Nos contaba esta semana El País que la Junta de Andalucía anda repartiendo millones de euros entre los periódicos afines para que publiquen informaciones amorosas, galantes y rematadamente falsas sobre los logros del gobierno de Juanma Moreno Bonilla en la gestión del coronavirus. No se sabe la cantidad de pasta destinada a estas fakes institucionales, pues la administración andaluza no ha tenido a bien explicitársela a El País, a sus lectores, a la opinión pública, pues es de mala educación presumir del precio de los regalos. Pero el periódico de Prisa ha rastreado un contrato para este fin, con la agencia publicitaria Saatchi, por cinco millones de euros.
Como podréis imaginar, estas generosas dávidas otorgadas a cambio de generosas alabanzas no han venido a parar a este periódico, ni a ninguno de los digitales de corte progresista que hermanean por ahí, ni siquiera al socioliberal El País… Aquí el pastel se lo reparte la alineación que muchos podríais repetir de memoria: El Mundo, ABC, El Confidencial, Europa Press, Cope, Libertad Digital, Sur y… sí, acertáis, OkDiario, el periódico de las cloacas del Estado, el medio fundado por el inefable joker de la deontología Eduardo Inda.
Dice de forma explícita la ley que regula la publicidad institucional que «no se podrán promover o contratar campañas institucionales de publicidad y de comunicación que tengan como finalidad destacar los logros de gestión o los objetivos alcanzados por los sujetos mencionados en el artículo 1 de esta Ley (las administraciones y otros organismos públicos)».
Desde un aspecto estrictamente jurídico, no se puede decir que estas informaciones pagadas por Bonilla se adapten ceñidamente al texto legislativo que acabamos de citar, pues no «destacan los logros de gestión», sino que son más bien fantasías marvelianas destinadas a convencernos de la superheroicidad del trifachito andaluz en su lucha contra el moriarty coronavírico.
Destaca la investigación de El País, por ejemplo, un publirreportaje en el que los medios contratados cantaban soleares por la puesta en marcha de 26.000 camas hospitalarias que no existen. O la implementación de 500 millones de euros que para nada vienen de la Junta, sino del Fondo de Garantía. En este plan.
No es que uno se vaya a asustar a estas alturas de la compra de información interesada por parte de nuestras administraciones. Todos los que hemos tenido la mínima responsabilidad informativa en cualquier periódico sabemos cómo son esas presiones. Si no te callas esto, o me lo afinas, el año que viene no cuentes con la campaña de tal o cual. Así de burdo. No os creáis que los partidos y gobiernos escogen a mafiosos de metáfora sutil para esas intimidaciones o chantajes a periodistas. No hay presupuesto para guionistas coppolianos. Cuando te pasa por primera vez, te queda en el paladar un dinamitero regusto a hampa. Al poco tiempo, sin embargo, ya lo normalizas como otra folclórica peculiaridad de la gran política española.
Los estilos de intimidación o soborno al periodista son variados. Algunos políticos vieja escuela (yo los sufrí en versión PP y PSOE) te tratan como si fueras un escribano de la prensa del Movimiento y tuvieras que plegarte sin rechistar a sus exigencias y caprichos. Son los que, cuando quieren una entrevista, llaman a tu director o directora y les dicen: «Oye, mándame a un chico» (juro que esta expresión la oí personalmente reclamando la presencia de un periodista en un despacho). En otras ocasiones, incluso te ofrecen un puestecito limpio y cultural, discreto pero bien remunerado, de una manera tan sutil que hasta enternece tu vanidad y te hace pensar que a lo mejor sí, que a lo mejor no es un soborno y el puesto lo mereces. Que tampoco pasa nada por callarse, pues lo que ayer te parecía una exclusiva de escándalo e interés general se te ha vuelto, de repente, un poco de color de rosa y menos importante.
Pero, sin duda, la forma más efectiva y retorcida de acallar a la prensa es la campaña millonaria de apariencia legal que llega desde las sacrosantas instituciones. Y no os digo nada si eso ocurre en un momento en que la prensa ha perdido casi todos sus ingresos por publicidad y amenaza ruina. Tiempos ceñudos asoman, compañeros.
PS: Es curioso. Si una empresa falsea su publicidad puede ser sancionada. ¿Por qué un gobierno no?
Fuente: https://blogs.publico.es/repartidor/2020/04/11/fakes-institucionales/