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Hechos y mentiras; consignas y verdad

Fuentes: Progreso Semanal

En vez de «tamizar y aventar, la única manera de encontrar la verdad», gran parte de los medios masivos repite distorsiones que fluyen de la boca de funcionarios de la Administración. Bush, el peor presidente de la historia de de EEUU -pido perdón a los detractores de Ulysses Grant, James Buchanan y Warren Harding- debe […]

En vez de «tamizar y aventar, la única manera de encontrar la verdad», gran parte de los medios masivos repite distorsiones que fluyen de la boca de funcionarios de la Administración. Bush, el peor presidente de la historia de de EEUU -pido perdón a los detractores de Ulysses Grant, James Buchanan y Warren Harding- debe relamerse cuando sus proclamas se convierten en titulares. Los editores no someten sus constantes aseveraciones de que Saddam Hussein amenazaba la seguridad de EEUU, por ejemplo, a los mismos criterios de exactitud, consistencia y clara definición con que juzgan lo que dicen «los que no son autoridades». Es más, los medios repiten rutinariamente las mentiras generadas por la Casa Blanca.

Por ejemplo, The New York Times, «el periódico a citar», publicó un artículo en la sección editorial/de opinión (26 de septiembre) por Mahdi Obeidi en el cual el ex científico nuclear iraquí repite un mito de la Administración Bush. «Para 1998, cuando Saddam Hussein expulsó de Irak a los inspectores (de la ONU) de armamentos…»

¿Estaba de vacaciones el encargado del Times de chequear los hechos? ¿Se habrá instalado la amnesia en la sección editorial/de opinión? Una búsqueda de 10 segundos en Google hubiera mostrado que el Times publicó un artículo el 18 de diciembre de 1998 que declaraba que «la irritación más reciente fue la rápida retirada de Irak el miércoles pasado por el (Jefe de Inspectores de Armas de la ONU) Sr. Butler de todos sus inspectores y de los de la Agencia Internacional de Energía Atómica, que monitorea los programas nucleares iraquíes, sin permiso del Consejo de Seguridad. El Sr. Butler actuó después de una llamada telefónica de Peter Burleigh, el representante norteamericano en Naciones Unidas, y de una discusión con el Secretario General Kofi Annan, quien también había hablado con el Sr. Burleigh».

El 2 de febrero del 2000, el Times corrigió su propio artículo previo de primera plana acerca de Irak «que presentaba erróneamente las circunstancias bajo las cuales los inspectores internacionales de armas habían abandonado ese país antes de los ataques aéreos norteamericanos y británicos en diciembre de 1998. Aunque Irak había cesado la cooperación con los inspectores, no los expulsó. Naciones Unidas los retiró antes de que comenzaran los ataques aéreos».

En otras palabras, el Times, al igual que todos los demás principales medios de prensa, reportó la verdadera historia, y luego la ignoró y comenzó a servir de eco a la mentira de Bush. Sí, Estados Unidos pidió a la ONU que retirara al equipo de inspección, lo cual se hizo. Saddam no los expulsó. Sin embargo, el 3 de agosto de 2002, menos de cuatro años después, mientras Bush hacía sonar los tambores de la guerra, el Times publicó un editorial diciendo que «el objetivo de Estados Unidos debiera ser el de garantizar que Irak se desarme de todas las armas no convencionales… Para impedir este objetivo, hace cuatro años Irak expulsó a los inspectores de armas de Naciones Unidas».

¿La repetición de la mentira de que Saddam expulsó a los inspectores habrá tenido el súper efecto Goebbels: no sólo lo cree el público, sino que convenció también a los editores del Times? Bush y Dick Cheney siguen repitiendo este mito, y otros bushistas como Bill «El Jugador» Bennet lo subrayan mientras defienden la invasión de Irak.

La prensa en agosto se escandalizó debido al uso por Dan Rather de documentos «falsificados» (60 Minutes, 8 de septiembre) relacionados con el servicio de Bush en la Guardia Nacional. Pero no ha insistido en que Cheney encuentre al falsificador del documento que aseguraba que Saddam Hussein había tratado de comprar una torta amarilla de uranio en Níger -una de las aseveraciones ya desacreditadas de Bush que lo hicieron invadir a Irak. Ni tampoco los medios han exigido que Cheney revele quién falsificó el documento al que él se refiere en su aseveración de que Hussein tiene estrechos vínculos con Al-Qaeda, lo cual la comisión 11/9 descubrió que era falso. Es más, Cheney viaja por todo el país repitiendo estos engaños. Quizás el Secretario de Defensa Rumsfeld aduzca que alguien falsificó la foto en la que él aparece dando la mano a Saddam Hussein.

Sin los medios masivos para informar al público de que el Presidente y el Vicepresidente mienten de manera rutinaria, la pandilla «alrededor de la bandera» que los bushistas promueven ha crecido hasta proporciones nauseantes. Las pegatinas de «Apoyen a Nuestras Tropas» proliferan. Pero los que llevan esas calcomanías de color rojo, blanco y azul, ¿definen a los soldados de fortuna como tropas?

Bajo Bush, el sector militarizado privado ha crecido y los salarios para estos mercenarios -la antigua palabra para ellos- han aumentado. Así que llego a la conclusión de que Bush incluye a los mercenarios entre las tropas. Y según The Washington Post del 14 de junio de 2004, el gobierno de EEUU tiene en nómina entre 20 000 y 30 000 «contratistas» en Irak, lo que equivale a más de cuatro divisiones del ejército.

Estos guerreros y administradores a sueldo gobiernan la vida diaria de Irak y a veces torturan y matan a iraquíes. Su comportamiento vale hasta $200 000 al año -en el caso de generales retirados, que ahora dirigen operaciones gananciosas semi-encubiertas. El financiamiento de este plan de «Cómo hacerse millonario en Irak» proviene de presupuestos secretos de la CIA y del Departamento de Defensa, pagados por ignorantes contribuyentes.

Un informe del Pentágono acusó a dos de esas «tropas» de abusar ilegalmente de prisioneros iraquíes en la prisión de Abu Ghraib. Steven Stephanowicz, de «CACI International», en Arlington Virginia, y John B. Israel de la «Titan Corp.» de San Diego no se han enfrentado a acusaciones criminales como lo han hecho algunos miembros de «tropas» regulares por haber torturado a prisioneros.

Jonathan Turley (Los Angeles Times, 16 de septiembre de 2004) describe a MPRI como una compañía contratante más con «docenas de ex generales y 10 000 ex soldados en el terreno, incluyendo muchos antiguos miembros de las Fuerzas Especiales». Tales contratistas han desplegado ejércitos en Croacia y Bosnia, donde fueron «relacionados con abusos que iban desde la limpieza étnica… hasta la trata de blancas».

La privatización de la guerra burla los límites impuestos por el Congreso. Este autorizó sólo 20 000 tropas para Bosnia. Así que el Pentágono contrató a compañías privadas de mercenarios para obtener 2 000 hombres adicionales.

Estos soldados mejor pagados se enfrentan a peligros similares a los que confrontan los reservistas o voluntarios. Más de 120 han muerto en Irak desde mayo de 2003, cuando Bush «cumplió su misión».

Los mercenarios en Irak y Afganistán -al igual que otros soldados- también han torturado y asesinado. El 15 de septiembre 15 jueces afganos condenaron a tres miembros de un ejército privado a una sentencia de entre 8 y 10 años por poseer una prisión privada y torturar a prisioneros. Los acusados declararon que trabajaban para un grupo de contraterrorismo del Pentágono comandado por el Tte. Gral. William G. Boykin, el Vice-subsecretario de defensa para inteligencia, el cual en octubre pasado calificó a las guerras de Bush como un choque entre la cristiandad y el Islam. Los musulmanes, según Boykin, adoran a un ídolo, no a un «Dios verdadero».

Jonathan K. Idema, de 48 años, un ex operativo de las Fuerzas Especiales, suministró a periodistas conversaciones grabadas para demostrar que el general Bikini tenía al menos conocimiento -si es que no había dado su la aprobación- de los actos cometidos por los hombres que fueron condenados. Videos tomados en Kabul por uno del equipo muestran a Idema con personal de Boykin en dos ocasiones, en una discusión acerca de la detención de terroristas. ¿Debemos apoyar totalmente a Idema, quien permaneció en contacto por fax y teléfono con altos funcionarios de Defensa y participó en misiones de la OTAN en Kabul?

El gobierno no negó que otro antiguo operativo de las Fuerzas Especiales, y que ahora trabaja como mercenario, utilizó una linterna para matar a golpes a un prisionero afgano. El 19 de junio de 2003, David Passaro, un contratista que trabajaba para la CIA, «recibió órdenes de extraer información de Abdul Wali, y en el proceso lo asesinó». (Los Angeles Times, 16 de septiembre de 2004.)

Mientras Passaro espera por su juicio, ¿debemos fabricar pegatinas ofreciendo nuestro apoyo como parte de nuestras tropas? ¿Debemos ofrecer todo nuestro apoyo a los oficiales, soldados y mercenarios de Abu Ghraib que torturaron?

O tomemos a MPRI, otro beneficiario de la privatización de la guerra de Bush. Una veintena de ex generales ganan grandes salarios de seis cifras y miles de veteranos de las Fuerzas Especiales ganan más de lo que lo harían como guardias de seguridad en algún Safeway. La desregulación ha acompañado la privatización de las operaciones militares en años recientes. Sin embargo, el Pentágono ha encontrado que son convenientes para burlar las restricciones federales en cuanto a la magnitud de las operaciones militares. ¿Debemos ofrecer todo nuestro apoyo a estas tropas?

Ciertamente Bush ha cumplido su promesa de privatizar los asuntos públicos. Su invasión y ocupación de Afganistán e Irak ha rescatado el sector mercenario en decadencia. Idema, que ocupa la zona dudosa entre «contratista» oficial y semi oficial, en realidad mostró cuán eficaces pueden ser los mercenarios para demostrar lo que la democracia significa para los paganos adoradores de ídolos. ¿Trató él de probar la aseveración del General Boykin y utilizar la tortura y el asesinato para demostrar que nuestro Dios es al menos tan duro como el ídolo de Saddam?

Jonathan Turley observó con razón que el público norteamericano nunca ha realizado «un debate nacional acerca del uso de mercenarios o de las reglas que gobiernan su conducta. Y si algunas fuerzas poderosas en Washington se salen con la suya, nunca lo habrá». Las corporaciones con mercenarios a la venta reciben miles de millones de dólares de los contribuyentes y emplean a decenas de miles. «Como muchas naciones en la historia, puede que descubramos que es mucho más fácil contratar a mercenarios que deshacerse de ellos».

Quizás las pegatinas en los parachoques de autos que digan «APOYEN A NUESTROS MERCENARIOS» o «YO APOYO A NUESTRAS TOPAS MÁS QUE TÚ» puedan provocar en el público al menos una discusión de lo que los principales medios no le han dicho acerca de las guerras egocéntricas de Bush.

El nuevo libro de Landau es El negocio de Estados Unidos: cómo los consumidores reemplazaron a los ciudadanos y de qué manera se puede invertir la tendencia. Landau dirige un programa de estudios de medios digitales en la Universidad Cal Poly Pomona y es miembro del Instituto para Estudios de Política.