Recomiendo:
0

España

Iñaki Gabilondo, contra la huelga

Fuentes: Rebelión

El pasado martes 10 de junio, la edición vespertina de Noticias Cuatro abría con un nuevo editorial de Iñaki Gabilondo. Había transcurrido la segunda jornada de huelga de transportistas y la noticia dejó un titular: la jornada se desarrolló con incidencias y tuvo que lamentarse un muerto. Si por algo se caracteriza nuestra democracia es […]

El pasado martes 10 de junio, la edición vespertina de Noticias Cuatro abría con un nuevo editorial de Iñaki Gabilondo. Había transcurrido la segunda jornada de huelga de transportistas y la noticia dejó un titular: la jornada se desarrolló con incidencias y tuvo que lamentarse un muerto.

Si por algo se caracteriza nuestra democracia es por poner a los muertos al servicio de la demagogia política. Estamos acostumbrados a que la demagogia fúnebre venga de la derecha, sin embargo ahora parece que proceda de quien gobierna (y de sus títeres massmediáticos). Iñaki Gabilondo, siempre firme en su postura de lealtad con el actual gobierno, encontró en la tragedia la excusa perfecta para criticar una huelga que deriva de la gestión económica del gobierno de Zapatero. Pero, con tal de disimular el partidismo, cuestionó la huelga en toda su dimensión práctica. Estas son sus palabras:

«En todo caso, y sin relacionarlo con esta desgracia, es más evidente cada día que el derecho de huelga no puede seguir siendo sólo un concepto, una proclamación, una bandera. Su regulación, siempre pendiente, ha de ser abordada; y con una mentalidad abierta, que tenga en cuenta las realidades de la nueva sociedad» [1] .

Gabilondo dice que no discute la sustancia de la huelga, en tanto que derecho que recoge la Constitución. En concreto en el artículo 28.2. Sin embargo, cuestiona su vigencia en la sociedad actual. En primer lugar, afirma que «incluso para los huelguistas, es una herramienta antigua, de difícil manejo y eficacia dudosa» sobre todo cuando «no es bien comprendida por la sociedad». Es decir, Gabilondo considera que la huelga es un instrumento intolerable desde el momento en que actúa en contra de los intereses de los ciudadanos. No obstante, habría que formularse de inmediato la siguiente pregunta: ¿cuáles son los intereses de lo ciudadanos en la sociedad actual? Lógicamente los que se imponen desde la clase dominante; es decir, el consumo.

Jean Baudrillard, en los años setenta, ya decía que el consumo -o su componente alienante- convertía a las masas en cómplices del sistema capitalista. Si hoy la huelga no es «bien comprendida por la sociedad» es precisamente porque impide a sus ciudadanos que desarrollen con normalidad el ejercicio del consumo: si no llegan los productos a los establecimientos, entonces ellos no podrán comprarlos. La huelga, consiguientemente, les perjudica. Sin embargo, habría que recordar a Iñaki Gabilondo que la sociedad no está únicamente constituida por los ciudadanos que consumen, sino también por otros ciudadanos, los que trabajan. Es la clase obrera, trabajadora o proletaria. Y si bien a la clase consumidora le perjudica la huelga porque les impide llenar sus cestas, a la clase trabajadora les perjudica la explotación diaria de unas condiciones laborales indignas. Por lo tanto, la huelga tendrá razón de ser mientras siga existiendo la explotación, y mientras sea éste el único medio legítimo del que dispone el trabajador para defender sus derechos.

Iñaki Gabilondo comenta a continuación «la cadena de perturbaciones graves para todo el país» que ha ocasionado la huelga. Está claro. El objetivo de toda huelga es paralizar la producción -sea de una empresa o de un país- con el fin de demostrar que sin la clase operaria no hay fábrica que funcione. La huelga, por consiguiente, únicamente perjudica a la clase dominante. E Iñaki Gabilondo, con su retórica de intelectual progresista, no hace sino ponerse al servicio de la clase dominante, levantando sospechas sobre la utilidad del único instrumento de lucha que poseen los trabajadores y plantando el miedo sobre las horribles consecuencias a las que puede conducir la huelga. Todo ello para defender a su partido, en horario de máxima audiencia, después del fútbol.



[1] La opinión de Iñaki Gabilondo puede leerse íntegramente en la siguiente dirección web: http://www.cuatro.com/articulo.html?type=Tes&xref=20080610ctoultnot_5