Hace menos de una semana, la editorial canadiense Thomson Corp. acordó adquirir Reuters por unos 17.200 millones de dólares, con lo cual están creando el mayor grupo de noticias y datos financieros del mundo. Con un 34 por ciento del mercado de información financiera, superará a Bloomberg LP, que tiene el 33 por ciento, según […]
Hace menos de una semana, la editorial canadiense Thomson Corp. acordó adquirir Reuters por unos 17.200 millones de dólares, con lo cual están creando el mayor grupo de noticias y datos financieros del mundo. Con un 34 por ciento del mercado de información financiera, superará a Bloomberg LP, que tiene el 33 por ciento, según la publicación del sector Inside Market Data.
Tom Glocer, presidente ejecutivo de Reuters, quien liderará al grupo combinado, dijo que Thomson-Reuters tendrá ingresos por más de 11.000 millones de dólares, un 60 por ciento de su negocio de información financiera y de noticias, que se llamará Reuters, y un 40 por ciento de sus mercados legales, tributarios y científicos, que se llamará Thomson-Reuters Professional.
Este es apenas el más reciente episodio en el proceso de monopolización de los medios de comunicación e información, casi siempre invisible a los ojos del público. Si en vez de la gran variedad de colores y formatos que vemos en los puestos de periódicos y revistas, en las librerías o en canales de televisión por cable, así como películas y grabaciones musicales en decenas de lenguajes, pudiéramos ver en su lugar las firmas corporativas de sus dueños, el paisaje cambiaría radicalmente con los nombres de unas pocas empresas multinacionales (a veces unos apellidos) que ahora dominan este campo.
Para el año 2000, eran ocho las corporaciones transnacionales que regían los medios en el mundo, de apenas unas 50 que llegan a participar en el mercado global. Todas realizaron alguna fusión, siendo las principales las siguientes:
· 1989 Time Inc. / Warner Communications
· 1993 Viacom Inc. / Paramount Communications
· 1995 Walt Disney Co. / Capital Cities/ ABC
· 1996 Time Warner / Turner Broadcasting
· Viacom Inc. / Blockbuster Entertainment
· 1998 MCI / World Com Sprint
· 1998 SBC / Communications Ameritech Corp.
· 1999 ATT / Media One Group
· 1999 ATT / TCI Tele-Communications Inc.
· 1999 Viacom Inc. / CBS Corp.
· 2000 AOL / Time Warner
· 2000 Vivendi S.A. / Seagram S.A.
También se debe resaltar, que no se trata de galaxias solitarias en el espacio de la comunicación sino de todo un cártel. Cada una de estas ocho megacorporaciones tiene acciones o acuerdos con por lo menos seis de las otras. Es decir, no son realmente competencia: gane quien gane, todos ganan.
En la lista de las 50 grandes transnacionales de la comunicación y la información, de dudoso honor para sus integrantes, aparecen cuatro grupos latinoamericanos: · Clarín – Argentina; · Cisneros – Venezuela; · Globo – Brasil; y · Televisa – México
Veamos un solo caso, como ejemplo del control oligopólico que ejercen estas empresas: Luego de su fusión, Time Warner y AOL controlan 28 Editoriales de libros, 38 Canales de Televisión (entre estos HBO, Cinemax, CNN, Cartoon Network y TNT), 15 empresas de Producción y distribución de televisión, 79 Revistas, además de diversos sitios de Internet (como AOL, Cumpuserve y Netscape), 170 tiendas de productos Warner en 30 países, parques recreativos, 2 productoras cinematográficas, y servicios telefónicos y de seguridad residencial y comercial por monitoreo.
Esquemas similares se imponen en cada uno de los países latinoamericanos, donde unos pocos grupos dominan totalmente el ámbito comunicacional.
¿De qué democracia, de qué diversidad en el pensamiento se puede hablar ante semejante panorama? Lo que impera hoy en el mundo es una feroz dictadura mediática, la principal y más contundente herramienta en la guerra imperialista por el control y el dominio de nuestras mentes, nuestros deseos y nuestros valores. Dijo el gran luchador sudafricano Steve Biko, que «El arma más potente en manos del opresor es la mente del oprimido».
Es por ello que todas estas corporaciones mundiales ambicionan controlar cada paso del proceso informativo, desde la creación del «producto» hasta los distintos medios a través de los cuales la tecnología hace llegar los mensajes al auditorio. «El producto», son las noticias, la información, las ideas, el entretenimiento y la cultura popular; el auditorio es el mundo entero.
Podemos decir, entonces, que la realidad puesta en evidencia en 1980 por el Informe McBride, que desmontó la falacia de la libertad de expresión y la mostró como una institución de control de la dictadura mediática de las corporaciones, es ahora mucho más grave y de mayor alcance: números en mano, podemos constatar que, hoy, el 85% de los contenidos a los que tiene acceso la población del planeta está en manos del complejo financiero de EEUU. Y la mayoría de productos nacionales repiten las mismas fórmulas, amplifican los valores capitalistas y consumistas y repiten sus posiciones ideológicas.
Veamos algunos otros datos contundentes:
· Los 8 estudios cinematográficos más grandes de Hollywood se reparten el 85% del mercado mundial de cine (ocupan 98% de la oferta en América Latina).
· 4 corporaciones estadounidenses se reparten el 85% del mercado mundial de la edición de discos.
· De los 10 escritores más traducidos en el mundo, 9 son de habla inglesa.
· A su vez, EEUU tiene un sofisticado sistema de protección en materia cultural: apenas importa en este sector un 2% de su consumo total.
Ya el Informe McBride señalaba que «la industria de la comunicación está dominada por un número relativamente pequeño de empresas que engloban todos los aspectos de la producción y la distribución, están situadas en los principales países desarrollados y sus actividades son transnacionales». Nada ha cambiado desde entonces.
Es plenamente vigente la denuncia realizada en Argel, en 1973, por el Movimiento de Países No Alineados, cuando subrayaba que «La acción del imperialismo no se ha limitado a los dominios político y económico, sino que comprende igualmente los dominios cultural y social, imponiendo así una dominación ideológica extraña a los pueblos en vías de desarrollo».
Para transformar esta situación, McBride proponía un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, que acabara con las asimetrías en el flujo informativo entre el primer y el tercer mundo y a lo interno de las naciones, y que garantizara la igualdad en el acceso y difusión de la información y el compromiso de los países más poderosos para revertir esta situación de inequidad en la comunicación. Este Nuevo Orden, basado en la igualdad de condiciones, debía contribuir al desarrollo de las naciones y pueblos.
Aunque concordamos con el objetivo, nos parece inviable el método de cambios jurídicos que propone el Informe McBride para tal fin: los monopolios comunicacionales son producto, en primer lugar, de la propia dinámica capitalista, que inevitablemente conduce a la concentración del capital en pocas manos, como ya lo explicaran Marx, Lenin y, sobre todo, Rosa de Luxemburgo. En segundo lugar, porque esos monopolios comunicacionales son herramientas indispensables para la dominación imperialista y, evidentemente, el imperio no renunciará a ellas pacíficamente.
Como dijera Emir Sader: «El orden capitalista requiere el silencio de los discursos alternativos, requiere que todos los que se manifiesten, lo hagan dentro del universo de sus discursos, en sus términos y sus alternativas, es decir, dentro del sistema de poder que dirigen.»
Además, estas grandes corporaciones mediáticas no son independientes: operan políticamente al servicio de los intereses de los grandes grupos económicos que los controlan. No hay libertad de expresión de la sociedad, sino libertad de manipulación para los propietarios de los medios, que actúan en razón de los intereses de las corporaciones que los dirigen.
Por eso, es insuficiente analizar el monopolio de medios sólo desde la perspectiva de la concentración mediática y de su impacto sobre el acceso a la información. Cuando se lucha contra la concentración de medios no se adversa sólo al conglomerado de canales, radiodifusoras y prensa, se adversa la corporación industrial y financiera que soporta y defiende el monopolio y el conjunto de intereses. Se adversa a las grandes potencias.
Los monopolios de la comunicación son estrategias complementarias orientadas a garantizar el control de los mercados, pero también de las sociedades, los procesos sociales, políticos, económicos, los gobiernos, las mentalidades.
Con mucha claridad, señaló Alfredo Jalife-Rahme que «Una televisora es un proyecto político de la más alta jerarquía, en el que se juegan los destinos de las naciones.»
Los medios hegemónicos desinforman y desactivan la capacidad de interpretación crítica de la realidad. Descomponen culturas e identidades, porque promueven valores ajenos a las culturas propias, reproducen valores y modelos de los países hegemónicos, buscan convertir al espectador en mero consumidor. Desarticulan, separando los intereses de los trabajadores, de los pueblos y de los movimientos sociales.
Es por ello que consideramos esencial entender que estamos inmersos en una Guerra, una guerra de liberación ante el proyecto hegemónico imperialista, en la cual la comunicación es uno de los principales campos de batalla.
En el estadio actual de la globalización la estrategia comercial es la guerra, las tropas imperiales son la plantilla laboral de la empresa, la dirección es el gobierno imperial tomado por las corporaciones. El objetivo es movilizar al aparato bélico, cuya meta es la dominación del territorio y sus habitantes, el control de los recursos.
Para ello, hay que garantizar el control de la información. Cuando el imperialismo toma la decisión de aniquilar la soberanía de los pueblos, también aniquila sus medios de comunicación, o los medios independientes. Durante la Guerra contra Yugoslavia, bombardearon TV de Serbia; en Irak, asesinaron a periodistas y expulsaron a través del gobierno de ocupación a Al Jazeera; en Líbano, bombardearon la sede de TV Al Manar.
Como han venido denunciando desde hace más de 20 años diversos estudiosos, como Noam Chomsky y Howard Zinn, la estrategia estadounidense de agresión a los países que no cumplen sus designios, se construye necesariamente a partir del control de la opinión de los ciudadanos de ese país.
Para Estados Unidos, la primera acción de cualquier guerra se inicia en sus laboratorios de control de la opinión. Eso ya lo sabían desde el siglo XIX, cuando invadieron Cuba, y, hasta Vietnam, nunca fueron derrotados en su control de las mentes de los propios ciudadanos estadounidenses.
EEUU siempre prepara sus invasiones con una fiera campaña de propaganda, enfocada en alguna idea-fuerza que, tras una larga reiteración, produzca las condiciones necesarias para controlar las mentes y voluntades de sus ciudadanos.
Esta estrategia fue utilizada en varias ocasiones para justificar la intervención norteamericana: Invasión a Cuba en el siglo XIX, bajo la justificación de la barbarie española contra mujeres indefensas que llegaban a Nueva York denunciando tal barbarie, aunque para declarar la guerra tuvieron que provocar o aprovechar la voladura y hundimiento del Maine responsabilizando a los españoles. Durante la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos movilizó sus recursos propagandísticos para poder justificar ante su pueblo su participación en la guerra, así que, de pronto, empezaron a llegar cables con fotografías de niños belgas maltratados por los «malvados» alemanes». En Vietnam fingieron el ataque a uno de sus barcos. A la Democracia Popular en Chile del compañero-presidente Allende la sometieron a una brutal y abierta campaña de destrucción informativa y guerra sucia que abonó el «estado de ánimo» de la opinión pública chilena y mundial para el golpe fascista de Pinochet, y en dicha estrategia se explotaron hábilmente los sentimientos conservadores de un sector de la clase media y de los empresarios chilenos. A la Nicaragua sandinista la sometieron a un asedio constante, mientras la propaganda señalaba que este país era un peligro para la Seguridad Nacional de EEUU. En Granada, la propaganda se enfocó en un aeropuerto civil necesario para incrementar las demandas del turismo, como efectivamente hoy lo hace; esa obra, que construían trabajadores cubanos y era financiada por varios países europeos, algunos de ellos aliados de EEUU, fue la excusa perfecta para atacar a esa pequeña isla, que según la propaganda imperialista, atentaba contra la Seguridad Nacional de EEUU.
Es la misma estrategia que han aplicado contra Venezuela, junto a sus lacayos locales, hasta el punto de tratar de justificar el golpe de abril 2002, el sabotaje petrolero 2002-03, las guarimbas y todo tipo de agresión al gobierno revolucionario. Ahora mismo, a raíz de la soberana decisión del Estado venezolano de no renovar la concesión a una televisora que sólo ha servido a los intereses del más inhumano capitalismo, a los intereses de las transnacionales y sus socios locales de la oligarquía criolla, Venezuela se enfrenta a una feroz campaña satanizadora en los medios de comunicación masiva nacionales e internacionales.
¿Qué hacer frente a esto? Retomando una idea expresada anteriormente, confrontemos esta problemática en términos de una guerra de liberación, en la cual debemos colocar todos nuestros esfuerzos y capacidades.
En palabras de Michell Collon, «Es necesario organizar un frente antiimperialista, para defender la soberanía de los pueblos y organizar una red internacional de contrainformación para desbaratar las mentiras que monta el imperio». Más aún, suscribimos el llamado de Fernando Buen Abad de generar un Nuevo Orden Socialista Mundial de la Información y de la Comunicación, acorde con los retos políticos, económicos e ideológicos que se han venido trazando -en primera instancia- los pueblos de buena parte de América Latina y El Caribe.
Dicho frente supone dos aspectos complementarios, sin los cuales no podemos avanzar: por un lado, los instrumentos, los medios y la plataforma tecnológica propia que nos otorgue real independencia (redes de transmisores, satélites, etc.), porque el dispositivo de dominación del capitalismo se garantiza también por el monopolio de la tecnología y el saber. Por otro lado, nuevos códigos, nuevos lenguajes que nos permitan romper con los paradigmas mediáticos construidos de acuerdo a los intereses de la fragmentación y la desinformación, es decir, formas que ocultan y desdibujan la realidad, descontextualizándola.
Bajo esta orientación conceptual, en Venezuela se han venido desarrollando distintas iniciativas, desde las más pequeñas a aquellas de dimensión global. Así, en el Gobierno Revolucionario se ha impulsado la Comunicación Alternativa y Comunitaria, como una respuesta de nuestro pueblo al férreo monopolio y control de la información que ejercían (y en parte siguen ejerciendo) los grandes medios de comunicación privados.
Contamos hoy con 193 medios de comunicación comunitarios, habilitados por la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), ente competente en materia de habilitaciones y administración del espectro radioeléctrico, y de cuyos informes se desprenden los siguientes datos de interés:
· 167 Habilitaciones corresponden a radios comunitarias;
· 26 Habilitaciones corresponden a televisoras comunitarias;
· El área de cobertura de los 193 medios comunitarios habilitados, es de 241 parroquias, ubicadas en 116 de los 335 municipios que tiene el país;
· La población con acceso a estos medios es de 11.962.227 habitantes, lo que representa un 46,08% con respecto al total nacional y,
· Los medios habilitados cubren una superficie potencial de 175.889 Km2, lo que representa el 19,19% de la superficie nacional.
Igual dinamismo y crecimiento se presenta en el sector de los medios impresos y digitales. Cientos de periódicos, boletines, tabloides, páginas Web, blog y listas de correos, surgen y desaparecen en el contexto nacional, regional y local. Son múltiples los perfiles de estos medios: periódicos dedicados al tema de la mujer, indígena, político, cultural, obrero, campesino. Actualmente, se editan sistemáticamente 164 medios impresos y están activos 117 medios digitales.
Estudiosos e investigadores, han calificado esta proliferación de medios populares en Venezuela de fenómeno inédito. Tal como lo explica el profesor Earle Herrera, «Los medios alternativos y comunitarios han brotado como flores silvestres por todo el país».
Desde el Estado, se ha modernizado la plataforma tecnológica del principal canal (VTV), que en los gobiernos anteriores se llevó a una total destrucción con miras a su privatización. Se creó hace ya tres años una televisora cultural-participativa de nuevo tipo, VIVE, y actualmente se está trabajando en el lanzamiento de un nuevo canal bajo el concepto de servicio público, TVES.
Esfuerzos similares se aplicaron en materia radial, con RNV, que muy ponto lanzará un nuevo proyecto continental, RadioSUR.
En paralelo, junto a otros países de Nuestra América, especialmente Cuba, se impulsó en 2005 la creación de teleSUR, iniciativa de alcance mundial de la cual forman parte, por ahora, además de Venezuela y Cuba, Argentina, Bolivia y -la recientemente incorporada- Nicaragua, con la finalidad de reivindicar el protagonismo de los pueblos del Sur en el panorama informativo dominado por el Norte.
Luego de año y medio de operaciones, teleSUR, con doce corresponsalías en el continente, con la puesta en marcha de la señal para Europa prevista para los próximos meses, ya comenzó a romper el monopolio informativo del norte, construido durante décadas. Hoy teleSUR es, precisamente, la demostración de la factibilidad de un medio alternativo al mensaje hegemónico del Norte. Un medio masivo y no marginal.
En los próximos días, impulsada por el recién creado Ministerio del Poder Popular para las Telecomunicaciones y la Informática, estará en el aire la señal de ALBA TV, un canal alternativo de alcance latinoamericano. Se trata de una red internacional de televisoras comunitarias y movimientos sociales, indispensable para el éxito de la integración latinoamericana.
En una primera etapa saldrán al aire a través de la señal de VIVE TV, y para septiembre ya esta televisora comunitaria latinoamericana podrá bajarse directamente del satélite.
Pero esto no es suficiente, ni nacional ni internacionalmente. A lo interno, sigamos profundizando en la democratización del espectro radioeléctrico, en la transferencia del poder comunicacional a las comunidades y en la generación de medios del Estado con nuevos códigos y nuevos lenguajes.
Bajo la certeza de que la gran mayoría de los medios privados -tal como lo han demostrado reiteradamente- seguirán saboteando la gestión revolucionaria, para servir a la oligarquía y los intereses imperiales, avancemos entonces a su nacionalización progresiva -cuando se venzan sus concesiones o antes, si la situación lo amerita- y entrega de los mismos a los consejos comunales, consejos obreros, comités de usuarios y productores independientes.
No nos llamemos a engaño: enfrentamos medios que, como incluso lo ha reconocido un ente nada progresista como el Consejo de Asuntos Hemisféricos, «son un cerrado monopolio en el que los dueños conservadores… deciden qué puede ser discutido y qué será ignorado en las autoritarias estaciones de televisión y radio… Para decirlo simplemente, se trate de lo que se trate, todo lo que hace Chávez está siempre mal».
Ya lo dijo el comandante Fidel Castro en su entrevista a Ramonet: «Si usted llama libertad de prensa al derecho de la contrarrevolución y de los enemigos de Cuba a hablar y a escribir libremente contra el socialismo y contra la Revolución, calumniar, mentir y crear reflejos condicionados, yo le diría que no estamos a favor de esa «libertad». (…) En esos medios «libres», ¿quién habla? ¿De qué se habla? ¿Quién escribe? Se habla lo que quieren los dueños de los periódicos o de las emisoras de televisión. Y escribe quien ellos deciden. Usted lo sabe bien. Se habla de «libertad de expresión», pero en realidad lo que se defiende fundamentalmente es el derecho de propiedad privada de los medios de divulgación masiva».
Esto no debemos perderlo de vista precisamente ahora, cuando nuestro pueblo optó claramente por el camino del socialismo, tal como se vio expresado en el resultado electoral del pasado 3D. Si hasta ahora los intentos de desestabilización han sido de la magnitud que todos conocemos, no esperemos menos en el futuro: ni el imperio ni el capitalismo se suicidan ni suben tranquilamente al cadalso.
En materia internacional, además de seguir avanzando con lo ya existente, debemos construir nuevos mecanismos, nuevos instrumentos, tales como una o varias agencias de noticias del Sur, enlazadas, a su vez, con las iniciativas contrahegemónicas existentes, como Al Jazeera y Prensa Latina. Tenemos que construir y poner en funcionamiento satélites propios (Venezuela lanzará el satélite Simón Bolívar en 2008, pero es insuficiente), generar plataformas tecnológicas de Internet que nos den real autonomía.
En concreto, tal como lo ha sugerido Buen Abad, hacemos un llamado a que de este evento nazca una Corriente Internacional de la Comunicación hacia el Socialismo, que convoque a los cientos de miles de comunicadores de nuestro continente y el mundo, para generar una verdadera y gigantesca articulación entre los distintos espacios y expresiones comunicacionales anti-imperialistas.
Las condiciones están maduras, debemos actuar antes que se pudran. Lo único que nos falta es atrevernos.