Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
Las palabras en guerra, es decir, las palabras que utilizan los medios para hablar de la guerra, pierden su significado al primer cañonazo. La pólvora mete fuego a los diccionarios y lo que significaba negro, significa blanco. En estos momentos los periodistas tienen dos campos de ejercicio para su semántica, el de Ucrania donde Putin es «Hitler» y Svoboda, «Gandhi»; y el de Israel, en el que la cortesía debida a «un país amigo» ha conseguido que el lenguaje militar pase por la verdad que hay que repetir.
Un ejercicio práctico, tomado al azar, pero que es una muestra de este infinito. El domingo 20 de julio [de 2014] a las 22 horas, ante la cadena Télé me entero de que unos combatientes, obligatoriamente de «Hamás», han «raptado» a un soldado de Benjamin Netanyahou. En el plató hay tres personas calificadas de periodistas y que se pasan esta información como una bola de billar eléctrico. Si para uno el militar ha sido «raptado», para otro ha sido «secuestrado». Señalo de paso que, por esencia, esta palabra [«kidnappé«, en francés. N. de la t.], que contiene la palabra «kid» [«niño», en inglés. N. de la t.] solo se puede utilizar cuando se trata del secuestro de un niño. Lo mejor está por venir: una joven colega menciona un «rehén». ¡Ya está! Es un esquema conocido, el del soldado Shalit, capturado con las armas en la manos aunque, sin embargo, «rehén» para Francia. Por consiguiente, para una periodista de Télé, un soldado que hace la guerra y se hace capturar, no es un «prisionero», sino un «rehén» víctima de un «rapto», de un «secuestro» como antaño el desgraciado barón Empain [1]. Nótese que los raíles del ferrocarril no son los únicos que se desvían, las palabras también. Telespectadores y oyentes atentos, hace tiempo que ustedes saben que el ejército israelí no existe. En los altavoces solo existe el «Tsahal», que quiere decir «Ejército de Defensa». Una palabrita amable que hace que un misil sea menos cruel cuando cae. «Tsahal» parece el nombre de una flor o de un pastel, en todo caso una palabra que no hace mal alguno.
Me dirán ustedes que nada obliga a un ciudadano a ver las noticias de la tele. Es verdad y es preferible internet. Pero el lunes a las 13 horas en France 2 ahí estoy ante otro colega destinado a Israel. Solo corre peligro de padecer una insolación pero, con todo, lleva un chaleco antibalas con el logo «Press». En su caso su palabras inspiran tanta duda sobre el oficio que desempeña que es preferible que se indique su ocupación profesional. Este reportero nos dice: «El Tsahal todavía tiene trabajo para cerrar las decenas de túneles». Y es que él sabe, con su etiqueta «Press» pegada en el pecho, qué trabajo «debe» llevar a cabo el «Tsahal». Conoce la razón y utilidad de este. Y la justifica sin pestañear.
Por retomar los capítulos anteriores de esta tragedia recurrente, ustedes saben que en Cisjordania no hay nada que divida a Palestina de Israel, excepto un muro (declarado ilegal por la ONU). Una vergüenza de hormigón que nuestros púdicos colegas faltos de palabras bautizan «muro de separación». Un detalle que cambia todo y hace pensar en su vecino del campo que pone un cerco para que no se escape el perro. Además, si bien los palestinos existen, Palestina no existe. Las bocas mediáticas solo hablan de «territorios». Ignorando hasta la Declaración Balfour, piensan que Palestina no es sino una invención de Arafat. Y cuando para calmarse los nervios un soldado palestino penetra en Gaza (acto inútil en la Cisjordania ocupada en la que en todas partes está en casa), no practica una redada o una invasión, sino una «incursión», lo que es mucho más cortés. Además, nos preguntamos cómo las bombas, obuses y misiles pueden provocar tantos muertos en Gaza ya que se trata de «ataques», mejor, «ataques dirigidos». El «ataque» es como Messi cuando tira a gol, estamos en Brasil y el Mundial sigue. No hay nada malo en «atacar», es como una torta a un niño. Cuando hay palabras (eso ocurre), no hay que hacer una montaña, es un «daño colateral», no se hace una tortilla sin romper el huevo palestino.
Para ser honesto, «Tsahal» no es la única que ha trabajado esta forma de lengua blindada. Desde que ya no hay guerras y se las sustituye por «operaciones de defensa», «guerras humanitarias» o «de injerencia«, se ha llamado al orden al lenguaje. Como el «Tsahal», los legionarios de [la Operación] Serval, en Mali, no hacen sino el bien alrededor de ellos a golpe de «ataque» y «de incursión». El único fallo, a veces en boca del ministro de Guerra [francés] Le Drian, se habla de «limpieza» y de personas «abatidas». No hay que guardarle rencor por estas palabras militares, este hombre es un producto de la SFIO [Sección Francesa de la Internacional Obrera], alimentada ella misma por valores auténticos, los de la caza del fellagha.
Resulta útil indicar que, en cuando se habla del «conflicto israelo-palestino» (sobre todo, no de la colonización), el ojeo de palabras es un trabajo constante de los censores. Así se ha trasladado desde Gaza a dos colegas estadounidenses por describir lo que veían, es decir, la muerte generalizada. Uno de estos cretinos, incapaz de aprender el léxico adecuado de la guerra, es una periodista de CNN, a la que rápidamente se envió a Moscú; el otro es un gran reportero de NBC al que se llamó a Chicago. Lo importante es saber que escogiendo las palabras adecuadas para relatarla, la guerra es mucho más aceptable.
Nota
[1] En enero de 1978 el barón Édouard-Jean Empain, riquísimo presidente y director general del grupo Empain-Schneider, fue secuestrado por unos raptores que exigían un rescate. Al cabo de dos meses de cautividad fue liberado sin que se pagara el rescate (nota de Acrimed).