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Cronopiando

¿George Ramos o Jorge Bush?

Fuentes: Rebelión

Hace alrededor de 4 años, el inefable periodista de Univisión, Jorge Ramos, entrevistaba al presidente dominicano Hipólito Mejía y, al día siguiente, la entrevista se convertía en la comidilla de los medios de comunicación dominicanos que, unos a favor, otros en contra del intrépido periodista, si en algo coincidían era en las pocas artes necesarias […]

Hace alrededor de 4 años, el inefable periodista de Univisión, Jorge Ramos, entrevistaba al presidente dominicano Hipólito Mejía y, al día siguiente, la entrevista se convertía en la comidilla de los medios de comunicación dominicanos que, unos a favor, otros en contra del intrépido periodista, si en algo coincidían era en las pocas artes necesarias para que Mejía se pusiera en evidencia.
La «independencia» con que se manejara Ramos durante la entrevista y la polémica que suscitara ésta, en el entendido de que el comunicador no tenía por qué mostrarse comedido o complaciente con el presidente dominicano, fue también elogiada con párvula generosidad por periodistas y comunicadores dominicanos.
Yo fui uno de los que, al margen del compartido bochorno sobre Mejía, no encontré motivos para sumarme al coro general de aplausos, y no porque tuviera nada en contra de la «independencia de criterios» que se supone debe adornar la moral de quien se tenga por comunicador, sino porque nada tenía que ver tan virtuoso principio ético con el oficio que Ramos ejerce, un Ramos que sólo era, lo sigue siendo, un fiel vocero de la mano que lo adiestra y le paga.
Me comprometí entonces públicamente a comerme la columna en que desconfiara de la pretendida honestidad del periodista, caso de que Ramos fuese capaz, con parecido desparpajo, de encarar a presidentes como Bush.
No tuve que esperar mucho. Un día más tarde, un dominicano residente en Canadá me enviaba por e-mail la evidencia de que esa entrevista que yo remitiera al futuro ya era historia.
Meses antes, el mismo periodista, no tan intrépido, había entrevistado a George W.Bush. La primera parte de la amena conversación que sostuvieran se había desarrollado entre risas y bromas por la casual coincidencia, que acaso no lo fue tanto, de nombres y apellidos. El uno Jorge, el otro George; el uno Ramos, el otro Bush.
Concluidos los asombros y las risas, Bush desarrolló su agenda ante un insospechado servil anfitrión y, a los postres, tras la común satisfacción y la común sonrisa, ambos compartieron el afecto del apretón de manos y volvieron a retomar la feliz coincidencia de los nombres. fraude electoral en La Florida…nada, absolutamente nada… sólo la singular coincidencia de georges y ramos.
En estos días, el versátil comunicador, tan dócil y tan fiero, el que canta como gallo frente a un presidente caribeño y pone como gallina cuando tiene delante al representante del Imperio, ha vuelto a hacer su «trabajo», en un vano intento de denostar al presidente boliviano Evo Morales. Pero el taimado empleado de Univisión se quedó con la provocación en la boca porque el «indígena», que ni desconocía el medio para el que hablaba ni ignoraba la naturaleza del periodista que lo entrevistaba, a la primera rastrera impertinencia, se levantó y abandonó el canal, poniendo, en esta ocasión, en evidencia al perrodista.
Al fin y al cabo, ni Evo se llama Jorge, ni Morales se apellidaBush.
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