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El director de Libèration es destituído de sus funciones

Grandeza y decadencia del ciudadano July

Fuentes: Quibla

Traducido del francés para Rebelión y Tlaxcala por Maria Poumier

La noticia es oficial: este 13 de junio de 2006 Serge July deja la dirección del periódico Libération. Edouard de Rothschild ha pedido que lo saquen, y Serge acata la decisión. Lo primero que se me ocurre es decir «que se vaya con viento fresco», pero podría sustituirlo otro peor: el que fue dictador espléndido deja el paso a las pardas figuras de la gestión capitalista dura y sin escrúpulos. De su pasado maoísta y estalinista, el camarada July conservaba un sentido artístico de la demagogia que algunos llaman carisma. A mí, a lo largo de los cuatro años de mi juventud en que fui colaborador de Libération, de 1974 a 1978, nunca me impresionó su carisma. July era una bestia autoritaria que sólo desprendía malas vibraciones.

Volvamos atrás: en 1973 la dirección maoísta del grupo Gauche Prolétarienne (GP), disuelto por el ministerio del interior en 1970 y autodisuelto entre fines de 1972 y principios del 73 [la puntilla fue la operación Septiembre Negro en Munich, que provocó una división entre militantes árabes y militantes prosionistas en la GP, pues los árabes dejaron la GP para crear el Movimiento de los Trabajadores Árabes y el periódico Sans Frontières, que luego se convertiría en Baraka]; dicha dirección de la GP designa entonces a Serge July para llevar a cabo el proyecto Libération, un diario «del pueblo, para el pueblo y hecho por el pueblo». Este proyecto era la niña de los ojos de Jean-Claude Vernier, un arquitecto maoísta que llevaba tres años soñando con esto.

En 1970, cuando se ilegalizó la GP, los responsables maoístas fueron a la cárcel y se pusieron en huelga de hambre. Vernier también se puso en huelga de hambre en la capilla de la Gare Montparnasse: toda la prensa parisina fue a verle, con lo cual Vernier hizo muchos contactos útiles. Un año después Alain Jaubert, periodista de Politique-hebdo, es golpeado por la policía cuando se reprime una manifestación de guadalupenses en el barrio 18 de París. Al día siguiente 500 periodistas desfilan al pie de las ventanas del ministro del interior, el temible Raymond Marcellin. Vernier les dice a sus compañeros : «Hay que aprovechar la ocasión y sacar algo que sostenga la guerrilla contra la prensa burguesa y defienda a los periodistas progresistas que luchan contra sus direcciones reaccionarias.»

Así se lanza la agencia de prensa Libération, con el patrocinio de Maurice Clavel y Jean-Paul Sartre. La idea de Vernier es ir practicando con boletines de información diarios, para luego, algún día, fundar un auténtico diario. El modelo es Liberation News Service, una agencia de prensa neoyorquina independiente. La APL tendrá sucursales en provincias (APL Bretaña de Nantes), en Bélgica (APL-Bélgica), en Gran Bretaña (People’s News Service), en Alemania (Informationsdienst unterbliebener Nachrichten, lo que dará paso al diario Die Tageszeitung, el «Libé» alemán) y en otras partes.

A la APL le llega su gran oportunidad en marzo de 1972, cuando los maoístas, en represalia por el asesinato del militante Pierre Overney por el jefe de los guardias de Renault-Billancourt, secuestran a Pierre Nogrette, jefe de personal, y le hacen firmar confesiones detalladas ante su «tribunal popular». Mientras dura el secuestro la APL tiene la exclusividad de los comunicados de los secuestradores de la NRP («Nueva Resistencia Popular», estructura clandestina de la GP). Pero ya desde la muerte de Overney, la APL había conseguido la gran exclusiva, pues un joven fotógrafo de la agencia se encontraba en el lugar y había tomado fotos de Jean-Charles Tramoni disparando con un revólver contra Pierre Overney. Estas fotos habían desmentido inmediatamente la versión del asesinato difundida por AFP y L’Humanité que pregonaba: «Asalto maoísta a los obreros de Renaut: un muerto». Los panfletos que repartía Pierre Overney a los obreros llamaban a conmemorar la matanza de cientos de argelinos de la calle Charonne, en París, en febrero de 1962. Seis meses antes, los maoístas habían intentado en vano conmemorar el décimo aniversario de las matanzas de argelinos del 17 de octubre de 1961. Durante dos años la APL publicó dos boletines diarios multicopiados, y luego fotocopiados, uno para noticias nacionales y el otro para noticias internacionales. Otros productos se irían añadiendo: APL-fábricas, APL-campesinos. Teníamos entre 400 y 1000 suscriptores. Las redacciones parisinas recibían por la tarde los boletines, llevados por un motorista; en el resto del país los recibían por correo. Surgió la telecopia, era el principio de la revolución tecnológica. Ya no hacía falta perder tiempo dictando por teléfono.

APL creó una red mundial de corresponsales, desde Brasil hasta Albania. Estábamos al tanto de los preparativos para derrocar la dictadura en Portugal un año antes de la revolución de los claveles del 25 de abril de 1974. Nuestros informantes pertenecían a un grupúsculo maoísta, el MRPP (Movimiento para la Reconstrucción del Partido del Proletariado), al que pertenecía un tal José Manuel Durão Barroso (pues sí, el mismo que es ahora jefe de la Comisión Europea). Pero en aquel entonces no conocíamos su nombre, todo era clandestinidad y seudónimos. Después del caso Nogrette, cada vez que se secuestraba un avión en cualquier parte del mundo la prensa nos llamaba para obtener información, ¡y a veces la teníamos! Un último recuerdo de esos años: la organización de una conferencia de prensa en el PLM Saint-Jacques para un vocero del Ejército Rojo japonés en París, después de un secuestro de avión sobre Libia asumido por los «Hijos del Sol Naciente». El pobre cineasta japonés encargado de trasmitir el comunicado de los secuestradores a la prensa mundial fue detenido en cuanto aterrizó en Tokio… me pregunto qué habrá sido de él.

Éramos jóvenes y entusiastas. La mayor parte nos hicimos periodistas, muchos ascendieron y hoy trabajan en los grandes medios que llamábamos entonces «burgueses»; otros volvieron a las profesiones para las que habían estudiado.

No cobrábamos ningún sueldo. De vez en cuando, Clavel o Sartre entregaban un cheque y nos repartíamos el monto según las necesidades. La mayor parte de los que trabajaban en la agencia vivían a costa de su mujer o su marido, que eran asalariados o estudiantes becados; unos pocos miembros del equipo disponían de fortuna personal y no eran tacaños: en resumidas cuentas, éramos los clásicos «sesentayochistas».

Cuando Serge July apareció para lanzar el proyecto de un Libération diario, fue como la entrada de un elefante en una cacharrería. Meses más tarde la APL estaba liquidada y nacía Libération: pasábamos de la guerrilla a la guerra de posiciones, se terminaba el trabajo de aficionados, íbamos a hacer las cosas a lo grande.

Muy pronto el casi socialdemócrata Giscard d’Estaing vio el provecho que podía sacarle, y dio órdenes; Libération fue el único diario que percibió sus ingresos por concepto de ventas a principios de mes y no a fin de mes, como los demás; con esto, las NMPP (Nuevas Mensajerías de la Prensa Parisina) le estaban pagando un anticipo sobre sus ingresos, en realidad. July se dio a conocer como editorialista y consejero del príncipe. A nivel interno, trabajó sistemáticamente para quebrar el ímpetu revolucionario de los jóvenes periodistas maoístas y/o anarquizantes mediante el reclutamiento de viejos «camaradas» de la época en que cobraba de la Unión de Estudiantes Comunistas, que eran mucho más «moderados» y «responsables», o sea reformistas (eran los que procedían de la «corriente italiana» de la sección Sorbona de la UEC; habían colaborado en los Cahiers de mai, como Jean-Louis Péninou y Jean-Marcel Bouguerau). Ya no leeríamos aquellos extraordinarios reportajes en caliente sobre las huelgas obreras (me acuerdo de un artículo de Bénédicte Méi sobre la huelga de la fábrica Rateau, en la zona de Seine-Saint-Denis: ¡una joya, de antología!), pues los nuevos patronos del servicio social no publicaban una línea sin consultar primero por teléfono con la central sindical CFDT.

En 1980 Serge July introduce la publicidad en Libé, después de encargar una encuesta alucinante sobre el lector medio del diario, que resultaba ser un ejecutivo medio o alto, gran consumidor, catador de vinos caros, aficionado a cruceros en velero y tocadiscos de alta fidelidad, o sea, cualquier cosa menos un hippie, más bien lo que se llamó luego un yuppie y ahora se llama bobó (burgués bohemio). Se acabó, pues, el lema de 1973: «Libé, un diario sin publicidad y sin capital»; luego aparecieron los capitales, los de Jérôme Seydoux y demás Chargeurs Réunis, representantes de una patronal supuestamente ilustrada.

Así pues en 1981 Libé se encuentra, tras una serie de crisis altisonantes de las que July siempre salió ganando, listo para convertirse en el órgano central del reinado de Mitterrand. Los «golpes» no tan maestros de July se irían sucediendo, hasta el día de hoy, en que Libération es el órgano del reinado de Chirac, y el día de mañana será el de Sarkozy, Stauss-Kahn o Ségolène Royal, pero ya sin July.

¿Qué hará ahora nuestro camarada Serge? Tiene 64 años. Le aconsejo que se mude a Florida, cerca de Flemming Rose, el redactor del diario danés Jyllands-Posten que se hizo famoso con las caricaturas del Profeta, y se dedique a meditar sobre sus 33 años de poder absoluto. Que medite también sobre sus crímenes; hay uno, en especial, del año 1993, sobre el que nadie ha quebrantado la ley del silencio, la bien conocida omertá: el tal July volvía de una Nochevieja en el sur de Francia en la que se había bebido bastante. Le salvó la vida un marroquí que iba en motocicleta, pues se interpuso entre su coche y un plátano. El marroquí no se salvó, pero July sí. Sólo hizo falta reconstruirle la cara. A esto se le suele llamar al menos homicidio por imprudencia o por negligencia y podría haberle costado algunos años en cárcel. Pero ya le había cooptado esa misma burguesía contra la cual llamaba a la guerra civil en su juventud. Antes había impulsado el «tribunal popular» de Lens y había apoyado al «pequeño juez Pascal» para denunciar la justicia de clase burguesa. Hoy parece que ya no les sirve. Como le dijo Federico II de Prusia a Voltaire cuando lo despidió: «una vez exprimido, el limón se tira».


http://quibla.net/france2006/france2006-6.htm