[A partir de su intervención en la jornada dedicada al periodista Manu Leguineche por la Asociación Vasca de Periodistas / Euskal Kazetarien Elkartea, el 3-10-23, Ramón Zallo escribe esta reflexión]
Pasados 12 años sin atentados de ETA parece necesaria, más que una historia de hechos ya conocidos, una revisión e interpretación contextualizada de lo acontecido en el País Vasco. Se mataba, se perseguía, se torturaba, se institucionalizaba penalmente la venganza… pero, además, al fondo, había una espiral, una interacción sociopolítica, una motivación que lo permitía o animaba. Habrá que llegar hasta ahí para entender, explicar, que no justificar, ese periodo.
En relación a la parte más visible del conflicto, la violencia, hubo distintas actitudes sociales: a favor de la violencia de ETA o al menos su aceptación o comprensión; a favor de cualquier acción del Estado, comprendiendo o ignorándose el recurso a las torturas o al Terrorismo de Estado; la denuncia de cualquier violencia, más insistentemente la de ETA, tal fue la posición de Gesto por la Paz; el rechazo de todas las violencias y la apertura del diálogo por la paz y el fin del conflicto, fue la posición de Elkarri o, en el ámbito universitario, de Elkarbide; y por último, la indiferencia o el lavado de manos.
El periodismo que se hizo por la parte de las empresas de comunicación no fue ajeno a esa subdivisión. Simplificando al extremo solo la prensa de la Izquierda Abertzale tenía una visión acrítica de las acciones de ETA, y no era el caso de Egunkaria; la mayoría de los media de ámbito estatal y el Grupo Correo apoyaban incondicionalmente la acción del Estado, con matices sobre las acciones extremas; Deia y EITB condenaban las violencias pero no se despistaban sobre las dinámicas que traían consigo y alternaron posiciones entre Elkarri y Gesto por la Paz; hubo periodismo por el diálogo en los medios públicos vascos (entre 1990-2009) y en la breve etapa (1991-1995) en la que El Mundo del País Vasco lo abanderó antes de la llegada de Aznar y el giro de Pedrojota.
Hubo periodistas que, al margen de los media como tales y más allá de sus diferencias políticas, contribuyeron de forma positiva a un periodismo de paz. Ahí han estado Manu Leguineche sobre conflictos-mundo, Mariano Ferrer, Gorka Landaburu, Martxelo Otamendi, Julio Flor, Amaia Fano y tantos otros, sobre el conflicto vasco. No es de los periodistas de quienes trataré sino del sistema mediático y sus líneas informativas.
Claro que las vicisitudes del sistema y del periodismo no son ajenas a las que vivieron los y las periodistas como personas. Los hubo asesinados y muchos otros y otras viviendo amenazados. Los hubo quienes tenían que tragarse sus opiniones ante las direcciones de los media o a quienes les cerraron su medio de vida o los torturaron y encarcelaron.
Como tesis general, el sistema mediático dominante obstaculizó las soluciones al conflicto vasco. Alternó con asiduidad: la gasolina dialéctica que incendiaba situaciones; la mirada para otro lado según qué y quién era el perpetrador de violencia; y la actitud de silencio sobre los temas de fondo como si las violencias fueran una mera fatalidad irresoluble o un puro hecho criminal.
Para periodizar la evolución del sistema mediático en su conjunto, especialmente en el ámbito estatal -que ha sido el dominante en radio, televisión y agencias- se requieren dos aproximaciones: un marco teórico de análisis, y aquí adoptaremos el de la teoría del Peace Jornalism, Periodismo de Paz; y cotejar la credibilidad de los media para contrastar la eficacia de sus mensajes. Y a partir de ahí podremos periodizar el modo de aproximación del sistema mediático a los conflictos vascos, incluido el de la violencia.
Peace Journalism
El Peace Journalism, en definición de Johann Galtung, es un periodismo no neutral, que se implica en los procesos de resolución del conflicto, de reconstrucción y de reconciliación, se orienta a la verdad, la sociedad civil y la solución.
En los manuales (Galtung, Tehranian, Center for Global Peace Journalism, Wolfsfend…) [1] se apuntan algunos rasgos del Periodismo de Paz o se señalan los filtros que generan las dualidades discursivas del Nosotros/ los Otros para acentuar éxitos o minimizar fracasos según convenga (el “cuadrado ideológico” de Van Dijk, 1996).
No reduce nunca las partes de un conflicto a dos, sino que identifica las posiciones y los intereses de todas las partes en conflicto. Busca información equilibrada de múltiples fuentes. Rechaza la propaganda y los informes polarizadores de “nosotros contra ellos”. Construye puentes, brinda profundidad y contexto, en lugar de relatos superficiales y sensacionalistas de violencia. Rechaza las representaciones en forma de estereotipos y, en cambio, busca iluminar la complejidad, los matices y las áreas grises. Ofrece contra-narrativas que desacreditan las percepciones erróneas perpetuadas por los medios.
En lugar de informar sólo para y sobre las élites y el poder, da voz a las víctimas y a los sin voz. El periodismo de paz selecciona y analiza cuidadosamente palabras e imágenes, evitando que puedan ser incendiarias. Es proactivo, examina las causas del conflicto y busca fomentar el diálogo y las soluciones pacíficas, pero no cae en panaceas.
Respeta siempre los principios éticos profesionales de precisión, veracidad, equidad y respeto por la dignidad. Encuadra la información en un frame, en un marco conceptual de progreso, y en un horizonte inspirador de derechos humanos, democracia, diversidad e igualdad. Toma en consideración la posición desigual de los distintos agentes ante la estructura informativa, prestando especial atención a los agentes subalternos o dominados de cualquiera de las partes de un conflicto.
Como se ve el Periodismo de Paz, es pariente de la Comunicación para el Cambio Social, que, supera las visiones neutralistas, funcionalistas o idealistas de la comunicación –la aspiración siempre incumplida de la objetividad dado el poder de los frames, las estructuras y los intereses– y entiende la comunicación como espacio central para la construcción de justicia y de paz con dignidad.
Supone pues una teleología con renuncia a un neutralismo que formalmente es legitimador, pero realmente, diluye las interacciones desiguales de la comunicación y de los agentes. Los propios media retuercen frecuentemente las deontologías tradicionales en aras a su subordinación a las razones económicas o de Estado.
El fracaso del tratamiento comunicativo en el caso vasco
Llama la atención de este periodo que el País Vasco, Euskal Herria, haya persistido y acrecentado su identidad y un comportamiento político y electoral completamente ajeno a las recomendaciones del sistema comunicativo dominante en España y, por ende, también en el País Vasco. Las mayorías votaban y votan lo contrario de las prescripciones del sistema hegemónico de comunicación.
Ciertamente ha habido diferencias de tratamiento entre los entes públicos (RTVE y EFE versus EITB) y dentro de los agentes privados (A3, Tele5, Vocento, Diario de Navarra, Ser, Cope versus Grupo Noticias, Gara, Berria, radios populares y comunitarias…). Tampoco se ha dicho lo mismo todo el tiempo (pensemos en la línea editorial pro Elkarri de El Mundo del País Vasco entre 1991-1995).
Lo más significativo, sin embargo, es que el peso de unos y otros medios, medido por la exposición de las audiencias a los mensajes de unos y unos, nunca tuvo comparación posible. Las audiencias vasco-navarras de los más numerosos y potentes medios de ámbito estatal en RTV (con un discurso de referencia nacional española cuando no nacionalista) sobrepasaban el 85% en TV y el 80% en radio. En el caso de la prensa, la hegemonía interna la han ostentado los conservadores grupos Vocento y Diario de Navarra, sin perjuicio de la influencia de medios externos como El País o El Mundo en la agenda de las propias élites vascas. Es un caso de lectura y escucha selectiva en cuanto a los mensajes de fondo que se contrastaban con el sentir social, con el tam-tam de la sociedad civil, la calle y sus microcosmos.
La generalidad de los media entorpeció toda clase de salidas y fue un penoso obstáculo en la canalización de ese conflicto. Generó un modelo informativo fuera de normas deontológicas, y que por su falta de credibilidad y de contraste con lo vivido, era de influencia limitada sobre la opinión pública vasca, no así sobre la española que compraba tal cual sus mensajes.
A pesar del abrumador peso de los medios de comunicación con el mensaje contrario, la población vasca era partidaria del diálogo político y la negociación para dar salida al conflicto de fondo y eliminar los argumentos que ETA se daba para existir.
De ahí, por un lado, el éxito continuado y estructural de los nacionalismos vascos de centro e izquierda entre el electorado vasco durante 45 años, y lo ha tenido a pesar de los media; y, por otro lado, el seguimiento hegemónico entre la opinión pública del tercer espacio –ajeno tanto al patriotismo constitucional y a los media como a ETA- y que se configuró en torno a Elkarri /Lokarri/ Mesa de Aiete en el periodo 1991-2011.
Y, además, votaba lo contrario de las filias mediáticas. Un caso raro en el mundo. Fue una victoria de opinión pública autónoma y de sentir social ajeno a los media, al que tuvo que sumarse la izquierda abertzale si no quería hundirse.
De hecho, fue decisivo para el cese definitivo de ETA, aunque no el único factor. Otros factores centrales fueron la presión de la propia Izquierda abertzale a ETA para que lo dejara, la presión judicial sobre la izquierda aberzale y los éxitos policiales. Entre esos factores centrales no estuvo en primera línea la influencia de los medios mayoritarios de comunicación, aunque también fueron calando algunos mensajes como un sirimiri.
Claro que otro fracaso en proyectos comunicativos ha sido el del nacionalismo.
Exceptúo al grupo público EITB que lleva en su obligación fundacional como exigencia, aunque reiteradamente incumplida, la pluralidad.
Los nacionalismos de derecha e izquierda no han sabido generar medios de comunicación con vocación expansiva más allá de sus nichos ideológicos. El periodismo militante y doctrinal se acomoda mal a una sociedad abierta.
La prensa local de derechas (El Correo, Diario Vasco, Diario de Navarra), en clave comercial pero también política, ha sabido ir más allá de su espacio natural y aunque de influencia acotada, al menos, ha sabido vender y llevar sus ideas más allá de sus nichos.
Una periodización
Por fuerza son paralelas una lectura política de la democracia española y una lectura discursiva y funcional de los media. La historia de los medios está vinculada a la historia política. Tiene su explicación, porque el sistema mediático español sigue las pautas del “modelo mediterráneo” que teorizaron Hallin y Mancini (2008) de falta de independencia de la clase dirigente mediática respecto a la política, con una adscripción no solo a universos ideológicos sino a espacios partidarios. Así como antes de 1978, los media señalaban no solo la agenda sino también el discurso, ya desde principios de los 80, los partidos con sus congresos, gabinetes, revistas, think tanks, gobiernos … marcaron la agenda temática y conceptual del debate así como la información política.
Proponemos periodizar por razones de paradigma informativo dominante la historia reciente de los media en el País Vasco en las cinco etapas que siguen a continuación.
A) De 1976-82: del tardofranquismo al final de la transición
Desde los nuevos media surgidos en la segunda mitad de los 70 y desde unas pocas redacciones de medios ya existentes, se fomentó el advenimiento de la democracia, un modo de informar abierto y con pulso en la calle y en los movimientos sociales, sindicales y políticos tardíamente legalizados Se conquistaban espacios de libertad y se entendía el periodismo como un mandato social. La profesión alcanzó un prestigio social significativo. No pocas informaciones fueron judicializadas, pero se impuso, en general, el criterio de la libertad de expresión y prensa.
En el interior de los media se produjo una dualidad de poder entre redacciones y consejos de administración, algunos de ellos del viejo régimen. Algunas direcciones de medios representaban más a la plantilla que al Consejo de Administración. Se elaboraron estatutos de redacción. El periodismo joven ocupó puestos en las asociaciones de la prensa. Los media se reconvirtieron ante la gran demanda informativa, y los que no lo hicieron fueron abocados al cierre en poco tiempo[2]. Se mejoraron los salarios y sistema de trabajo. Se empoderó el estamento periodístico.
Era un periodismo con una agenda influyente. La profesión periodística tenía la función de nueva clase intelectual, con discursos propios, que compraban incluso las fuerzas políticas, aún carentes de idearios definidos y de experiencia, aunque para el final de la transición, los partidos ya se habían hecho con el mando de la agenda, lo que se acentuaría con posterioridad. A diferencia de Catalunya –con Avui (1976) y El Punt, en Girona (1979)- la prensa diaria en euskera no existía aún.
B) De 1983 hasta el Pacto de Ajuria Enea de 1988
Como novedad de este periodo, se normalizó el poder de los consejos de administración sobre las redacciones. El desencanto social también contagió a las redacciones. Se informaba conforme a pautas europeas, con distancia sobre los acontecimientos. Los mecanismos de funcionamiento redaccional eran estables y las normas profesionales socializadas, de tal modo que enmarcaban, pero no paralizaban, la autonomía del periodista. A eso se le llamaba la ideología profesional. Con todo, se ofrecía un periodismo clásico, y no de periodo de excepción y de intervención del Estado, como el que se produjo después. En 1983 se ensayó el autogestionado y de izquierda La Voz de Euskadi (Gipuzkoa) pero cierra en 1985. Las Hoja del Lunes de Donostia y de Bilbao cierran en 1983 y en 1984 irrumpe ETB.
Esta etapa acaba en 1988. ETA realiza el atentado de Hipercor en junio de 1987. Ya en noviembre el Congreso de los Diputados aprobó el Pacto Antiterrorista. En enero de 1988 se firmó el Pacto de Ajuria Enea, entre todas las fuerzas vascas, a excepción de Herri Batasuna (HB, en adelante), lo que marcó un antes y un después en la “lucha antiterrorista” e influyó notablemente en la orientación de los medios de comunicación.
Al final de esta etapa, frente al periodismo de reportaje y calle, se impone el periodismo de mesa, normalizado y collage de comunicados, así como usufructuario de las informaciones de poderosos gabinetes de prensa institucionales y empresariales.
C) Desde 1989 hasta el final del acuerdo de Lizarra en diciembre 1999: periodismo de excepción
El nuevo contexto político estuvo marcado por los efectos del pacto de Ajuria Enea, la estrategia Oldartzen de confrontación por parte de HB (1994), el primer gobierno Aznar (1996-2000), y el acuerdo de Lizarra y su final (1998-1999). El tratamiento informativo del asesinato del concejal del PP en Ermua, Miguel Ángel Blanco, fue el catalizador de anteriores tendencias comunicativas. En el plano informativo se instaló un periodismo de excepción y consigna, de alianza de los media con el Estado, especialmente acentuado desde el primer Gobierno Aznar, un modelo de periodismo propagandista propio de situaciones excepcionales (Garzia, Idoiaga y Zallo, 1999).
La idea de “todo es ETA” llevó a criminalizar a franjas sociales enteras, inaugurando los procesos de ilegalización de partidos y de medios de izquierda abertzale (cierre de Egin, 1998) y estigmatizando a la sociedad civil independiente; todo el nacionalismo pasaba a ser cuna y cómplice objetivo del terrorismo, lo que movió a la reacción del PNV (propuesta Ardanza) y al pacto de Lizarra en 1998; la identificación del Estado con eL Estado de Derecho conllevaba la negativa a consultas democráticas que pudieran cuestionar su integridad. Se proscribió todo lo que sonara a paz, diálogo, integración, respeto a derechos humanos, crítica, consulta, etc.
Los media –ya estaban operativas las TVs privadas- unificaron la línea editorial, los enfoques de opinión y los tratamientos informativos en torno a la política de Estado. La información periodística abandonó su teórica función de mediación entre acontecimientos producidos y conocimiento social, y se convirtió en parte de los propios acontecimientos, sin informar adecuadamente sobre ellos. No era militantismo informativo a favor de la democracia, sino a favor de soluciones y actuaciones policiales contra la izquierda abertzale e incluso el PNV, al acusarle, de responsable último de la violencia por suponerla innata al nacionalismo vasco.
Se aceleró el columnismo de exabruptos y obsesiones de algunos periodistas y colaboradores y en tertulias, que sólo podían tener el calificativo de hate media. Era una utilización directa de la información como arma de intervención, supeditada a intereses políticos, mostrando una preocupante degradación de la actividad periodística.
También los servicios informativos de EITB hicieron información sectaria: se falsificaron manifiestamente datos de asistencia a las manifestaciones de la izquierda abertzale, o se minimizaron hechos graves contra los derechos humanos. EITB pasó a ser convocante de las manifestaciones y concentraciones. Curiosamente solo cambió a un periodismo más convencional tras el Pacto de Lizarra.
Sin duda alguna, la actitud militante, y no neutral, de la profesión periodística está más que justificada en los casos de racismo, xenofobia, fascismo, golpismo militar, terrorismo y otras prácticas contrarias a los derechos humanos y a las libertades. Pero aún en ellos, requiere unos criterios que de ninguna forma se respetaron en la información sobre la violencia en el contencioso vasco: asimilar cualquier reivindicación con el terrorismo y la pérdida de proporcionalidad en la valoración de hechos.
El periodismo convencional miró para otro lado en casos de muertes injustificables (y, por lo tanto, asesinatos) de militantes de ETA, o de torturas sistemáticas denunciadas, o de aislamientos y dispersión de presos, de penas exageradas por quemar cajeros etc. La militancia democrática del periodismo se suspendió en forma de silencio sobre estas violaciones, porque se las producían al “enemigo”. Al Código Penal del Enemigo le acompañó un Periodismo del Enemigo.
También se despojaba a la militancia de ETA (y a diferencia del IRA) de cualquier atributo humano: pura criminalidad sin vinculación a una reivindicación política democrática, no olvidemos reclamada por una mayoría de la sociedad vasca. Y cuando se recordaba esto, se decía que la sociedad vasca había degenerado o era cómplice porque compartía los fines de ETA.
La izquierda abertzale, y los medios de comunicación afines a ella, expresaron en el extremo contrapuesto el proceso de polarización. Terminó entrando abiertamente en un enfrentamiento directo no sólo contra el sistema de medios de comunicación, sino contra los profesionales que, en mayor o menor grado, parecían establecer su actividad profesional en concordancia con el Pacto de Ajuria Enea. Una nota de prensa de HB (30-09-93) –en plena etapa Oldartzen– llegó a calificar a los y las periodistas como “terroristas de bolígrafo” y llamaba, a los profesionales “honestos”, a “que desarrollen un compromiso de denuncia” contra ellos. Se ganó que 200 profesionales lo denunciaran públicamente. Reflejaba una visión conspirativa, amenazadora y sobrevalorada del rol de los medios.
En la época, se dieron cita varios paradigmas que, en principio, responden a lógicas distintas: espectacularización, manipulación política, periodismo de trinchera, espiral de silencio e intelectualidad legitimadora.
a) En la espectacularización el problema de las causas sociales y políticas del terrorismo no tiene relevancia: se enfatizan elementos psicopatológicos de los terroristas (son asociales, desequilibrados, sanguinarios, mafiosos o delincuentes) y las noticias tienen un tratamiento sensacionalista.
b) El paradigma de la manipulación política se produce en un marco de colaboración entre los media y las “agencias de control social” (Estado, policía, jueces) con la exigencia de más “mano dura”.
c) El periodismo de enfrentamiento social y arma para la confrontación política se produjo en su expresión máxima produjo en los meses siguientes a julio de 1997. Era un periodismo de estado de excepción (Ramírez de la Piscina Tx. e Idoiaga Petxo (2002).
d) La solución al problema de la violencia armada mediante el aislamiento político y social de la izquierda abertzale, simbolizada bajo la imagen mediática del espíritu de Ermua, era la única opinión que se podía mantener y defender en público en julio de 1997 y meses siguientes y señalar lo contrario podía provocar aislamiento social. La Espiral del Silencio (Noelle– Neuman, 1995) se impuso, aunque solo duró un año en la sociedad vasca, dada la opinión general de una salida política negociada. Eso es lo que el acuerdo de Lizarra vertebró poco tiempo después. En cambio, hubo unanimidad en la opinión pública española en sentido contrario. Una fractura de universos perceptivos.
e) La intelectualidad mediática. Algunos intelectuales mediáticos vascos legitimaron la degeneración de la información en clave de manipulación política. Dieron carta democrática al uso de la información como instrumento de intervención política confluyente con el Ministerio del Interior.
En suma, de las tres posibilidades que tenían los media para actuar -antenas repetidoras del Estado, función intermediaria y búsqueda activa de la paz- eligieron la primera.
Con todo, la subordinación de los media al Estado no impedía cierta autonomía de los media, con sus intereses y necesaria legitimación social. Así, por ejemplo, el destape de escándalos como el del GAL y el “terrorismo de Estado”, lo hizo la prensa, lo que le honra como periodismo responsable, mientras que todos los partidos, incluido el PNV, no denunciaron su origen (el Ministerio del Interior) cuando se produjo (1983-1987). Solo formó parte de la agenda política de los partidos en la década siguiente, una vez sustanciado en tribunales uno de sus casos más leves: el secuestro de Segundo Marey.
D) 2000-2011: La ofensiva antinacionalista: periodismo sectario
Aunque esta fase no tiene grandes rasgos distintivos en comunicación respecto a la época anterior, salvo el traumático cierre de Egunkaria, sí se exacerbaron los rasgos de periodismo de excepción y, desde luego, había cambiado el contexto político.[3]
En esta fase continuó la vulneración de las normas más tradicionales del periodismo respecto a la diferencia entre información y opinión, verificación de fuentes, contrastación de datos, el uso de filtraciones falsas del Ministerio del Interior, la intromisión en la vida personal.
Cabe así diagnosticar la caída mediática en la propaganda bajo la razón de Estado con una lógica de trinchera y de amigo/enemigo también en todo este periodo.
E) Desde el cese definitivo de la violencia de 2011 a nuestros días: los relatos
El modo en que se produjo el desarme de ETA (por iniciativa de la sociedad frente a un Estado que se lavó las manos porque no quería recoger armas ni desmantelar arsenales) fue un auto-desarme, amparado por un esfuerzo de imaginación colectiva en Baiona (2017); de hecho, un empoderamiento social (un “yo me hago cargo”), que creó una pista de aterrizaje para el fin de una de las violencias más largas de Europa.
El proceso vasco de paz, al no haberse acordado, ha sido inédito, unilateral, voluntarista… Y al igual que el desarme lo facilitó la sociedad civil, la construcción de la convivencia también está a su cargo ante la inhibición de la clase política y mediática.
También trajo un re-centramiento en la llamada “batalla del relato”, de fijación de una interpretación y un imaginario sobre lo acontecido en las últimas décadas y los aprendizajes consiguientes. Sin embargo, no hay relatos compartidos al respecto y hay riesgo de que, a falta de debates reales, se traduzcan en meros adoctrinamientos, sin matices ni contextos de una y otra parte, desde la lógica punitiva y desafiante de vencedores y vencidos, de una parte, y de la ausencia de autocrítica, de la otra.
De este modo están retrasando una verdadera construcción de la paz. El rol de los media está siendo nulo. Solo le recuerdan a Sortu su pasado y las efemérides de la pléyade de asesinados en estas décadas mantienen abiertas las heridas.
Desde abajo se ganan posiciones de construcción de la paz y de cambio social, dejando en evidencia, además, que el Estado no puede huir ocultando sus graves errores y vulneraciones de derechos humanos y libertades políticas.
El Estado nunca ha aceptado que en el País Vasco hubiera dos conflictos, uno político y otro de violencia, y que siendo distintos estaban relacionados. Contra toda evidencia el primero lo ignoraban, pero no tenían más remedio que gestionarlo acordando políticas con el PNV. Por su parte, y también contra toda evidencia, la izquierda abertzale se esforzaba en señalar que eran el mismo conflicto (cuando realmente la cuestión nacional trascendía a ETA y ésta tenía un conflicto particular con el Estado por la vía violenta que había elegido) y que, además, lo era con el Estado Español, ignorando que también lo era interno, dentro de la sociedad vasco-navarra.
Los episodios sórdidos aun no son accesibles. Sigue pendiente la nueva y nonata Ley de Secretos Oficiales. Hay imaginarios mayoritarios diametralmente opuestos entre País Vasco y Catalunya, de un lado, y en el resto del Estado, de otro. La violencia de ETA acabó en fracaso estratégico, pero no una derrota militar con desaparición de su imaginario. Su corriente más afín, la izquierda abertzale, sigue siendo una parte poderosa, votada e imprescindible del país, pues tiene su proyecto y hace un esfuerzo de acomodo y de respetabilidad como socio del Gobierno Sánchez.
El rol de los media en esta fase de sanación (Lederach 1998), reparaciones y convivencia también es negativo. Tienen un tratamiento rutinario, dejá vu, en ocasión de las frecuentes efemérides sobre los asesinatos o sobre los acercamientos de personas presas a cárceles de la Comunidad Autónoma Vasca o de Navarra.
Conclusiones: No hubo Peace Journalism
Cotejando estas etapas con los principios del Peace Journalism comentados al principio, y salvando individualidades, cabe hacer un balance de la comunicación política en estas cinco décadas en el País Vasco.
- Básicamente el sistema mediático redujo el doble conflicto vasco -la cuestión nacional y la cuestión de la violencia- a un solo conflicto con dos solas partes (ETA- Estado) planteado, además, como mera dicotomía de Violencia contra la Democracia. Nunca se reconoció que hay problema vasco como tal, se lo reducía, aun hoy, a una pretensión nacionalista. Por ende, no se buscaron soluciones; a lo más, arreglos.
- La fuente informativa preferente fue el propio poder, que secaba el resto de fuentes, tenidas como no funcionales al Estado que, en la fase más crucial (1998 -2011), forjó un pensamiento único y de propaganda en un clima de “a por ellos”; y sin puentes. Se los eliminaba: Ernest Lluch, por parte de ETA; Egunkaria como periodismo independiente, por parte del Estado. Hubo periodistas perseguidos y perseguidas.
- El sistema informativo no brindó profundidad y contexto. La irrupción de una intelectualidad mediática, con origen remoto en la izquierda, defensora incondicional del Estado, fue muy sobredimensionada en su representatividad universitaria, y sus mensajes simplistas hicieron mucho daño para la apertura de procesos de diálogo.
- Las víctimas de la violencia de ETA solo aparecieron tardíamente. Habían sido ninguneadas por todos los agentes, incluido el Estado. Y cuando aparecieron fueron instrumentalizadas. Las víctimas del otro lado apenas si aparecen.
- El sensacionalismo, la manipulación, la parcialidad, la imagen de unanimidad, la verdad absoluta… exacerbaron los conflictos. Hubo periodismo de trinchera. En los momentos de conversaciones (Argel, Loiola), los media dominantes las obstaculizaban.
- En los media dominantes no se encuentran propuestas de paz, ni de canalización del conflicto a lo largo de 50 años; y, en cambio, fue un suministrador de munición dialéctica. Se hizo periodismo de Estado. Y en la prensa de izquierda abertzale se hizo periodismo acrítico con ETA -como si fuera un fenómeno meteorológico- y de minimización de sus atentados.
- No se respetaron los principios éticos profesionales de precisión, veracidad, equidad y respeto por los derechos humanos.
- Los media dominantes sacrificaron a la razón de Estado la contribución a la democracia, a la diversidad y a los derechos humanos, más allá de su asunción formal.
En suma, el sistema mediático dominante obstaculizó la pacificación, la normalización, la convivencia y la canalización del conflicto político de fondo.
A futuro y como claves para la no repetición de lo que ocurrió, siguen pendientes -y se avanza poco-: la memoria cabal de lo acontecido; la justicia restaurativa y, en su caso, transicional que está en pañales, y que se ha traducido solo en el fin de la dispersión penitenciaria; se echa de menos la humanización de situaciones revisando las excepcionalidades jurídicas y judiciales o la instauración del principio de igualdad ante la ley y que corrija la impunidad de la violencia de estado; los relatos no se cruzan sino que se han ensimismado; la participación ciudadana en los procesos de reconciliación y sanación son reales pero minoritarios; y, finalmente, las salidas democráticas de resolución de los conflictos de fondo ni se atisban tras aquel trampantojo de “sin violencia todo es posible”. No es un buen balance.
Notas:
[1]Destacan Wolfsfend (1997), Espinar y Hernández (2012: 182) recogen un decálogo de mandamientos a partir de Tehranian (2002). Center for Global Peace Journalism http://professoryoungblood.blogspot.com).
[2] En Euskadi desaparecieron La Gaceta del Norte, Hierro, La Voz de España, Unidad..
[3] Victoria de Ibarretxe sobre el intento de sorpasso de Mayor Oreja–Redondo Terreros en 2001; propuesta de consulta y de nuevo estatuto de Ibarretxe a lo largo de la década al calor de los referendos de Quebec (1980 y 1995) y de sus soportes jurídico-doctrinales; tregua de 2005 y preacuerdo de Loiola con PNV y PSOE fracasado por el desmarque de ETA con posterior cuasi ruptura entre ETA y la izquierda abertzale; ilegalización de candidaturas de izquierda abertzale con lo que habrá gobierno vasco socialista con apoyo del PP (2009-2012) y alto el fuego definitivo en 2010/2011.
Bibliografía
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-Zallo, Ramon (2023) “La comunicación en tiempos de violencia política: el caso vasco”. Revista Cuadernos de Información y Comunicación (CIC). Ediciones Complutense. Vol. 28. 04-09-2023. https://doi.org/10.5209/ciyc.89172
09/10/2023
Ramón Zallo Elguezabal, catedrático de Comunicación Audiovisual en la Universidad del País Vasco.
Fuente: https://vientosur.info/ha-habido-periodismo-de-paz-en-el-conflicto-vasco/
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