Recomiendo:
0

"El Argentino" de Chascomús

La historia del diario golpista que reivindica el genocidio

Fuentes: Tiempo Argentino

«El Argentino» es la publicación gráfica más antigua del país. Una excelente investigación de Martín Cremonte Larralde analiza el rol del diario como sustento de las clases dominantes. Desde fines de 1800 apoyó las campañas al desierto que masacraron indígenas, acompañó el fraude patriótico, agitó durante los asesinatos de obreros en la Patagonia, combatió al peronismo de los cuarenta, apoyó cada uno de los golpes militares desde 1930, fue tribuna de doctrina en Buenos Aires durante la última dictadura, y demonizó al kirchnerismo.

Hace 130 años que lo solventa la familia Cuence, siempre cercana a las dictaduras y cuyo último padrino entre los represores fue Ibérico Saint-Jean, oriundo de la ciudad. Entre sus columnistas figura Laura Moujan, ex concejal del PRO, e hija de un capitán responsable de varios CCD muerto impune por la ley de Punto Final. Las notas de la mujer, tituladas «La otra memoria», reivindican asesinatos y desapariciones.
       
Se sabe que La Nación no esperó. Con Mauricio Macri recién asumido como presidente, una editorial de los Mitre titulada «No más venganza» pidió terminar con los juicios a los genocidas, y deshacerse de una vez por todas de «la izquierda ideológicamente comprometida con los grupos terroristas». La nota fue repudiada por los trabajadores del diario, en una reacción rápida y desmostrativa de que más allá de cuestiones partidarias, no hay discusión posible a la hora de hacer valer la verdad, la memoria y la justicia. Pero lo que pasó inadvertido fue un artículo del diario de Chascomús El Argentino, que se burló de los trabajadores de prensa llamándolos «soviet».

La de El Argentino es una historia tan interesante como desconocida, teniendo en cuenta que se trata de la publicación gráfica más antigua del país. Y si hay algo que mantuvo a lo largo de casi 130 años fue la coherencia, como explica una excelente investigación de Martín Cremonte Larralde que reconstruye ese siglo largo. Desde finales de 1800 apoyó las campañas al desierto que masacraron indígenas, acompañó el fraude patriótico, agitó durante los asesinatos de obreros en la Patagonia, combatió al peronismo de los cuarenta, se regodeó con cada uno de los golpes militares surgidos a partir de 1930, fue tribuna de doctrina en Buenos Aires durante la última dictadura, y demonizó al kirchnerismo. La familia Cuence, dueña del medio, se mantiene allí desde hace cuatro generaciones, cuando el primer número vio la calle el 3 de agosto de 1887, fundado por Ángel Olmos y David Copello, y con Eduardo Cuence en la dirección periodística. Él arrancó una dinastía que renueva sus ceos únicamente cuando mueren, para remplazarlos por sus hijos.

Desde aquellos inicios, las páginas se acurrucaron al calor del poder: apoyaron la política genocida de Julio A. Roca en las campañas del desierto, y a los candidatos del mitrismo bonaerense. La militancia de Cuence en el Partido Conservador lo acercó al entonces referente más importante de esa línea en Chascomús, Pedro Etchevería. Y juntos adhirieron al golpe de Estado de José Félix Uriburu. Una marca de agua que hoy se mantiene. El hijo de Eduardo, Eduardo Antonio («Tito»), dirigió la publicación denostando al peronismo de los ’40. A lo que siguieron las direcciones de dos Darío E., padre e hijo, y del hijo del último, Santiago (hasta la actualidad), que convirtieron el diario en un brazo de la dictadura de los setenta y ochenta.
Fomentista, respetable miembro del Club Social, también militante del conservadurismo y varias veces candidato a diputado y senador, Darío (p) horadó al gobierno de Alfonsín, sentando bases para que sus continuadores demonizaran al kirchnerismo.

En los años de plomo, la redacción incorporó a su staff a Alberto P. Alfonsín, designado en 1976 como secretario privado del Ministerio de Agricultura y Pesca bonaerense. Y la familia Cuence se vio beneficiada por la irrupción al poder de gente cercana: Jorge Girado (ministro de Asuntos Agrarios), Ibérico Saint-Jean (gobernador de Buenos Aires), el capitán de corbeta César Oscar Moujan (sec. gral. de la gobernación bonaerense) y Norberto Auld (intendente de la ciudad), todos nacidos en Chascomús. El mismo Darío logró un nombramiento en la Secretaría General de la intendencia, lo que al grupo familiar le significó crear contactos con los represores. Años después, los Cuence no se olvidaron de sus amigos. En 1987, El Argentino elogiaba a los carapintadas presos en Magdalena por el motín de Semana Santa.

Fascismo y doble moral

Como era de esperar, los primeros apuntados por El Argentino fueron cuadros del socialismo y anarquistas de finales de 1800. «Esta turba de desocupados hicieron su aparición ayer en nuestras calles exhibiendo no sólo sus osos y monos -octubre de 1889-, sino su aspecto repugnante por el desaseo de sus ropas y personas.» Las páginas segregaban a los gitanos y a la inmigración japonesa. Y no dudaba en ponerse del lado franquista en la Guerra Civil Española.
El medio siempre demostró un profundo antisemitismo. Acostumbraba publicar listas de funcionarios judíos nombrados en diferentes gobiernos, y negó más de una vez el genocidio nazi. Para El Argentino, los bolivianos, paraguayos y peruanos que trabajan en la Argentina son «personas que entran al país clandestinamente». Una nota llegó a pedir de manera «urgente» una «fiscalización severa y permanente», para no permitir la entrada a «indeseables».
El diario también destila machismo. En una nota de Darío Cuence en 1998 bajo el título «Razón de mujer», el ex director criticaba una medida de la entonces ministra de Educación Susana Decibe, de prohibir que los jóvenes tomaran clases de tiro al blanco: «Al parecerle ‘horrible porque no es un deporte’, la ministra derogó la autorización para que alumnos secundarios realicen prácticas de tiro. La funcionaria hizo valer un argumento típicamente femenino, diciendo que hablar de armas le produce rechazo.»
La vuelta de la democracia en 1983 tomó desprevenida a la publicación, que empezó a hablar de «moral» bastante seguido para tratar de evitar la hemorragia de chicas desnudas en los cines. Todavía en la ciudad se recuerdan los escándalos protagonizados por miembros de la redacción cuando se proyectaba en Chascomús la película «Camila», las notas de José Manuel Uriarte que hablaban de la «cursilería socialista del cine chaplinesco», o los escritos del presbítero Carlos Mancusso, que en una nota titulada «Los jóvenes, el rock y el diablo» dijo: «Qué triste será ver hecho realidad entre nosotros aquello de que para vencer a una nación hay que infectar a su juventud.»
Pero detrás de esta pantalla casi inofensiva a la vista actual, lo peligroso de la línea editorial de El Argentino siempre estuvo vinculado a su fuerte política antiobrera en su nacimiento, y la adhesión a dictaduras genocidas cada vez que asaltaban el poder. La familia no dudó en apoyar y bancar la obra del sacerdote Julián Quintana en la formación del Círculo Obrero, pantalla con la que el religioso aportó a la desaparición y eliminación de trabajadores que reclamaban por sus derechos a comienzos del siglo pasado. Para el diario, esos sucios reclamos sobre jornadas de trabajo dignas significaban «ideas que degeneran en corrupción». Por eso apoyaba al CO como «institución que lleva a cabo, por su perfeccionamiento de las prácticas sociales, una lucha incansable contra los credos disolventes». Durante la Semana Trágica en la Ciudad de Buenos Aires, y los asesinatos de trabajadores en la Patagonia, el diario tampoco dudó de qué lado estaba, el de las bandas parapoliciales de la época. Por eso agradeció que una revuelta de protesta fruto de la «confraternización entre estudiantes yrigoyenistas con el proletariado» haya sido impedida «en forma viril por la juventud nacionalista».
Darío padre adhirió al golpe de Juan C.Onganía en 1966 (cuando se publicó su famosa frase: «El nuestro es un país joven que todavía no está preparado para la libertad de expresión»), y no dudó en perfilar las páginas en su enfrentamiento con el Concilio Vaticano II, sumándose a la corriente oscurantista del obispo francés Marcel Lefevre.
En 1903, el comisario de Chascomús detuvo por disturbios a dos jóvenes de 27 y 24 años, que andaban revolcándose con dos chicas de mala vida en el burdel del pueblo. El primero se llamaba Omar O’Kelli, y el segundo, el primer director de El Argentino, Eduardo D. Cuence. Un informe del policía dirigido al intendente, después de identificar a las acompañantes como Clara Montero y Amalia Alba («ambas pupilas del prostíbulo El Miramar», dice el texto), acusa a los muchachos por haber «infringido la ordenanza municipal sobre desorden».
Una mancha que al moralista de Eduardo, cada vez que se la recordaban, le parecía como una puñalada.

Un pro-genocidio que no es nuevo

En 2010, la pluma de Darío se mofó de la cifra de 30 mil desaparecidos, y negó que durante la dictadura hubieran ocurrido delitos de lesa humanidad en Chascomús. La gente de la ciudad recuerda los rastrillajes en el campo «Sabe» del paraje Parque Girado, sobre el camino que rodea la laguna, en busca de fosas comunes, como parte de una investigación encarada por Alejo Ramos Padilla, juez federal de Dolores, y el Equipo Argentino de Antropología Forense.
Hace poco tiempo, el diario se sumó a la campaña de boicot a la colocación de placas recordatorias en homenaje a tres asesinados del lugar: Eduardo Hernández, Miguel Ángel Villa y Raúl Ameri. Con la excusa de que el trámite de pedido no había seguido los caminos correctos, los entonces concejales del PRO, la UCR y el GEN rechazaron el gesto. Como ediles, el partido amarillo del actual presidente Mauricio Macri tenía en ese momento a César Echavarría y Laura Moujan. Moujan es hija del ex capitán de corbeta César Moujan , intendente de Chascomús con el golpe de Estado que derrocó a Arturo Illia hasta 1972, y como se mencionó líneas arriba, secretario general de la gobernación bonaerense de Saint-Jean durante el genocidio de Jorge Videla. Responsable directo de varios Centros Clandestinos de Detención en el mapa de la provincia de Buenos Aires, murió impune por la ley de Punto Final. Moujan, la mujer, llegó a su banca entrando por la ventana, y remplazando a un concejal de la Acción Ciudadana Independiente (ACI) entre 1995 y 1997. Pero después desembarcó otra vez en el Concejo en 2012. En las últimas elecciones presidenciales se la vio fiscalizando para el actual gobierno nacional. Suele escribir incendiarias columnas de opinión en El Argentino, dentro de una serie titulada «La otra memoria», donde reivindica el terrorismo de Estado y bate el parche con el viejo latiguillo de la memoria completa.

También El Argentino hizo todo lo posible como para que no avanzara una iniciativa del Dr. Norberto Liwski, actual presidente del Comité para la Defensa de la Salud, la Etica y los Derechos Humanos (CODESEDH). Cuando era titular del Observatorio Social Legislativo de la Provincia de Buenos Aires, Liwski impulsó junto con la Comisión Provincial de la Memoria de Chascomús una investigación para determinar los pasos de la banda de Aníbal Gordon en la ciudad. Además, se ofreció como querellante, y aportó a los juicios abiertos varios casos de asesinatos, secuestros y desapariciones registrados en ese lugar.

En el último aniversario del golpe de Estado de 1976, El Argentino volvió a insistir en que «el enjuiciamiento de las Juntas Militares fue anticonstitucional, y además tuvo una motivación política que excedía la estricta finalidad de hacer justicia». Para los Cuence, los juicios trataron de «aprovechar la circunstancia del momento para desarmar a la Patria con el pretexto de que en adelante no hubiese más golpes militares. Hasta dejarnos con la realidad del día de hoy en que el país está a merced de gobernantes desorbitados, corruptos en buena medida, quienes dejarán el campo arrasado al que le suceda, si es que quien viene es de un signo político distinto. Porque podría ser que el gobierno se sucediese a sí mismo y entonces la tiranía se convertiría en su única alternativa.» En aquellos años donde también la dictadura asesinó y desapareció gente en Chascomús, el diario rogaba por «un gobierno autoritario para que las cosas comiencen a marchar». Para el diario, los represores latinoamericanos en épocas del Plan Cóndor sí que hacían bien las cosas. Por ejemplo Augusto Pinochet, «uno de esos hombres excepcionales que aparecen de tanto en tanto».
«No hubo errores, no hubo excesos…», decía una vieja consigna cantada por los organismos de Derechos Humanos en los ochenta. El Argentino no entendía cómo esas voces se la pasaban queriendo «democratizarlo todo, hasta la guerra». «

Un agradecimiento por la información enviada a Tiempo a Domingo «Petite» Francese y Julio Giribaldi, director de FM Volver.

Fuente: http://tiempoargentino.com/nota/202713/el-argentino-de-chascomus-la-historia-del-diario-golpista-que-reivindica-el-genocidio