De nuevo El País sigue con sus ataques a los gobiernos de izquierda latinoamericanos, esta vez desde la pluma de Carlos Mesa. Este boliviano fue vicepresidente en el gobierno derechista de Gonzalo Sánchez de Lozada, el cual se enfrenta actualmente cargos por genocidio aunque está protegido por los Estados Unidos de América. Después de ejercer […]
De nuevo El País sigue con sus ataques a los gobiernos de izquierda latinoamericanos, esta vez desde la pluma de Carlos Mesa. Este boliviano fue vicepresidente en el gobierno derechista de Gonzalo Sánchez de Lozada, el cual se enfrenta actualmente cargos por genocidio aunque está protegido por los Estados Unidos de América. Después de ejercer como vicepresidente, Carlos Mesa se convirtió en el presidente de Bolivia teniendo que renunciar y dejar apresuradamente el poder por las presiones de grupos tanto de derecha como de izquierda por su gestión presidencial.
Carlos Mesa nos presenta un texto en el que resume los últimos 10 años de lo acontecido en Latinoamérica, asegurando que los procesos políticos que se viven hoy en día, sea cual sea su signo, responden ante la teoría del péndulo, es decir, que vienen y van. Aunque no menciona que pueden irse por golpes de Estado. Lo que sí menciona es lo malos que son para los pueblos los procesos revolucionarios que se viven en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
En palabras del ex presidente Mesa, «Cuando el liberalismo económico y las democracias bajo el modelo de los países desarrollados parecían haberse instalado para quedarse, en 1999 el entonces desconocido coronel golpista Hugo Chávez (en 1992 intentó, sin éxito, derrocar al Gobierno democrático de su país), fue elegido presidente de Venezuela. En 2009, montado en una Constitución a su medida, los precios del petróleo, la limitación de la libertad de expresión, las nacionalizaciones, el armamentismo que ha contagiado a toda la región y diversos bonos y acciones a favor de los más pobres, es la figura más relevante de América Latina.»
En este párrafo el autor deja clara cuál es su idea de gobierno democrático: el que sufre el golpe de Chávez. Ese gobierno estaba dirigido por Carlos Andrés Pérez, quien llegó al poder con la promesa de no seguir las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI), quien asesinó a miles de personas cuando éstas salieron a protestar por la decisión de Pérez de seguir las recetas del FMI, rompiendo su promesa (de la misma manera que hizo su gran amigo Felipe González con la OTAN en España). La corrupción fue característica de su gobierno ya que fue así como lo culminó: con un arresto domiciliario por malversación de fondos. En la actualidad también reside en Estados Unidos de América aunque pesan sobre él cargos por genocidio y otros delitos de corrupción.
Lo que más sorprende de esté párrafo que ha escrito Mesa no es sino la acusación de que la Constitución Bolivariana está hecha a la medida de Chávez. No se entiende que una constitución que por primera vez en el mundo recogiera el referéndum revocatorio para poder echar incluso al mismo presidente, que otorga el poder a las organizaciones barriales (consejos comunales que tienen todas las competencias en sus barrios, salas de batalla social, parlamentarismo de calle, autogestión obrera mediante cooperativas y empresas de carácter social) y que separa el poder democrático en 5 (legislativo, judicial, electoral, popular y ejecutivo), que fue realizada por los diputados electos por el pueblo y votada en referéndum por el pueblo esté hecha a medida de una sola persona. Para estar hecha a su medida tendría que haberla hecho sólo el presidente Chávez y haber sido impuesta sin votación alguna.
Es posible que al referirse al petróleo el ex presidente de Bolivia no tenga en cuenta que éste sólo representa poco más del 24% de los Presupuestos Nacionales de Venezuela para 2010 debido al crecimiento de los otros sectores económicos. Aunque, como leemos más adelante, puede que lo que le moleste a Mesa del petróleo es que haya sido nacionalizado y sus recursos sean dados al pueblo en miles de millones de Bolívares Fuertes, ya sean convertidos en la construcción del ferrocarril (algo que llevaba planteado desde hace décadas pero que sólo durante el Gobierno Bolivariano se está haciendo) o en la disminución de la pobreza en más de la mitad, o en el aumento del salario mínimo de 75BsF a 1.606BsF en 10 años, entre otras cosas.
La absoluta falta de pruebas es una constante en el texto publicado en El País, esto puede explicarse en frases como en la que Mesa dice que Chávez limita la libertad de expresión, si matizase esta frase tendría que decir para justificarse que Chávez cerró RCTV, y esta cadena aún sigue emitiendo por cable, podría decir que Globovisión denunció al gobierno de Chávez ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) por persecución, pero si se refiriera a la sentencia tendría que admitir que la CIDH declaró que «No ha sido establecido que el Estado haya violado el derecho a la libertad de expresión de los periodistas y trabajadores de Globovisión, no ha sido establecido que el Estado haya violado el derecho a la propiedad privada de Globovisión, no se ha establecido que el Estado haya violado el derecho a la igualdad ante la Ley en perjuicio de Globovisión.»
Lo mismo se podría decir del «armamentismo«, cuando Venezuela dedica un escaso 4% de sus presupuestos al ministerio de defensa, mientras su vecina Colombia dedica más del triple, un 14%.
Para el autor del texto, con Chávez «vino la radicalización, sonó otra vez el antiimperialismo, la oposición a tratados de libre comercio y la rebelión abierta frente a las políticas de Washington. Contra lo esperado, el escenario no se ha suavizado con la llegada a la presidencia de Barack Obama.» Y esto no tiene sentido hoy cuando, «América Latina no es la de hace cincuenta años. Las viejas utopías marxistas han sido enterradas junto con el socialismo real, y el mercado (marcado por la especulación, la falta de escrúpulos y el desfonde financiero, aún de pronóstico reservado) es el signo de la globalización, lo que no parece convencer a todos en este hemisferio.»
Hace 50 años América Latina estaba sumida en la miseria, hoy la pobreza ronda el 50%, hace 50 años los recursos naturales y los servicios públicos fueron vendidos a las grandes empresas privadas estadounidenses o europeas quienes se llevaban el beneficio de su explotación, relegando al pueblo a una vida mísera. Hace 50 años el racismo estaba institucionalizado y los indígenas, los pueblos originarios, no contaban como ciudadanos, eran de segunda clase, al igual que hoy al menos en los países donde «las viejas utopías marxistas han sido enterradas».
América Latina es hoy lo mismo que era hace 50 años y los nuevos presidentes que hacen de las viejas utopías marxistas su bandera y del socialismo su programa de gobierno, cuentan con un enorme respaldo popular, como se observa en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
La radicalización para Mesa consiste en la oposición a la injerencia extranjera en el país, el reparto de la riqueza producida por los trabajadores entre éstos, y la creación de un mercado común donde se priorice el beneficio de los pueblos y no las ganancias económicas de las empresas privadas supone una radicalización.
Como «ejemplos dramáticos» de estas nefastas políticas tenemos a Bolivia y a Ecuador. A los que Mesa acusa de seguir el «modelo chavista». Sobre el presidente de su país, Evo Morales, Carlos Mesa comenta que, «tras una aguda crisis política (2000-2005) signada por la inestabilidad y la violencia, llegó a la presidencia Evo Morales, dirigente cocalero de la zona de la que sale el 90% de la hoja que se transforma en cocaína (…)». Se le olvida decir al autor del texto que él mismo fue presidente durante esa crisis y tuvo que renunciar irrevocablemente por las enormes presiones populares en su contra. Llama la atención la criminalización de la hoja de coca que hace el ex presidente, si durante su gobierno defendía ese mismo planteamiento estaba marginando la cultura de la mitad de Bolivia. La hoja de coca es una medicina natural que consumen los indígenas en Bolivia como parte de su dieta.
Durante el último año Bolivia ha obtenido, sin ayuda norteamericana, unos resultados muchos mejores que Colombia, con una ayuda de 7 bases militares, en cuanto a la lucha contra el narcotráfico. Pero este dato no le interesa ni al diario español ni al autor, que prefiere dejar caer una losa sobre la cultura de uno de los mayores sectores sociales del país que lideró antes de Evo Morales.
Continuando con el texto, «el mandatario inició un Gobierno que reivindica a los «oprimidos durante 500 años» con el derecho de gobernar los próximos 500. El «nosotros» de Morales ha sido hasta ahora el de los indígenas, lo que ha generado una polarización y confrontación permanente con la clase media mestiza y blanca (…)».
Las insinuaciones del «racismo indígena» de Evo Morales no son nuevas, y sólo son una forma de crear un tópico que deteriore la imagen de Evo Morales en el exterior, ya que según el propio Evo Morales «los suyos» son, «el movimiento campesino, indígena originario y obrero», es decir, el resto del pueblo que no es la oligarquía que antes gobernaba Bolivia, no solamente los indígenas.
A partir de aquí el tono del artículo varía 180 grados para señalar cuál es el «socialismo bueno», «El Brasil planetario se ha convertido también en el país líder de la región, nada menos que de la mano de un trabajador metalúrgico. Lula simboliza el otro socialismo latinoamericano, moderado y racional, el de Chile, Uruguay, República Dominicana, Guatemala y El Salvador, en la lógica de la globalización, tratados de integración comercial, una presencia importante de la empresa privada combinada con un liderazgo estatal en empresas claves, pero en todos los casos con una inequívoca vocación de inversión social. Los resultados de reducción de la pobreza tan sostenidos como pausados son indiscutibles en la mayoría de estas naciones.»
A Carlos Mesa parece que le gusta el socialismo que vende sus recursos y servicios públicos al mejor postor empresarial, el que masacra a las poblaciones indígenas, el que a fuerza de neoliberalismo desintegra su modelo social, y el que avala elecciones organizadas por una dictadura sangrienta que desplaza a uno de los que fomentan el socialismo malo, el que es «radical y antiimperialista».
Estos ejemplos están escenificados respectivamente por Brasil, el cual es uno de los países que menos protege la selva del Amazonas frente a las empresas privadas, la privatización de la educación que se está llevando a Cabo en Chile, donde también se masacra a los indígenas Mapuches. Según la ONU el 64% de los guatemaltecos son pobres y más de la mitad de éstos vive en la indigencia, una situación parecida se vive en la República Dominicana y en El Salvador ni siquiera se garantiza la educación gratuita para todos, desde que el presidente salvadoreño Mauricio Funes negó a su vicepresidente y ministro de educación Sánchez Cerén una nueva ley de educación donde se recogía su gratuidad.
Uruguay con el nuevo liderazgo de Mujica parece que va a pasar a ser de los radicales ya que por lo que parece va a sumarse al ALBA, al igual que Paraguay.
Pero el texto sigue, «Si buscáramos en este contexto algún modelo, estaría encarnado en Chile y Costa Rica, países estables, políticamente maduros, económicamente sólidos y con procesos de gran crecimiento e integración internacional -particularmente Chile-. En algo más de una década, Chile está al borde de indicadores del primer mundo. La lección es clara, pero no la entienden todos. Moderación, equilibrios y sentido plural, sin olvidar el pago de la deuda social. La respuesta en el otro lado del espectro político continental es radicalismo, caudillismo populista, autoritarismo y sentido mesiánico traducido en la reelección indefinida del «líder». Son implacables proyectos de poder personal. El ex presidente uruguayo José María Sanguinetti afirma que los populismos de Chávez, Morales u Ortega son hijos de la abundancia (América Latina ha registrado la mayor bonanza económica del último siglo en el periodo 2004-2008). Habrá que ver si en circunstancias menos promisorias las propuestas del «socialismo del siglo XXI» pueden mantener la avalancha de votos a su favor que hasta ahora los han refrendado.»
¡Vaya incongruencia! Mesa considera que existe un «sentido mesiánico» que se traduce en la reelección indefinida, es decir, sin estar sujeta a parámetros de tiempo. Pero justo debajo admite que están en el poder porque «los han refrendado». Ya no es indefinida, ahora parece que los votan periódicamente.
La abundancia ya se ha ido por la crisis económica y los líderes del socialismo malo y radical son los únicos que han logrado mantener el gasto social y reducir las tasas de inflación y con ello el Índice de Precios al Consumidor, por lo que, mientras otros se hunden, ellos tienen un apoyo popular por encima del 60%, demostrando que no son hijos de la abundancia, sino de los procesos populares y democráticos que impulsan los pueblos cansados de ver como la oligarquía se reparte los siempre abundantes beneficios que da el trabajo del pueblo. Gracias a las políticas socialistas las economías de esos países han aumentado enormemente, sólo hay que ver el dinero que Venezuela destinaba a sus presupuestos generales en 1998 y ver el importe actual; eso se traduce en beneficios sociales, laborales, económicos y culturales para sus pueblos. La abundancia la han producido ellos, no han llegado montados en ella.
Comparando este modelo con el de Chile y Costa Rica se puede incluso dudar de las palabras del texto publicado en el periódico El País. El salario mínimo en Chile es menos de la mitad del Venezolano, Venezuela es el segundo país de América Latina en cuanto a la tasa de matriculación en educación superior (83) mientras que la tasa de Chile es del 52%, además de la, cada vez, mayor deserción universitaria que se está dando en Chile debido, entre otras causas a la falta de dinero para costearla después de que se haya privatizado.
En Cuanto al Índice de Desarrollo Humano (IDH), que mide aspectos muy importantes en la vida de los ciudadanos de un determinado país como el nivel de vida digno o la esperanza de vida, Costa Rica va bajando puestos cada año, en la última ocasión bajó 4, del 50 al 54, mientras que Venezuela que antes del Gobierno de Chávez tenía un IDH Medio (estaba entre los puestos 90 y 100) actualmente ha subido más de 40 puestos hasta colocarse en el 58, escalando 4 puestos en el último año, los mismos que había perdido Costa Rica.
Parece que la moderación entendida, a la vista de los ejemplos, de una radical venta de los servicios públicos y necesidades básicas a empresas privadas hace peligrar que los ciudadanos de los países «moderados» tengan una vida digna.
Fuente: http://www.laboratoriodenoticias.es/spip.php?article42
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