Guerra y terrorismo han ocupado un importante espacio político en los EEUU y en una gran cantidad de países. Tanto los que se oponen a esta situación, como los que la utilizan con beneficios de poder, han contribuido desde perspectivas opuestas, a que este estado de cosas se desarrolle. En la raíz de este fenómeno, […]
Guerra y terrorismo han ocupado un importante espacio político en los EEUU y en una gran cantidad de países. Tanto los que se oponen a esta situación, como los que la utilizan con beneficios de poder, han contribuido desde perspectivas opuestas, a que este estado de cosas se desarrolle.
En la raíz de este fenómeno, se ubican los medios -por los cuatro costados del globo- que han contribuido a que se forme esa visión de la política. Al centrar el objeto de su análisis en George W. Bush, y homologarlo con la estrategia de guerra y lucha antiterrorista, lo que se hizo en el fondo fue reducir el espacio de análisis de la política. Tanto los anti Bush, como los pro Bush, redujeron así el espacio de la política. Nacía un nuevo tipo de fundamentalismo. Sin embargo, la responsabilidad mayor en este fenómeno, recae en los medios más poderosos acoplados el sistema financiero.
Por ese excesivo candor en centrar el análisis político en G.W. Bush y su figura respecto a una guerra, los medios de mayor «pegada» pública, y que generalmente son los medios acoplados a poder financiero, han contribuido a que lo sustancial se transforme en trivial.
Para coronar este proceso, pocos días antes de la elección del 7 de noviembre, la tapa de la revista Time de la semana al 6 noviembre, exhibía lo que es una ópera selecta. Retrata a G.W. Bush como «The Lone Ranger», o El Llanero Solitario. Recurre al personaje de una caricatura popular pero pueril. Sin embargo, allí reside la equivocación en la conclusión del análisis. Time se retrata a sí mismo y de alguna forma el rol de los medios de este tipo adeptos a construir entelequias.
En el trayecto, se esfuma el hecho de que George W. Bush y su Presidencia, han estampado seis años que han conmovido al mundo. Si no fuera así, basta ver la inversión en páginas e imágenes que tratan el «fenómeno Bush».
Este «número» de Time es un hito porque es un medio capital en el sistema que llevó a G.W.Bush al poder, y que ahora en sarcasmo grotesco, le vuelve la espalda, en su estilo.
Este ejemplo exhibe la desproporción entre el esfuerzo y los recursos que invierten los medios por transmitir determinada idea y los resultados, por su incapacidad en definir el objeto del análisis. No es solo con Time el problema. Si se panean los medios, ese sarcasmo en torno al personaje político Bush, se repite como un recurso. No es posible detectar si es pura frivolidad o pereza para hacer bien la tarea.
El problema de los medios, en este caso representado por la caricatura de Time, es su incapacidad de definir una idea política, que esté basada en un proyecto de nación, y de mundo. Cuando gana Bush por primera vez en 2000, se abre la expectativa de un proyecto que trae el candidato vencedor consigo y que no se explica a cabalidad. Lo que importó -en los medios- fue transmitir la derrota de su adversario Al Gore y en las circunstancias en que perdió. El rol de la Corte Suprema y la validación de un supuesto fraude, fue más importante que el proceso que comenzaba.
Pocos medios auguraron las implicancias. Inclusive los más fervorosos opositores a Bush, y a su claque de neoconservadurismo, sospechaban lo que se venía. El rumbo de la nación que más gravita en el mundo, y hacia donde se dirigía ese mundo, se desvanecía en la trivialidad, o en la explicación de panfleto.
La portada de Time caricaturizando a Bush, trivializa lo que ha sido además de un golpe en política internacional, un proceso que a todas luces ha generado profundas presiones y cambios en las políticas de los países.
El sheriff se quedó solo, entonces, en qué quedamos. ¿La lucha internacional contra el terrorismo, con todos sus defectos en su implementación, es o no es una nueva concepción en la seguridad global? ¿En qué queda ese liberalismo, esa social democracia, ese social cristianismo, repartidos en sus ligas locales y mundiales, que han apoyado esta nueva estrategia y concepción de la seguridad internacional, y de la política internacional? Asombra y asusta creer que todo se convierta en un espejismo.
¿Está tan solo efectivamente George W. Bush, porque el plan de invadir Irak, estaría fracasando al faltarle ese componente político indispensable desde el origen?
¿En qué están los mismos planes de las Naciones Unidas para apoyar las reformas políticas de los países del Medio Oriente y del mundo árabe y musulmán que hoy tienen sistemas políticos cerrados?
Es decir, toda esa masa crítica de planes y proyectos para mejorar el sistema de convivencia – sin terrorismo, con mercado libre y con sistemas políticos abiertos y democráticos- que emerge de la administración Bush, de pronto por los errores y una derrota electoral , quedan en suspenso, o van al tacho de la basura.
La ausencia de la mirada sobre un proyecto de nación y de convivencia internacional, en los medios occidentales de la «escuela Time» con muy pocas excepciones, impide que el cuestionamiento tenga resultados. A pesar de que las evaluaciones estén allí presionando a este Llanero Solitario y su política, la falta de conexión de estos medios con un proyecto a largo plazo de nación o de convivencia mundial, le sustrae eficacia a su cuestionamiento.
En la visión amplia, donde se conjugan diversas posiciones, pero donde debería primar la racionalidad, la ironía aplicada en este caso puede ser de mal gusto. Se detecta así, un periodismo que se fragua en los «happy hours» de los estamentos con glamour de las grandes ciudades, y que no parece ensamblar en un marco de responsabilidad orientado para construir una sociedad diferente a la del mensaje reducido de gobernabilidad basada en libre comercio y seguridad.
Por carencia de un análisis político más profundo y que esté condicionado para recoger pulsos verdaderamente ciudadanos, el razonamiento crítico que deben sustentar a los medios en este plano, permanece en suspenso. O, es mediatizado por el interés de supervivencia (del medio). Como resultado, no se logran construir conclusiones lógicas.
Estos medios, al no contribuir con seriedad y compromiso a la formación de proyectos de nación, como ha sido -en el papel- una parte importante de su misión, por el exceso de acento en la mecánica, o en el formato de la exposición, o por el celo excesivo en proteger la matriz de crecer para no perecer, se han quedado sin sujeto y objeto de análisis.
En el caso de George W. Bush, y del matrimonio frustrado entre medios y Casa Blanca, la responsabilidad es compartida. El principal personaje no se dejó guiar o no pudo absorber el consejo, por su excesivo acento en la tesis de la guerra. Los medios protectores del sistema financiero no solamente han creído a medias en esa guerra, sino que se quedaron sin epopeya propia, al no tener un proyecto que no sea la creencia -en alianza con la política- de que están más posicionados y dotados que nunca como un gran poder.
Frente a los resultados electorales adversos a este ‘Llanero Solitario’ que abandonaron a mitad de camino, la ubicuidad de este tipo de medios, se expresa en la nueva excitación al expandir los límites reales de los resultados. Los transforman en una especie de cambio de época en la política interna y externa en los EEUU, y por qué no, en el mundo. El sistema financiero que sustenta este tipo de mundo mediático tiene la palabra. Se podrían quedar sin el Sheriff territorial principal, pero lo que es peor, no tienen proyecto que no sea la manutención del sistema con algunas reparaciones. Es probable que para este sistema, ni la reforma democrática en los países sea parte de su itinerario.