La virulencia, el revisionismo histórico y el uso constante del insulto son sus rasgos. Más radicales que la derecha clásica, estos medios imitan el modelo neocon de EE UU. «En Cataluña los terroristas mandan», «El PSOE y ETA han pactado la destrucción de España», «Franco dejó un país próspero y modernizado»… Son sólo algunas de […]
La virulencia, el revisionismo histórico y el uso constante del insulto son sus rasgos. Más radicales que la derecha clásica, estos medios imitan el modelo neocon de EE UU.
«En Cataluña los terroristas mandan», «El PSOE y ETA han pactado la destrucción de España», «Franco dejó un país próspero y modernizado»… Son sólo algunas de las frases que pueden escucharse en la COPE, que se repiten entre los columnistas de portales de Internet como Libertad Digital y que han ganado un importante espacio entre las páginas de El Mundo. Afirmaciones que hasta hace poco parecían exclusivas de publicaciones de grupos ultraderechistas se han vuelto cotidianas en radios, televisiones y grandes empresas informativas ligadas al ala más extremista del Partido Popular.
Algunos expertos y analistas políticos ya han lanzado una voz de advertencia: no estamos sólo ante la derecha tradicional. La nueva estrategia que se ha lanzado desde estos medios guarda estrechos paralelismos con la que desde hace décadas practica el movimiento fundamentalista neoconservador estadounidense, entre cuyos méritos se encuentra haber aupado por dos veces a George W. Bush a la presidencia. Su clave: un discurso visceral y marcadamente más agresivo, donde se apela a la emoción y, con frecuencia, al miedo. Siguiendo el modelo norteamericano, en los últimos años una red mediática, académica e ideológica agita los fantasmas particulares de la desintegración de España, la desaparición de la familia o la persecución del catolicismo.
No obstante, este entusiasmo ideológico está lejos de ser gratuito. Tan sólo Jiménez Losantos, uno de los mayores gurús de la nueva extrema derecha, se embolsa cerca de 800.000 euros al año por el trabajo de insultar cada día desde las ondas.
El imperio mediático de la nueva extrema derecha
La maratón de insultos arranca a las seis en punto. Comienza La mañana, el magacín de la COPE presentado por Federico Jiménez Losantos. El locutor ofrece su visión de los asuntos del día. Sobre el Estatut y Cataluña: un modelo «esencialmente dictatorial. (…) Una Corea andrajosa y muerta de hambre. (…) Se verá correr la sangre por el Llobregat» (sic). Sobre el proceso de paz: «un pacto entre el PSOE y ETA(…) se pretende destruir la idea misma de España.» Sobre los atentados del 11-M: «producto de una conspiración para echar al PP del poder. A quienes me preguntan si creo a la izquierda española capaz de semejante barbaridad les contesto, sin dudarlo, que sí».
No son exageraciones aisladas. El mismo tono sigue por la red en Libertad Digital, en La Razón, o en la teoría de la conspiración de El Mundo. Incluso de madrugada, opinión e información se confuden en Diario de la Noche, noticiario de Telemadrid conducido por Germán Yanke, autor de libros como La dictadura de Ibarretxe o Ser de derechas.
Isidro López, sociólogo, ha seguido de cerca estos medios. A su juicio, el fenómeno va más lejos del conservadurismo clásico. «Los mensajes se han vuelto mucho más agresivos. Se lanzan directamente a la yugular», explica. «Todo el tiempo la propaganda invade la información. Se apela continuamente a lo emocional con el recurso del miedo.»
Sin embargo, como advierte Mario Cuéllar, miembro de la Asociación para la Investigación y el Desarrollo de la Cultura Audiovisual, AIDEKA, «no se trata de algo nuevo. Es el modelo que desde hace años emplean los neocon. Una estrategia que ha obtenido un gran poder de influencia en EE UU y que se intenta extrapolar a medios españoles.
Sus bases se ha encargado de estudiarlas Juan Jesús Mora, profesor de Filosofía del Derecho y experto en Pensamiento político. «Se parte de la idea elitista de la ‘noble mentira’. Es una idea muy presente en Maquiavelo y que en el siglo XX retoma Leo Strauss, uno de los filósofos de cabecera de los neocon: el engaño es válido si se obtiene un bien mayor. Se ha visto claro cómo se usaba ese principio en la guerra de Iraq».
Los medios de comunicación son uno de los pilares básicos para estas estrategias. «Hace falta generar ideas y después radiarlas», señala Mora, para quien «los intelectuales juegan un papel fundamental, al encargarse de construir un discurso demoledor desde el punto de vista emotivo».
En el caso español, el mayor intento de crear un think tank al estilo estadounidense tiene nombre propio: FAES, la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, el centro en el que se fusionaron en 1999 cinco de las seis fundaciones del PP y que se ha convertido en el principal laboratorio de ideas del partido.
El búnker de Aznar
La macrofundación FAES, presidida por José María Aznar, mantiene fuertes nexos con el neoconservadurismo americano. El vínculo más significativo saltaba a la prensa el pasado 29 de junio. Durante dos años el ex presidente cobró 10.000 euros mensuales de manos del magnate Rupert Murdoch, propietario de Sky y Fox, televisiones baluartes de George Bush.
La FAES ha tomado buena nota de las técnicas practicadas al otro lado del atlántico. Su «batalla por las ideas» toma presencia de múltiples formas: campus académicos, varias publicaciones, conferencias de neocons estadounidenses e incluso vídeos como Tras la masacre, reinterpretación del 11-M donde se intenta deslegitimar la derrota del PP.
Internet es otro de los espacios donde las ideas ‘neocon’ han experimentado un fuerte crecimiento. Como señala Cuellar, «no se trata de portales elaborados por grupúsculos marginales de ultraderecha, sino de auténticas empresas que cuentan con firmas reconocidas entre el espectro ideológico de la derecha». Libertad Digital, el más conocido de ellos, da cita a una generación de nombres entre la que se da cita el ala más derechista de la COPE a través de César Vidal, Ignacio Villa o el propio Jiménez Losantos. Y hay colaboradores aún más radicales. En este sentido el extremo lo alcanzó un columnista habitual de la página, Jorge Valín, cuando en su defensa del liberalismo económico a ultranza criticaba la prohibición de la prostitución de menores. «Probablemente la prostituta infantil no quiera serlo, pero a nadie le gusta trabajar» razonaba, añadiendo que «al prohibirle su libre elección de trabajar y obligarla a estudiar, le estamos negando una fuente de financiación fundamental».
Lejos de ser una traba, el modo en que se escoran a la derecha extrema algunos articulistas acaba por abrirles las puertas de medios de masas. Así sucede en Telemadrid. Desde la llegada de Manuel Soriano a la dirección de la cadena, algunos neocon declarados como Florentino Portero han entrado a participar en la cadena. Algo que no sorprende en una cadena en la que, poco antes de emitir un documental sobre el 11-M, el mismo Soriano remitía una tarjeta al gabinete de presidencia de Esperanza Aguirre comentando que la cinta había quedado «bastante bien cinematográfica e ideológicamente».
El presupuesto que manejan los centros neurálgicos de la derecha ayuda a comprender actitudes de este tipo. FAES, por ejemplo, cuenta con un presupuesto anual de 6 millones de euros. De ellos, el 70% procede de fondos públicos en relación al número de escaños del PP. El resto, más de 1,5 millones, llega a través de donaciones privadas y organizaciones que se mantienen en la opacidad.
800.000 euros por insultar
En el caso de Losantos, El Triangle se ha encargado de sacar las cuentas al periodista. «800.000 euros anuales por insultar», titulaba el semanario. Se trata de la cantidad que percibe su sociedad privada Tampoco SL. En total, su sueldo personal se situaría en los 117.287 euros. Y el bolsillo afecta de forma directa al tratamiento de algunas noticias. La «guerra contra la OPA de Gas Natural a Endesa es interesada: los negocios de dos de sus socios en Libertad Digital, Alberto Recarte y Florentino Pérez, se ven directamente afectados», advierte el semanario.
En concreto, el presidente de ACS y hasta poco del Real Madrid posee el 5% de Libertad Digital y se ha negado a la fusión de las compañías. Alberto Recarte preside Libertad Digital y forma parte del consejo de administración de Endesa. Además es consejero delegado de Centunión, una empresa de ingeniería que vio multiplicarse su facturación de 13,8 a 83,6 millones de euros entre 1995 y 2000, coincidiendo con la primera legislatura del PP. Más de una vez las visitas de Aznar al extranjero se traducían en importantes acuerdos de cooperación donde la compañía obtenía contratos sustanciales. Más allá de afinidades ideológicas, el entusiasmo de la derecha radicalizada rara vez resulta gratuito.
La historia: un sillón para el ‘ser de derechas’
Pío Moa, César Vidal, Ricardo de la Cierva, González Fernández de la Mora, García de Cortázar… Éstos son algunos de los nombres de los periodistas y escritores que han abordado la reescritura de la historia española y, al mismo tiempo, aceptado la misión de mejorar la imagen que la derecha tiene de sí misma. Ignacio Sánchez Cámara, otro habitual de los medios conservadores, escribió un artículo en el ABC para defender que el PP no había «virado hacia la derecha o la extrema derecha» tras el 11-M: «el de la extrema derecha es un concepto que se suele abusar con fines ideológicos. Ni el fascismo ni el nazismo se declararon ni fueron de derechas». Con ideas como ésta, la labor de estos pseudo historiadores tiene su máxima expresión en Pío Moa. El historiador Francisco Espinosa resumía la rigurosidad de este escritor definiendo el Método Moa: «un libro en 15 días», ventas millonarias y rentabilidad asegurada. La ausencia de métodos de investigación histórica queda demostrada en razonamientos como el que utiliza Moa para demostrar que la matanza de la Plaza de Toros de Badajoz nunca ocurrió: «Es fácil ver varios puntos débiles en el estudio La Columna de la muerte. No está en mis posibilidades contrastar estos datos ni los métodos empleados, pero advertiré que, vistas las desvirtuaciones tan frecuentes del autor (…),sus datos ofrecen el mayor margen de desconfianza».
El Proyecto para el Siglo XXI español
En 1997 se fundaba en Washington el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano o PNAC, un grupo ideológico presidido por el líder del movimiento neoconservador, William Kristol, con el objetivo expreso de promocionar «el liderazgo mundial de EEUU», incluyendo la supremacía militar y económica del planeta. Entre sus miembros destacaban altos cargos de la administración estoadounidense, como Donald Rumsfeld, Dick Cheney, Jeb Bush o Paul Wolfowitz. Una idea similar persiguen los think tanks españoles. El Grupo de Estudios Estratégicos, GEES, vinculado a Libertad Digital, promueve en sus artículos el apoyo al belicismo estadounidense, arremete contra un hipotético ‘eje del mal’ formado por Cuba, Venezuela y Bolivia y fomenta el refuerzo de la OTAN junto a un aumento del gasto militar. Todo ello con el objetivo de Aznar de «situar a España en la ‘Primera División’ del concierto de las naciones», tal y como escriben Florentino Portero y Rafael Bardají en un artículo, donde se insiste en la acertada decisión de apoyar la invasión de Iraq. Argumentos que Bardají defiende también como subdirector en el Real Instituto Elcano. Todo ello también con la base de la teoría de la Razón de Estado de Maquiavelo: la defensa de medidas dudosamente éticas para ganar fuerzas en el tablero de juego internacional. Y a ese refuerzo se suma la reducción de gastos sociales. A convencer de esta idea se dedica el instituto Juan de Mariana, think tank neoliberal crítico con conquistas del movimiento obrero como el salario mínimo o el subsidio de desempleo.
La ‘izquierda’ y el pensamiento ‘neocon’
La relación de los movimientos neoconservadores a ambos lados del océano Atlántico con la izquierda ha sido siempre compleja. Muchos de los pensadores neocons norteamericanos surgieron del entorno de la Nueva Izquierda, nacida en los ’60 como reacción a la izquierda estalinista. Instituciones del pensamiento neocon como Irving Kristol llegó a coquetear con el trotskismo en su juventud. En la nueva generación de conservadores españoles, también está presente esta característica: Pío Moa perteneció en su juventud a los GRAPO y al PC; Jiménez Losantos militó en su juventud en el PSUC y en entornos maoístas. Incluso llegó a viajar a China, donde recibió entrenamiento guerrillero. Lo que vio allí, al parecer, no le gustó demasiado y se fue alejando progresivamente de la izquierda, sobre todo después de que Tierra Lliure le disparase en la pierna tras publicar un manifiesto en favor del castellano. De su paso por la izquierda, los neoconservadores españoles aprendieron técnicas propagandísticas de la izquierda y sobre todo las formas de movilización en la calle, que han explotado con notable éxito desde el 11-M, trasladando los mismos lemas utilizados contra el PP en las marchas contra la guerra de Iraq. Esta esquizofrenia ideológica también ha afectado a personajes supuestamente ‘progresistas’. De esta forma, cuando Rodríguez Zapatero anunciaba su famosa ‘Alianza de Civilizaciones’, aceptaba tácitamente la teoría neocon por excelencia de Samuel Huntington, sobre el ‘Choque de civilizaciones’, situación que el presidente del Gobierno español pretende solucionar precisamente con su plan.
Los búnkers de los ‘neocon’ españoles
Martín Cúneo
Una generación de escritores, analistas, periodistas y supuestos historiadores ha optado, tras la caída del PP, por defender desde las factorías de ideas y los medios afines su versión de la historia y el presente.
«Se les oye cualquier día de la semana hablando por la radio o en el canal de noticias; los derechistas gritan y están que trinan (…). Basta con oírles, se pasan el día, todos los días, vomitando bilis sobre los traidores, los liberales, los maricones…». Cualquiera diría que esta descripción está dedicada al panorama mediático español tras el 11-M, pero en realidad su autor, Michael Moore, hablaba de Estados Unidos. Ocurre que el fenómeno neocon no resulta del todo nuevo en el Estado español, sobre todo tras dos legislaturas del PP.
Rafael Bardají, uno de los pilares de la ‘nueva derecha’ en España, resumía el ambiente del segundo mandato de Aznar: «Mis amigos americanos como Bill Kristol bromean pensando que la España de José María Aznar es el paraíso neocon hecho realidad». El artículo del actual director de Política Internacional de la Fundación FAES, titulado Ser Wolwowitz en España y publicado en noviembre de 2003, no sólo señalaba una edad dorada del pensamiento influido por la escuela ‘neocon’ norteamericana, sino también el inicio de su decadencia: «Los neocons españoles, que los hay, han sido tal vez los únicos capaces de presentar un curso de acción coherente para las circunstancias del momento. Esas circunstancias eran especiales y seguro que no se repetirán en mucho tiempo, y los neocons tendrán que abandonar ese paraíso con el que bromean mis amigos».
La expulsión del paraíso anunciada por Bardají sobrevino tras el 11-M, pero no por ello terminaría «la batalla por las ideas», de la que hablaba Condoleezza Rice al referirse a la opinión pública y la guerra de Iraq. Pero esa batalla ya no se daría desde la plataforma privilegiada de la jefatura de Gobierno, sino, ya en la oposición, desde los bunkers mediáticos y desde las factorías de ideas o think tanks.
El término think tank tiene su origen en el espacio físico donde se establecía la estrategia militar en tiempos de guerra. Con la misma filosofía, pero utilizando a los medios de comunicación de masas como plataformas propagandísticas y con la «interacción coordinada de múltiples dispositivos, tanto financieros e ideológicos como académicos», según Juan Jesús Mora Molina, uno de los investigadores que más estudiaron el fenómeno neocon, la derrota electoral multiplicó la actividad de los think tanks creados y financiados durante la era del PP. Sólo la FAES recaudó en dos legislaturas unos 40 millones de euros.
Al igual que los neocons estadounidenses, los neoconservadores españoles articulan su discurso alrededor de tres principios básicos: dios, patria y familia. Todo ello aderezado de un liberalismo en lo económico y un intervencionismo en política exterior, y mano dura y recorte de libertades en las políticas de seguridad, justificadas por las diversas amenazas: inmigración, terrorismo, delincuencia…
Pero es sobre todo en la estrategia comunicativa, según Mora Molina, donde se establecen los paralelismos más claros. La lucha por la construcción de la ‘verdad mediática’ (véase quién estaba detrás de los atentados de 11-M o el debate por la negociación con ETA) lleva a la creación de una arquitectura ideológica que justifique todo tipo de posturas y que convierta el ‘ser de derechas’ en algo aceptable. Nada de qué avergonzarse, titulaba otro artículo Rafael Bardají y Florentino Portero. «Franco tenía sus cosas buenas», diría el revisionista Pío Moa, en el intento de construir también un pasado en el que una persona de extrema derecha pueda sentirse como en casa.
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