En un artículo publicado el pasado 18 de mayo en El País, Maite Rico ofrece a sus lectores una reseña de Luís Posada Carriles, terrorista continuado contra Cuba, autor «intelectual» y planificador del atentado contra un avión de Cubana de Aviación que costó la vida de 73 personas, según documentos desclasificados del FBI, expediente judicial […]
En un artículo publicado el pasado 18 de mayo en El País, Maite Rico ofrece a sus lectores una reseña de Luís Posada Carriles, terrorista continuado contra Cuba, autor «intelectual» y planificador del atentado contra un avión de Cubana de Aviación que costó la vida de 73 personas, según documentos desclasificados del FBI, expediente judicial abierto contra él en Venezuela, e insinuaciones muy claras realizadas por él mismo en programas de televisión de Miami. Posada fue también jefe del equipo que colocó varias bombas en hoteles de La Habana a finales de la década de los 90, según propias manifestaciones; y jefe y planificador de un intento de atentado contra Fidel Castro. Tal intento iba a realizarse durante una conferencia del líder cubano en el Paraninfo de la Universidad de Panamá con ocasión de la Cumbre Iberoamericana del 2000. Dadas sus características -una bomba de gran potencia- y los precedentes sobre las cantidades de público asistente a conferencias del líder de la revolución cubana, el atentado hubiese causado, de haberse consumado, un número enorme de muertos.
Maite Rico incluye dos «errores» que son fundamentales para determinar la posición del lector ante un personaje como Posada Carriles. Pero lo son, sobre todo, para valorar la credibilidad de los gobiernos de Venezuela y de Cuba, que han solicitado la extradición del terrorista; y para valorar la próxima respuesta del gobierno de EEUU -«líder de la guerra mundial antiterrorista»- a esta petición de extradición.
Uno de ellos es el de decir que Posada fue juzgado y absuelto en juicio sobre la voladura del avión de Cubana realizado en Venezuela. En realidad Posada se fugó de la cárcel de una manera muy especial y muy consensuada con las autoridades carcelarias -paseando hasta la salida, cruzando la puerta abierta y subiendo a un automóvil que lo esperaba- y no fue nunca juzgado como sabe muy bien la periodista de PRISA. La exactitud de la información es vital, no sólo para no darle a Carriles una fuerte presunción de inocencia, sino para valorar el derecho de Venezuela a reclamar la extradición según las leyes internacionales y las bilaterales entre Venezuela y EEUU.
El personaje absuelto fue Orlando Bosch, y no porque el tribunal considerase no probada su participación en el atentado, sino por cuestiones formales previas de efectos tan escandalosos como la absolución, relativas a la presentación en el tribunal de documentos policiales de Barbados traducidos del inglés con defectos de forma relativos a los funcionarios que deberían haber hecho o no ese trabajo. Defectos formales amañados o mantenidos vivos durante ocho años de expediente judicial.
El otro «error» de la señora Rico es el de aplicar al complot para asesinar a Fidel Castro el carácter de «supuesto». En realidad como debe saber la periodista, Posada fue juzgado y condenado por estos hechos. Otra cosa es que la pena impuesta por el tribunal fuese escandalosamente reducida -ocho años- para un delito frustrado de esa magnitud, y que Posada fuese indultado por la presidenta saliente Mireya Moscoso, al parecer por un puñadito de cuatro millones de dólares.