¿Quién es el «hijo de puta» al que se refería el portavoz del Pentágono, Lawrence diRita, en sus declaraciones sobre supuestas profanaciones del Corán en centros militares de detención estadounidenses?
Ésta es la pregunta que debería quitar el sueño a los sabuesos que corren detrás de las noticias.
«Han muerto personas por lo que dijo este hijo de puta. ¿Cómo podría ahora ser creíble?», dijo DiRita en sus declaraciones desde el Pentágono, sede del Departamento (ministerio) de Defensa de Estados Unidos.
¿Acaso se refería a la fuente del Pentágono que aseguró a la revista Newsweek conocer un documento oficial según el cual militares habrían arrojado una edición del Corán por el inodoro en presencia de detenidos musulmanes en la base naval estadounidense de Guantánamo, Cuba?
Después de todo, el informe, que ocupó un pequeño espacio en la sección «Periscope» del semanario, detonó violentas protestas en todo el mundo musulmán, en especial en Afganistán, donde murieron al menos 15 personas.
La información dejó mal parado al presidente afgano Hamid Karzai una semana antes de su previsto viaje a Estados Unidos.
¿O el «hijo de puta» es el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, que comenzó a amañar datos de inteligencia al menos ocho meses antes de invadir Iraq para convencer al público de que el régimen de Saddam Hussein constituía una amenaza seria para Washington y sus aliados?
Después de todo, la guerra y sus secuelas acabaron con al menos 30.000 personas, según los cálculos más conservadores. El conflicto continúa cobrándose vidas humanas cada semana, y no se ve una luz al cabo del túnel.
El público de la prensa británica podría inclinarse a elegir la segunda opción. El diario The Times, de Londres, consolidó esa percepción al informar hace dos semanas sobre un acta de la reunión mantenida el 22 de julio de 2002 entre el primer ministro británico Tony Blair y sus principales colaboradores.
En esa entrevista, el jefe de la agencia de espionaje MI6, quien acababa de regresar de una visita a Washington, dio cuenta a su superior de que Bush ya había decidido ir a la guerra y que las autoridades estadounidenses «acomodan la inteligencia y los hechos a esa política».
Esta revelación causó un gran impacto en Gran Bretaña. Pero en Estados Unidos fue una noticia insignificante.
Por lo tanto, los clientes de los medios de comunicación estadounidenses elegirán la opción número uno, pues las secuelas del pequeño informe de Newsweek fueron la principal noticia desde que la revista divulgó una disculpa el 15 de mayo y una vaga retractación el día siguiente.
De hecho, la declaración sobre el «hijo de puta» fue realizada por DiRita, un funcionario leal a Bush quien, al igual que otras personalidades derechistas, ha manifestado gran indignación sobre la «irresponsabilidad» de Newsweek, uno de los más influyentes proveedores de noticias de este país.
DiRita aludía con ese improperio a la fuente anónima pero «hace mucho tiempo confiable» del Pentágono que ahora no estaba tan segura sobre los documentos según los cuales guardias de Guantánamo habían profanado el Corán, y así lo aseguró a Newsweek.
El informante, un «alto funcionario del gobierno», había dicho primero al investigador de Newsweek Michael Isikoff que había leído esa información en un documento que llegó a su escritorio procedente del Comando Sur de las fuerzas armadas estadounidenses, sobre el tratamiento a los detenidos en Guantánamo.
Newsweek mencionó el incidente como uno entre gran cantidad de abusos ya conocidos –muchos de ellos hasta confirmados con fotografías– pergeñados para humillar y provocar a los prisioneros.
Ex detenidos y sus abogados habían informado antes sobre ediciones del Corán arrojadas al inodoro, pero la breve mención en Newsweek dio a esas versiones una mayor credibilidad, lo que desató ardientes protestas antiestadounidenses desde África septentrional hasta Indonesia.
La investigación del Comando Sur mencionada por Newsweek nunca se refirió a profanaciones, según DiRita, quien no aludió al hecho de que la noticia había sido mostrada antes de su publicación por la revista a otro alto funcionario del Pentágono, que no objetó su controvertido contenido.
Tras la violencia, la indignación del Pentágono y la admisión por parte del informante de que no estaba seguro de los datos que había suministrado antes, Newsweek manifestó arrepentimiento y emitió una disculpa.
Este «mea culpa», el último en una larga serie de excusas que han hundido la credibilidad de los medios de comunicación estadounidenses en el último año, fue la noticia de portada de la mayoría de los periódicos del 16 de mayo. Pero, en su primera formulación, esta disculpa no implicaba un desmentido.
«No nos retractamos de nada. No sabemos con certeza en qué nos equivocamos», dijo el director de Newsweek, Mark Whitaker, al diario The New York Times. Tal explicación encendió aun más la indignación gubernamental.
«El informe tuvo serias consecuencias», dijo a la prensa el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan. «Se han perdido vidas. La imagen de Estados Unidos en el extranjero resultó dañada.»
«Basados sobre lo que sabemos ahora, nos retractamos sobre nuestra noticia original según la cual una investigación militar interna había descubierto abusos al Corán en la bahía de Guantánamo», dijo Whitaker, dejando abierta la posibilidad de que la fuente de Newsweek hubiera leído sobre el incidente en otro documento.
El gobierno se mostró satisfecho con esta actitud, pero aún no ha respondido a la noticia divulgada por The Times, en parte porque ningún periodista acreditado en la Casa Blanca se molestó en formular preguntas al respecto.
Hasta ahora, de hecho, el único pedido de informes sobre el asunto fue una carta enviada la semana pasada por 89 legisladores del opositor Partido Demócrata y que tampoco recibió mayor atención de la prensa.
«Si esta revelación es cierta, formula problemáticas preguntas nuevas sobre los justificativos legales para ir a la guerra, así como sobre la integridad de nuestro propio gobierno», advierte la carta, escrita por el representante John Conyers, del estado de Michigan.
De hecho, las actas de la reunión sobre las que se basó la noticia de The Times dejaban en evidencia no sólo que Bush ya había decidido invadir Iraq 10 meses antes de iniciar la operación, sino que los principales argumentos para la guerra eran falsos.