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En Venezuela, la televisión se construye

Fuentes: Rebelión

«Un pueblo ignorante es la herramienta ciega de su propia destrucción».  Simon BolivarDesde 1998 todas las elecciones han demostrado un apoyo mayoritario al proceso revolucionario encabezado por el presidente Hugo Chavez Frías. El país cambia y las instituciones también. En las paredes de Caracas se puede leer : «!El futuro ya llegó!». Deseando acabar con […]

«Un pueblo ignorante es la herramienta ciega de su propia destrucción».  Simon Bolivar

Desde 1998 todas las elecciones han demostrado un apoyo mayoritario al proceso revolucionario encabezado por el presidente Hugo Chavez Frías. El país cambia y las instituciones también. En las paredes de Caracas se puede leer : «!El futuro ya llegó!». Deseando acabar con el proceso Bolivariano, las amenazas y las iniciativas oscuras de la administración Bush se han multiplicado, obligando de ese modo al gobierno venezolano a acelerar un proceso que abarca a toda una sociedad. De la agricultura a la industria, del ejército a la educación, todos los sectores han sido llamados a no perder esta importante cita con la Historia. Hugo Chávez debe construír formas eficaces de organización, cumplir con una esperanza despertada en las clases populares y, más allá, ser coherente.

Del informativo televisivo a la telenovela, 40 años de televisión comercial han sabido imponer su «estilo». Han logrado colonizar el imaginario de los «televidentes» convirtiéndolos en consumidores de valores elitístas, compradores de información prefabricada por las agencias de ‘noticias’ y transformándolos en clientela permanente de sus productos envueltos, disfrazados o desvestidos. Sus animadoras siempre gesticulando y llamando la atención a toda costa para mantener una cifra de audiencia. El objetivo es resforzar la sociedad de consumo. Así se ha consolidado un modelo de televisión comercial que ofrece espacio publicitario entre y en medio de los programas. Así se ha creado una calidad mediocre de diversión, de información y de comunicación. Así se han propagado durante tanto tiempo valores machistas, racistas, clasistas. Con 40 años de cancha, este sistema busca la competitividad en un terreno donde sale ganador. Su polución es tal que logra intoxicar todas las pantallas chicas del mundo, tanto públicas como privadas sucumben al mimetismo. Al cambiar de canal, el televidente tendrá una ilusión de libertad, incluso si el contenido y la forma de todos los programas de televisión venden el mismo detergente. Esa libertad solo existe en la cabeza de los ideólogos neoliberales y para la mercadería que venden. En Venezuela la ideologia neoliberal derrotada, agoniza y se agita aún. Llama a los ciudadanos a la razón a través de su herramienta tradicional: la televisión con fútbol, publicidad y telenovela. Cada tramo de cada imagen celebra el libre mercado capitalista globalizado. Deshacerse de una forma televisiva normativa no es un pequeño asunto. Es normal que modelos anticuados resistan y conserven una «audiencia». Si Hugo Chávez se propone reinventar el «socialismo del siglo XXI», también debe reinventar la televisión.

En el año 2004 la revolución se dotó de una nueva televisión : Vive TV, Visión de Venezuela. Su misión es: informar, educar y cultivar. Una tarea que en teoría no la diferencia de otras televisiones públicas en el mundo. El gran aporte de este canal es que basa su proyecto en experiencias comunitarias que durante años fabricaron ilegalmente su propia televisión con muy pocos medios. Lo invisible es ahora visible. Los que no se veían por fin han aparecido. ViVe es la televisión de las comunidades. Los obreros, los campesinos, los negros, los indígenas y los prisioneros por fín existen en la pantalla nacional.

Inteligente, el canal ViVe utiliza elementos que han liberado al cine documental: pequeños equipos, material ligero y mucha imaginación para profundizar el lenguaje formal. Dos o tres personas permanecen una semana dentro de una comunidad, favoreciendo de ese modo su propia integración, la calidad y la cantidad de programas. Este dispositivo hace que se crean vínculos fuertes, de escucha y de humildad con las comunidades, pues ya no se trata de filmar a las comunidades, se trata de trabajar con ellas.

Tampoco se trata de contestar, anular o de desmentir lo que las televisiones comerciales propagan, sino construir una identidad colectiva, dar un reflejo de experiencias de la vida popular que participa en la evolución de una realidad nacional. Frente a una táctica defensiva / ofensiva mediatica, se prefiere la estrategía que da frutos a largo plazo.

Canal ViVe sigue el trazo de hombres y mujeres organizados en el mundo real. No los abandona después del rodaje, se propone seguirlos durante años. Los protagonistas de estos programas son esos personajes colectivos nacidos en los barrios, las comunidades negras, campesinas, indígenas y obreras. Aquí, la tele-novela es la del país. Los programas «pintan» la realidad cotidiana, asumiendo su calidad de relación con el «otro» y asumiendo su aspecto «narrativamente construído», fruto de una reflexión sobre una realidad. Es todo lo contrario de los programas comerciales que venden, manipulan y hacen creer en una realidad que definitivamente no existe.

ViVe es un verdadero laboratorio activo donde se ha sistematizado la búsqueda de nuevas estéticas, de nuevos dispositivos narrativos y donde los programas tienen su duración natural. Transmitír la sabiduría no es solo una práctica del movimiento popular, aquí se trata de una verdadera universidad para todos, donde el televidente tiene un rol activo, pues, se hace preguntas y piensa creativamente, porque es lo que el cine documental provoca. No hay revolución política sin revolución estética. Dentro de los programas, las diversas facetas de las realidades están presentes, dando así herramientas para entender y pensar. Es una televisión de servicio al público y no lo inverso.

ViVe es una televisión pública no-alineada a las televisiones comerciales, no le hace caso al rating (sistema que mide la audiencia) para no reducir el público a una cifra. Hay muchos públicos. Un noticiero hecho por niños para niños, producciones independientes nacidas en el país, panfletos políticos y poéticos, captaciones de conjuntos musicales de calidad totalmente desconocidos. O programas de arquitectura de «barrios», programas teatrales creados en los estudios con actores no profesionales, recetas de cocina popular, cursos de economía con humor, cursos de idioma indígena, de historia, de salud o de filosofía, o también cursos de cine.

Tal una larga película que nunca termina, se piensan vínculos temáticos, visuales u orgánicos entre los programas. A nivel ideológico, se insíste en que los contenidos poseen elementos que proyecten un futuro en ruptura con el capitalismo.

Representantes de los movimientos sociales analizan, critican y proponen nuevos programas. Estos programas son siempre útiles a la hora de debates internos dentro de las organizaciones populares. Así, la televisión se confunde con el movimiento popular. Talleres de formación técnica y cinematográfica se dan sin interrupción con el fín de evitar la trampa cómoda de lo académico. Los luchadores sociales también reciben una formación, porque la información fabricada por los que mejor conocen su propia realidad ofrece siempre mejor análisis.

En la dinámica cotidiana de esta televisión, se ha inscrito el modelo de desarrollo endógeno y de democracia participativa. Lo que implica mesas de trabajo del personal, con propuestas y soluciones. Del chofer al técníco, periodistas y secretarias, todos participan al nuevo canal.

¿No hay aquí la materialización de un viejo sueño de cineasta? ¿No hay aquí una experiencia digna de ser conocida por todos? ¿Por qué no lo es?

Lejos de las cámaras internacionales y de los corresponsales extranjeros, el proceso revolucionario avanza paso a paso en el país: se construyen estructuras sociales, se alfabetiza, se nacionaliza. La vida de los mas pobres cambia, se les construye viviendas, se les brinda salud gratis y se dan las condiciones de enseñanza para que se diplomen aquellos que nunca pudieron ingresar a la universidad. Se publica por millones y se distribuye el «Don Quijote» gratuitamenta en las calles, se crean cooperativas, se inventan modelos de producción abriendo vías a un nuevo sistema económico, la gente regresa al campo cultivando sin transgénicos. Las paredes de Caracas lo dicen : «!Esto va ‘palante’ y ni un paso atrás!»

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Ronnie Ramirez es cineasta chileno residente en Bélgica, autor de «Fantasmas de Victoria», «Palestina, los que guardan la llave» y «Un mundo ausente».