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La disociación psicótica de la prensa española respecto a Venezuela

Fuentes: Público

El término «disociación psicótica» define un fenómeno psicosocial resultado del proceso sistemático de manipulación mental por medio de imágenes y mensajes audiovisuales dirigidos al consciente y al subconsciente de los individuos, con el objetivo de establecer determinados modelos y esquemas de comportamiento y entendimiento que crean una realidad distorsionada. El individuo disociado pierde progresivamente su […]

El término «disociación psicótica» define un fenómeno psicosocial resultado del proceso sistemático de manipulación mental por medio de imágenes y mensajes audiovisuales dirigidos al consciente y al subconsciente de los individuos, con el objetivo de establecer determinados modelos y esquemas de comportamiento y entendimiento que crean una realidad distorsionada. El individuo disociado pierde progresivamente su capacidad de definir la frontera entre lo verdadero y lo falso, se le hace difícil analizar e interpretar razonable y objetivamente sus necesidades, los hechos y los fenómenos sociales, políticos y económicos, fuera de los conceptos y patrones que le han sido implantados a través de masivas campañas informativas, difundidas principalmente por prensa, televisión, radio, cine e Internet.

Este fenómeno, que viene siendo detectado y estudiado por especialistas de la Salud, del Derecho y del Periodismo, particularmente en Venezuela, desde hace quince años, parece que ha cruzado el océano y se ha instalado en España, en una mutación que afecta especialmente a los medios de comunicación corporativos.

Recientemente el director de Público explicaba que la política comunicacional del gobierno español consiste básicamente en aplicar a rajatabla los 11 principios de la propaganda de Goebbels. Pero para entender la actitud de los medios corporativos españoles respecto a Venezuela, bastaría con el archiconocido enunciado de Malcolm X: «Si no estamos prevenidos, los medios de comunicación harán que odiemos al oprimido y amemos al opresor».

Todos los días sin excepción, los medios españoles se afanan en desacreditar a la democracia venezolana, en múltiples artículos y en diferentes secciones; por poner sólo algún ejemplo, El País del jueves 26 de febrero incluía la portada, dos páginas de Internacional, una de opinión y otra en la sección España; el pasado lunes 9 de febrero, «el periódico global» le dedicaba dos páginas de Internacional, el Editorial y otra página completa de Opinión. Y así día tras día.

A quienes militamos en la solidaridad internacionalista nos llama poderosamente la atención la desigual atención y el trato diferenciado que la prensa española presta a Venezuela respecto a otros países de América Latina. En estos, a diario se producen violaciones de los derechos humanos, torturas, desapariciones, asesinatos, que no merecen ninguna reseña en la prensa, mientras se llenan páginas enteras con mentiras continuas y descaradas contra el país de Bolivar.

Hablemos, por ejemplo, de México. El martes 24 de febrero, en el Estado de Guerrero, México, un maestro de 65 años fue aporreado hasta la muerte por la Policía Federal, cuatro maestras fueron violadas y doce permanecen desaparecidos, tras la represión policial de la marcha magisterial. Ni una palabra en la versión impresa de El País.

El sábado 14 de febrero, Norma Angélica B.R., integrante del grupo ciudadano que busca familiares desaparecidos en fosas clandestinas, fue ejecutada en Iguala. La mujer de 26 años fue asesinada frente a sus tres hijos, de los que se desconoce el paradero, cuando se dirigía al sepelio del joven José Ramón B.A., quien fuera ejecutado dos días antes en el centro de esa ciudad, donde la división Gendarmería de la Policía Federal (PF) asumió el control de la seguridad, tras la masacre y desaparición de los 43 normalistas (estudiantes de Magisterio) de Ayotzinapa. Ni una palabra en El País ni en los demás medios.

«En México, la impunidad por violaciones de derechos humanos sigue siendo la norma», denuncia Amnistía Internacional. Según datos oficiales, más de 22 mil personas han sido sometidas a desaparición forzosa desde 2006, entre ellas los 43 de Ayotzinapa, que fueron detenidos por las fuerzas de seguridad del estado y desaparecieron por el camino. Estas son las cifras oficiales reconocidas por el gobierno. Las que dan los organismos de Derechos Humanos son aun peores: 13 personas desaparecen cada día desde que gobierna Peña Nieto. Una desaparecida cada hora con 52 minutos. A las que hay que sumar las muertes por la represión y las cinco mujeres diarias asesinadas por la violencia machista.

La ONU denuncia que, en México, la tortura es generalizada y la impunidad absoluta, mientras que la represión contra las mujeres adopta habitualmente la forma de violencia sexual. Frente a esta situación demencial, el informe de la ONU destaca que, entre 2005 y 2013 sólo hubo cinco sentencias condenatorias por torturas.

Reporteros Sin Fronteras denuncia que México es el país más peligroso del mundo para las y los periodistas. En la última década han sido asesinados más de 80 periodistas y 17 han desaparecido. Los medios de comunicación frecuentemente son blanco de ataques armados y de amenazas, que en muchas ocasiones provienen de las autoridades federales y estatales.

Sin embargo, el hecho de que el país sea un lodazal de sangre y fosas clandestinas no impide que El País afirme que «México es y seguirá siendo destino de las inversiones extranjeras. Las agencias calificadoras han dado un espaldarazo al Gobierno mexicano, pese a los recientes episodios de violencia que han sacudido al país… Los problemas de violencia que se viven son preocupantes y nos apenan mucho, pero no inciden en la fortaleza del país, ni desincentivarán la entrada de riqueza».

Claro, cómo no: México está postrado ante el vecino del Norte y, desde 1994, sufre las consecuencias de haber firmado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Además, acaba de privatizar PEMEX. El expolio de los recursos, el saqueo al pueblo mexicano y la impunidad del terrorismo de Estado van de la mano y se entienden a la perfección.

Hablemos de Colombia. Según datos de la OIT, han sido asesinados casi 3.000 sindicalistas y 196 han desaparecido. De cada 10 sindicalistas asesinados en el mundo, 9 son colombianos. Es el país más peligroso del mundo para ejercer el sindicalismo.

En Colombia, durante 2014, un defensor de los Derechos Humanos ha sido asesinado cada semana, y dos han sido agredidos o torturados cada día, según el informe anual presentado por la ONG Somos Defensores. Esta es la punta de un inmenso y espantoso iceberg: la estrategia paramilitar del Estado, combinada con el accionar de policías y militares, ha sido el instrumento de expansión de los terratenientes y de las transnacionales. El Estado colombiano ha forzado la desaparición de más de 50.000 personas y ha despojado y desplazado a más de cinco millones (es el país del mundo con más desplazados después de Irak). En la población de La Macarena, detrás de un cuartel del ejército, se ha encontrado la mayor fosa común de toda América Latina, de la que ya se han sacado casi tres mil cadáveres. Y siguen saliendo.

El lunes 19 de enero de 2015 desapareció Carlos Alberto P.S., militante de Congreso de los Pueblos y del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, entre otras organizaciones, después de haber recibido amenazas de bandas paramilitares. Apareció asesinado dos días después.

Jáminton Andrés Ávila, líder comunitario, campesino jornalero, de 43 años de edad, fue asesinado el viernes 30 de enero en la escuela de la vereda La Punta, del municipio de Yondó (Antioquia), Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra. El pasado 5 de febrero fue asesinado Eriberto N.H., de 51 años, líder comunal del Patia. Había recibido amenazas y por ese motivo vivía como desplazado en El Bordo.

Ninguno de estos defensores de los derechos humanos y sociales merecieron una sola línea en ningún periódico español, ni un solo segundo en TVE ni en las televisiones privadas.

El pueblo mapuche en Chile, el pueblo Qom en la Argentina, los diversos pueblos originarios del Perú, de Guatemala, de Honduras, cuando plantean sus reivindicaciones, son respondidos con bala por los gobiernos, y con el silencio absoluto por la prensa. En este sentido también, Venezuela constituye una anomalía, pues allí los pueblos originarios disponen de un Consejo Presidencial de Gobierno, en el que plantean directamente al Presidente Maduro sus propuestas.

En pleno carnaval de 2015, la prensa española intentó disfrazar la realidad, para presentar como un demócrata injustamente perseguido a Antonio Ledezma, por su admitida participación en el complot golpista recientemente descubierto. Ledezma, también conocido como el Vampiro, es cómplice confeso de la operación golpista autodenominada La Salida, entre febrero y junio de 2014 y del intento fallido de resucitarla en este año, partícipe del golpe de estado de 2002, entre otros hechos por los que nunca fue procesado. Su prolijo prontuario criminal es tan antiguo como la impunidad absoluta de la que siempre gozó. Hasta ahora.

No tendría que hacer falta decir que no ha sido detenido por orden de Maduro, sino de la Justicia. Será juzgado con todas las de la Ley y podrá defenderse, como debe de ser, en los tribunales y con su equipo de abogados, algo que no pueden decir las familias de sus múltiples víctimas. Rápidamente, la prensa española se hizo eco de todo tipo de patrañas sobre su ‘secuestro’, golpeado de forma salvaje, esposado…Pero la verdad es bien diferente, y pese a que cualquiera puede comprobarlo en este vídeo, en España la prensa sigue propagando a diario burdas mentiras sin aportar ninguna prueba.

Y sin embargo -maldita hemeroteca-, el mismo El País que hoy se deshace en elogios hacia ese personaje, el 1 de diciembre de 1992 denunciaba la responsabilidad de Ledezma en la Masacre del Retén de Catia. Entonces, Antonio Ledezma ejercía como Gobernador del Distrito Federal y, por tanto, estaba a cargo de la Policía Metropolitana, responsable de la vigilancia del penal. Decía El País: «… La versión de los presos y sus familiares discrepa por completo de la oficial. Aseguran que se aplicó la ley de fugas, para eliminar a los presos, los familiares pasaron el fin de semana peregrinando desde las inmediaciones del penal hasta los hospitales en busca de sus allegados. Aseguran que muchos cadáveres fueron arrojados a una quebrada cercana y arrastrados por las aguas…» Los están matando como a perros». Durante el fin de semana, en la morgue, María revisó unos 30 cadáveres, pero no encontró entre ellos a su hijo. En un descuido de los policías, el enviado de este periódico pudo acercarse al penal. Tras los barrotes, los presos denunciaban a gritos su situación: «Tenemos hambre. Llevamos cinco días sin comer; hay gente desmayada y deshidratada». Uno de los presos clamaba: «Tienen que dragar el río de aquel lado para sacar los cadáveres… Abrieron la puerta, para que saliéramos y disparar sobre nosotros».

Esto es lo que decía El País cuando estaba pasando. ¿Habrá que recordarle a El País que lo que relataba aquel día era la ejecución de un crimen de lesa humanidad y que como tal es imprescriptible?

Veamos cómo lo contaba la prensa venezolana de la época. El diario Últimas Noticias no era de izquierdas entonces y tampoco es chavista hoy. El relato que hizo el 16 de diciembre de 1992 es estremecedor. La orgía policial duró varios días y era televisada en directo. En las imágenes se podían ver sábanas colgadas por los presos en las que decían «Nos están matando, auxilio». Se podían ver filas de presos desnudos y desarmados en los patios y al día siguiente fusilados. Se podía ver, también, al director de la prisión, Eloy Mora, mano derecha de Antonio Ledezma, con una metralleta en una mano y una pistola 9 mm. en la otra, disparando a diestro y siniestro. Incluso las y los familiares de los presos fueron acribillados cuando se les ordenó entrar a recoger los cadáveres de sus seres queridos y después arrojados al río.

Según testimonios de los supervivientes, todo fue planificado, ya que durante los días previos a la masacre, hubo una extraña clasificación de los reclusos. La masacre se inició a partir de las 5 de la mañana del día 27. La policía aplicó ley de fugas y, sin duda, las órdenes las debieron recibir con anticipación, ya que no actuarían sin la anuencia de su jefe directo: Antonio Ledezma.

Durante siete días el Retén de Catia estuvo cerrado a las visitas y ni siquiera hubo una investigación oficial para saber qué había pasado allí. No obstante, los testimonios de los internos y sus familiares abundan. En los barrios cercanos al Retén se dice que los presos eran acribillados sin reparos.

El desprecio por las víctimas fue tal, que ni siquiera se computó el número de muertes. Sin la debida investigación, las cifras varían: el Ministerio de Justicia, admitía la muerte de 63 internos, el gobernador de Caracas (sí, el Vampiro Antonio Ledezma) reconocía más de 100, el periódico El Nacional indicaba alrededor de 200. Las familias de los presos contaron 540.

Y Leopoldo López en Ramo Verde

Páginas enteras (y hasta portadas) de la prensa española, las ocupó el otro político preso en espera de juicio, Leopoldo López, quien lleva un año en prisión acusado de delitos sumamente graves conforme al sistema penal de cualquier democracia de nuestro entorno: instigación para delinquir, daño e incendio de edificación pública, asociación para delinquir y financiación del terrorismo. En ellas, toda la prensa escrita española, sin excepción, relata de forma pormenorizada las penosas condiciones a que se ve sometido, con palizas constantes, torturas psicológicas y todo tipo de perrerías ‘bolivarianas‘.

Precisamente el pasado 18 de febrero, CNN emitió una entrevista telefónica con Leopoldo López en la que denunciaba una vez más que estaba incomunicado. Lo curioso es que la llamada la hacía él mismo, desde su propio teléfono móvil, lo cual como mínimo provoca estupor. Cualquiera puede introducir su nombre en Google y comprobará la cantidad de entrevistas que concede este individuo.

Y sin embargo, bendita hemeroteca, en la muy británica BBC podemos ver cómo Leopoldo López «…reconoce que sigue los acontecimientos a través de los periódicos y la televisión que le instalaron en su celda de 13 metros cuadrados».

Su esposa, Lilian Tintori, le dijo a la BBC que su marido está «aislado en una celda con baño… Se levanta todos los días a la 6 de la mañana. Sale a la cancha a trotar, saltar lazo y hacer barras. Dentro de la celda, hace sentadillas, lee libros de historia y economía y «escribe sobre su situación». Además de la comida que le dan en la cárcel, su familia le lleva fruta y otros alimentos en los días de visitas, que son los jueves, viernes, sábados y domingos. Por ahora, López pasa sus días en la cárcel, leyendo y haciendo ejercicio e incluso reconoce que «no se siente preso».

Hay que recordar que este hombre está acusado de instigar, organizar y financiar los disturbios («guarimbas») que entre febrero y junio de 2014 provocaron cientos de heridos, destrozos por más de 15 mil millones de euros y, lo peor de todo, 43 víctimas mortales, la mayoría de ellas chavistas, como se puede comprobar escuchando las declaraciones del Comité de Víctimas de las Guarimbas que, por cierto, nunca fueron del interés de la prensa española, ni siquiera cuando fueron recibidas en el Parlamento Europeo. También, es cierto, hubo excesos policiales y esos policías están presos en espera de juicio, junto con varios paramilitares, francotiradores y sicarios colombianos y alguno venezolano. Es curioso y significativo que Leopoldo López considere a estos, en su entrevista por CNN, presos políticos y reclame su libertad, en lo que debe de ser una definición insuperable y ejemplar de disociación psicótica.

Usted puede introducir en Google Imágenes la palabra «guarimba» y comprobará cómo, en la abrumadora mayoría de ellas, jóvenes de piel clara y bien vestidos atacan a la policía que, estoicamente, resiste la agresión. Otro tanto puede hacer en Youtube, donde comprobará lo mismo y también la dificultad para ver ni una sola carga policial contra manifestantes como las que vemos habitualmente en España.

Mientras El País se afana en denunciar que el pueblo venezolano se muere de hambre, la FAO (organismo de la ONU para la alimentación y la agricultura) reconoce que en Venezuela el hambre es un tema superado y le entrega a Nicolás Maduro el premio que lo certifica.

La UNESCO (organismo de la ONU para la educación y la cultura) declaró en 2005 a Venezuela territorio libre de analfabetismo, condición que sólo comparte con Cuba, que lo es desde 1961 y Bolivia, desde 2008. Actualmente en Venezuela, un tercio de sus habitantes está cursando estudios, y uno de cada nueve son universitarios, lo que coloca a la patria de Chávez en el quinto puesto a nivel mundial.

UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) reconoció los avances en la atención en salud y educación a niños, niñas y adolescentes durante los 15 años del proceso revolucionario bolivariano. También destacó que Venezuela es el país latinoamericano con menor porcentaje de trabajo infantil, ha cumplido con las Metas del Milenio y con los tratados internacionales en la materia.

A pesar de esto El País no permitirá que los hechos, reconocidos por los organismos de la ONU, le estropeen su discurso: el lunes 23 de febrero, en un artículo delirante y a página completa, Enrique Krauze acusaba a la Revolución Bolivariana, ni más ni menos, que de dilapidar los recursos del país en políticas sociales. Hace falta ser ruin y mal bicho para atreverse a hacer semejante acusación. Desde luego, será muy difícil encontrar en España algún político a quien acusar de semejante delito. Cito literalmente: «A partir de 2003 Chávez instituyó las misiones de atención médica, educativa, alimentación, vivienda, que aportaron una mejora social en la vida de muchos venezolanos». ¿Se puede ser más perverso? Sí: el ultraderechista Krauze explica que lo han hecho a través de un acuerdo con el gobierno cubano que ha sido, óiganlo bien, extremadamente beneficioso para ambos pueblos, pues a cambio de la contratación de 40 mil médicos y profesores, Venezuela proporciona a Cuba petróleo a precio preferencial y la financiación de 76 proyectos sociales.

¿Será que Krauze es un psicótico disociado? O será que es, en definitiva y al igual que El País, un propagandista al mejor estilo goebbeliano de la ideología neoliberal que ha arrasado el mundo.


Pablo Pascual González forma parte del Comité de Solidaridad con América Latina de Asturies, www.cosal.es.

Fuente: Público