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Haro Tecglen

Fuentes: Apuntes del Natural

Lo mío no es la hipocresía, y uno de los comportamientos que más me desagradan es el de la gente que se sujeta en público al viejo dicho latino: «De los muertos sólo lo bueno». Aunque luego en privado eche pestes del finado. He dicho y escrito en varias ocasiones que Eduardo Haro Tecglen, fallecido […]

Lo mío no es la hipocresía, y uno de los comportamientos que más me desagradan es el de la gente que se sujeta en público al viejo dicho latino: «De los muertos sólo lo bueno». Aunque luego en privado eche pestes del finado.

He dicho y escrito en varias ocasiones que Eduardo Haro Tecglen, fallecido anteayer, no es que no fuera santo de mi devoción, sino que tampoco me parecía demasiado santo.

En mi criterio, ser «de izquierdas» -si algo significa eso a estas alturas- no es tanto cuestión de opiniones como de actitudes. Resulta incompatible ir de «rojo» y estar del lado del poder. Obviamente, no cabe trabajar para un gran oligopolio de la comunicación -de la manipulación- y ponerlo a parir, más que nada porque si lo haces te echan a la calle, y de algo hay que comer. Pero de ahí a salir públicamente en defensa del patrón cada vez que alguien le tose hay una considerable distancia. Y Haro la recorrió cada vez que se le planteó el dilema. Si es que consideró que había dilema.

Sólo coincidí con él en una ocasión, en la presentación de un libro sobre medios de comunicación, y aproveché para defender con cierta amplitud la tesis que acabo de exponer en las líneas anteriores. Lo hice sin señalar con el dedo, claro está, pero Haro se dio por aludido y me respondió que las reglas del juego son otras. Que el empleado no tiene más remedio que asumir la causa del empleador. A lo que yo repliqué que no es cierto. Y en ésas quedamos.

En fin, y por resumir: que no estábamos de acuerdo.

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