Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Ni más ni menos que la propia secretaria de Estado de EE.UU. rindió un empalagoso tributo a Al Jazeera el miércoles pasado, 2 de marzo. Ante un comité de Prioridades de Política Exterior de EE.UU., el senador Richard Lugar le pidió que presentara sus puntos de vista sobre en qué medida EE.UU. está promoviendo su mensaje en todo el mundo.
Clinton dijo de inmediato que EE.UU. está en una «guerra de información y la estamos perdiendo», y además, que «»Al Jazeera está ganando».
«Hablemos francamente en términos de realpolitik«, siguió diciendo Clinton. «Estamos en una inmensa competencia» por influecia global y mercados globales. China y Rusia han lanzado redes de televisión multi-lenguajes, incluso mientras EE.UU. hace recortes en ese área. «Estamos pagando un precio elevado» por desmantelar redes de comunicación internacional después del fin de la Guerra Fría. «Nuestros medios privados no pueden llenar esa brecha».
Como hemos señalado durante la última quincena, ha habido una floreciente pequeña industria de Internet que afirma que el derrocamiento de Mubarak tuvo lugar por cortesía del Comando Twitter-Facebook de EE.UU. El New York Times publica numerosos artículos sobre el papel de Twitter y Facebook mientras ignora o vilipendia al mismo tiempo a Julian Assange y WikiLeaks.
Por cierto, en cualquiera discusión del papel de Internet al incitar a los levantamientos en Medio Oriente, debería darse el mayor crédito a WikiLeaks. Pero WikiLeaks, junto con Twitter y Facebook, palidecen hasta la insignificancia en comparación con el papel de Al Jazeera.
Millones de árabes no pueden twittear. No están familiarizados con Facebook. Pero la mayoría ve televisión, lo que significa que todos miran Al Jazeera que detonó el «artefacto explosivo improvisado» que estalló bajo la Autoridad Palestina, es decir el caché de documentos conocido como los Papeles Palestinos.
Hubo inmensas ironías en la confesión de Clinton ante el senador Lugar y sus colegas. A fines de los años setenta, los radicales en las Naciones Unidas promovieron con entusiasmo la necesidad de un «Nuevo Orden Mundial de la Información» (NWIO, por sus siglas en inglés) para contrarrestar el control sobre las comunicaciones mundiales, y por lo tanto de la propaganda, por parte de países industriales avanzados entre ellos, preeminente, EE.UU.
Ronald Reagan, en su campaña a la presidencia a fines de los años setenta, emitió casi a diario denuncias de la visión del NWIO, haciéndolo sonar como un brazo particularmente siniestro de la conspiración comunista internacional. Bajo este ataque, las Naciones Unidas abandonaron el NWIO y se dedicaron al negocio del Calentamiento Global, invirtiendo fuertemente en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el cambio climático (IPCC) como medio para restaurar el peso de la ONU en todo el mundo. En lo que respecta a la información, el mundo sintonizó la CNN de Ted Turner, fundada en 1980, que pronto se convirtió precisamente en el vehículo de propaganda a escala global contra el que los países del Tercer Mundo se habían quejado en las Naciones Unidas.
Y entonces aparece el emir de Qatar, el Jeque Hamad bin Khalifa, patrono fundador y financista de Al Jazeera, en 1996. El colaborador de CounterPunch, Afshin Rattansi, ex de la BBC, fue el primer periodista en idioma inglés que trabajó en la red de televisión. Fue un momento de gran importancia en la historia de Medio Oriente. Su poder fue reconocido tácitamente desde hace tiempo por el gobierno de EE.UU. que ha presionado a las compañías de cable estadounidenses para que no transmitan sus emisiones.
En los primeros días de la rebelión en Egipto, los televidentes de EE.UU. tuvieron la experiencia algo surrealista de ver a Al Jazeera, transmitida en uno de los dos monitores de la oficina de Obama, aunque Al Jazeera en inglés está suprimida para los usuarios de cable en EE.UU., con la excepción de los que están en Toledo, Ohio; Burlington, Vermont y Washington DC. (Esto no impidió que tanto Obama como la señora Clinton criticaran la censura en Irán.)
Pobre señora Clinton. Se imagina una vasta red imperial de comunicaciones que disemine propaganda sofisticada al estilo estadounidense. Insinúa que debería ser financiada con fondos públicos, una versión reforzada de la Voz de ‘América’ que seguía con devoción el público detrás del Telón de Acero hace medio siglo. El modelo de propaganda es el «Poderoso Wurlitzer», como llamaban al aparato de propaganda comandado por Frank Wisner Sr., de la CIA.
Pero el mundo siguió adelante. Basta mirar la televisión estadounidense durante 10 minutos para concluir que los comunicadores de EE.UU. ya no tienen los recursos intelectuales ni la capacidad política para montar una propaganda exitosa bien informada. El Canal Fox es para idiotas en casa. Y además, ¿de qué podrían alardear los propagandistas subvencionados por el Estado? ¿Delos ataques de drones Predator en Afganistán? ¿De Guantánamo? ¿De treinta millones de personas con trabajo precario o desempleadas en la patria? EE.UU. ya no es lo que era cuando la tasa de crecimiento económico iba subiendo y el capitalismo parecía capaz de cumplir sus promesas.
El 2 de marzo fue un día ajetreado. El Ejército presentó 22 nuevas acusaciones contra el soldado Bradley Manning, sospechoso de pasar información clasificada a WikiLeaks. Las acusaciones incluyen «ayuda al enemigo», un delito capital. Esas acusaciones coincidieron con la disculpa del general Petraeus, también el 2 de marzo, al dirigente títere afgano Karzai por las muertes, por fuego de ametralladoras de helicópteros artillados Apache, de 9 niños mientras recogían leña en un área montañosa del este de Afganistán. Un décimo niño resultó herido. El general dijo que lo sentía realmente y que «lamentablemente, parece que hubo un error entre la información de la ubicación de los insurgentes y el envío de los helicópteros de ataque que realizaron las operaciones subsiguientes».
El material de cuya entrega a WikiLeaks se acusa a Manning contiene secuencias de ataques de helicópteros Apache en Bagdad. La worldwide web se quedó petrificada cuando el 5 de abril de 2010, WikiLeaks presentó en YouTube un vídeo de 38 minutos, una versión editada de 17 minutos, filmado desde un helicóptero Apache del Ejército de EE.UU., uno de dos disparos contra un grupo de iraquíes en Bagdad en la esquina de una calle en julio de 2007. Murieron doce civiles, incluido un fotógrafo de Reuters, Namir Noor-Eldeen, de 22 años, y un chofer de Reuters, Saeed Chmagh, de 40 años.
Dos mortíferos ataques de helicópteros, dos resultados diferentes para los que los divulgaron. Petraeus recibe una palmada en la espalda por su rápido esfuerzo de control de daños; Manning enfrenta acusaciones que implican la pena de muerte.
Uno de mis vecinos, aquí en Petrolia, es el doctor Dick Scheinman, quien escribió el jueves a su lista de correos lo siguiente:
«Recientemente leí un artículo horripilante en el New York Times sobre Afganistán y no pude dejar de escribir a mis representantes. Tal vez también podéis hacerlo. Nos acercamos a la fecha de pago de contribuciones y la resistencia al pago de impuestos es una opción.
«Quisiera llamar vuestra atención sobre un artículo del 2 de marzo del New York Times titulado ‘nueve niños afganos que buscaban leña asesinados por helicópteros de la OTAN’.
«Yo vivo con mi nieto de 12 años, y para ganarnos la vida, entre otras cosas, recogemos y vendemos leña. A Nathan le pagan 25 dólares por cargar y descargar un atado de leña de nuestro camión. Cuando leí ese artículo no pude dejar de pensar en la pura suerte que convirtió a Nathan en un saludable niñosestadounidense que puede recoger leña y ganar dinero, en lugar de ser un pobre niño afgano cuya vida fue destruida por hombres (¿mujeres?) de la OTAN (¿estadounidenses?) en un helicóptero a miles de kilómetros de sus casas. Mi corazón está lleno de amargura.
«David Petraeus se ha ‘disculpado’. Tal vez tiene hijos y nietos. Tal vez debería enviar a sus hijos a Afganistán para que recojan leña para las hermanas de esos niños durante el resto de sus vidas con el fin de expiar ese indignante asesinato a sangre fría. (‘mataron a los niños uno tras otro’.) Tal vez los hombres del helicóptero deberían hacer lo mismo. Tal vez las dos hijas de Barack Obama podrían ayudar.
«Tal vez deberían ponerse andrajos, besar sus pies y pedir perdón.
«Pero lo menos, lo menos, que VOSOTROS podéis hacer es no votar nunca, jamás, que haya más dinero para continuar esta guerra.»
Como dije, no es demasiado difícil comprender por qué EE.UU. está perdiendo la guerra de la propaganda.
Andrew Cockburn escribe sobre temas de seguridad nacional y otros relacionados. Su libro más reciente es: «Rumsfeld: His Rise, Fall and Catastrophic Legacy» Es coproductor de «American Casino,» el largometraje documental sobre el actual colapso financiero. Para contactos, diríjase a [email protected].
Fuente: http://www.counterpunch.org/
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