Para una mayoría de expertos, vivimos en la era dorada de la información. Puesto que podemos conocer lo que sucede prácticamente al instante y contamos con la posibilidad de transmitir aquello que entendemos relevante en un espacio sin fin como es Internet, los medios de comunicación tradicionales, fruto de la competencia, se han visto obligados […]
Para una mayoría de expertos, vivimos en la era dorada de la información. Puesto que podemos conocer lo que sucede prácticamente al instante y contamos con la posibilidad de transmitir aquello que entendemos relevante en un espacio sin fin como es Internet, los medios de comunicación tradicionales, fruto de la competencia, se han visto obligados a mejorar, permitiendo así a lectores y espectadores gozar de una mayor calidad informativa y de una amplia pluralidad. Quienes apoyan esta perspectiva reconocen que existen excepciones, que suelen corresponderse con la ambición de actores concretos que intentan manipular a la opinión pública para obtener ventajas en la relación con el poder, acusaciones que, en general, suelen dirigirse a los medios que ocupan el lado opuesto del espectro político (los conservadores lo afirman de los progresistas y viceversa). Contra esta postura se alza la defendida por Pascual Serrano, periodista y fundador de Rebelión.org, reconocida web de información alternativa. Para Serrano, los medios, maniatados por intereses sistémicos, nos engañan de continuo, sustrayendo la realidad para sustituirla por una virtualidad conveniente. Y no tanto porque mientan cuanto por su habilidad a la hora de construir las noticias insistiendo en datos parciales, negando la visibilidad a determinados hechos y haciendo circular medias verdades. Las excepciones a esta dinámica, que existen, provienen de periodistas íntegros que aprovechan los resquicios que dejan los medios de masas o de las escasas publicaciones ajenas al poder que pueden ofrecer información sin contaminar.
Pero si la primera tesis posee el inconveniente de ocultar las disfunciones con la excusa de la cantidad, la que defiende Desinformación ignora la complejidad y la diversidad del mundo comunicativo. Mucho más que ante una máquina de distorsionar, estamos en un campo de posiciones enfrentadas y contradictorias, de estrategias diversas y de intereses contrapuestos, donde confluyen intereses privados, condicionantes éticos y aspiraciones profesionales, y donde la relación entre actor y estructura no se decanta definitivamente por uno de los dos extremos. Como el autor considera el entorno informativo desde una sola perspectiva, su texto termina adoleciendo de un análisis realista tanto de las prácticas periodísticas como de los marcos en los que se insertan.
El segundo problema con que cuenta el texto tiene que ver con el estilo elegido, muy de la escuela Le Monde Diplomatique (no en vano lo prologa su director, Ignacio Ramonet), apostando mucho más por la acumulación de información que por el despliegue de una tesis lineal, prefiriendo la suma de datos a la fluidez narrativa, lo que puede generar cierto cansancio en el lector.
Pero esa misma estructura también deja lugar para que aparezcan los aciertos del texto, que residen en su capacidad para ilustrar con ejemplos gráficos las disfunciones periodísticas. Así, la foto que recogía el instante en que una mujer votaba en las elecciones afganas y que se había tomado realmente en Pakistán o la que mostraba una manifestación contra Chávez que nunca existió, sirven para subrayar cómo el periodismo confía cada vez más en las versiones institucionales de los hechos en lugar de analizar éstos por si mismos, cómo existe disparidad de tratamiento dependiendo de dónde procedan las noticias o cómo lo publicado y la realidad no siempre coinciden. En este sentido, la obra de Serrano es un instrumento útil para recordarnos que nuestra tarea como lectores y espectadores no debe consistir sólo en escoger correctamente los medios a través de los cuales nos informamos, sino que debemos mantener un espíritu crítico también frente a estos. Por eso resulta particularmente útil la parte final de Desinformación, la dedicada a que el lector encuentre recursos para formarse una opinión sólida: para saber leer tanto las noticias como los medios…
Tipología del engaño
La forma más habitual de manipulación ocurre, asegura Serrano, a través de tergiversaciones del lenguaje que aceptamos sin siquiera reparar en ellas. Así, a los radicales religiosos les llamamos extremistas islámicos o judíos ortodoxos según el bando al que pertenezcan. También es frecuente que los medios nos oculten hechos negativos, incluso cuando no tengan gran relevancia política, como esa noticia no contada del ciudadano danés que pidió como chanza una subvención de 100.000 euros para construir una pista de esquí en una isla del Báltico donde apenas nieva y se la concedieron («Ya que tengo el dinero, la construiré», afirmó: sólo pudo abrir un día y medio). Pero la acción más frecuente es la que orienta la información en un sentido ideológico determinado. Ocurre sistemáticamente con los populismos latinoamericanos, afirma Serrano, quien cita en el texto diversos ejemplos. Entre ellos, el de la campaña internacional contra Chávez que se promovió por la supuesta prohibición a un concierto de Alejandro Sanz en Caracas. La realidad fue que el Ministerio se negó a ceder uno de sus locales para que el concierto se celebrase, pero los medios occidentales construyeron un caso de atentado a la libertad de expresión (Sanz se había manifestado críticamente hacia Chávez), impulsado por un manifiesto que suscribieron numerosos artistas. Cuando Chávez afirmó que le prestaría un local más grande para probar que no había censura, ningún medio recogió el ofrecimiento. Y por último, también encontramos burdos y risibles intentos de manipulación. Durante las inundaciones causadas por el huracán Katrina en Nueva Orleans, se publicaron dos instantáneas de contenido muy similar. El pie de foto de la primera, en la que podía verse a una joven pareja de raza blanca, rezaba: «Dos residentes caminan con el agua hasta el pecho después de encontrar pan y soda en una tienda de comida». En la otra, que retrataba a un hombre de raza negra, se leía «un joven camina con el agua hasta el pecho después de saquear una tienda de comida».
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.