tienes que salir a la calle bajo cualquier circunstancia de seguridad para conseguir esa historia diferente, y que precisamente por ello va a hacer que esa historia sea publicada.
A favor está la libertad de movimiento y la posibilidad de tener el tiempo suficiente para tener ese background necesario para contar una buena historia, invirtiendo el tiempo suficiente para convertirse en lo que Ryszard Kapuściński llama un «etnógrafo», casi en un investigador de lo que le sucede a otro ser humano, tratar a ese ser humano como un sujeto -darle un nombre, una identidad, contar esa historia- y no un producto, algo frecuente cuando uno tiene que cumplir con tiempos determinados. Despersonalizar al protagonista de la historia -que a menudo resulta como imposición de los medios- me parece otra aberración del periodismo. Otra forma de despersonalizar que estoy viendo en los últimos años es el surgimiento del «periodista estrella», el periodista que suplanta al verdadero protagonista de la noticia y se erige él mismo en el centro de atención.
– En su libro Las ciudades invisibles, Italo Calvino plantea una reflexión sobre el infierno. Señala que, si existe, está aquí entre nosotros, y que hay dos maneras de soportarlo. La primera resulta más fácil para la mayoría: aceptar el infierno y convertirse en parte de él, hasta dejar de notar que existe. La segunda es peligrosa y requiere sabiduría y una atención constante: consiste en buscar, y en saber reconocer, en medio del infierno, lo que no es verdaderamente infierno y hacerlo durar, y darle espacio. Cuando informas desde el infierno de un conflicto armado, ¿qué buscas?
– Busco una de las cosas que más me motivaron desde mis inicios y ante la cual, con el paso de los años, he sentido cierta frustración. Cuando una es joven piensa que la publicación de un artículo va a cambiar la historia de alguien que esta viviendo una situación trágica. Pasé por esas etapas: idealismo, primero; frustración, después. Actualmente, cuando entrevisto a una madre que ha perdido a su hijo o a una mujer que se encarga de huérfanos que han perdido a sus padres en la guerra y muestro historias que suceden a 15.000 km de distancia, me doy por satisfecha si con mi trabajo he conseguido generar empatía con la víctima. Me siento simplemente un medio. Con que haya una persona que sienta empatía, aunque sólo sea una, por el sufrimiento, por el dolor ajeno, por la dignidad que se encuentra en medio de ese infierno, percibo que el trabajo está cumplido. El ser humano es luz y sombras, y en esos lugares -aunque parezca paradójico- hay mucha más luz de la que imaginamos; en muchos de esos lugares infernales es donde se puede encontrar más luz. Ya no soy la idealista de antes ni siento frustración; trabajo como periodista, pero primero soy un ser humano que trabaja de periodista.
– ¿Qué opinión te merece la figura del «periodista empotrado»?
– El pico máximo de libertad de los periodistas en zona de conflicto fue durante la guerra de Vietnam, con la consecuencia de que cuando llegó la información a EE.UU. se produjo una reacción de la opinión pública que llevó a la retirada de las tropas de aquel país. A partir de ahí, el Departamento de Estado y el Pentágono supieron que tenían que perfeccionar los mecanismos de control y de censura de la información. Así comienza esa figura del «empotrado» o «encamado».
El «empotrado» es una de las formas más perfeccionadas de censura del periodismo y del derecho a la información. Afortunadamente hubo muchos corresponsales que no se adhirieron a esta modalidad y fueron los que sacaron los artículos más impresionantes. Cuando en 2004-2006 empezaron en Irak los secuestros de los periodistas que no íbamos empotrados, y se decía que era la resistencia chií o grupos como Al-Qaeda -porque cualquiera puede ser Al-Qaeda-, muchos medios de comunicación dejaron de mandar corresponsales, también presionados por los respectivos gobiernos, que se veían obligados a pagar sumas siderales para rescatarlos. Siempre tendré la duda de quiénes secuestraron a los periodistas en Irak, como en el caso de Giuliana Sgrena, porque, ¿qué interés iban a tener esos grupos en que no se contara aquello de lo que estaban informando (que no era otra cosa que las violaciones que se venían cometiendo al derecho internacional humanitario y a los derechos humanos por parte de los ocupantes)?
Se ha dado en todos los casos la coincidencia de que los secuestrados eran periodistas que estaban informando de violaciones al derecho internacional humanitario (DIH) y a los derechos humanos, y, en definitiva, abusos a los civiles por parte de los ocupantes. Precisamente esos periodistas que fueron secuestrados se negaron a estar «empotrados» y a contar la historia que los ocupantes querían que se contara.
Más recientemente, durante la Operación Plomo Fundido, en 2008-2009, cuando Israel atacó la franja de Gaza, el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas de Seguridad israelíes también empezó a aplicar la figura del periodista empotrado. Recuerdo que estábamos en el paso de Erez, y la entrada se efectuaba sacando al azar un número entre los que se habían repartido a los periodistas; subían al periodista a un vehículo de combate y lo llevaban a determinadas zonas -en plena operación militar- donde el periodista no podía contar ninguna historia, solo aquella que los militares israelíes le mostraban. Fue la primera vez que se aplicó una censura de semejante magnitud en un conflicto en Israel, e incluso fue apelado por la Corte Suprema de Justicia de Israel, generándose mucha presión por parte de los organismos de defensa de los periodistas. Este mecanismo se va perfeccionando año tras año y va a ir in crescendo; lo triste es que cuando no contamos la historia, simplemente no existe. Afortunadamente, cuando pudimos ingresar después del alto el fuego corroboramos fehacientemente que se utilizó contra la población civil fósforo blanco, bombas de racimo y un nuevo explosivo con tungsteno, desarrollado por la Fuerza Aérea de EE.UU. y que se utilizó en la franja de Gaza como si de un laboratorio se tratara. Eso es lo que no querían que contáramos, y por ello aplicaron por primera vez la figura del «empotrado». Pese a la obscenidad de la violación del derecho internacional humanitario y los derechos humanos, y pese a que mientras transmitíamos decían que no era verdad, después lo pudimos corroborar y contar, y en muy pocos meses fue ratificado. De todas formas, los periodistas que vamos a cubrir conflictos estamos en una posición muy vulnerable y los corresponsales que cubren sus historias internas son los que corren más peligro. En Colombia y en la actualidad en México vemos cómo los periodistas son asesinados vilmente, mientras funcionan mecanismos de censura y autocensura que día a día se van perfeccionando.
– Las filtraciones de Wikileaks, ¿aportan información nueva con respecto a los conflictos que has nombrado en Colombia, Irak y Gaza? ¿Qué opinas del revuelo que se ha creado en torno a los cables de Wikileaks?
– Me causó mucha sorpresa cuando empezó el tema, pero fui cauta porque las primeras informaciones desprendidas de muchos de estos 250.000 cables fueron bastante banales. En otros cables secretos, Arabia Saudí pedía a EE.UU. que bombardeara Irán, y EE.UU. respondió que eso lo dejaban en manos de Israel. Los periodistas hemos escrito acerca de eso hace seis o siete años. Era una información conocida para quienes escribimos análisis de política internacional o cubrimos esa región, para nosotros no era novedoso. Y más cuando durante la Operación Plomo Fundido, los israelíes comunes gritaban en las calles de Jerusalén «vamos a por Irán», así que no nos hace falta Wikileaks para saber que Israel quiere atacar Irán. Los cables también «revelan» que durante la Operación Plomo Fundido había un acuerdo entre miembros de Al Fatah y Egipto para que ingresaran en Gaza y cometieran asesinatos selectivos de miembros de Hamás, pero eso lo conocían en la calle, y lo hemos escrito o transmitido inmediatamente. Respecto a eso Assange, que es considerado casi un héroe, afirmó: «esto lo tenían que haber publicado los periodistas». Quiero decir que los periodistas lo hemos publicado, y hace muchos años, solo hace falta buscar en los archivos y corroborarlo.
Por otro lado, no estoy convencida de la historia de que un soldado de primera descargue cientos y cientos de miles de cables secretos en un ciber, y me hace recordar mucho la historia del Watergate en el Washington Post, cuando se decía que dos periodistas habían investigado el tema. Hay que recordar que Bob Woodward había sido un agente de la inteligencia naval estadounidense y que en esos momentos respondía a la CIA y a un jefe de la inteligencia naval, y que su fuente era un agente del FBI. Entonces, fue una manera elegante de desplazar a Nixon del poder. No sé si eso tiene similitud ahora, pero creo que hay que dar mucha menos importancia a Wikileaks de la que se le está dando. Leí un artículo que hablaba de entretener a la opinión pública con estos cables que apenas dicen nada nuevo, mientras en otros lugares están pasando cosas importantes que no se cuentan.
Un análisis profundo revela que en estos cables no salió, por ejemplo, ninguna información sobre Plomo Fundido o las acciones de Israel en Gaza y Cisjordania, y una de las versiones es que Assange cerró un acuerdo con Israel para que no saliera nada de ese país. Y, efectivamente, no hay información al respecto. Antiguos compañeros de Assange en Wikileaks, hablan de autocracia y manipulación de la información. Además, él llegó a un acuerdo con los medios de comunicación, cinco o seis grandes diarios, para publicar la información. Sin embargo, ¿cómo sabemos los lectores con qué criterio se han seleccionado los cables que han sido publicados? ¿Cuál es la información que nos está llegando? Se prometió que saldrían muchos cables más, ¿dónde están?
– Se observa una evolución en la naturaleza de la violencia en nuestros días. Más allá de los conflictos armados internacionales, se está extendiendo una violencia vinculada a la desintegración social y política; por ejemplo, el caso de México que citabas, donde están siendo asesinadas miles de personas por esta causa, y lo que pasa en algunas ciudades recuerda a lo que está pasando en Colombia ¿Crees que ese va a ser el nuevo rostro de la violencia en el siglo XXI?
– Por un lado van a seguir los conflictos internacionales, pero también lo que alguien denominó la «violencia silenciosa», la violencia que tiene que ver con la pobreza, la injusticia, la discriminación, la marginalidad, la violencia que ejerce el poder contra la gente, que en muchas circunstancias puede ser peor y causar más víctimas que un conflicto de alta intensidad. No sé si México se va a «colombianizar», pero lo que sí sé es que está viviendo una situación extrema. En México fue donde nació el término «feminicidio». Lo que sucede en Ciudad Juárez ocurre porque hay una connivencia por parte del poder y el Estado. Los asesinatos de mujeres que se vienen cometiendo desde hace años quedan en una impunidad total y el poder del narco ha crecido cuantitativa y cualitativamente. Me preocupa que cuando surgen este tipo de grupos violentos la reacción sea militarizar más la sociedad o la aparición de grupos paramilitares, porque ese desenfreno pone a la sociedad en un riesgo total.
También conviene analizar por qué el Estado ha permitido el crecimiento de estos grupos, porque estas cosas no son casuales. ¿Cuál es el objetivo de que crezcan? El narco, en México como en Colombia, traspasa todos los estamentos de poder, el poder político y el poder económico. Con respecto a la violencia social, me preocupa el retroceso de los derechos adquiridos en las últimas décadas porque va a traer graves consecuencias. Y todo ello potenciado por la crisis económica, que produce mayor dominación, pauperización, marginación y menos herramientas para defenderse.
– Con respecto a Irak: lo has visitado recientemente y eres una de las personas que más tiempo estuvo informando
in situ durante todo el tiempo que duró la guerra de invasión ¿Qué puedes señalar hoy de la situación de este país?
– Irak es uno de los ejemplos de la obscenidad o la indiferencia con la que se manejan muchos medios de comunicación, porque cuando Irak era un espectáculo mediático se realizaban grandes coberturas. Como ya he dicho, una vez consumada la invasión se decidió traspasar la atención a Kabul y los medios se fueron a Kabul. Hace cinco años que un medio latinoamericano no envía un corresponsal a Irak, y hoy Irak, después de casi ocho años de ocupación, es un país devastado, con un saldo de 1,2 millones de muertos civiles, según la revista médica británica The Lancet. Por ello, lo considero como el primer genocidio del siglo XXI. La palabra genocidio tiene muchas acepciones, pero si se denomina genocidio a las matanzas en Ruanda en los años noventa en las que murieron entre 800.000 y 900.000 personas, o a las matanzas de los Jemeres Rojos en Camboya en los años setenta, donde murieron 1,7 millones de personas, la cifra de 1,2 millones de muertos de Irak en siete años y medio es un genocidio. Hay muchas declaraciones por parte de políticos y jefes militares de EE.UU. que en 2004 hablaban de que habría que exterminar a todos los iraquíes, matarlos como cucarachas: querían un Irak sin iraquíes -como dicen los que quieren una Palestina sin palestinos-.
Pero junto al vergonzoso genocidio, se ha sufrido además un «urbicidio». En 2003 se destruyeron grandes infraestructuras. En paralelo, está el negocio de la reconstrucción con las complicidades de las grandes empresas constructoras o de seguridad estadounidenses -Halliburton, Blackwater- estrechamente relacionadas con el Gobierno de Bush. No se ha reconstruido ni el 5% de los edificios que se destruyeron durante la invasión. Hay también un «memoricidio». Se ha destrozado la memoria de la humanidad -como se considera a esa zona de confluencia de los ríos Tigris y Eúfrates- con total impunidad. Han desaparecido obras de arte que en su mayoría no se han recuperado. A día de hoy, se corta la energía eléctrica cada cuatro horas, hacen filas de cuatro kilómetros para conseguir gasolina -¡en Irak, que nada sobre petróleo!-, no hay anestesia en los hospitales. Cuando explota un carro bomba y la noticia dice que hay 40 muertos y 60 heridos, de esos heridos es muy probable que 55 de ellos fallezcan.
Para destruir una sociedad hay que destruir la educación y las cabezas pensantes de esa sociedad. Hay más de 400 profesores universitarios desaparecidos y asesinados selectivamente en Irak, y otros cientos que se han tenido que ir. Así se descabeza la cultura y la intelectualidad de una sociedad. La situación sigue siendo dramática. Hay niñas de nueve años con cáncer de mama, producto de la utilización en la primera y segunda guerra de Irak del uranio empobrecido, un revestimiento que se utiliza en los armamentos y que ha dejado radiactividad, sobre todo en el sur, en la zona de Basora. Están naciendo -y muriendo inmediatamente- niños totalmente deformes, y a causa de ello se dice que se está produciendo en Irak la atrofia del ADN humano. También nacen niños con esas malformaciones en EE.UU. porque los soldados que combatieron en la primera guerra del Golfo sufren lo que se denomina «semen ardiente», al estar contaminados también por el uranio empobrecido. Esta degeneración del ADN humano alcanza al ocupante y al ocupado. Ese es uno de los temas prohibidos en la agenda mediática oficial.
Hoy las matanzas se siguen cometiendo. Me parece una obscenidad que hoy día no se hable de lo que está sucediendo en Irak, que no se envíen corresponsales y que, por el contrario, se utilice la falacia de la retirada de las tropas ocupantes: se han retirado 50.000 hombres que se suponía que antes cumplían la función de tropas de combate. Pero, en realidad, estos 50.000 soldados no se han retirado de Irak; hay seis bases militares permanentes en Irak, y se han reconvertido en tropas de asistencia para la formación de 650.000 policías y militares iraquíes. También han quedado 4.500 soldados de las tropas de elite estadounidenses y el segundo ejército más poderoso bajo bandera de EE.UU. en Irak son los llamados elegantemente «contratistas», que son, simple y llanamente, mercenarios. Hay más de 15.000 mercenarios en Irak actuando de forma impune. Pertenecen a más de 35 empresas y a 15 nacionalidades, y, sin embargo, no se habla de ello. Además, hay más de 30.000 desaparecidos, hay centros clandestinos de detención y tortura, y se sigue cometiendo una de las más degradantes matanzas del siglo XXI. Es vergonzoso que, por acción u omisión, no sepamos lo que está sucediendo en ese país. Hace siete años declararon que se había terminado la guerra. Pero nunca hubo una guerra; hubo, nada más y nada menos, que una invasión y una posterior ocupación. Desde la falacia de la retirada de las tropas, quisiera que alguien me respondiera qué sucede con el más de un millón de muertos, con los miles de familias destruidas, con un tejido social totalmente colapsado y con la atrofia de la genética humana. Supongamos que las tropas se retiran mañana, ¿no debería responder alguien de las consecuencias de esta infame ocupación?
Fuente: Boletín ECOS nº 14 – marzo-mayo 2011 – ISSN – 1989-8495 – CIP-Ecosocial www.fuhem.es/cip-ecosocial
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