Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Había reunidas, al pie de ese inmueble impresionante que es France Télévisions, ese sábado 22 de enero, algunos centenares de personas. Franceses o inmigrantes, venidos de todas partes, que habitan la ciudad de París o sus alrededores. Había algo elocuente en lo que pedían esas personas que desafiaban el frío, a las que Francia parecía volver la espalda.
No era una reunión de esencia religiosa o «comunitaria». Era la unión fraternal de esos ciudadanos de todo origen, antillanos o africanos, o provenientes de países antiguamente colonizados, especialmente del Magreb – de nacionalidad francesa o no – que sentían como una herida insoportable que sean a diario objeto de discriminación racial. La unión de gentes movilizadas por las reivindicaciones del Movimiento por la Justicia y la Dignidad (MJD).
Un movimiento laico, ciudadano, republicano que quiere «luchar contra toda forma de racismo, sin jerarquía y sin exclusión. Que quiere apoyar en todas partes la lucha de los pueblos contra la opresión colonial y la discriminación racial. Y al hacer reestablecer y mantener la justicia social, reestablecer en sus derechos a las poblaciones marginadas y a las minorías atropelladas, alentar, estimular y desarrollar las luchas contra las discriminaciones de todo tipo. Porque, que se sea gitano, musulmán, judío, ateo, el racismo es uno e indivisible, no debe haber excepción alguna» nos dijo el señor Maata Bagdad, presidente de este movimiento creado en marzo de 2004. En un período en el que ciertas desviaciones mediáticas que estigmatizaban a personas de origen africano, árabe, de confesión musulmana, indignaron a la opinión pública.
¿Qué desea decir precisamente a los responsables de los medios, sobre todo a los responsables de las televisiones?
«Nosotros no pedimos ni un tratamiento complaciente ni favorable: simplemente deseamos una información objetiva y neutral. Hemos dirigido un mensaje en este sentido al Director General de las televisiones públicas, a fin de que emprenda lo que pueda para que las redacciones tomen conciencia de que es conveniente que realicen un cambio de actitud en la manera de presentar los hechos. Por eso queremos hacer saber a aquellos periodistas que nos asimilan con tanta facilidad, a elementos portadores de desorden e inseguridad, que tienen una gran responsabilidad en la formación de la opinión en Francia y en la agravación de una animosidad que nos coloca en una situación de inferioridad. Queremos decirles que tenemos derecho al respeto de la dignidad al que toda persona, sea quien sea, aspira. Queremos decirles que no comprendemos por qué, cada vez que una persona es acusada, se refieren a su origen. Queremos decirles que somos seres humanos y que deseamos ser tratados como tales. También queremos agradecer a los periodistas que hacen bien su trabajo. Pero a los que nos estigmatizan y nos humillan queremos recordarles que tenemos derecho a la dignidad, a un servicio público igual para todos. Que cuando pagamos nuestra licencia tampoco miran el color de nuestra piel».
Sobre las caras que escuchaban a los oradores, se veía una amargura mezclada con esperanza. Bastaría tan poco, en efecto, para que cada uno pudiese sentirse en armonía con su entorno. Depende de cada uno que comprenda que si aquellos que se sienten humillados en la República se rebelan ahora, es por una causa justificada: por el respeto de la dignidad y la justicia.
«¿Son ustedes franceses?» le preguntamos a un grupo de jóvenes. Uno de ellos sacó de su bolsillo una tarjeta de identidad francesa, antes de responder no sin un poco de resentimiento en su voz: «Sí, francés, pero ciudadano de segunda clase».
Nadie puede negar que los magrebinos, los antillanos, los africanos, son los primeros objetivos de la discriminación racial en Francia. Una discriminación que los margina duramente. Eso nos lleva a preguntarnos si todo el ruido que algunos medios hacen respecto al «antisemitismo», no sirve para ocultar y minimizar las injusticias que sufren realmente.
Hacía frío, había tristeza, pero un elemento optimista llegó de donde nadie se lo esperaba: al terminar la manifestación, que duró dos horas, los policías, enviados en gran cantidad, manifestaron su simpatía con los temas abordados.
Es la prueba de que sigue habiendo en Francia, oídos dispuestos a escuchar, y que, más allá de las diferencias culturales, es posible movilizarse para construir juntos un futuro común, una sociedad más justa.
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Nota:
Todas las personas asqueadas por la discriminación racial, pueden hacer oír sus voces en el futuro participando en las manifestaciones que programa cada mes el Mouvement pour la Justice et la Dignité.
La próxima manifestación es el sábado 12 de febrero de 2005 a las 14 horas.
Delante de la sede de France Télévisions, en la explanada Henri de France.
Métro Balard o RER C (estación Bd Victor) o Bus 42.
Contacto: [email protected]