Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Las luces destellan en tonos azules, rojos y púrpuras. El sonido de la música electrónica bailable (EDM, el fenómeno orientado a los rankings, y la banda sonora de innumerables discotecas, festivales y fiestas en casa) atruena a través de los altavoces. Los jóvenes bailan, el largo cabello de una mujer se mueve de un lado a otro. Otra agarra el hombro de su compañero. El DJ ajusta sus auriculares y gira los mandos de su mezclador. La expectación crece a medida que los tambores se aceleran. Los puños se alzan en el aire. Las llamas se elevan desde el escenario. El ritmo intenso y grave se suaviza, y la multitud se vuelve eufórica. Los tambores dan paso a una anhelada exhibición vocal. Las luces borrosas se desvanecen en la oscuridad. Entonces llega el punto culminante: esto no es Miami, Berlín, Las Vegas o Ibiza; es Alepo en 2016, en el momento álgido de la sangrienta campaña militar del régimen sirio para recuperar la totalidad de la ciudad.
El párrafo anterior describe un breve video clip de una fiesta en una discoteca publicada en la cuenta de Twitter en idioma inglés de la Agencia de Noticias Árabe Siria (SANA), el medio de comunicación oficial del régimen. El tweet que acompaña al video relata: «#Aleppo, apodada ahora la ‘ciudad más peligrosa del mundo’, disfruta aún de una floreciente vida nocturna, como se muestra en uno de los eventos de este verano # Siria».
Si no fuera por este texto y la revelación en la conclusión del video, podría perdonarse que los espectadores pensaran que la fiesta se celebraba en cualquier metrópoli occidental; no hay signos reveladores de guerra, ni elementos distintivos que puedan percibirse como indicadores de un contexto situado en Oriente Medio. El video no es una excepción: SANA ha publicado videoclips similares de fiestas de baile en Tartus y Damasco. ¿Por qué la vida nocturna tiene importancia para el régimen sirio, y por qué intenta mostrar en especial escenas de fiestas que casi no pueden distinguirse de sus equivalentes occidentales?
Estos videos deben interpretarse que forman parte de un marco de guerra que el régimen sirio quiere presentar entre un Estado laico y una insurgencia terrorista, coincidente con las narrativas dominantes de la «guerra contra el terror» y el «choque de civilizaciones». Difundido en las páginas de los medios sociales en idioma ingles, los videos ofrecen una clave familiar para que los públicos occidentales conceptualicen la guerra siria a través de los tropos del liberalismo contra la intolerancia; la modernidad frente al atraso; la estabilidad frente al caos; el secularismo versus extremismo; y la liberación sexual frente a la represión.
Si bien las fiestas con baile pueden parecer un medio rudimentario de propaganda en el contexto de una de las guerras más brutales de la era moderna, esos tropos han influido claramente en las narraciones de los medios de comunicación occidentales sobre Siria, especialmente cuando islamistas de línea dura han llegado a ocupar un lugar central en la comprensión popular de la guerra. Un género distinto de artículos sobre la vida nocturna y las fiestas en Siria ha surgido en una variedad de medios como The Huffington Post, The Daily Mail, NPR y VICE. Si bien cubrir la juerga durante el tiempo de guerra no es un tema inherentemente ilegítimo, suele tender hacia el sensacionalismo. De hecho, muchos de esos artículos presentan finalmente una narrativa similar a los videos de SANA, al contrastar, por ejemplo, las zonas de la oposición «conservadora» con las fiestas de Damasco, sin cuestionar cómo la clase social y la proximidad a los estilos de vida normativos occidentales pueden moldear las experiencias de diversión y placer, o al considerar cómo se utilizan nociones de modernidad sexualizadas para justificar la violencia contra aquellos a quienes se considera no modernos. Por no hablar de cómo han abordado estos temas las fuentes de los medios que apoyan abiertamente al régimen de Asad, como los medios estatales rusos y TeleSUR English.
Estos videos sobre fiestas instrumentalizan la mezcla de género y la sexualidad femenina abierta, retratando de manera visible a mujeres sin velo bailando con hombres en entornos cargados de alcohol. Sin embargo, el uso de imágenes de género por parte del régimen, destinado a establecer su liberalismo social en relación con el gobierno patriarcal de los grupos de oposición islamistas, no se traduce en mayores derechos y libertades para las mujeres en Siria. Las mujeres no solo están sujetas a arrestos arbitrarios, torturas, violaciones y asesinatos a manos de agencias de seguridad del Estado -formas de violencia utilizadas contra todos los sirios disidentes, aunque sexistas en su implementación-, sino que están también en condiciones desiguales con los hombres según la letra de la ley. Los llamados «asesinatos por honor», por ejemplo, son tratados de manera más indulgente que otros asesinatos, según lo estipulado en el artículo 548 del código penal. Las leyes relativas al estatus personal recientemente modificadas de Siria, que se refieren a cuestiones tales como el matrimonio, el divorcio y la herencia, no ofrecen protección legal a las mujeres contra la violencia doméstica o la violación marital. La concepción de la libertad sexual presentada en los videos anteriores se limita a una esfera del consumo masivo en espacios influenciados por la cultura de la fiesta occidental.
Pero la consistencia no es la cuestión. En un clima de redes sociales caracterizado por narrativas conflictivas de la guerra siria e interpretaciones conspirativas de los acontecimientos, estos videos sirven para desestabilizar las nociones de verdad y falsedad, para sembrar dudas sobre lo que «realmente está sucediendo» en Siria. Los apologistas del régimen sirio han tratado a menudo de desafiar las acusaciones de crímenes de guerra a través de un discurso escéptico, particularmente en torno al uso de armas químicas por parte del régimen y a la legitimidad de los videos filmados por los Cascos Blancos, el grupo de voluntarios sirios que se encargan del rescate de personas tras los bombardeos. En este contexto, los videos de las fiesta en discotecas tratan de plantear otras preguntas sobre la fiabilidad de los conocimientos de la audiencia proyectando una imagen de normalidad y negocios que crea confusión en las expectativas que rodean a un país en guerra.
Sin embargo, resulta sorprendente que estos videos no refuten, y ni siquiera aborden, las acusaciones de violencia estatal. En tal sentido, lo que el primer video mencionado busca implícitamente es rebatir que Alepo sea una ciudad «peligrosa» y que, para algunos sirios, sugiere, puede que no lo sea. Las fiestas de baile y las escenas de la vida nocturna son indicativas de los nuevos hábitos de consumo adquiridos por las élites cosmopolitas sirias y las clases medias urbanas con ambiciones: los estratos sociales que se beneficiaron de la liberalización agresiva de la economía a lo largo de la década de 2000 y, posteriormente, se sintieron menos inclinados que los sirios de las clases trabajadoras y los sirios pobres a apoyar enfáticamente el levantamiento de 2011. A través de los videos de fiestas, el régimen sirio busca, en primer lugar, promover su narrativa de la guerra ante las audiencias occidentales, a quienes se anima a identificarse con los sirios de clase media y alta en áreas urbanas que viven reconocibles estilos de vida laicos, y, en segundo lugar, ante estos mismos sirios, en cuyo nombre el régimen propone defender las costumbres sociales liberales del ataque de las hordas terroristas.
Si bien las clases menos privilegiadas sirias, muchas de las cuales apoyaron el levantamiento y se convirtieron en el objetivo de la violencia estatal durante la guerra, están literalmente ausentes de la pista de baile, sin embargo, figuran en estos videos como un complemento que debe contrastarse implícitamente con la modernidad de la fiesta discotequera. Estos videos no solo cuestionan la veracidad de las acusaciones de violencia estatal contra estas poblaciones, sino que también proporcionan una justificación para ello: hay que aplastar el terrorismo para asegurarle a un segmento de la población un estilo de vida moderno en el que poder celebrar una fiesta de baile.
El video de una fiesta en un lujoso centro turístico de la ciudad costera de Tartus, publicado en la página de Twitter de SANA en 2016, busca establecer que esta región controlada por el régimen es un lugar de normalidad y modernidad en contraste con las áreas controladas por la oposición en Siria. Las imágenes de la noche muestran un horizonte de edificios modernos. Un bar sirve marcas de licores conocidas, como Stoli, y las mujeres aparecen moviendo culos y caderas; esta representación directa de alcohol y sexualidad femenina sirve para situar al Estado sirio en oposición al islam político y a sus políticas culturales concomitantes.
Según Syria Deeply, la canción reproducida en este video -un estilo agresivo de «gancho» EDM– se titula «Bomb a Drop» [«¿Suelta la bomba?»], un título oscuro que insinúa grandes paralelos semióticos entre la fiesta de baile y la violencia estatal. Por citar otro ejemplo de esta dinámica, las imágenes desde arriba contenidas en el video, filmadas probablemente por drones, podrían interpretarse en el contexto de los ataques aéreos causantes de una gran proporción de las víctimas civiles de la guerra; una posición ventajosa que es una manifestación del poder estatal.
El tweet de SANA que acompaña al video dibuja un paralelo directo con la meca de las discotecas occidentales, y dice: «Olvídate de #Ibiza… los sitios turísticos en la costa de # Siria cobraron vida durante el verano de 2016 como se muestra aquí cerca de #Tartus #SummerInSyria #SyrianCoast». Estos hashtags defienden una experiencia normativa de verano, aparentemente con la intención de confundir las expectativas que rodean a Siria: el clima es agradable, el alcohol fluye y todo va bien. Sin embargo, la comparación con Ibiza, aunque sea irónica, sitúa a Tartus dentro de la cultura mundial discotequera, y el escenario de los hechos, un centro turístico, es también un lugar de movilidad y conexiones trasnacionales.
Otro video de una fiesta pública al aire libre en Damasco, publicado en la cuenta de Twitter de SANA en 2016, presenta una música que es una especie de mezcla de baile electrónico y el pop de los cuarenta, canciones de radio estadounidenses reconocibles con voces y ritmo constante. Apodado por el régimen el «maratón de color», el evento parece rememorar las populares fiestas de carreras corporativas occidentales como The Color Run y Color Me Rad, menos la mayor parte de la carrera. Este modo de diversión suave, moderno y comercial, levemente sexual pero nunca desenfrenado, es coherente con la narrativa de normalidad del régimen. El eslogan «Amo Damasco» -un «amor» representado por un corazón, como en «Amo Nueva York»- en las camisetas que llevan los asistentes, aparece en un gran cartel en el centro de la plaza pública y sirve para el hashtag promovido por SANA en Twitter. La imagen de fondo de la página de Twitter de SANA, ahora inactiva, muestra a una joven en este evento luciendo rayas de pintura multicolor en la cara y el cuerpo y vistiendo la misma camiseta mientras se sienta sobre los hombros de un joven y se toma una selfie desde arriba con su iPhone. Dichas imágenes cobran importancia para el régimen a través del contraste implícito con el orden patriarcal que sus partidarios han tratado de asociar con la oposición a través del discurso de género del terrorismo.
Cabe destacar que la cuenta de YouTube en idioma árabe de SANA publicó una grabación diferente de la maratón de color. En este video, se reproduce música árabe, incluidas canciones nacionalistas y una actuación más moderada de la superestrella libanesa Fairouz, titulado «Amo Damasco», muy lejos del EDM occidental. Además, en contraste con el papel prominente de la sexualidad femenina en el video en inglés, en el clip árabe también se muestran hombres de mediana edad en lo que parece más una marcha a pie que una rave al aire libre. La edición en el clip en inglés es más ágil y el ritmo de los cortes es mucho más rápido; el estado de ánimo del evento es completamente diferente en los dos videos. En conjunto, la versión árabe se parece más a los modos estándar del espectáculo público baazista y la representación de los medios estatales. Sin embargo, también hay continuidades sorprendentes entre el simbolismo más antiguo del Estado sirio y las modernas técnicas de publicidad corporativa del video en inglés. «Amo Damasco» tiene similitudes claras con «Amamos a Asad», un eslogan que se mostró en la ceremonia de apertura de los Juegos Mediterráneos de 1987 en Latakia (según aparece recogido en el libro Ambiguities of Domination de Lisa Wedeen).
Si bien los dos videos se dirigen a audiencias diferentes, sería simplista decir que el video en inglés se hizo para su visualización en el extranjero y el árabe para el consumo interno, dado el atractivo potencial del primero para los electores locales del régimen. Más bien, al publicar dos videos muy diferentes del mismo evento, los aparatos de los medios sociales del régimen buscan manejar las tensiones entre los discursos de resistencia y prolongada tenacidad ante el imperialismo occidental, por un lado, y los nuevos llamamientos consumistas infundidos sexualmente que imitan directamente las formas occidentales de la modernidad, por el otro.
Volviendo al clip en inglés, su descripción del maratón de color como una reunión masiva de jóvenes que se reúnen en una plaza pública también podría leerse como una respuesta a la narrativa de los levantamientos árabes de 2011 como revoluciones juveniles. El video representa el reemplazo mimético de la juventud rebelde por la juventud fiestera, así como la música de baile electrónica «top 40s» orientada en sí misma al consumidor se basa en formas de música rave con una historia antiautoritaria.
Quizás es la reunión colectiva en sí misma de la que estos videos se apropian; de los deseos, alegrías, espontaneidades y características comunitarias de una revolución, regurgitados por el Estado en forma protofascista. Los videos son también indicativos de la naturaleza disputada y maleable de la cultura como campo y de sus usos potenciales para fines políticos tanto emancipadores como opresivos. Lo más importante es que la integración de las fiestas discotequeras en el violento proyecto del régimen sirio demuestra la necesidad de pensar más allá de los binarios liberales y modernistas -utilizados en este caso para alentar a las audiencias occidentales a identificarse con otros cuyos estilos de vida parecen ser como los suyos, en vez de los de los sirios rurales, piadosos, subalternos o de clase trabajadora, con más probabilidades de tener que enfrentar la violencia estatal- y de imaginar políticas emancipadoras, especialmente en lo que respecta al género y la sexualidad, en una multiplicidad de formas.
Robin Jones está estudiando un máster en estudios sobre Oriente Próximo en al Centro Hagop Kevorkian de la Escuela de Artes y Ciencias, Universidad de Nueva York. En estos momentos se encuentra en Beirut colaborando con Al-Jumhuriya English.
Fuente: https://www.aljumhuriya.net/en/content/baath-party-all-night-long
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