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Entrevista a Orlando Pérez Sánchez, director del diario El Telégrafo de Ecuador

«Haciendo periodismo público, responsable y sin mentiras hemos ganado credibilidad»

Fuentes: Cronicon.net

La experiencia del diario El Telégrafo de Ecuador resulta aleccionadora de cómo un medio público que trabaja con responsabilidad y compromiso social puede consolidarse dentro de la industria mediática que en los países de América Latina y buena parte del mundo está concentrada en sectores privados monopólicos que defienden a capa y espada sus intereses […]

La experiencia del diario El Telégrafo de Ecuador resulta aleccionadora de cómo un medio público que trabaja con responsabilidad y compromiso social puede consolidarse dentro de la industria mediática que en los países de América Latina y buena parte del mundo está concentrada en sectores privados monopólicos que defienden a capa y espada sus intereses económicos y corporativos. En la patria de Eloy Alfaro el diario El Telégrafo, hoy bajo la dirección del experimentado periodista Orlando Pérez Sánchez, ha logrado posicionarse en la opinión pública de tal manera que actualmente es el tercer medio escrito de mayor circulación nacional. Un periódico que es del Estado y que la oposición al gobierno del presidente Rafael Correa trata de descalificarlo señalándolo como vocero oficial del régimen, lo ha conseguido gracias a que realiza su actividad periodística con seriedad, responsabilidad y calidad, pero sobre todo asumiendo como sagrado su compromiso de responder al interés ciudadano. Y es que en el Ecuador el periodismo de los medios privados y comerciales está degradado, o mejor prostituido para ser exactos. Estos medios no son de información sino de intereses. Por eso es que el propio presidente Correa los confronta, los critica y los califica de «prensa corrupta», y pide a los ciudadanos que como sanción no adquieran esta bazofia. Esos medios privados asumieron el rol de los desprestigiados, decadentes y corruptos partidos políticos ecuatorianos que llevaron a la «triste y larga noche neoliberal» a este país de algo más de 12 millones de habitantes. Simplemente ahora cumplen el melancólico papel de defender los antiguos privilegios de sectores plutocráticos a los cuales pertenecen y el statu quo, para lo cual mienten, calumnian, difaman, distorsionan la realidad, injurian, manipulan, insultan y tratan de erigirse como jueces y portadores de la verdad. Claro, su verdad.

Quien observe desapasionadamente la realidad del periodismo privado ecuatoriano termina asqueado por la manera como se está ejerciendo la profesión. Esos medios simplemente son instrumentos propagandísticos que han creado sus propias agremiaciones para defenderse de una supuesta limitación a la libertad de prensa, como por ejemplo la Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos, cuyo vocero, muy bien remunerado, aprovecha cualquier escenario nacional e internacional para vociferar contra el gobierno de Correa y defender los intereses oligopólicos y concupiscentes de sus mandantes mediante un desgastado discurso según el cual se está pisoteando en el Ecuador las libertades públicas. Estos mismos sectores oligopólicos han prefabricado toda una matriz mediática que difunden internacionalmente para hacer creer que el gobierno ecuatoriano limita la libertad de prensa y expresión. Para ello no solo se valen de instituciones de dudosa reputación como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y Reporteros sin Fronteras vinculadas estrechamente con la CIA estadounidense, sino que promueven sus propias organizaciones como Fundamedios, entidad que funge como promotora de las libertades periodísticas pero que en realidad sirve de defensora oficiosa de los intereses de sus auspiciantes económicos y al mismo tiempo de informante acuciosa de la embajada norteamericana en Quito.

Esta «prensa corrupta» como la denomina Correa se opone férreamente a la democratización de los medios en Ecuador y por eso se va lanza en ristre contra la Ley de Comunicación que cursa actualmente en la Asamblea Nacional porque ve afectados sus mezquinos intereses. Busca por todos los mecanismos a su alcance que en este país se adopte el modelo de concentración de propiedad mediática como en Colombia, donde el principal banquero, Luis Carlos Sarmiento Angulo acaba de adquirir la totalidad accionaria del diario El Tiempo y que el espectro electomagnético solo lo aprovechen dos empresas oligopólicas como RCN y Caracol. Al tenor de esta feroz batalla mediática se consolida paulatinamente El Telégrafo, diario público, de propiedad del Estado, aunque deba autosostenerse financieramente. Buena parte de su éxito se debe a que la opinión pública ecuatoriana en una alta proporción ya no les cree a estos medios propagandísticos y de la difamación, y busca información veraz y contextualizada que es lo que brinda este periódico.

Para analizar el desarrollo de esta empresa periodística del Estado, el Observatorio Sociopolítico Latinoamericano www.cronicon.net dialogó con su director Orlando Pérez Sánchez, en la sede de Quito. El director de El Telégrafo es un periodista de amplia experiencia. Cuenta con estudios en Literatura y un diplomado en Gerencia de Medios. Fue Viceministro en la Secretaría de Pueblos, Movimientos Sociales y Participación Ciudadana y se desempeñó también como jefe de prensa tanto de la Asamblea Constituyente en 2008 como de la Asamblea Nacional (órgano legislativo). Autor de los libros Cuba, los años duros y La celebración de la libertad, una colección de entrevistas con escritores iberoamericanos, Pérez Sánchez está comprometido a fondo en convertir a este periódico en el más importante de su país en el mediano plazo.

Por un periodismo público, de investigación, profundidad y análisisComo los «latifundios mediáticos» en América Latina han generado una matriz según la cual el presidente Correa expropió o arrebató a la empresa privada el periódico El Telégrafo y no a los banqueros corruptos ecuatorianos, es preciso que nos explique cómo fue el proceso en virtud del cual este diario pasó del sector privado a manos del Estado ecuatoriano…  

– Concretamente El Telégrafo es un periódico de una larga trayectoria, de hecho es el más antiguo del Ecuador, acabamos de cumplir 128 años de existencia, pero a finales del siglo pasado y comienzos de éste estuvo en manos de un banquero llamado Fernando Aspiazu Seminario, propietario del Banco del Progreso que fue uno de los que se quebró en la crisis financiera. Al quebrar, ir preso y su banco terminar liquidado este periódico quedó como parte de pago para los cuentahabientes defraudados. El Estado ecuatoriano entonces lo que hace es confiscarlo para poderles devolver parte de sus ahorros a los depositantes y en 2007 se hace cargo no obstante que el periódico estaba devastado, pero se consideró necesario no perder la empresa ni el esfuerzo de sus trabajadores. Es así que a partir de 2008 el Estado se hace al 99% de las acciones del periódico y el 1% continúa perteneciendo a la familia Castillo que tradicionalmente fue dueña desde el siglo XIX. El diario en consecuencia se ha mantenido y la idea es la de irlo construyendo con un espíritu de periódico público y en ese proceso estamos. Hemos superado una crisis larga de casi diez años y desde el punto de vista periodístico se han dado resultados positivos, valerosos porque enfrentamos una competencia terrible. Desde el punto de vista económico nos encontramos resolviendo los problemas que eran de un diario completamente devastado, pagando deudas y superando la crisis financiera.

Usted asume la dirección del periódico en un momento de transición y hoy a mayo de 2021 se logra el punto de equilibrio. ¿Cómo ha sido este trabajo de consolidar a El Telégrafo como un referente periodístico en el Ecuador?  

– Este proceso tiene tres etapas: la primera que la dirigió Rubén Montoya en la que puso las bases y él hasta 2010 estuvo frente a la conducción del diario, se retiró porque no estaba de acuerdo con algunas decisiones que se tomaron desde el punto de vista empresarial; luego vino una fase de transición de la que hizo parte Edwin Ulloa y un lapso en que no hubo dirección; y una tercera es cuando asomo yo, primero en calidad de subdirector. A partir de ahí el propósito era institucionalizarlo, darle una estructura, desarrollar un proceso periodístico y de comunicación más sólido y en los últimos cuatro o cinco meses ya hemos consolidado tres líneas fundamentales: la primera, la línea editorial, autónoma, crítica e inteligente para trabajar en función de la reflexión de lo que está pasando en el país; la segunda, la parte periodística, es decir implementar y armonizar algunos procesos en varias de las secciones de manera que se estructuren como un todo integrado y no como islas separadas, logrando una fortaleza informativa, es decir, que tengamos una información de primera mano; y la tercera que no luce mucho pero que es en realidad la que nos ha dado fuerza es la de darle al periódico una identidad periodística de investigación, profundidad y análisis sobre la realidad y eso nos ha permitido publicar tres o cuatro especiales fuertes como por ejemplo todo lo que fue el negociado mal habido de las telefónicas en el Ecuador durante casi 20 años; o lo que pasó el 30 de septiembre de 2010 (revuelta policial contra el primer mandatario ecuatoriano), lo cual constituyó un punto de quiebre porque expusimos una visión de lo ocurrido independientemente que esté o no esté de acuerdo el gobierno de Rafael Correa, y creo que hicimos un buen trabajo periodístico sobre ese suceso. Además, estamos desarrollando unos escenarios de análisis como es por ejemplo el suplemento cultural de los domingos que es un espacio de profunda reflexión que no tiene otro periódico en este país. Aquí en el Ecuador se puede comprobar que el diario Hoy sale con Newsweek, ahora va a salir El Comercio con Gatopardo de México y algunos periódicos circulan con publicaciones de otros países. Nosotros tenemos una producción cultural e intelectual propia.

Efectivamente, en una de las últimas entregas del suplemento cultural reivindicaron la figura intelectual del sociólogo y ensayista ecuatoriano Agustín Cueva, por ejemplo…  

Agustín Cueva con toda la polémica que gira alrededor de él y que creo que es valioso reinterpretarlo, releerlo y resignificar su aporte.

Hablemos un poco del tratamiento periodístico. Cuando se menciona a El Telégrafo mucho gente lo asocia como el periódico del gobierno del presidente Rafael Correa. ¿Por ser del Estado hasta qué punto el periódico es vocero del gobierno?  

– Nosotros somos voceros tanto de las buenas como de las malas noticias. No somos voceros del gobierno ni de partidos políticos, tampoco de entidades, ONGs, ni nada por el estilo. Cuando hay malas noticias las publicamos. El Ecuador en los últimos tres o cuatro años ha tenido buenas noticias y hay cosas importantes, por ejemplo, hace pocos días se inauguró un puente en la localidad de Coca en la amazonía ecuatoriana que constituye un cambio impresionante para la gente. Nosotros publicamos en primera página la noticia sobre ese puente, los demás periódicos la ignoraron, pero también lo hacemos cuando ocurren malas noticias como ocurrió con las comisarías en Guayaquil, la subasta de medicinas en el Ministerio de Salud y en el Seguro Social, las cuales son motivo de escándalo para algunos medios. Lo que queremos es construirnos como un periódico público y eso implica tensiones fuertes. Una es que el financiamiento tiene que venir del Estado y nosotros no tenemos tal financiamiento, simplemente obtenemos préstamos que debemos pagar y para pagar tenemos que hacer un buen periódico, hacer producciones editoriales para lo cual contamos con una gran imprenta, imprimimos libros así como otros periódicos y de eso nos sostenemos. Por ser público el Estado debería darnos el sostenimiento.

Ustedes se autosostienen con la estructura con la que cuentan…

– Exactamente, y ahí tenemos una tensión de carácter económico, no obstante se ha divulgado de tal manera que creen que aquí recibimos plata de una caja fuerte que el Estado saca todos los días y nos financia, lo cual no es cierto y los periodistas que nos critican deberían ser mucho más responsables y revisar de dónde salen nuestras fuentes de financiamiento. Y la otra tensión es la parte editorial que es una de las cosas que hemos podido de alguna manera armonizar con los lectores. Se cree que todo lo que nos dice el gobierno nosotros lo publicamos y no es cierto. Otros creen que por ser público y estatal todo tienen cabida acá, entonces viene gente y nos dice que hay que publicarle un artículo o un reportaje, o la oposición que cree que si no ponemos la voz de ellos el periódico no tiene sentido, y sí publicamos la voz de ellos.

Trayendo a colación las experiencias de la BBC de Londres y Televisión Española que son estatales y que logran en buena medida un equilibrio informativo entre gobierno y oposición, ¿en su caso, cómo es el manejo para equilibrar las dos posiciones?  

– Nosotros lo que no hacemos es mentir, eso sí. Si viene un asambleísta de la oposición y nos da una noticia que algo anda mal y no está comprobada no la publicamos. En cambio otros medios de comunicación publican la denuncia y después resulta que ha sido todo falso pero se armado todo un escándalo. Nosotros hemos señalado y les he dicho a los periodistas que mientras no tengamos un respaldo documental, fáctico y con argumentos sólidos no publicamos, y al mismo tiempo hacemos lo mismo con el gobierno. Si el gobierno viene a acusar a la oposición sin argumentos, cosa que no ha ocurrido, tampoco vamos a publicar. Yo he preferido en algunos casos esperar a que nos prueben o nos demuestren aunque los otros medios saquen primero la noticia, en ese sentido hemos tenido que parar cosas. Entonces, el equilibrio es una cosa bastante relativa. Si nosotros le publicáramos todo a la oposición para ellos estaríamos haciendo buen periodismo, y en contraste el gobierno va a decir que estamos haciendo mal periodismo. Por eso en este periódico publicamos hechos confirmados y contextualizados.

Pero sí hay una orientación editorial, eso sí es clarísimo…  

– Nuestra orientación editorial apunta a ser un periódico público, es decir que vele por los intereses de la ciudadanía, de la sociedad, del interés público, que plantee y sostenga una agenda pública de lo que está pasando en el Ecuador.  

¿Y hay cabida para la crítica al gobierno?

– Por supuesto que sí, de hecho el Presidente de la República ha dicho me sacan la madre en el periódico, hay articulistas críticos del gobierno y hemos publicado cosas que a alguna gente seguramente no le guste.

¿En Ecuador hay autocensura?  

– La autocensura también es muy relativa, porque yo podría decir mañana escribo contra el gobierno y qué saco con eso, me hago más famoso o más interesante con la gente o soy crítico conmigo mismo. Yo creo que la autocensura nos atraviesa a todos en un momento determinado de la vida. Uno se autocensura cuando le dicen que hay que sacar una nota a favor de alguien y uno se cuestiona porqué tengo que publicarla así y no contar la historia de ese alguien. Pero además yo quiero destacar algo muy importante y es que nosotros estamos haciendo periodismo público no porque hacemos o dejemos de hacer política sino porque hacemos bien otras secciones del diario y los lectores nos felicitan por eso. Hacemos un buen periodismo deportivo, cultural, de crónica roja, de farándula, de sociedad, de comunidad, de ciudad, no hacemos sensacionalismo por sensacionalismo. Estamos abriendo unas corresponsalías y unas ediciones regionales en el sur y en el centro del país que arrancan el próximo mes y eso nos va a garantizar que la gente nos lea.  

Es decir, están enfocados a hacer un periodismo de variedad temática…

Sí, estamos tocando temas que los otros medios no están tratando, como por ejemplo el deporte de alto rendimiento, porque no solamente es fútbol o estrellas de la farándula. En aspectos de sociedad hemos tratado el de la diversidad sexual o el de género, publicando buenos reportajes que los otros no hacen porque quizá existe una restricción en temas de homosexualidad o de etnias. Hicimos un reportaje sobre la interculturalidad que parecería ser una defensa a ultranza de los indígenas, elaboramos una nota súper crítica en torno de este tema mostrando las diversas posiciones: de izquierda, derecha, gobierno, movimientos indígenas y sociales porque es un debate fuerte que está sobre el tapete y nosotros hemos promovido. Y lo último que es llenar un vacío de información que en este país lo hicieron los medios privados que es el tema de los Wikileaks, justo estoy trabajando la nota sobre el cable que se refiere al plan que tenía la embajada de los Estados Unidos en Quito para el diseño de sociedad y de democracia para el Ecuador, con puntos, con avances y con todo. ¿Desde cuando acá la embajada de los Estados Unidos diseña lo que tiene que ser el Ecuador? Que lo hagan en su país que tiene graves problemas.

Sin embargo quisieron asesinar al mensajero, porque los periodistas de los medios privados comprometidos en pasar información a la embajada norteamericana para la ejecución de ese plan, cuando se vieron descubiertos tras la publicación de los cables de Wikileaks no tuvieron más remedio que injuriar al director de El Telégrafo. Como si usted hubiera escrito los cables…  

– Exactamente. En este tema sí voy a ser muy frontal: estos periodistas se desnudan por sí solos, porque nos están pidiendo primero libertad de expresión en el Ecuador y ello implica publicar lo que uno crea conveniente y así lo manifestaron en los últimos tres años. Cuando nosotros ejercemos ese derecho de publicar y ejercer la libertad de expresión y la libertad de prensa, resulta que para ellos ya no es válido. Además, esos periodistas no tienen porqué reclamar a El Telégrafo sino a la embajada de los Estados Unidos porque utilizó sus conversaciones, comentarios, referencias, artículos para reportes a Washington. Tendrían que ir a reclamar porque la embajada los estaba utilizando. Nosotros nunca descalificamos a los informantes, dijimos lo que la embajada dice y ellos no lo han negado. No han negado que sostuvieron esas conversaciones con personal de la sede de la embajada de Estados Unidos en Quito. Que la opinión pública y la ciudadanía juzguen.

Toda la manipulación mediática por parte de las empresas periodísticas privadas ha permitido a mi modo de ver una madurez en el pueblo ecuatoriano, pues estos periodistas informantes de la embajada estadounidense que además estaban al servicio de intereses económicos muy puntuales y eran los portavoces de banqueros y sectores financieros han terminado relegados a un segundo plano, han perdido credibilidad. La gente ya no les cree y han perdido audiencia. ¿Estoy bien enfocado en esta apreciación?

– Lo que sí puedo comprobar es que ahora a nosotros como diario El Telégrafo nos creen más porque podemos demostrar que han subido las ventas, se ha incrementado la circulación, han crecido las entradas en la página web y además es un reto satisfacer la demanda de periódicos que tenemos en la calle ahora. En cambio lo que sí ha pasado es que los otros periódicos tienen curvas de caída, como lo demuestran los últimos estudios. Tanto El Universo como El Comercio registran caídas impresionantes en circulación y sus montos de inversión publicitaria siguen cayendo. Nosotros en contraste hemos subido en forma sostenida, lenta y contamos con unos lectores conscientes de lo que están comprando. Porque no compran El Telégrafo para buscar publicidad o para encontrar temas de farándula, lo adquieren para leer temas de fondo. Hemos aumentado las cartas al Director, estábamos publicando una o dos al día, ahora son cinco por día y nos falta espacio para dar más cabida. Si esos periodistas que se pasaron a la política perdieron credibilidad, nosotros hemos aumentado porque estamos haciendo periodismo muy responsable, muy comprometido con la sociedad, con la palabra y con la gente y lo hemos hecho sin postular ninguna bandera, ninguna consigna.

¿A mediano y a largo plazo cuál es el reto de El Telégrafo para la consolidación de un medio público como éste?

 – El gran reto para nosotros es convertir a El Telégrafo en el mejor periódico del Ecuador, para lo cual debemos hacer el mejor periodismo posible, tenemos que llegar a la mayor parte de gente y una tercera condición que es muy importante, que la gente comente, discuta, reflexione y debata sobre lo que nosotros publicamos. Y al mismo tiempo que nosotros podamos publicar lo que la gente comenta y discute sobre su vida cotidiana y que la vida del país sea reflejada en el periódico y que el periódico también acompañe los procesos de la gente para cambiar y confrontar la realidad, y al mismo tiempo que nosotros podamos tener un espacio donde las ideas circulen, se proyecten y se retroalimenten constantemente. Ese día diré hasta ahí llegamos porque ya es bastantísimo haberlo hecho. Más allá de que vendamos o no vendamos, porque a veces nos dicen es que no se vende, pero es que nuestro interés no es el lucro. Nosotros no estamos haciendo un periódico para ganar plata, si no vendemos tendremos que sostenernos de otra manera, pero el periódico tiene que sostenerse por esa condición fundamental.