«Cuando triunfan los medios de masas, el hombre muere». Con estas palabras Umberto Eco, el afamado escritor y semiólogo italiano, explica que los medios de comunicación, no son meros portadores de una ideología, sino que en sí mismos representan una. Pero poco sabemos de quienes implantan estos ideales en la sociedad. Si miramos hacia atrás, […]
«Cuando triunfan los medios de masas, el hombre muere». Con estas palabras Umberto Eco, el afamado escritor y semiólogo italiano, explica que los medios de comunicación, no son meros portadores de una ideología, sino que en sí mismos representan una.
Pero poco sabemos de quienes implantan estos ideales en la sociedad. Si miramos hacia atrás, vemos que quien maneja las ideologías o modelos mentales de una sociedad es quien señala el camino y maneja el contexto de ésta: San Agustín para el cristianismo; Hitler para los nazis; Proudhon de la pequeña burguesía. Ellos incitaban a ver el mundo de una manera determinada que viene a ser idealizada y codiciada. En contrapunto, quienes se oponen a la actitud generada por esta conducta, son juzgados como rebeldes por los medios tradicionales de comunicación, casi a un paso de ser peligrosos. El «Caso Bombas» vivido por los anarquistas en Chile nos deja ese sabor.
Más allá de la actualidad noticiosa nacional, Eco propone que hay una forma de devolver a los seres humanos una cierta libertad frente al fenómeno total de la comunicación: la guerrilla semiológica. «Si he hablado de guerrilla es porque nos espera un destino paradójico y difícil, a nosotros, estudiosos y técnicos de la comunicación: precisamente en el momento en que los sistemas de comunicación prevén una sola fuente industrializada y un solo mensaje, que llegaría a una audiencia dispersa por todo el mundo, nosotros deberemos ser capaces de imaginar unos sistemas de comunicación complementarios que nos permitan llegar a cada grupo humano en particular, a cada miembro en particular, de la audiencia universal, para discutir el mensaje en su punto de llegada, a la luz de los códigos de llegada, confrontándolos con los códigos de partida (…) Cu idado: no estoy proponiendo aquí una nueva forma de control de la opinión pública, todavía más terrible. Estoy proponiendo una acción para incitar a la audiencia a que controle el mensaje y sus múltiples posibilidades de interpretación». Es decir, nos invita a discutir, criticar, pero no a recibir el mensaje en forma pasiva.
Los medios de comunicación, cumplen su rol básico y fugaz: describir la realidad social. Así los ciudadanos se informan de forma objetiva y expedita de la contingencia nacional e internacional que rodea sus vidas. El individuo entra en una interacción de ideas y responde al llamado que hacen los medios a sus sentidos, lo que permite que la acción mediática sea rápida y eficaz.
La función de los medios masivos es atraer e influenciar la opinión individual y colectiva aunque ello conlleve dejar de lado la veracidad. En este sentido el juego de lo fugaz y la problemática de la objetividad, intentan modelar la opinión pública y la mayoría de las veces tienen éxito.
La objetividad es parcelada, ya que está fijada, en su mayoría por una élite mediática (editores, corporaciones, empresarios). Las informaciones que nos llegan por los distintos soportes no exponen el suceso, sino que lo transforman para cumplir ―al menos― con dos objetivos, el político y el financiamiento, no siempre claros para el receptor.
Inconsciente colectivo
El «New media order» a la chilena en la televisión está reconfigurado por las recientes adquisiciones de Canal 13 y CHV, por el grupo Luksic y el coloso norteamericano AOL Time Warner, respectivamente. De éste último, es dueño el magnate Ted Turner, quien posee además los canales CNN, Cartoon Network, TNT, TCM; las revistas Time, People, Sports Illustrated, Fortune, Life; y Warner Bros y New Line Cinema, dos de las productoras de cine, televisión y animación más exitosas. A Eco le habrían preocupado las transacciones, ya que explica que «cuando el poder económico pasa de quienes poseen los medios de producción a quienes tienen los medios de información, que pueden determinar el control de los medios de producción, hasta el problema de la alienación cambia de significado».
Esta situación deja a nuestra televisión «pública» en sintonía con las líneas editoriales del resto de las estaciones. Pero ¿Deseamos las ideologías que representan los medios masivos en Chile? Veamos el caso de EE.UU.
Hollywood difunde y promueve el «estilo de vida» norteamericano a través de valores globales como la libertad del individuo, la probabilidad de enriquecerse y la intención desinteresada de ayudar al necesitado.
Con esta dinámica se infieren dos cosas: las ganas de conseguir estos valores y la defensa de ellos. En el inconsciente colectivo, esa protección está fuertemente ligada a la idea de que el «gringo» es el único que puede realizarla.
Por medio de la exposición repetida de este tipo de situaciones, en nuestro inconsciente se generan aseveraciones estereotipadas. Por ejemplo: el protagonista de la película, si ha sido un rebelde social o un mal modelo, muere al terminar el film. La primera imagen que se me viene a la mente es el final de «Busco mi destino» (Easy Rider).
Los villanos de la historia han ido evolucionando a través de los tiempos según las necesidades yanquis, tales como los indios, mexicanos, italianos e irlandeses. En la ideología global fueron los nazis, fascistas italianos y japoneses. Luego los vietnamitas y después los soviéticos y cubanos. Más tarde aparecieron los latinos o más bien los colombianos y por estos días figuran los árabes.
La intervención mediática consiste en que siempre hay un norteamericano o muchos que ayudan a los desprotegidos a luchar en contra de los villanos. Así se acentúa la necesidad de dependencia del mundo de las fuerzas militares de EE.UU.
Trinchera, riqueza y censura
Existen otras intervenciones que también influyen en la libertad frente a la comunicación como el colonialismo informativo (desde las capitales hacia las regiones) como elemento de dominación, pero me detendré en la distribución de la riqueza, porque en Chile la situación raya al límite de lo perverso. Cuando hay inequidad en la distribución de la riqueza ―como en Chile― se contribuye a la uniformidad, porque la imagen del mundo que se presenta a la gente no tiene la más mínima relación con la realidad, ya que la verdad sobre cada asunto queda sepultada bajo montañas de mentiras. Cuando éstas no funcionan y la permisividad falla, gana terreno la censura ya sea impuesta en forma vertical, desde los gobiernos a los medios o la autocensura. En el primer caso, las noticias pasan por un filtro que indica qué y cómo publicar; en el segundo, existen sobreentendidos de lo que es conveniente dejar de lado para proteger los intereses de la estación televisiva o de los empresarios.
Por esto, los medios independientes y la «guerrilla semiológica» se presentan como dos oportunidades para combatir la potencialidad de controlar «el mensaje» y «ejercer influencia sobre la opinión de los usuarios y hasta directamente moldear su conciencia».
He ahí la importancia que reviste el desarrollo de nuevos medios, como trincheras contra la dictadura de los medios masivos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.