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La complicidad de El País con el terrorismo de Israel

Fuentes: Rebelión

El País acostumbra a informarnos tanto de los crímenes de Israel como de los crímenes de los palestinos, y en ambos casos se muestra crítico. Parecería, por tanto, que el periódico no toma partido sino que se limita a defender la legalidad y los derechos humanos. Ése sería el análisis más superficial que podríamos hacer. […]


El País acostumbra a informarnos tanto de los crímenes de Israel como de los crímenes de los palestinos, y en ambos casos se muestra crítico. Parecería, por tanto, que el periódico no toma partido sino que se limita a defender la legalidad y los derechos humanos. Ése sería el análisis más superficial que podríamos hacer. Pero si nos acercamos un poco más, mirando el detalle y la proporción, resulta obvio en qué lado se sitúa. Tomemos el editorial del 30 de enero, titulado «Regreso suicida», como referencia:

«Nueve meses después del último que lo consiguió en Tel Aviv, un nuevo ataque suicida palestino ha matado a tres personas en Israel (…) La reaparición de este tipo de atentados salvajes, que se habían reducido notablemente como fruto de la labor de defensa, de la construcción del muro-valla de separación y de la acción de las propias autoridades palestinas, señala lo difícil que va a resultar reanudar cualquier tentativa de diálogo. Aunque los intentos de suicidas son constantes, este atentado parece diseñado muy concretamente para dinamitar los últimos esfuerzos destinados a encauzar un nuevo diálogo hacia la paz.»

En este pequeño extracto se dicen e insinúan muchas cosas. Primero está el calificativo de «salvaje» para referirse al atentado. Segundo está el supuesto hecho de que «los intentos de suicidas son constantes». Tercero la valoración de que la «reducción» de estos atentados se debe a las labores de defensa. Cuarto la especulación de que el atentado «parece diseñado» con el objetivo de acabar con el «diálogo hacia la paz». Y por último la asunción de que efectivamente hay tales esfuerzos para llegar a la «paz».

A continuación mostraré un análisis exhaustivo que he realizado sobre el tema a partir de las informaciones y editoriales de El País durante el tiempo transcurrido entre los dos últimos atentados palestinos, algo más de nueve meses. Veremos qué calificativos se dedican a los crímenes y asesinatos de Israel («salvaje» no aparece). No citaré informaciones de «intentos de suicidas», porque no las hay, ni nada que justifique la especulación de las motivaciones de este atentado. Pero en cambio sí quedará claro qué clase de «esfuerzos por la paz» se realizan y quién los realiza.

Ataques, víctimas y valoraciones

Entre los dos últimos atentados suicidas palestinos, 17 de abril de 2006 y 30 de enero de 2007, El País da cuenta de 22 noticias sobre atentados o asesinatos de palestinos por parte de Israel. El 29 de diciembre de 2006 informa que «más de 400 personas, mitad milicianos, mitad civiles, han muerto en la franja en los últimos seis meses», y el 26/1/07 cifra en 660 las víctimas palestinas para todo el 2006. Sobre ataques palestinos se habla de lanzamientos «casi a diario» de cohetes que han causado «dos víctimas mortales desde 2000» (31/6/06). A estas dos víctimas habría que añadir una tercera el 16/11/06. Es decir, la proporción de muertes es del orden de 100 veces más por parte israelí que por parte palestina. Debe ser por ello que el primer ministro israelí considera que «tenemos el Ejército más moral del mundo» (13/6/06), que el portavoz de la Casa Blanca señala que «Israel tiene derecho a defenderse» (29/6/06) y que Estados Unidos veta una resolución que exigía el fin de ataques a civiles palestinos por considerarla «desequilibrada» (18/11/06)

En cuanto a los editoriales, he contado 27 donde se habla del «conflicto» entre Israel y Palestina. He incluido aquellos donde el tema está mezclado con la invasión y los bombardeos de Israel en el Líbano, esa «insensata aventura libanesa» (1/8/06) que causó más de mil muertos civiles. En los editoriales, los dos atentados suicidas palestinos que abren y cierran el periodo reciben comentarios parecidos. Como el último, el del 17/4/06 se califica de «salvajada» (editorial de 18/4/06) y «capaz de arruinar toda esperanza de paz». Al mismo tiempo, se reconoce que Hamas «cumple el alto al fuego desde febrero de 2005» y que es el gobierno salido de las «elecciones probablemente más democráticas jamás celebradas en el mundo árabe» (19/2/06). A pesar de ello, el diario no duda en calificarlo de «movimento terrorista», «integrista», etc., o en exigir que «Hamás ha de renunciar a la violencia y anunciar su voluntad de reconocer a Israel» (26/2/06). No hay tales exigencias para Israel. Ni que renuncie a la violencia ni que reconozca un estado palestino; ni siquiera que reconozca el gobierno palestino elegido democráticamente. Repasemos ahora los ataques israelíes, especialmente los que afectan a civiles, a ver qué tiene que decir El País de ellos.

Las dos primeras noticias de ataques son:

25/5: «Un comando israelí entra en Ramala y mata a cuatro palestinos [civiles]»
31/5: Otra incursión israelí, esta vez en Gaza, mata a 4 milicianos palestinos y nueve heridos «entre ellos dos enfermeros».

Estos tres ataques no merecen comentario en ningún editorial. No ocurre así con los siguientes dos:

8/6: «Israel mata en un ataque aéreo al jefe de seguridad del Gobierno de Hamás»
9/6: «Al menos 15 palestinos mueren en un ataque naval israelí contra la franja de Gaza (…) entre las víctimas hay muchos niños»

El editorial del 10/6, titulado «Cúmulo de errores», califica de «profundas equivocaciones» estos atentados, que con ellos «el conflicto ha vuelto a subir de nivel» y que sólo lograrán «aumentar la frustración de los palestinos». Eso es todo.

14/6: «La aviación de Israel mata a nueve civiles palestinos, entre ellos dos niños»

El editorial del 15/6 se titula «Caos en Palestina» y no se refiere específicamente al atentado anterior. Sólo hay un comentario general sobre que «los llamados ataques selectivos por parte de Israel, que también alcanzan a inocentes, no sólo no apagan ningún fuego, sino que lo atizan». Ninguna condena. Al contrario, la responsabilidad de estos atentados terroristas de Israel se hace recaer en los palestinos al instar a «frenar los ataques de cohetes palestinos contra territorio de Israel (…) y evitar así unas represalias que no hacen sino aumentar diariamente el número de víctimas palestinas». Este punto es muy ilustrativo de la posición de El País, porque nunca veremos la interpretación contraria, es decir, que Israel debe cesar la violencia (muy superior, no lo olvidemos) para «evitar las represalias palestinas».

22/6: «Dos misiles de Israel destruyen una familia palestina». Muere una mujer embarazada de 7 meses y tres niños resultan heridos. «Lo que ha ocurrido en este caso es muy sencillo, el misil simplemente se extravió», explica un portavoz del Ejército.
23/6: Se hace un recuento de víctimas, «37 palestinos en las últimas dos semanas».

Sin embargo, el editorial del 26/6 sólo cuenta 20 palestinos muertos, entre ellos 14 civiles. No parece tener importancia esta discrepancia, al fin y al cabo son sólo palestinos. Porque nunca veremos una imprecisión de este calibre si las víctimas son israelíes, europeas o estadounidenses. Tratándose de palestinos, tanto dan 17 muertos arriba o abajo, una cifra o poco más de la mitad. Pero el editorial no trata en realidad de este atentado sino de algo que considera mucho más grave, el «Fin de la tregua» de Hamás.

Para no faltar a su verdadero libro de estilo, El País califica a Hamás de «movimiento terrorista», «grupo terrorista» y «fuerzas del terror». Y en una interesante utilización del lenguaje, habla de «incursión terrorista contra objetivos militares en Israel» la que mató a dos soldados israelíes y «secuestró» a otro. ¿Qué es lo que la hace «terrorista», quizás el hecho de ser realizada por un grupo también calificado de «terrorista»? No vale la pena buscar respuestas racionales a estas preguntas porque se trata de simple propaganda. Sencillamente, los de Hamás son los malos y hay que repetir mensajes negativos para demonizarlos. Terrorista, terrorista, terrorista, …

Por otra parte, según el editorial, es ésta acción de Hamás la que hace perder las esperanzas en el «proceso de paz». No importan los 20 ó 37 muertos palestinos por ataques israelíes. Eso no afecta a ningún proceso. Pero si Hamás hace algo, se acabó. Así, el «momento» en que esto ocurre es «lamentable», porque ahora parece «sumamente aleatorio» que se celebre la cumbre entre Olmert y Abbas, y además el reconocimiento de Israel «está en el alero», etc. En definitiva, concluye el editorial, «en Oriente Próximo unos u otros, o ambos de consuno, siempre saben cómo negarse la oportunidad de la paz». Una emotiva reflexión que sólo se da cuando los muertos son de Israel, nunca si son palestinos. Supuestamente el gobierno legítimo palestino, el de Hamás, debía limitarse a observar cómo Israel mataba a sus ciudadanos. Entonces todo iría bien. Pero no han podido estar quietecitos, así que lo han echado todo a perder y ahora Israel deberá «defenderse», invadiendo Gaza y matando a unos cientos de palestinos. En esto consiste el «proceso de paz».

25/6: «Israel prepara una operación «masiva» en Gaza tras la muerte de dos soldados»
29/6: «Israel captura a varios ministros palestinos. El ejército penetra en Cisjordania y las bombas dejan sin luz a dos tercios de la población de Gaza».
29/6: «Washington dice que Israel tiene «derecho a defenderse»»

El editorial del 29/6 intensifica el lenguaje propagandístico, seguramente para compensar las atrocidades que se avecinan. Así, se habla de «secuestro» del soldado israelí por parte de Hamás, que ahora pasa a ser un «grupo islamista radical y terrorista». En cambio, Israel no secuestra sino que «captura» a ministros palestinos, y su invasión se califica sólo de «disparatada».

Por otra parte está el tema de las intenciones. El editorial empieza diciendo «La entrada masiva de tropas del Ejército israelí en Gaza para buscar a un recluta propio», o sea, como si la invasión tuviera el objetivo de buscar un soldado. Es la propaganda oficial del gobierno israelí, que El País asume sin ningún comentario o crítica, simplemente haciendo notar que «Ehud Olmert tendrá serias dificultades para explicar a su ciudadanía, a los palestinos y al resto del mundo, cómo vincula lógicamente los esfuerzos por liberar a un soldado secuestrado y la destrucción de la principal central eléctrica de Gaza». Lo único que parece ser exigible, por tanto, es algún tipo de pirueta dialéctica por parte de Israel para «explicar» sus crímenes.

Al menos, El País tiene la decencia de pedir un «inmediato fin a la incursión israelí», al tiempo que «masivas presiones a Hamás y Siria». El editorial del 3 de julio avanza algo en este sentido admitiendo que «El objetivo israelí (…) parece más bien la destrucción material de la Autoridad Palestina, de sus líderes y de sus ya escasos medios materiales», pero de los civiles ni una palabra. Sigamos:

6/7: «Al menos 20 palestinos mueren en el ataque más sangriento de los últimos días al norte de Gaza»
8/7: «La invasion israelí en Gaza ha costado ya la vida a 32 palestinos en sólo dos días».

Siguiendo con la información del 8/7, y ante una denuncia de varias organizaciones de defensa de los derechos humanos, la fiscalía israelí declara:

«Israel se halla en medio de un duro conflicto armado con los palestinos… La Autoridad Palestina es considerada una entidad hostil. Por tanto, los residentes de Judea y Samaria [Cisjordania ocupada] y de Gaza son considerados enemigos»

Ante estas declaraciones, por fin El País considera, en su editorial del 9/7, que Israel quiere «castigar» a «la población palestina entera y arrasar así la Palestina de Hamás». Claro que ése siempre ha sido el proceder de Israel, desde hace bastantes décadas, pero hacía falta que las propias autoridades de Israel extendieran la categoría de «enemigos» a todos los civiles para que El País señalara lo obvio. Y sobre este hecho, la autolegitimación de Israel para matar civiles, algo inconcebible bajo cualquier principio ético o jurídico, el diario no tiene nada que decir.

11/7: «El ejército de Israel mata a siete palestinos en la franja de Gaza». Tres eran menores de 18 años jugando a fútbol y los otros cuatro milicianos. Olmert se lamenta de que «desde agosto [de 2005] no ha habido ni un día de descanso para Israel». Sin duda, es que matar y destruir debe ser agotador.

El editorial del 13/7 se limita a describir la situación de «gravedad» y posible «catástrofe humanitaria». Describir, no condenar. El diario acusa a Hamás y a Olmert actúan de manera «irresponsable» e insta a la «comunidad internacional» a tomar medidas «drásticas», sin decir cuáles podrían ser. ¿Qué tal si Israel simplemente cumple con la legalidad internacional? No, demasiado drástico.

20/7: «Quince palestinos mueren en ataques en Cisjordania y Gaza». Se informa de que las víctimas palestinas «rondan las 150 y los heridos son más de mil»
28/7: «Jornada de entierros (…) Gaza enterró ayer 24 cadáveres»

Ninguna de estas matanzas merece comentario en editoriales de El País. Y esta indiferencia editorial seguirá así durante más de tres meses. En ese tiempo, a pesar de los lanzamientos de cohetes por Hamás y otras organizaciones, no hubo ni un muerto civil en Israel. De Palestina la lista aumenta continuamente, con informaciones como «8 muertos», «el ejército israelí mata un niño», «tres muertos y 17 heridos», «cuatro palestinos muertos», «siete palestinos muertos», «mueren ocho palestinos», etc. El 7 de septiembre se habla ya de 250 muertos, la mitad civiles. Pero tendremos que esperar hasta el 2 de noviembre para que El País se moleste en dedicar un editorial a esta masacre, que cuenta por entonces 350 muertos, 200 de ellos civiles.

El citado editorial tiene el aséptico título de «Escalada en Gaza» y no condena en ningún momento la última matanza de Israel. Se limita a describirla. Eso sí, hace responsable de Hamás del embargo económico, por su negativa a reconocer Israel y abandonar la violencia. El 9 de noviembre, un nuevo editorial habla de la matanza «presumiblemente accidental» de 18 civiles en Gaza por la artillería israelí. Ahora comparemos esta valoración con el único muerto civil en Israel, debido al lanzamiento de cohetes palestinos. La información es del 16 de noviembre y su texto empieza así: «Las milicias palestinas de Hamás y Yihad Islámica lograron ayer lo que buscaban hace tiempo». Es decir, en el caso palestino matar civiles es el objetivo. En el caso de Israel, si ocurre es «presumiblemente accidental», y se nos cuenta que el gobierno israelí iniciará una investigación y bla bla bla.

El editorial del 27/11, tras un acuerdo para un alto al fuego y retirada de las tropas de Israel, sigue mostrando este doble rasero al señalar que el lanzamiento de varios cohetes Kassam contra territorio israelí «amenaza» con dejar el acuerdo en una «insignificante proclamación de buenas intenciones». Sin embargo, el día anterior El País informa de que «en Cisjordania se producen a diario redadas del ejército israelí y los enfrentamientos armados son frecuentes», con el resultado de cinco «milicianos» muertos (y ya son más de 400, mitad civiles). Ningún comentario sobre si eso también puede poner en peligro la tregua.

Ya para acabar, y antes del último atentado suicida palestino del 29 de enero, El País informa de los siguientes hechos:

30/11: «las operaciones israelíes contra los movimientos radicales palestinos continúan»
15/12: El Tribunal Supremo israelí autoriza los «asesinatos selectivos», mediante los cuales ya han muerto 129 inocentes desde el año 2000.
20/12: Una niña palestina de 13 años muere junto al muro ilegal construido por Israel. «Sucede de vez en cuando», dice la información

El 26 de enero, tres días antes del atentado suicida, El País publica un «Reportaje» titulado «Un año de Hamás en el poder» y subtitulado «Los logros del movimiento islamista al frente del Gobierno han sido prácticamente nulos para los palestinos de Gaza y Cisjordania». Al diario le parece muy evidente lo que ha sucedido: «La victoria de Hamás (…) acarreó inmediatamente efectos devastadores para los cuatro millones de palestinos que habitan Cisjordania y Gaza». Resulta difícil exagerar la dosis de cinismo y complicidad criminal que desprenden estas palabras. Bastaría con sólo un mínimo de lógica y ética para redactarlo en términos como «las continuas agresiones de Israel desde la victoria de Hamás, incluyendo el embargo económico, las invasiones, los bombardeos, los cientos de muertos civiles, la destrucción de las infraestructuras, etc., han acarreado efectos devastadores para los palestinos». Pero El País sabe muy bien de qué lado está, así que la lógica y la ética ceden paso a la propaganda más repugnante. Por tanto, la causa de las desgracias de un pueblo radican en su elección democrática, no en quienes no aceptan la decisión mayoritaria y se otorgan el derecho de «castigar» colectivamente. Es la lógica y la ética del poder y los que sostienen dicho poder, incluyendo los medios de comunicación de mayor difusión, como el diario El País. Con esta lógica se da un mensaje muy directo a los que tienen la ilusión de vivir en democracia: vota a «uno de los nuestros» o atente a las consecuencias.

Ese cuento llamado «proceso de paz»

Ahora ampliemos la perspectiva para ver de qué esfuerzos por la paz se está hablando. Seguiremos básicamente con informaciones de El País, pero aquí se hará necesario complementarlas con algunas que el diario prefiere ignorar. Empecemos por el contexto legal internacional, según informa El País el 5 de septiembre de 2006:

«El movimiento fundamentalista Hamás, vencedor en los comicios de enero, sólo aceptaría una tregua de décadas si Israel retorna a las fronteras previas a la guerra de 1967. Desde entonces, Israel no ha cesado la construcción de colonias -que dejarían al futuro Estado palestino reducido a un puñado de bantustanes inconexos-, y rechaza todo compromiso sobre Jerusalén Este, cuya devolución exige la resolución 242 de la ONU desde hace 39 años.» [1]

Efectivamente, El País lo dice. Lo dice de pasada, sin dar el menor énfasis, para que uno lo lea rápìdamente y pase a otra cosa, pero lo dice: Israel lleva incumpliendo una resolución de la ONU desde hace 39 años. Podría pensarse que la resolución ha caducado o que no es vinculante. Ni lo uno ni lo otro. No ha caducado porque ninguna otra resolución la ha anulado. Más aún, desde 1967 se han aprobado decenas de resoluciones que siguen «recordando» a la 242 (una de las últimas la 1397, de 2002). Y sí es vinculante, porque es una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, no de la Asamblea General, aunque para Israel eso no supone diferencia. ¿Pero qué dice exactamente la Resolución 242? Eso difícilmente lo veremos en El País, porque sería incidir en un tema que no le interesa, pero la información es muy fácil de obtener. No hay más que ir a la página web de la ONU y buscar las resoluciones del Consejo de Seguridad. Pues bien, la resolución 242, del 22 de noviembre de 1967, exige textualmente el «retiro de las fuerzas armadas israelíes de los territorios que ocuparon durante el reciente conflicto» (la llamada «Guerra de los seis días», de junio de 1967). Esos territorios incluyen Gaza y Cisjordania (con Jerusalén Este) y los Altos del Golán, que pertenecen a Siria.

Esta exigencia no está condicionada a nada, con lo cual es exacto afirmar que Israel lleva incumpliéndola desde hace casi 40 años. ¡Y aquí no pasa nada! ¿Qué significa esto? ¿que estas resoluciones no son importantes, que un país puede decidir cumplirlas o no? ¿cómo queda entonces la legislación internacional? Remontémonos un poco atrás en el tiempo, a la invasión de Kuwait por parte de Irak. Eso dio lugar a varias resoluciones que finalmente llevaron a la 678, la cual autorizó la intervención militar para expulsar a las tropas iraquíes de Kuwait y de paso bombardear todo Iraq y matar a más de 100.000 personas inocentes. En aquella ocasión la contundencia de los editoriales de El País fue proverbial:

«Irak debe ser forzado a retirarse de Kuwait» (31/12/1990)

«La citada resolución de la ONU por la que se autoriza el empleo de la fuerza como una de las formas de imponer el respeto a la ley internacional tiene un sentido mucho más amplio: llama a la utilización de todos los medios necesarios para hacer valer y llevar a la práctica las resoluciones que estipulan la retirada de las tropas iraquíes de Kuwait» (10/1/91)

«Hay varios puntos básicos que están fuera de discusión: el carácter criminal de Sadam; su culpabilidad en el inicio de la guerra al invadir y anexionar Kuwait, la obligación de la ONU de poner fin a esa anexión, restableciendo la vigencia del derecho internacional (…) la fuerza multinacional lucha para que se cumplan las resoluciones de la ONU» (25/1/91)

En agosto de 1990 Estados Unidos consideró a Iraq como un enemigo y en pocos meses se aprobó una resolución que autorizaba el uso de la fuerza. Y los demás países y sus medios de comunicación principales asintieron. Pero Israel es más que un aliado de Estados Unidos, así que se le permite violar las resoluciones de la ONU y lo que le dé la gana sin ningún problema y sin que nadie ose decir «Israel debe ser forzado a retirarse de Palestina». En otras palabras, las leyes sólo se aplican a quienes deciden los poderosos. Vamos ahora al tema de la colonización israelí de Palestina:

«El Gobierno de Ehud Olmert sacó ayer a concurso la construcción de 690 viviendas en dos asentamientos judíos al este y sur de Jerusalén, en el territorio ocupado de Cisjordania (…) miles de casas se construyen ya en zonas periféricas de Jerusalén y el muro de hormigón continúa alargando su trazado en un intento por anexionar zonas de la ciudad conquistadas en la guerra de 1967, en las que ya residen más de 200.000 personas, aparte de las 250.000 que colonizan el resto de Cisjordania.» (5/9/06)

Y ahora leamos la resolución 446 del Consejo de Seguridad:

«la política y las prácticas de Israel de crear asentamientos en los territorios palestinos y otros territorios árabes ocupados desde 1967 no tienen validez legal y constituyen un serio obstáculo para el logro de una paz completa, justa y duradera en el Oriente Medio»

Sin embargo, desde 1967 Israel «sigue llenando Cisjordania de colonos en desafío a las resoluciones de la ONU» (26/5/06), de modo que ahora hay casi medio millón de colonos israelíes en los territorios ocupados. Ningún problema. Y el gobernante israelí de turno seguirá anunciando año tras año la construcción de más colonias hasta que Israel se acabe apoderando de todo el territorio. Y nadie dirá nada. Bueno, tampoco nadie, porque El País nos informa el 18 de noviembre, con el título de «Limpieza étnica silenciosa», de que una organización israelí (sí, israelí) denuncia lo que está pasando, a saber, que el gobierno de Israel «pretende forzar la emigración palestina y debilitar la resistencia». El País publica eso, porque tiene que justificar su pretendido pluralismo informativo, pero no le concede la menor importancia. No dedica ningún titular a ello, ni abre ningún debate. Es la opinión de cierta organización, nada más, porque, bueno, siempre hay gente para todo. Muy diferente es la cosa cuando nosotros, la «comunidad internacional», los buenos, decretamos que otros, los malvados serbios por ejemplo, llevan a cabo una «limpieza étnica» en Kosovo. En aquella ocasión, según El País, ocurrió lo siguiente:

«la OTAN inició anoche un masivo ataque contra unidades serbias con el objetivo de evitar una tragedia humanitaria en Kosovo, una desestabilización política de toda la zona y, aunque tardíamente, el contagio de esa lacra que se conoce como limpieza étnica. (…) A la OTAN le ampara, pues, una legitimidad moral» (25/3/1999)

«Por supuesto que el responsable de la limpieza étnica es Milosevic» (22/4/1999)

Obsérvese la delirante lógica de esta afirmación: un ataque masivo para evitar una tragedia humanitaria. ¿No suele ocurrir lo contrario, que los ataques masivos provocan más que evitan las tragedias humanitarias? Y no es que El País no sea consciente de ello, pues en el mismo editorial dice «En la operación de la OTAN pueden morir, además de militares profesionales de una u otra parte, muchos inocentes: niños, mujeres, hombres e incluso soldados serbios que hubieran preferido no estar allí». ¿En qué quedamos? Pues quedamos en que hay que apoyar a la «comunidad internacional» y reconocer que a la OTAN le ampara una «legitimidad moral». Punto final. Que no hubiera evidencias de tal limpieza étnica antes del bombardeo de la OTAN es tan irrelevante como que sí haya claras evidencias de limpieza étnica en Palestina por parte de Israel [2] ¿Exagero? Debe quedar claro que no estamos ante un problema de información ni de interpretación sino de posicionamiento moral. El País no tiene ningún problema en reconocer los hechos, pero se niega a condenarlos de manera clara o a exigir lo que exigiría si los protagonistas fueran otros. Un par de muestras sobre el descaro y la indiferencia con la que se llega a informar de ciertas cosas:

25/5/06: «Mientras [un comando israelí mataba civiles palestinos, ver más arriba], en Jerusalén, a 15 kilómetros de Ramala, comenzaban los fuegos artificiales para conmemorar -según el calendario judío- la unificación de la ciudad; es decir, la conquista de la parte oriental en la guerra de junio de 1967.»

28/5: «El primer ministro israelí, Ehud Olmert, volvió el viernes pasado de su primer viaje oficial a Washington con una semiaprobación del presidente norteamericano, George W. Bush, para trazar a su antojo en 2007 las nuevas fronteras de Israel en Cisjordania; es decir, comunicarle a los palestinos la tierra que les queda.»

¿Qué «negociación» hay aquí? Sólo entre Israel y Estados Unidos, dejando a los palestinos al margen. ¿Qué «esfuerzos por la paz»? Sólo por una «paz» que legitime las anexiones de Israel. ¿Qué deben pensar los palestinos al ver a lo lejos esos fuegos artificiales que celebran la ilegal anexión de Jerusalén Este, mientras sus ciudadanos mueren masacrados por soldados israelíes? ¿Deben pensar que existen las leyes para ellos, que alguna justicia les ampara? Ninguna de estas reflexiones, desde el punto de vista palestino, tienen lugar en El País. Sólo seguir mareando la perdiz con «negociaciones», «procesos» y «diálogos» hasta que los poderosos decreten que las resoluciones de la ONU están ya anticuadas. Aquí un anticipo, del mismo editorial del 28/5:

«una oferta de paz sensata, negociable, flexible, siempre basada en la resolución 242 de la ONU que exige la retirada total israelí, pero que no sacralizara ésta como si fuera un icono»

Paz sensata y flexible, que se «base» en la resolución 242 pero que no la «sacralice». En otras palabras, que no la aplique. Es sólo el principio, y El País se apunta a ello.

Ahora vamos con esos «radicales», «fundamentalistas», «terroristas», etc., a ver qué proponen. Según El País, que no puede hacer otra cosa que demonizar a Hamás, esta organización tiene la «pretensión irrealizable, disparatada y criminal de destruir Israel para establecer el Estado palestino en todo el territorio del antiguo Mandato» (28/5/06) Esto ya no es manipulación, distorsión, selección o demagogia. Es directamente mentira, y además absurda. ¿Cómo va Hamás a tener la pretensión de destruir Israel, una potencia nuclear apoyada por Estados Unidos, si su mejor arma son unos cohetes caseros de corto alcance que casi nunca aciertan? Por supuesto que no tiene tal pretensión, como ahora mismo documentaremos ¡a partir de El País! sino que hace verdaderas propuestas de paz basadas en el derecho internacional:

«Pedimos que se reconozcan nuestros derechos. Entonces, la comunidad internacional podrá exigirnos que reconozcamos a Israel.» (Entrevista a Jaled Meshal, líder de Hamás en el exilio, 20/4/06)

¿No es esto de sentido común? Primero que cumpla Israel con la ley y luego llegará el reconocimiento. Pero la cosa tampoco tiene que ver con tal reconocimiento. Eso no es más que una excusa para no entrar en el asunto fundamental, que son los crímenes de Israel. Pensemos, por ejemplo, que Hamás se creó en 1987, cuando Israel ya llevaba 20 años ocupando Gaza y Cisjordania. Pero como si la entrevista anterior no hubiera ocurrido, El País vuelve a la carga unos meses después:

«El pasado año, sin ir más lejos, miembros del grupo islamista aseguraron que la existencia de Israel es una realidad innegable; no obstante, ésta es la primera vez que este tipo de afirmaciones son realizadas por el líder del grupo de Hamás exiliado en Siria. Es también la primera vez que un representante de esta organización considera la posibilidad de un reconocimiento oficial de Israel en el futuro. Hasta ahora, la posición oficial del grupo, que Meshal ha defendido en reiteradas ocasiones, es que Hamás nunca reconocerá a Israel.» (11/1/07)

Lo cual es completamente falso, pues Meshal hace tiempo que se muestra dispuesto a reconocer Israel. Complementemos este punto con una fuente de información mucho más útil, Wikipedia. Si vamos a Wikipedia en inglés y ponemos «Khaled Mashal» veremos los enlaces a diferentes entrevistas donde el líder de Hamás se muestra acepta negociar sobre la base del cumplimiento de las resoluciones de la ONU. Aquí un par citas:

«Que se acabe la ocupación y entonces todo podrá ser negociado» (entrevista para la BBC, 19 de abril de 2004)

«Si Israel reconoce nuestros derechos y se compromete a retirarse de todos los territorios ocupados, Hamas, y con él el conjunto del pueblo palestino, decidiremos poner término a la resistencia armada» (entrevista para el diario ruso Nezavisimaya Gazeta, 13 de febrero de 2006)

¿No deberían ser estas propuestas algo fabuloso? ¡Hamás dispuesto a reconocer Israel! ¡Llegó la paz! ¡Por fin Israel podrá retirarse a sus fronteras legítimas sin temor a que Hamás les destruya! Por desgracia la realidad es muy distinta. Las propuestas de Hamás han pasado completamente desapercibidas. Sí, se publican, más o menos, pero sin concederles ningún valor, porque no interesa en absoluto ir por ese camino. Israel lo que busca es la anexión de los territorios ocupados, así que tiene que distraer la atención continuamente de sus crímenes. Aquí es donde los medios juegan el papel fundamental.

Conclusiones

El hecho de que, en general, se informe de todo no implica objetividad ni rigor, porque no sólo importa el aspecto cualitativo sino también cuantitativo. Importa la forma de redactar, los adjetivos empleados, el énfasis, la indiferencia, etc. Y eso es algo que, en una primera y rápida lectura, puede pasar desapercibido. Con ello cuentan los medios. Así, a pesar de la abismal diferencia de muertes y sufrimiento que causan cada una de las partes, El País reserva los peores calificativos para el terrorismo palestino y las condenas más suaves para el terrorismo israelí, que por cierto nunca se describe como lo que es, terrorismo. Del mismo modo, la responsabilidad del fracaso en el «proceso de paz» nunca recae en Israel, a pesar de sus continuos crímenes y su manifiesto desinterés por el mismo, sino en los grupos palestinos, a pesar de sus treguas y disposición para llegar a un fin de la violencia basado en las leyes internacionales. Por tanto, hay que concluir que El País, al mostrar sistemáticamente ese desequilibrio en favor de la política del gobierno de Israel, es cómplice de dicha política y de sus consecuencias en términos de sufrimiento humano. Eso es lo que pueden esperar sus lectores.

Nota:

[1] Los bantustanes eran las «reservas» para negros en la Sudáfrica del apartheid

[2] Para un análisis detallado de cómo los buenos llevaron a cabo una matanza en Kosovo, recomiendo el libro «Monopoly: la OTAN a la conquista del mundo», de Michel Collon. Y para un análisis detallado de la expulsión sistemática de los palestinos de sus tierras, desde antes de la existencia de Israel, «Imagen y realidad del conflicto palestino-israelí», de Norman G. Finkelstein.