Como nadie lo remedie, en pocos meses la prensa será gratuita o no será. Dentro de nada la información escrita que reciban los ciudadanos vendrá envuelta en páginas basura que, entre anuncio y anuncio, insertarán alguna noticia de titular pretendidamente agresivo y de contenido muy corto. Y todo gratis total.Ahora es el Grupo Recoletos el […]
Como nadie lo remedie, en pocos meses la prensa será gratuita o no será. Dentro de nada la información escrita que reciban los ciudadanos vendrá envuelta en páginas basura que, entre anuncio y anuncio, insertarán alguna noticia de titular pretendidamente agresivo y de contenido muy corto. Y todo gratis total.
Ahora es el Grupo Recoletos el que anuncia un diario gratuito del que pretende repartir nada más y nada menos que un millón de copias en 15 ciudades del Estado. Pues nada, la ausencia de análisis y la banalización de la información será la marca de la casa y así, todos contentos con un bagaje informativo de fondo acrítico con los poderes y antiperiodístico en sus formas. Y caminaremos hacia el aborregamiento generalizado tan apreciado por los que piensan -muchos- que la democracia es otra forma, algo complicada eso sí, de tener controlado al rebaño.
Degradada la llamada «prensa seria» por los compromisos de sangre firmados entre ellos y los centros de decisión política, económica y social, nos encontramos con un panorama informativo-analítico desolador, huérfano de perspectivas y absolutamente manipulado desde diferentes sectores sociales.
El diario «El País», emblema (?) del periodismo serio desde su fundación en 1976, ha terminado por convertirse en un catálogo que ofrece información y análisis de la misma perfectamente controlada. Es decir, este diario está cercado por su propia dinámica de acuerdos espúreos con fuerzas que lo controlan, manipulan y dirigen. De independiente, como pomposamente exhibe en su cabecera, no queda más que la sensación de sarcasmo que produce su lectura.
En esa línea, «El País» defiende sin el mínimo pudor la estrategia del Partido Socialista y apoya su consolidación en el poder para facilitar, entre otras cosas, los negocios de Jesús Polanco y de su camarilla. Por ello, hay días en los que algunas significativas ausencias informativas producen arcadas y, a la vez, los alardes editoriales desproporcionados con respecto a otras te provocan directamente el vómito. Ya ni se forma ni se informa. Simplemente se utiliza un medio informativo como arma contra los enemigos y como instrumento a favor de los amigos. A los lectores…que les den.
Prueba de ello es lo que le dijo recientemente a este escribidor un más que alto directivo de uno de los principales bancos españoles quien, después de despreciar -son basura-, a periódicos y periodistas dijo: además, con financiarlos convenientemente hacemos lo que queremos con ellos…, la frase es de un cinismo galopante, pero demuestra el estado real de unos medios de comunicación hundidos en la corrupción.
De los demás, igual de lo mismo. Destaca el otro ‘referente’ de la prensa española: «El Mundo», dominado por la personalidad megalomaníaca de su director, Pedro J. Ramírez. Así como en «El País» es el medio el que supera a los que lo hacen, en el caso de El Mundo es al revés: es el director el que destaca sobre el medio.
Defensor ardiente de, por este orden, Adolfo Suárez, Felipe González y José María Aznar, Ramírez ha construido un modelo de prensa adicta, a sí mismo. Ha adaptado el contenido de su diario a sus personales intereses. Es, como se dice, periódico de autor…, y el autor ha decidido abanderar mediaticamente la vuelta de José María Aznar a la palestra política. Hay mucho dinero en la operación y mucho poder…, para el periodista.
Sus páginas no son soporte de información, sino vehículo de intereses políticos y, por tanto, económicos. La última aportación del panfleto de Ramírez a la limpieza informativa ha sido la filtración interesada -para el PP claro-, de un documento pretendidamente secreto de los servicios de inteligencia españoles en el que se reconocía que éstos espían sin pudor y, por lo visto, sin miedo a castigo a dirigentes políticos de la oposición nacionalista vasca y catalana. Y todo para expandir una cortina de humo sobre la Comisión de Investigación del 11-M que estaba llegando demasiado lejos en los graves errores, mentiras y manipulaciones del Partido Popular en los días posteriores a aquella tragedia.
En este sentido destaca una anécdota que ha pasado convenientemente desapercibida: el diario electrónico «Periodista Digital» comenzó a publicar por capítulos una extensa entrevista con Exuperancia Rapú Muebake, la famosa mujer que aparecía junto a Pedro J. Ramírez en el no menos famoso video de alto contenido sexual con las aficiones de cama del director de El Mundo. Pues bien, sin ninguna explicación el serial en el que esa mujer contaba su versión del asunto se interrumpió de golpe y no se ha dado ninguna explicación. Muy probablemente, las duras presiones de Pedro J. Ramírez sobre David Rojo, director de «Periodista Digital», dieron fruto. Y no eran amenazas de juicios y juzgados, no. Las cosas iban por otro lado.
No extraña por tanto que en España los niveles de lectura de periódicos sean patéticos y, si obviamos a los deportivos, tercermundista. Otra cosa es la gigantesca mentira tejida alrededor de sus pretendidas cifras de facturación y de circulación. Mienten como bellacos y se han hecho expertos en provocar nubes de humo que desdibujen convenientemente la realidad de su difusión.
Los principales diarios del mercado falsean sus cifras de venta al alza e incluyen en las mismas los ejemplares que regalan o que venden a precios ridículos, lo que llaman venta por bloque, con tal de que el contador de la rotativa no decaiga. ¿Cuantos ejemplares venden realmente El País, El Mundo, ABC, La Vanguardia…, en los kioscos? ¿Será verdad que El País y El Mundo ‘regalan’ más de 100.000 ejemplares todos los días o que La Vanguardia vende en realidad 50.000 copias en los kioscos o que La Razón, a pesar de sus promociones -te venden un patinete eléctrico y te regalan un periódico-, está prácticamente en quiebra mientras alardea de que vende 150.000 copias? O que ABC disfrace su más que precaria situación económica.
También los gestores de los grandes diarios españoles pusieron en marcha un invento, GEDEPRENSA, que pretendía cobrar por los resúmenes que de sus medios se hacen en distintos soportes. No solo la manipulación y el sometimiento de la libertad de prensa a sus propios intereses son característicos de estos aprendices de Ciudadano Kane. La voracidad recaudatoria y el monopolio del negocio pasan por encima de cualquier atisbo de honradez profesional.
Veamos algunos ejemplos, sólo unos pocos, de lo que nos cuenta esta prensa ‘limpia’, ‘objetiva’ e ‘independiente’: ¿Por qué «El País» obvia el caso Alierta de utilización de información privilegiada por parte del Presidente de «Telefónica» y de su familia y «El Mundo» le dedica sus primeras páginas dia si día también? ¿Por qué el diario de Jesús Polanco ha empleado montañas de sus páginas para señalar las mentiras del PP tras el 11-M, mientras el Mundo dedica otra montaña de las suyas para demostrar lo contrario?…, y ¿por qué ninguno de esos dos diarios concede una sola línea al caso de los empresarios Alcocer y Cortina -los Albertos-, y a su escandalosa impunidad total a la hora de cumplir sentencias firmes de prisión por delitos económicos?
¿Por qué pasan de puntillas o silencian descaradamente los problemas judiciales de Emilio Botín del todopoderoso Banco Santander Central Hispano y el diario «Cinco Días» (Polanco) dedica una ingente cantidad de páginas y de comentarios elogiosos a la compra del Abbey National Bank por parte el BCH…?
¿Y qué decir de las denuncias por malos tratos y torturas en las cárceles españolas a presos vascos…? Ni una sola línea. Nada. Los diarios ‘de referencia’ están vendiendo mercancía averiada y hacen cómplices a sus desprevenidos lectores de sus guerras particulares o de sus compromisos con empresas, bancos, lobys de presión o, directamente, con el poder político.
Nunca que se recuerde el mal olor de la prensa corrupta está impregnando la sociedad de la comunicación hasta el extremo actual. Y más que nunca también se necesita una profunda regeneración de la prensa y de los periodistas. Y no vale para ello la formación de tribunales de ética o de comités de sabios o de códigos deontológicos que se incumplen sistemáticamente. Basta con la puesta en marcha de medios de comunicación limpios, honestos, independientes y profesionales. Su aparición en los kioscos conseguirá ser el revulsivo para una sociedad adormecida por unos medios de información que se dedican a otra cosa muy distinta de la que tienen asignada.