Supongo que habrá estudios sobre como influye el tamaño y la «reputación» de un medio de comunicación en su capacidad para sentar cátedra y fabricar «verdades». De haberlos creo que El País en general, y Enric González, su «admirado» corresponsal en Oriente Próximo, en particular serían firmes candidatos a modelos a estudiar. Enric Gonzalez escribe […]
Supongo que habrá estudios sobre como influye el tamaño y la «reputación» de un medio de comunicación en su capacidad para sentar cátedra y fabricar «verdades». De haberlos creo que El País en general, y Enric González, su «admirado» corresponsal en Oriente Próximo, en particular serían firmes candidatos a modelos a estudiar. Enric Gonzalez escribe bien, sintetiza las crónicas de manera que hasta llegan a parecer bonitas, pero su labor como informador es nefasta pese a que es citado como referencia al hablar de Oriente Medio, ya sea por su poca seriedad a la hora de recopilar datos (a veces fácilmente accesibles, como veremos a continuación) como su ligereza a la hora de analizar y contextualizar y sacar conclusiones y sentencias. Es una simple opinión personal de alguien que no es periodista pero que cree que este señor y el medio para el que trabaja no le respetan como lector.
A continuación argumentaré con un ejemplo práctico el porqué de mi opinión citada anteriormente. Veamos un artículo denominado «Un Inmenso Barril de Pólvora» publicado en El País el 25 de marzo pasado, y cuyo enlace aparece posteriormente en la mayoría de las noticias que publica el buque insignia de PRISA sobre Siria, a modo de ayuda al lector para que entienda la situación siria.. vaya tela.
Gonzalez comienza este artículo como la mayoría de sus textos sobre Oriente Medio, es decir, señalando la «fractura religiosa» como problema «más importante y antiguo». Como muchos «orientalistas» y «seudoorientalistas» Gonzalez se basa en teorías culturalistas para explicar el complicado panorama de Oriente Medio. Trata a los «grupos religiosos» como bloques socio-políticos- culturales compactos y homogéneos y luego explica los problemas en base a supuestas filias y fobias entre estos grupos, y dichas filias y fobias siempre son, para ellos, de origen histórico-místico. No hay lugar para la aplicación de las ciencias políticas y económicas y sociales en el análisis de los problemas y la búsqueda de su origen, simplemente puro culturalismo. Por supuesto que el sectarismo político es un problema en Oriente Próximo, sobre todo a partir de la guerra de Irak, pero la defensa de que la politización de entidades (e identidades) religiosas viene como consecuencia de una situación política y económica compleja es más que justificada y mejor argumentada. Lo malo es que nuestro gran periodista prefiere, por ejemplo, contar paralelismos graciosos entre la historia del clan Asad y Los Corleone en sus crónicas antes que profundizar en el estudio de los países y sus circunstancias. ¿Acaso hay un periodista serio que achaca el conflicto de Irlanda del Norte únicamente a la rivalidad entre anglicanos y católicos? ¿Por qué lo intelectualmente inaceptable al hablar del «primer mundo» se vuelve aceptable al hablar de árabe y musulmanes?
Luego de la introducción simplificadora de problemas, Enric González hace un repaso de la historia de Siria que se merecería un sonoro suspenso en un examen de historia de secundaria. Veamos:
1- Gonzalez asegura que «la Administración colonial se apoyó en la minoría alauí, una secta chií que constituía apenas el 10% de la población y que no se mostraba tan reacia a la ocupación extranjera como la amplia mayoría suní (casi el 80%). La transformación de los alauíes en élite administrativa marcó el futuro de Siria». Nada de esto es cierto. La administración colonial francesa se apoyó en la burguesía urbana (principalmente damascena) para articular una administración local que acepte y legitime la colonialización, y para asegurarse de esto solo hay que ver la lista de presidentes, primeros ministros, ministros y gobernadores regionales durante el mandato francés.
Los Alauitas no son elite ahora (como grupo religioso, hay altos funcionarios y gente poderosa alauita al igual que hay aldeas alauitas que viven en la extrema pobreza) y desde luego que de aquella no lo eran, más bien sufrían una doble discriminación, la primera por ser predominantemente rurales, y la segunda era una discriminación religiosa que llevaban sufriendo desde la época de Saladino. Hay relatos indemostrables (básicamente ostentados por extremistas religiosos suníes) sobre que ciertos clérigos alauitas intentaron convencer a los franceses de la necesidad de crearles un estado independiente en la costa siria, igual que el que le crearon a los cristianos maronitas en Líbano. Lo demostrable es que Francia no les hizo caso, y que en las zona alauitas hubo una fuerte resistencia armada contra la colonización, comandada por Saleh Al Ali, un eminente jefe local alauita.
Tras la retirada francesa y la fundación del ejército nacional, y a diferencia de la mayoría del rural sirio receloso históricamente de los uniformes y uniformados, los alauitas vieron en el alistamiento en el ejército como una opción para progresar. Vivían en unas condiciones económicas pésimas y la agricultura no daba para más, y por ello los alumnos destacados no podían costearse estudios secundarios y universitarios en las ciudades, y por ello ingresaban en la academia militar, donde se alojaban y aprendían gratis. Fue a través del ejército y el partido Baath (muy activo en el reclutamiento de oficiales de rango medio durante los años 50) por donde oficiales alauitas accedieron a tener poder a partir del golpe de estado del 63, pero nunca antes. Pueden buscar cuántos funcionarios alauitas de primer nivel hubo antes de mediados de los 60 y verán como son prácticamente inexistentes, a pesar de que González diga que fueron «elite administrativa» puesta por los franceses.
Hay un dato que demuestra la invalidez de tratar a los grupos religiosos como bloques homogéneos y compactos, y es que Hafez Al Asad llegó al poder con un golpe de estado dirigido a acabar con Salah Jedid, el hombre fuerte del ejército y el régimen en aquel momento, que también era alauita.
2- Gonzalez data la independencia siria en 1944. Lo cierto es que fue dos años más tarde, el 17 de abril del 1946.
3- Gonzalez dice que tras el golpe de 1963 el partido Baath se convirtió en el partido principal en el país, y que fue Hafez Al Asad quién lo transformó en el eje del estado. Lo cierto es que el golpe del 63 fue el que convirtió al Baath como partido único, y a la junta militar baathista como administrdora. Hafez Al Asad hizo una constitución que le dio una apariencia algo civil a algo que ya estaba hecho antes de su ascenso al poder. De hecho fue Hafez Al Asad quién «esterilizó» al partido de todo rasgo intelectual e ideológico y lo convirtió en un instrumento más para monitorizar la ideología oficial del país: La lealtad absoluta a Hafez Al Asad.
4- El artículo data el último enfrentamiento directo entre los ejércitos sirio e israelí en 1973. Este dato es incorrecto ya que ambos ejércitos se enfrentaron de forma encarnizada en el valle libanés de Beqaa en el año 1982 (ya que cita a Fisk al inicio de su artículo suponemos que podrá leer el archivo de sus crónicas sobre dichos enfrentamientos). Además, la guerra de octubre del 1973 no acabó este mismo año, ya que 1974 tuvo varios episodios de «guerra de desgaste» entre ambos ejércitos.
5- El artículo da a entender que la represión de los «laicos» comenzó con la Primavera de Damasco y que antes solo se reprimía a los islamistas. El sector crítico del Partido Comunista, así como el Partido del Trabajo y sectores pro iraquís del Baath fueron brutalmente perseguidos por el régimen desde finales de las década de los 70, y muchos de sus miembros pasaron más de 15 años en la cárcel. Estos todos son partidos «laicos» a los que se le suman cientos de intelectuales, artistas, activistas, y académicos «laicos» que fueron encarcelados o empujados al exilio.
6- González achaca a Bashar Al Asad la responsabilidad de «Convertir el poder en un asunto familiar». Unas líneas antes había citas a Rifaat, tío de Bashar, y que era ya vicepresidente de la república y amo y señor del núcleo duro del ejército cuando Bashar aun estaba en el colegio. Este es solo un ejemplo de que el reparto del poder con la mentalidad del clan empezó con el padre, Hafez, no con Bashar. Este último, de hecho, heredó el poder de su padre. ¿Qué más conversión del poder en cuestión familiar que darlo en herencia?
7- Maher Al Asad, hermano de Bashar, no dirige la guardia republicana (error habitual de la prensa), el jefe de la guardia repúblicana es Shuaib Suleiman.
8- Asef Shawkat, cuñado de Bashar Al Asad, fue jefe de la inteligencia militar durante 4 años, luego volvió al ejército como ayudante del jefe del Estado Mayor en 2009. No ha estado vinculado oficialmente a la Seguridad General (Amen Al-Dawla).
En los dos casos anteriores está claro que ambos personajes forman parte del estrecho y duro núcleo del régimen, y que su influencia sobrepasa cualquier mando militar o de seguridad del estado. Pero lo dicho anteriormente se refiere a los cargos oficiales que ostentan.
Este artículo es una muestra del problema general del tratamiento de la prensa generalista a un tema tan complicado como Oriente Próximo. Salvo pocas (y a veces brillantes) excepciones la tónica general del trato informativo deja mucho que desear. El problema no es Enric González, sino que el valor del respeto al lector está muy dañado, por desgracia.
Blog del autor: http://yass1984.blogspot.com/2011/09/enric-gonzales-o-como-no-hay-que.html