El semanario cántabro La Realidad salió por primera vez a los kioskos el 7 de febrero del año 2000. Desde su salida a la calle tuvo que soportar todo un complot por parte de los políticos gobernantes de Cantabria, materializado en un sin fin de demandas y querellas. Altos personajes de la política cántabra fueron […]
El semanario cántabro La Realidad salió por primera vez a los kioskos el 7 de febrero del año 2000. Desde su salida a la calle tuvo que soportar todo un complot por parte de los políticos gobernantes de Cantabria, materializado en un sin fin de demandas y querellas. Altos personajes de la política cántabra fueron los principales espadas que utilizaron los juzgados contra el semanario. Detrás de ellos, los omnipresentes grupos de presión fácticos que dirigen desde la sombra, aunque de manera ostentosa, los hilos sociopolíticos de esta región. Al final, los políticos obsesionados con hacer desaparecer La Realidad consiguieron no estar solos en su obsesión. Una jueza dictó una esperpéntica sentencia de casi 30 millones de pesetas. De manera inaudita dicha sentencia fue ejecutada «provisionalmente» /1 en diciembre de 2001, sin que fuera firme y gracias a la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil del PP que se promulgó en enero del mismo año. Esa ley permite, por lo que se ve, utilizar esta fórmula jurídica para atacar desde el poder a medios de comunicación incómodos, provocando su ahogamiento financiero y, por ello, su cierre.
El inicio de una idea alternativa a la globalización desde el ámbito local
Fueron diversas las causas, las razones y las confluencias que nos llevaron a los promotores a poner en marcha La Realidad. En primer lugar, la propia situación de los medios de comunicación en Cantabria, donde no existe un contrapeso a escala regional de lo que entendemos por «pensamiento único», como brazo del neoliberalismo imperante en el mundo. En este sentido, considerábamos (y seguimos considerando) que hay un espacio social y de pensamiento progresista, alternativo o social -como queramos llamarlo- que no está siendo representado en el periodismo actual; así, existen muchos casos, situaciones, problemas que no son considerados interesantes para informar de ellos. Esos medios representan habitualmente a lo institucional y ofrecen la versión oficial de las cosas. Primando la información institucional y desechando por sistema lo que proviene de «abajo», dejan de lado muchísimas situaciones, actividades y aspiraciones de la sociedad civil.
En nuestro caso, la propuesta era que dicho espacio estuviera ocupado por la participación popular, por los movimientos sociales. Algo alejado de lo institucional per se, pero sin renunciar a cubrir todos los aspectos de la vida social y política de nuestra sociedad.
Por otro lado, también pesaba en nuestra idea de concebir la información el «hecho global». Es decir, la acelerada concentración de grandes grupos multimedia que está trayendo consigo la llamada «globalización». El fenómeno creciente de que los medios de comunicación influyentes estén en cada vez menos manos y se hayan convertido en grandes mecanismos del poder. Pensamos que frente a esta peligrosa hiperconcentración se impone conseguir una diversidad periférica. Una guerrilla de medios de comunicación que actúen a ras de tierra. En ese sentido, el proyecto de la Realidad suponía una especie de revulsivo o intento alternativo a esta situación de dominio informativo «globalizado» desde una perspectiva local.
Cómo se puso en marcha la Realidad
Se pueden tener buenas ideas, pero el dinero no sale de la nada. Aunque se suele decir que el convencimiento y la voluntad mueven montañas. Éste podría ser uno de esos casos. Al no tener en buena medida recursos propios, se imponía buscar apoyos entre aquellos a los que iba dirigido el proyecto, las clases populares sobre todo; personas desinteresadas que creían en la necesidad de este nuevo medio de comunicación y confiadas en que se podría materializar. Esto se hizo en reuniones por toda la región. Pueblo a pueblo, barrio a barrio, taberna a taberna, casa a casa…
Se constituyó un «Consejo de Apoyo», creando una especia de «banca popular». La gente prestaba un dinero a la cooperativa de trabajadores que iba a poner en marcha la editora, a un plazo de dos años y sin intereses y, poco a poco, se fue formando un pequeño capital social que ayudaba a la puesta en marcha del periódico. Por otro lado, antes de salir a la calle casi teníamos 300 suscripciones, y esto se sumaba al activo.
Evidentemente con eso no era bastante. No existe masa social suficiente en nuestra tierra (por una cuestión demográfica y política), imperando un sustrato ultraconservador muy arriscado, frente a minorías alternativas muy limitadas, atomizadas y, por tanto, con escasa o mínima capacidad de influencia. Ayudar a levantar y ampliar el espectro social alternativo era, justamente, una de las intenciones del proyecto. Así que las cinco personas cooperativistas asumimos la necesidad de endeudarnos personalmente para aportar lo que, más o menos, suponía el 70% de las necesidades financieras que considerábamos mínimamente necesarias.
Fue la administración autonómica de Cantabria quien inicio la puesta en marcha de lo que, podríamos denominar, «barreras disuasorias». Además, con multitud de irregularidades. La Dirección Regional de Trabajo nos negó, en primera instancia, algo a lo que tiene derecho cualquier empresa que pone en marcha una iniciativa y que genera nuevos puestos de trabajo, como es la subvención por creación de empleo que se acuerda todos los años con los sindicatos con fondos de la Unión Europea. A nosotros se nos denegó y, cuando se dieron cuenta del desaguisado, ante nuestra protesta, rectificaron en parte y chapuceramente, produciéndonos un quebranto de más de dos millones de pesetas, que eran vitales para la puesta en marcha del proyecto.
Incluso en aquellos momentos de gestación del periódico se empezaron a escuchar rumores sobre aspectos de boicot a la Realidad (¡que todavía no existía!) por parte de diversos estamentos de la región. Luego estos temores se confirmarían con creces, con la más ruda y persistente campaña de demolición que ha conocido la historia de la prensa en Cantabria. Ese acoso sistemático no se produjo desde cualquier parte, sino por personajes muy relevantes de la política institucional y bancaria.
A partir de la salida del semanario y durante su período de existencia, una de las cosas que más nos llamó la atención era que el sistema de suscripción iba creciendo sostenidamente. Este crecimiento constante, además, no menoscababa la venta de ejemplares en el quiosco. Esta venta directa no crecía espectacularmente, pero tampoco descendía, sino que se mantenía estable. Eso quería decir que el semanario era cada vez más conocido y generaba opinión. La mejor prueba es el despliegue de artillería que ha tenido que utilizar el poder regional para suprimirnos. La contrapartida era que el ritmo lento alejaba la posibilidad de alcanzar la sostenibilidad económica en poco tiempo. Nos situaba en un plazo más prolongado, como por otra parte pasa igualmente en la mayoría de los medios de comunicación convencionales. Luego, hubo algo que nos produjo no poca decepción, desilusión y sorpresa. La impronta de un periodismo de sensibilidad social abierto a todos los movimientos sociales y de base, información y opinión sin exclusiones, encarnando la libertad de expresión en toda su amplitud, por tanto no panfletario ni obediente a ninguna sigla en concreto, y no teniendo detrás más que una cooperativa de trabajadores y el apoyo social (diverso y plural) no fue del todo bien entendido por algunas de las organizaciones abanderadas de la izquierda clásica. Así que optaron por la indolencia en el desarrollo de campañas propias de participación en el proyecto, y por la indiferencia ante las posteriores respuestas político-sociales ante las agresiones del poder, que fueron sucediéndose sin apenas pausas.
Financiación con boicot publicitario
Cantabria es una región pequeña, algo más de 500.000 habitantes. Eso, lo mismo que es bueno para muchas cosas (se puede trabajar en espacios cortos, con un conocimiento muy claro de lo que pasa en todo momento), pero también provoca situaciones a la contra. En el terreno de la publicidad es donde nosotros esperábamos el mayor boicot.
Lo esperamos así porque, como todos sabemos, la relación entre poder político y económico es, en general, muy fuerte en todos los lados. En Cantabria, a diferencia de otras comunidades, esta relación común es inexistente. Aquí es una amalgama donde no se sabe donde empieza lo uno y acaba lo otro. Además esos intereses no tienen contrapesos políticos de oposición -en absoluto en lo institucional y muy débil en lo social-. No se sabe donde está la línea divisoria entre los poderes representativos y los fácticos, y no es porque sea difusa, sino inexistente a nuestro modo de ver. La relación entre empresa pública o semipública -política- y empresa privada no existe. Está todo metido en el mismo saco.
Ante esto es evidente que el «control» que se ejerce desde el sistema de dominación, político y económico, es prácticamente absoluto. Este «control» local se ejerce desde un solo vértice, en una simbiosis de intereses públicos y privados de tipo caciquil y mafioso.
En definitiva, y eso es lo que hemos venido denunciando desde la Realidad mediante artículos de fondo y periodismo de investigación, la denominada «normalidad» es un contexto mafioso a la siciliana aunque sin necesidad de luparas (escopetas recortadas). Basta con el tráfico de favores. Se trata de una pirámide donde todo el mundo «debe» algo al señor (el puesto de trabajo del hijo, el contrato para tal obra, el propio empleo, la recalificación del «prao» para construir una urbanización, o incluso -alguno piensa- la propia jubilación o el permiso de obra para arreglar el baño de tu casa). Estos «favores» (que la mayor parte de las veces son derechos constitucionales) se «deben» al alcalde, al concejal, al consejero, y también al empresario (que puede ser alcalde, concejal o consejero, o familiar de ellos…). Lo mismo funciona, en muchísimos casos, hasta con alcaldes pedáneos o, incluso, con presidentes de asociaciones, con sus cuotas de poder. De esa manera, la corrupción y el «control» atraviesan todos los estamentos en una escala de dependencia social total y absoluta. Dentro de ese marco de comportamiento mafioso es evidente que la «orden» general de los padrinos es la de «al enemigo, ni agua». Y, en lo que respecta a la Realidad, las «familias» del poder político-empresarial le declararon la guerra a un periódico independiente y crítico. Hay que decir que la consigna conspiratoria funciona sin cartas, sin llamadas telefónicas y sin «órdenes» orales concretas. Simplemente un comentario es suficiente. Y ese comentario lo pueden hacer en la sala de reuniones, en la taberna, en el cine, en la romería del pueblo, etc… en cualquier evento local. Incluso, demasiadas veces también funciona la propia inhibición porque «se sabe» que determinados actos pueden tener «consecuencias». Así las cosas, la política comercial de publicidad que nos quedaba en la Realidad era intentar ir, también «por abajo». Es decir, tratar con el pequeño empresario, con entidades económicas «sin contaminar», o simplemente sin dependencias excesivas del sistema mencionado. Por lo tanto, muy difícil. Algo así como lograr la cuadratura del círculo.
A modo de ejemplo: la principal entidad financiera regional (semipública) inserta publicidad en todos los rincones que puede (es su política). Lo mismo pone un anuncio en un fanzine marginal de unos jóvenes que en el boletín de una asociación determinada. En el caso de la Realidad, siendo un ámbito de publicidad muchísimo más importante, las puertas siempre estuvieron cerradas por consigna. Esa misma entidad ha sido capaz de «contratar» y pagar publicidad falsa en un medio de comunicación local, que estaba igualado en número de lectores con la Realidad, por un valor de 30 millones de pesetas en un año. Hay un proceso judicial en marcha por este motivo. Otro ejemplo: en la Realidad teníamos contratos de publicidad que algún empresario pagaba religiosamente porque el periódico le gustaba, pero con la condición expresa de que el anuncio no se insertara en el periódico. Lo hacía así para no tener «determinados» problemas. Creemos que es bastante ilustrativo del panorama.
En la trainera hay quien no rema
Las posibilidades de expansión social de la Realidad estaban dadas y se manifestaban con datos concretos. Muy lentas y difíciles por la propia situación, pero avanzaron en dos años y estaban desarrollándose sin pausa y a pesar de la tremenda presión ejercida desde sectores tan poderosos. Se puede afirmar, sin lugar a dudas, que un periódico de estas características es plenamente viable en el ámbito regional en el que nos desenvolvíamos. Claro está, que si no hubiera habido enemigos institucionales de tal calibre y con tanta inquina e intransigencia.
Tampoco ayudó a la consolidación de la Realidad, como fenómeno informativo, la incomprensión de algunas organizaciones (más bien algunas personas decisivas en algunas organizaciones). Se dice que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Esa falta de visión o la abulia, o ambas cosas, no ayudó en nada a generar un ritmo más rápido de implantación social. No es lo mismo dirigirte directamente a la gente, ir sumándola al proyecto uno a uno y dos a dos, acostumbrándola a leer el periódico y a sentirlo propio, que una organización se tome la apuesta en serio y desarrolle campañas en esa dirección. Sobre todo cuando era lo natural. Eramos el medio más lógico de la mayoría de los movimientos sociales; y estos los componen personas que significan votos y más movimiento en multiplicación. Algo tan simple resulta, al parecer, difícil de entender para algunos líderes o cuadros de ciertas organizaciones.
Sin embargo, por nuestra parte tenemos que decir que a lo largo de dos años las relaciones con los movimientos sociales, en general, fueron excelentes. De forma ilustrativa y matizando lo anterior, hemos detectado algunos problemas que van a ser difíciles de superar en un futuro próximo.
La voz de su amo y los personalismos ajenos
Primero, hay todavía gente de izquierda que piensa en medios de comunicación «propios», o sea, «suyos» y de nadie más. Algo así como el órgano de la organización para reafirmarse en los militantes o convencidos de antemano. Sin embargo esto no funciona. No ayuda a extender hacia fuera las ideas propias, a entablar debates con otros movimientos u organizaciones, etc… Además está demostrado que no funciona de ninguna de las maneras, si se piensa en influencia social.
Nosotros proponíamos (y proponemos) una alternativa de prensa en la que los periodistas hagan su trabajo «sin ser la voz de su amo». Ese «amo» de la redacción no puede existir en ningún lado (ni por arriba, ni por abajo). Partimos de la base de que ejerciendo un periodismo con sensibilidad social, y mirando hacia abajo y desde abajo, la izquierda tiene todas las de ganar y nada que perder. En esto ha habido bastante desconcierto por parte de algunas personas activas en organizaciones. Nuestra experiencia determina que nos queda mucho camino por andar, para llegar a entender la diversidad (interna y externa), el pluralismo, etc…
Otra cosa muy destructiva es el personalismo. En una sociedad tan pequeña como la cántabra, la cuestión de las «personas» es importante. Si te encuentras a alguien al que no le caes bien, o con quien has tenido alguna discusión en algún momento, eso se tiene en cuenta luego en el terreno organizativo. Es una pena, pero es así. En ese sentido, ha habido algunas actitudes sectarias, ideas confusas sobre el proyecto planteado, etc… que no obedecían a un análisis objetivo del trabajo que se estaba haciendo y sí a simples «sensaciones» demasiado particulares.
Para ilustrar esto decir que una organización social muy importante, durante casi un año se mantuvo a distancia del proyecto porque personas dirigentes de la misma pensaban que éste «obedecía» las directrices de otra organización similar y que está en competencia con ella. Todo porque uno de los cooperativistas es afiliado a la última. También hubo casos de boicot a la publicación hasta por cuestiones de rivalidad o celos de gente del entorno «progre», causados por amistades mal entendidas y pruritos de protagonismo o de vestirse con plumas ajenas. En fin, unos absurdos que socavaban el proyecto planteado y que ya estaba en marcha.
Luego está el asunto recurrente de la «línea» editorial. Consiste en «apoyar» un proyecto de esta índole solamente cuando publica lo que a ti te gusta, o a tu organización. Se reivindican cuestiones de «línea» y a la postre nadie sabe en qué consiste esa «línea», cual debe ser para uno o para el otro. Una «línea» difusa o, cuanto menos, abstracta pero que se emplea como arma arrojadiza de manera constante por tirios y troyanos. Este clima de penuria política genera una desconfianza que ata de manos a la redacción y mina su resistencia. Son presiones que nadie plantea a los medios burgueses, pero que sí se ejercen sobre un medio alternativo. Cuando debería ser todo lo contrario.
Mientras tú remas en una trainera, el poder va en yate
El acoso contra la Realidad, tal y como hemos comentado, empezó incluso antes de salir el periódico a la calle, pero la ofensiva más contundente se concretó por la vía judicial a partir de las tres semanas de existencia. Cinco demandas civiles pidiendo cada una 30 millones de pesetas de indemnización y tres querellas criminales. Todas fueron interpuestas por personajes como Carlos Sáiz (entonces secretario general del PP, presidente de Caja Cantabria y diputado regional), Miguel Angel Revilla (líder del PRC, vicepresidente del Gobierno cántabro y consejero de Obras Públicas), Francisco Rodríguez (portavoz del PP en el Parlamento cántabro), Federico Santamaría (consejero de Economía y Hacienda) y los alcaldes de Argoños, El Astillero, Comillas… Todo ello en dos años. Que ningún lector piense que los firmantes de este artículo han asesinado al Cid Campeador. No han hecho más que ser «políticamente incorrectos» y proponer un medio de comunicación alternativo en nuestra sociedad.
En las demandas había una obsesión permanente por su parte: saber quienes eran las personas que «contaban las cosas» y que estaban dentro de sus filas. O sea, quien «se iba de la lengua». En ese aspecto, el acoso judicial sobre el director del periódico para que revelara las fuentes de información era constante. Evidentemente, ningún periodista puede revelar las fuentes y ellos lo saben. Pero esa misma paradoja es la que da pie al juez para justificar sus sentencias. En última instancia, tanto sus «alianzas» judiciales como sus objetivos estaban claros: cerrar un medio incómodo y sobre todo incontrolable, a pesar de varios intentos de soborno por parte de algunos «enviados especiales» de arriba para que el semanario cambiara de rumbo informativo.
Es, por otra parte, un hecho cierto el escándalo producido en medios periodísticos, por la forma en que se ha perpetrado el cierre de la Realidad. La preocupación que se ha provocado se refiere a la utilización de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil que permite los embargos provisionales, aún y cuando las sentencias estén en vía de recurso judicial. Evidentemente estos procedimientos abren el camino a la censura económica de los medios de comunicación modestos que no pueden afrontar indemnizaciones millonarias. Por tanto, es un camino abierto para el cierre de cualquier medio de comunicación crítico hacia el poder bancario y político. A nuestro pesar, en la Realidad hemos sido los pioneros en padecer estos nuevos procedimientos de censura.
Las respuestas posibles y la defensa del proyecto
Nuestra respuesta no se podía dar en otro terreno que el seguir con la línea trazada en cuanto a la propuesta que se hacía desde el semanario. Es decir, continuar cumpliendo cada lunes con nuestros lectores, amigos y suscriptores por mucho esfuerzo y sacrificio que costara, pese al terrible acoso que estaba sufriendo la cooperativa editora y la dirección del periódico desde todos los ángulos. Persistir era la respuesta de dignidad que mejor podíamos dar.
Al mismo tiempo tampoco nos olvidamos de la movilización, en contacto con la gente y con las personas que seguían el proyecto. Así organizamos, en estos dos años de vida del semanario, del orden de cinco asambleas convocadas públicamente para informar, debatir y sacar conclusiones sobre la situación. Contábamos con la participación, aunque esta fuera muy limitada.
Incluso, cuando se ejecutó la sentencia definitiva de los 30 millones se organizó una concentración en la Plaza del Ayuntamiento de Santander. Más tarde, cuando se ejecutó y provocó el cierre del periódico hubo una concentración y manifestación que resultó un éxito participativo. Pero el mal ya estaba hecho.
Algunas reflexiones
El proyecto de la Realidad era tratar de buscar y demostrar que existen espacios mediáticos e informativos en nuestra sociedad, que son necesarios y que no están ocupados en estos momentos. Sobre todo en el ámbito local y periférico y frente a la concentración centralizadora de los grandes emporios multimedia. Era dar una respuesta plural, diversa, ante una situación de uniformidad en la información hegemónica, empleada como arma desde grupos muy cerrados de poder.
Después de vivir esta experiencia, en una comunidad autónoma uniprovincial donde la punta de la pirámide es el santanderino Emilio Botín, el principal banquero del Estado español, hemos visto muchas cosas. Por ejemplo, la situación de amordazamiento, de inmovilidad que se ha producido entre la ciudadanía. Hemos visto el miedo en los ojos de la gente y nos han pedido disculpas por no «poder» ayudarnos aunque estuvieran de totalmente de acuerdo con nuestro periódico y lo que en él se decía. Puede que incluso ese temor sea razonable vista la catadura de los que mandan. Se ha demostrado palpablemente que, al menos en nuestro ámbito de actuación que es Cantabria, sólo se puede decir aquello que quien mantiene las riendas está dispuesto a consentir. Y creíamos ingenuamente que el franquismo se había ido para siempre… pero bueno es regresar a la cruda realidad.
Nuevas alternativas: «otra Realidad»
Después del cierre de la Realidad se mantiene una cierta base social que sigue reivindicando este espacio periodístico. En ese sentido y con esos apoyos, se está organizando la posibilidad de volver a ocupar nuestro sitio en el terreno de la información. Ahora cualquier propuesta, una vez demostrado que el espacio existe, pasa por la participación directa de la sociedad civil, de sus organizaciones, en cualquier proyecto nuevo y alternativo. Se está trabajando por constituir una sociedad anónima muy participada. Pero evidentemente la condición imprescindible es que haya compromisos concretos de personas, entidades, organizaciones que puedan tener interés en el proyecto. Desde el punto de vista periodístico no creemos que haya más cambios que los de poner en la calle un semanario todavía más sólido, más completo y con más proyección, pero siempre dentro del espacio logrado. Para ello tenemos habilitada una página web (www.otrarealidad.net) donde se informa de todo ello. Aparte de ejercer en ella el derecho a la libre opinión. Mal que pese a algunos.
1/ La Audiencia Provincial ha rebajado recientemente la sanción a dos millones de pesetas, pero el proceso sigue en curso; más información en www.otrarealidad.net