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La bandera republicana tiene tres colores (que el global-imperial intenta disimular)

Fuentes: Rebelión

Sin límites en la manipulación. Todo vale, incluso el apagar colores arraigados en la tradición republicano-democrática hispánica. Los del País, que diría Francisco Fernández Buey, disimularon todo lo que pudieron y un poco el morado de la bandera de la República (un poco más en la edición impresa que en la versión electrónica) que aparece […]

Sin límites en la manipulación. Todo vale, incluso el apagar colores arraigados en la tradición republicano-democrática hispánica.

Los del País, que diría Francisco Fernández Buey, disimularon todo lo que pudieron y un poco el morado de la bandera de la República (un poco más en la edición impresa que en la versión electrónica) que aparece en el dibujo (alambradas, árbol, bandera republicana) de Eduardo Estada que acompañaba al excelente artículo de Miguel Martorell [MM] sobre «Españoles en Gurs» editado en el global-imperial el pasado viernes [1]. ¿Normas de estilo del diario borbónico-ultraneoliberal?

MM, profesor de Historia. Contemporánea de España en la UNED, cuenta la siguiente historia.

«Lo primero que llama la atención al llegar es la altura de los árboles y la frondosidad del bosque», apunta inicialmente. No porque los árboles sean más altos que otros próximos «ni porque el bosque sea más tupido que otros muchos que pueblan el Bearn, frescos en verano, gélidos en invierno». Ocurre es que uno no espera encontrar allí un bosque «ni mucho menos que, tras comprender que solo puede tener unas décadas, fuera tan compacto, tan oscuro y silvestre. Sorprende el empuje de la naturaleza…» En esta ocasión los árboles no esconden un símbolo de la libertad «sino todo lo contrario: bajo sus raíces hubo no hace tanto un campo de concentración»

Un campo que fue desmantelado a finales de 1945. Sobre su emplazamiento, cinco años después, «se plantó el bosque. Y frente al bosque solo quedó un cementerio con más de mil muertos: no se atrevieron a arrasarlo». Es fácil comprender, prosigue MM, que quisieran borrarlo del mapa: «nadie desea vivir junto a un símbolo de la ignominia.»

El campo de concentración de Gurs fue uno de los «espacios creados» en los que la Francia republicana «refrenó la avalancha de republicanos españoles que atravesó los Pirineos huyendo de las tropas de Franco al acabar la Guerra Civil, en el invierno de 1939: cerca de medio millón cruzaron la frontera tras la caída de Cataluña». Don Antonio Machado entre ellos. No quiso el Gobierno francés que «sus correligionarios españoles se extendieran por todo el país y estableció en el sur varios centros de internamiento: Argèles-sur-mer, Rivesaltes, Barcarès, Septfonds, Gurs…» Algunos apenas albergaban construcciones. En el de la playa de Argèles, cerca de Colliure, allí nació en 1940 el gran científico franco-barcelonés republicano e internacionalista Eduard Rodríguez Farré (madre barcelonesa, padre madrileño), «una cerca delimitaba el espacio en el que a la intemperie se hacinaron 100.000 españoles en un invierno tan frío como no se recordaba en años, con varios centímetros de nieve sobre la arena mediterránea.» Gurs se construyó, precisamente, entre marzo y abril de 1939, dos meses después de la llegada de los republicanos españoles, «para aliviar la sobrepoblación de la playa de Argèles. Fue el mayor de los «campos de internamiento administrativo». MM da detalles precisos sobre un campo en el que también estuvo años después Hannah Arendt..

El autor explica a continuación de presencia de los judíos del campo hasta su expulsión. Tras ella, «Gurs languideció hasta la liberación del sur de Francia, en agosto de 1944, cuando las nuevas autoridades encerraron allí a prisioneros alemanes y colaboracionistas franceses». La última tanda de reclusos la integraron otra vez republicanos españoles. «Esta vez fueron cerca de 1.500 guerrilleros que desde la frontera francesa hostigaban a la España franquista. Habían perdido dos guerras, la española y la mundial, y la Francia recién liberada no sabía qué hacer con ellos. Fueron puestos en libertad en pocos meses y en diciembre de 1945 el Gobierno francés clausuró el campo». De este modo, apunta MM, «se cerró el círculo: presos españoles estrenaron Gurs; presos españoles fueron los últimos en abandonarlo. Luego vinieron el bosque y el olvido». ¿El olvido? ¿Habita en ellos el olvido?

Un punto marginal: los 1.500 guerrilleros que desde la frontera francesa luchaban, seguían luchando, contra la dictadura fascista encabezada por el general criminal y traidor, ¿habían perdido realmente dos guerras? ¿O más bien habían sido decisivos, como tantos otros resistentes, en la derrota del nazismo y el fascismo, en la victoria de las fuerzas democráticas en la II Guerra Mundial?

 

Notas:

[1] http://elpais.com/elpais/2014/08/15/opinion/1408124899_136501.html

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.