Zaffaroni es sin duda uno de los más grandes juristas de nuestra región, referente obligado de generaciones enteras de abogados, penalistas, criminólogos, defensores y activistas de DDHH, y demás actores que luchan contra los abusos del poder. El ser un referente de esta naturaleza en un país como Argentina con una historia reciente marcada por […]
Zaffaroni es sin duda uno de los más grandes juristas de nuestra región, referente obligado de generaciones enteras de abogados, penalistas, criminólogos, defensores y activistas de DDHH, y demás actores que luchan contra los abusos del poder. El ser un referente de esta naturaleza en un país como Argentina con una historia reciente marcada por dictaduras genocidas no es poca cosa, y no es fácil salir ileso de todo ello. La magnitud de su obra no solo ha sido reconocida por todos los países de nuestra América, sino que hasta los propios centros -con los cuales este autor no ha sido en absoluto complaciente- le han reconocido con el Premio Estocolmo de Criminología 2009, equivalente al Nobel en esta disciplina. Sus doctorados honoris causa, libros, artículos y ponencias se pierden de vista y sería inútil ponerse a enumerarlos. Su ejercicio como Magistrado ha sido impecable y valiente. Pero además, el maestro argentino no es cualquier académico, su obra construye y alimenta al pensamiento crítico latinoamericano, develando, deslegitimando y desmontando un estado de cosas que se tienen como indiscutibles y que se han asumido por siglos como verdades sagradas. No escribe solo para los técnicos, los estudiosos ni los académicos, le interesa llegar a la gente común, a las víctimas del sistema, a las mayorías. Su obra trascendió hace mucho lo estrictamente jurídico, es una obra que redimensiona a la ilustración desde Latinoamérica, la misma no puede ser seccionada en compartimientos estancos, su obra es política, en el mejor sentido de la palabra.
En su último libro denuncia y desafía a la criminología mediática, esa que es ejercida a través de empresas de comunicación que son manejadas por los sectores más elitistas y conservadores de nuestros países. Estas fábricas de realidad han venido ganando perversamente espacios en la política. Ante las crisis de nuestros sistemas políticos y económicos, producto del colapso neoliberal a finales de los años noventa, la gente dejó de creer en los partidos. Éstos se han venido minimizando y han perdido influencia sobre la gente, ante ello las empresas de comunicación se han convertido en las representantes de los sectores más conservadores y de las derechas nacionales; de esta manera los empresarios, la iglesia y el capital extranjero han encontrado en los «medios» de comunicación un instrumento para lograr el posicionamiento de sus intereses en nuestros países. Es así como estas empresas se han constituido en una importante tribuna política para la oposición a gobiernos democráticos, populares y virados hacia la izquierda. Sobre ello existe abundante literatura. Un caso emblemático es el de Venezuela.
Recientemente los sectores más conservadores de Argentina han arremetido contra el maestro, en una congruente asunción de su rol de neo-inquisidores, neo-demonólogos, han emprendido una feroz campaña de guerra sucia, que alejada de todo sustento objetivo, está cargada de contenidos moralistas, emotivos e irracionales con fines claramente electoralistas. Desde Venezuela, en donde ya hemos visto el desarrollo de múltiples campañas de esta naturaleza se puede apreciar la situación muy claramente.
Y valga la mención del caso venezolano para develar la forma «manualística» y evidente de estas campañas. Chávez y Zaffaroni han sido procesados por los mismos manuales inquisitoriales mediáticos. En ningún momento estoy comparando ni metiendo en el mismo saco a ambos personajes, que distan entre sí, por historias, trayectorias personales, profesionales, políticas y académicas totalmente distintas. Sin embargo, hay puntos de coincidencia, por los cuales han sido procesados por los neo-inquisidores mediáticos: 1) Ambos son personajes que inciden sobre la opinión pública; 2) Ambos son personajes antisistémicos que corroen las estructuras del statu quo; 3) Ambos personajes tienen extraordinaria acogida entre los sectores menos favorecidos y estigmatizados; consecuencialmente, ambos personajes son amenazas para las oligarquías.
A la derecha argentina le advierto que en el caso venezolano esta estrategia ha sido totalmente contraproducente para la derecha venezolana. Mientras más agresiones y satanizaciones recibe Hugo Chávez, más lo fortalecen, él se vuelve más popular y el vínculo con sus seguidores se hace más fuerte. Cuidado, «el tiro le sale por la culata» a la derecha argentina, que inadvertidamente y en contra de su voluntad pudieran estar proyectando políticamente de manera positiva, a unos niveles inimaginables, al maestro argentino. Esto sería muy interesante. Ya una cantidad enorme de organizaciones nacionales e internacionales (de DDHH, juristas, académicos, universidades, sindicatos y demás gremios) y de importantes personajes de diversa índole le han manifestado su respaldo. No en vano el maestro ha sido calificado como el Maradona de la justicia… creo que los goleará fácilmente.
¡Aguante Zaffaroni!
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