Recomiendo:
8

La hipocresía de Estados Unidos sobre las armas nucleares de Israel debe terminar

Fuentes: Bulletin of the Atomic Scientists.

Traducido del inglés por Marwan Pérez para Rebelión

La serie de televisión israelí de tres partes, «El Átomo y Yo», dirigida por el periodista y cineasta Shany Haziza, narra la historia de Benjamin Blumberg, director de Lakam, la agencia de inteligencia científica israelí responsable de las misiones nucleares que condujeron a la bomba atómica israelí.

Una extraordinaria serie televisiva israelí de tres episodios «El Átomo y Yo» , explica cómo Israel obtuvo sus armas nucleares. La serie da por sentado lo que cualquiera que preste atención sabe desde hace años, pero va mucho más allá del debate general sobre las armas nucleares de Israel. Muestra la férrea determinación de dicho estado por obtener la bomba atómica a toda costa, incluyendo el robo de explosivos y de componentes nucleares de los Estados Unidos, así como la violación del gran tratado para el control de armas nucleares, del cual Israel es parte, y mintiendo sobre ello.

Mientras la administración Trump está discutiendo seriamente la posibilidad de unirse a Israel en los ataques contra Irán para impedir que obtenga armas nucleares, es útil disipar las ilusiones sobre el modus operandi de Israel.

Los funcionarios estadounidenses guardan silencio

El hilo conductor a lo largo de los tres episodios es una entrevista realizada a Benjamin Blumberg antes de su muerte en 2018. Blumberg es el director de Lakam, la agencia de inteligencia científica israelí responsable de las misiones nucleares que condujeron a la bomba atómica israelí- (algunas de estas misiones fueron tan secretas que se mantuvieron ocultas al Mosad; el Mosad es la agencia israelí que se encarga del espionaje en el extranjero). Blumberg se encontraba delicado de salud y accedió a hablar con la condición de que la entrevista no se emitiera hasta después de su muerte.

La conversación se mezcla con material de archivo y entrevistas recientes. La importancia de la serie no reside en mostrar lo desconocido —aunque hay detalles al respecto—, sino en las confesiones en la televisión pública israelí, con la aprobación de la censura israelí, sobre acontecimientos que han sido negados por los partidarios de Israel en Estados Unidos, incluido el gobierno estadounidense.

Varios eventos analizados en la serie de televisión se relacionan directamente con Estados Unidos: (1) el robo del componente radioactivo Uranio-235 de las instalaciones de NUMEC en Pensilvania, lugar al que los líderes del equipo israelí que sacaron a Eichmann de Argentina, aparecieron inexplicablemente en 1968 con identidades falsas; (2) la compra ilícita de cientos de interruptores de alta velocidad (krytrons) para activar armas nucleares, y que Arnon Milchan – espía y traficante de armas israelí, y por entonces productor de Hollywood- sacó de manera clandestina de EEUU en la década de 1980; y, (3) lo más significativo, la prueba nuclear israelí de 1979 en aguas sudafricanas de lo que parece ser la etapa inicial de fisión de un arma termonuclear. La prueba nuclear violó el Tratado de Prohibición Limitada de Ensayos Nucleares de 1963 , del cual Israel es parte.

Lo que más destaca de la serie de televisión es el control de Israel sobre la política estadounidense respecto a sus armas nucleares.

Desde John Kennedy, ningún presidente estadounidense ha intentado frenar el programa nuclear israelí. Su sucesor, Lyndon Johnson, no cuestionó a los israelíes en cuestiones atómicas (y encubrió el intento de Israel, durante la Guerra de los Seis Días de 1967, de hundir el buque espía estadounidense Liberty ). Tal ha sido la influencia política de Israel en Estados Unidos.

Nadie fue acusado jamás por la desaparición de material nuclear de NUMEC. Cuando el tema de la participación de Israel en dicho robo volvió a surgir en 1976, el fiscal general le sugirió al presidente Gerald Ford que acusase a los funcionarios estadounidenses, presumiblemente de la Comisión de Energía Atómica, de no informar de un delito grave. Pero ya era demasiado tarde. Ford perdió las elecciones contra Jimmy Carter, quien dejó el asunto en el olvido. Arnon Milchan nunca fue acusado por el robo de krytrones, aunque posteriormente se jactó de su tráfico de armas y espionaje para Israel. Y Carter —y todos los presidentes estadounidenses posteriores a él— no tomaron ninguna medida coercitiva en respuesta a la prueba nuclear ilegal de 1979.

La indulgencia de Estados Unidos con las armas nucleares israelíes no ha escapado a la atención internacional, y su evidente hipocresía ha socavado la política estadounidense de no proliferación. La postura pública del gobierno estadounidense sigue siendo que desconoce completamente las armas nucleares israelíes, y aparentemente continuará así hasta que Israel levante la mordaza estadounidense. Esta política se aplica supuestamente mediante un boletín federal secreto que amenaza con medidas disciplinarias a cualquier funcionario estadounidense que reconozca públicamente la existencia de armas nucleares israelíes.

Mientras tanto, Israel se jacta de sus armas nucleares

Irónicamente, los israelíes se sienten libres de aludir a sus armas nucleares cuando lo encuentran útil. El mejor ejemplo es el discurso de 2016 del Primer Ministro Benjamin Netanyahu al recibir el Rahav, el último submarino suministrado por Alemania. The Times of Israel, utilizando el estándar «según informes extranjeros», describió al submarino como «capaz de entregar una carga nuclear». En su discurso, Netanyahu dijo: «Por encima de todo, nuestra flota de submarinos actúa como un elemento disuasorio para nuestros enemigos … Necesitan saber que Israel puede atacar, con gran poder, a cualquiera que intente dañarlo».

¿De qué otra manera, aparte de con armas nucleares, puede un submarino ser un elemento disuasorio? Los misiles de crucero de largo alcance de los submarinos no solo podrían alcanzar la capital de Irán, Teherán, la principal preocupación de seguridad de Israel, sino que también podrían alcanzar cualquier capital europea.

Esos misiles de crucero submarinos, si es que existen, podrían estar equipados con ojivas termonucleares, que también se transportan en aviones y cohetes terrestres. Las armas termonucleares ligeras permiten flexibilidad en su lanzamiento, pero los diseños de dos etapas son muy sofisticados. Los israelíes, lógicamente, decidieron que debían realizar al menos una prueba de fisión de baja potencia, aunque habían prometido no hacerlo, para asegurarse de que su primera etapa produjera la radiación que iniciaría el combustible termonuclear en la segunda.

En el último episodio de la serie de televisión israelí, el periodista Meir Doron, quien ha escrito sobre los secretos de seguridad de Israel, afirma: «Tras la prueba nuclear, por primera vez, los responsables del programa nuclear israelí, Blumberg, Shimon Peres y todo el personal del reactor pudieron dormir tranquilos. Sabían que lo que estaban construyendo funciona».

Si bien Israel no firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) de 1970, sí firmó y ratificó el Tratado de Prohibición Limitada de Ensayos Nucleares de 1963, que obliga a las partes a no detonar un dispositivo nuclear en la atmósfera ni en los océanos. Dicha prueba también activa una disposición de no proliferación de la legislación estadounidense, la Enmienda Glenn de 1977 (Sección 102 (B) de la Ley de Control de la Exportación de Armas), que impone severas sanciones a cualquier país (excepto los cinco aprobados en el TNP) que detonara un dispositivo nuclear después de 1977. Al enterarse de dicha explosión, se supone que el presidente debe imponer las sanciones de amplio alcance «de inmediato». Eso, por supuesto, no sucedió.

La característica señal de dos jorobas de la explosión nuclear fue detectada por un satélite estadounidense el 22 de septiembre de 1979, y las agencias de inteligencia estadounidenses estaban convencidas de que Israel era el culpable. El presidente Carter no quería arriesgar sus actuales esfuerzos políticos en Oriente Medio culpando a Israel. La Casa Blanca preguntó a un grupo de científicos si el destello de luz detectado podría, de alguna manera, no estar relacionado con una explosión nuclear. Los científicos propusieron algunas ideas que le dieron al presidente una salida pública. Al mismo tiempo, la Casa Blanca mantuvo informes clasificados de la Marina sobre las ondas sonoras oceánicas de la explosión que respaldaban los datos satelitales. Y Carter escribió en su diario: «Tenemos una creciente convicción entre nuestros científicos de que los israelíes efectivamente realizaron una prueba nuclear en el océano cerca del extremo sur de África». Todo esto fue esencialmente un engaño.

La Enmienda Glenn permite al presidente retrasar las sanciones por motivos de seguridad nacional o suspenderlas por completo con la ayuda del Congreso. La ley no permite al presidente ignorarla. Pero eso es exactamente lo que todos han hecho.

El precio del silencio

El silencio del gobierno estadounidense sobre las armas nucleares de Israel ha significado ocularlas en las discusiones sobre el programa nuclear iraní. El debate público es parte esencial del desarrollo de la política estadounidense y, en el caso de Irán, se ve obstaculizado por la incapacidad de realizar una evaluación honesta de la naturaleza y el propósito de las armas nucleares israelíes.

La existencia de estas armas pudo ser inicilamente como un elemento disuasorio contra otro Holocausto, pero ahora se ha transformado en un instrumento de un Israel agresivo y expansionista.

La incapacidad de mantener un debate público honesto permite que Israel y sus partidarios finjan que se enfrentan a una amenaza existencial por parte de Irán, que está dispuesto a lanzar una bomba nuclear sobre Tel Aviv en cuanto la consiga. Diversos aspectos de la cuestión iraní quedan ocultos por la incapacidad de sopesar todos los elementos políticos necesarios para elaborar una política estadounidense inteligente.

El silencio del gobierno estadounidense también ha enseñado a la prensa a evadir el tema. La última vez que un corresponsal de la Casa Blanca preguntó sobre las armas nucleares israelíes, aunque fuera indirectamente, fue en 2009, cuando Helen Thomas le preguntó al presidente Obama  si sabía de la existencia de armas nucleares en Oriente Medio. Recibió una fría respuesta: Obama dijo que no iba a especular.

Una excepción a la falta general de interés de la prensa en el tema es un informe de 2018 del New Yorker, escrito por Adam Entous, que revela cómo los presidentes estadounidenses han firmado cartas secretas a los israelíes prometiendo no hacer nada para interferir con sus armas nucleares, ni reconocer su existencia.

Israel afirma que esta obligación estadounidense se deriva de un «trato» alcanzado por Nixon y Golda Meir en su reunión de 1969, durante los 15 minutos que estuvieron a solas. William Quandt, entonces asesor de Kissinger, afirma en el tercer episodio de la serie: «No existe ningún registro documental del lado estadounidense hasta la fecha. No había nadie más en la sala». Tampoco ha aparecido ningún registro israelí. Sin registro, no puede haber una obligación duradera.

Entonces, ¿por qué los presidentes estadounidenses siguen aceptando la versión israelí de «la obligación estadounidense» – que incluye negar cualquier conocimiento sobre las armas nucleares israelíes- incluso cuando ya no es un asunto de interés para Estados Unidos? Adam Entous informa en su informe, que cuando Trump asumió el cargo en 2017, el embajador israelí Ron Dermer (un exestadounidense que cambió su lealtad a Israel) se enfrentó al equipo de Trump. Se dice que actuó como si él fuera el dueño del lugar, y le funcionó. Se salió con la suya.

La obstinación del aparato israelí —que considera que lo mejor para Israel prevalece sobre cualquier otra consideración— se capta al final del tercer episodio de la serie. La conversación con Benjamin Blumberg gira en torno a las relaciones más que amistosas de Israel con la Sudáfrica del apartheid, -de donde obtuvo uranio para alimentar el reactor de Dimona y posteriormente permiso para realizar la prueba nuclear de 1979, y a cambio Israel le proporcionó tritio para modernizar las armas nucleares sudafricanas-, se le pregunta: ¿no era Sudáfrica un régimen racista opresivo? «Es cierto», responde Blumberg, «pero ¿qué me importa? Quería lo mejor para Israel«. Es hora de comprender que lo «mejor para Israel» no es necesariamente bueno para Estados Unidos.

Nota del editor: Victor Gilinsky fue el comisionado de la Comisión Reguladora Nuclear al momento de los hechos en cuestión. Leonard Weiss fue asesor durante mucho tiempo del senador Glenn y autor de la primera versión de la Enmienda Glenn. Ambos aparecen en la serie de televisión israelí mencionada.

Fuente original: https://thebulletin.org/2025/03/the-us-hypocrisy-about-israels-nuclear-weapons-must-stop/?