Carmen Caffarel lleva más o menos 50 días en el cargo y en tan corto espacio de tiempo ya ha acumulado tal número de errores y desatinos que –sin necesidad de esperar los 100 días de cortesía– se puede decir que es uno de los más fallidos nombramientos del Gobierno de Zapatero. La nueva directora […]
Carmen Caffarel lleva más o menos 50 días en el cargo y en tan corto espacio de tiempo ya ha acumulado tal número de errores y desatinos que –sin necesidad de esperar los 100 días de cortesía– se puede decir que es uno de los más fallidos nombramientos del Gobierno de Zapatero.
La nueva directora general de RTVE está girando en el mismo sumidero que se tragó a Mónica Ridruejo, pero puede que dure menos que ella en el sillón de la televisión pública. Más que un cargo, parece una maldición bíblica.
La deuda acumulada de RTVE ya ha superado los 7.000 millones de euros y crece en unos 300 millones de las antiguas pesetas cada día que pasa. Como esa es una deuda de todos los españoles, es obvio que el problema es urgente. Para solucionar tamaño desafío, el Gobierno nombra a una catedrática sin el menor perfil de gestora.
Y claro, cuando RTVE pierde día a día sus clientes y en mayo empata con Telecinco en audiencia, la señora Caffarel arguye que «no pasa nada» y que «debemos acostumbrarnos a que TVE-1 pierda el liderazgo». Tan ricamente.
El problema es que estamos mal acostumbrados. Luego manda anunciar a bombo y platillo un debate electoral entre los dos principales candidatos a las elecciones europeas…que finalmente se celebra en otra cadena de la competencia. El balance de los tres debates celebrados hasta la fecha arroja un resultado elocuente sobre por dónde podrán ir los tiros en el futuro: el debate celebrado en la cadena pública, con los seis máximos aspirantes, sólo interesó a 1,6 millones de espectadores; el de Antena 3 a 2,9 millones y el de Telecinco a 3,2 millones. Hasta el telediario de la noche en la Primera, buque insignia de la TV pública, con su nuevo responsable al mando, está siendo sobrepasado algunos días por al competencia. Parece una tendencia imparable.
Cuando un alto responsable del nuevo Gobierno señala la posiblidad de tener que proceder a una privatización parcial de RTVE, la señora Caffarel se apresta a descartar categoricamente cualquier tipo de privatización, mucho antes, claro está, que el Comité de Sabios designado al efecto, haga público su parecer.
Pocos días más tarde, el vicepresidente Solbes se ve en la necesidad de desautorizar a Caffarel: «no excluyo ninguna posibilidad sobre el futuro de Televisión Española».
La señora Caffarel tiene una curiosa tendencia a despachar las delicadas y complejas cuestiones de la TV pública con el desparpajo de la dueña de la tienda de la esquina de patatas fritas y aperitivos varios. Eso sí, tenemos que anotar en su haber una hazaña por la que España entera le estará agradecida: haber despedido a José Luis Moreno, el ventrílocuo incombustible.
RTVE perdió el pasado año 623 millones de euros. Y eso habiendo logrado disparar los ingresos publicitarios hasta los 851 millones de euros, con una agresiva política de rebajas en las tarifas, que relegó los resultados de la competencia.
En ese mismo ejercicio, Telecinco logró unos beneficios netos de 122 millones de euros. Los altos directivos de la cadena privada se repartieron una retribución bastante comedida de 3,3 millones de euros.
La plantilla de RTVE es de nada menos que 8.901 profesionales, de los que hay 2.243 jefes, lo que da la increíble ratio de 2,96 «indios» por cada jefe, según datos publicados por «Interviú». De ellos, 22 directivos cobran más sueldo que el presidente del Gobierno y 40 cobran más que los vicepresidentes.
Al Comité de Sabios le han dado nueve meses para emitir su parecer. Nueve meses a 300 millones diarios son más de 80.000 millones de las antiguas pesetas del bolsillo de todos los españoles. Habría que ahorrarnos este calvario, especialmente cuando todo el mundo sabe que es un paripé para tomar una decisión que es política.
Podriamos empezar por preguntar a los españoles cuanto estarían dispuestos a pagar por un servicio público de TV (algo que RTVE dista varios pársec). Y luego se redimensiona la TVE a un canal de calidad, modesto y sin entrar en las guerras de audiencia. Manos a la obra.