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La muerte del periodismo y otros cuentos apocalípticos

Fuentes: Elásitco.net

Malén Aznarez, defensora del lector del diario El Pais, se despide de su cargo con un lamento por el estado de la prensa tradicional y una cita de Howard Kurtz: Go back to the future. Y termina: Ante el fenómeno creciente de los blogs de Internet, el «nuevo periodismo» que mezcla con pleno descaro, y […]

Malén Aznarez, defensora del lector del diario El Pais, se despide de su cargo con un lamento por el estado de la prensa tradicional y una cita de Howard Kurtz: Go back to the future. Y termina: Ante el fenómeno creciente de los blogs de Internet, el «nuevo periodismo» que mezcla con pleno descaro, y jactándose de ello, información, opinión, rumores y fantasías, no está de más recuperar la fórmula de Kurtz, tan vieja como el buen periodismo y en plena vigencia. La defensora del lector tiene toda la razón del mundo; el periodismo está en crisis. Personalmente creo que es una crisis que debemos celebrar.

La vieja escuela establece que un dato debe ser comprobado al menos tres veces antes de convertirse en noticia. Este principio obedece a un motivo muy concreto: si tus datos quedan en entredicho o tu entrevistado resulta ser un fraude no sólo quedas como un melón y tu credibilidad se cae a pedazos sino que asumes las responsabilidades legales de los daños y perjuicios que puedas haber causado a terceros con tu publicación.

De lo que no veas, nada te creas

Normalmente, después de una cagada, el medio en desgracia pide perdón y se retracta públicamente, como hizo El País con su disparatada campaña de las torres gemelas que están y no están. Si la cagada ha sido gorda, se cortan algunas cabezas, se pagan los desperfectos y se promete solemnemente que no se repetirá el error, como le ha tocado estos dias a la CBS, al Washington Post y un poco antes al New York Times. Aun así los escándalos se multiplican, la confianza se pierde y las encuestas aseguran que el lector es cada vez más reacio a tragarse todo lo que le dan. Malén Aznárez lo considera una crisis. Yo creo que es un triunfo. Porque la responsabilidad última del circuito de la comunicación no la tiene el escritor sino el lector y ya iba siendo hora de que se diera cuenta.

Todos y cada uno de nosotros tenemos el derecho y la responsabilidad de dudar. En nuestra vida diaria nos cuidamos muy mucho de confiar en cualquiera y hay razones poderosas para que sea así. Si compro un reproductor de vídeo en la calle y al llegar a casa me encuentro con que me han vendido una caja llena de piedras, la culpa es mía por no comprobar que me llevo lo que he pagado. Si me meto en el coche de un desconocido a las cuatro de la mañana es posible que me meta en un lío del que me cueste mucho salir. La ley nos protege de muchas cosas pero no de nuestra propia idiotez. Nosotros elegimos en quién confiar y qué información seleccionar en la maraña de datos que nos llega cada día. Por eso somos tan responsables de los motivos que definen nuestra conducta como de nuestra conducta misma y mantener lo contrario es pedir que nos den una venda y decidan por nosotros sobre todo lo demás.

Cuando yo leo una noticia en El Pais o en el New York Times no estoy comprando un vídeo en la calle sino en El Corte Inglés. Esto es, un establecimiento legal con responsabilidades concretas de cuyos abusos con el cliente se ocupa, en último caso, la ley. Si el vídeo no me funciona, lo puedo devolver. Y si no me dan uno nuevo o no me devuelven la pasta les pongo una denuncia y dejo de comprar allí. Cuando leo una noticia en un blog, estoy comprando un vídeo en la calle y ya sé a lo que me expongo. Lo que ocurre es que últimamente la calle vende mejores productos y tiene mejores precios que El Corte Inglés.

De lo que leas, la mitad

A mi no me gusta arriesgarme, pero me gusta probar. No deambulo a ciegas comprando a desconocidos: los vendedores ambulantes me vienen recomendados, tengo la opinión del cliente en la etiqueta del producto y, si no tienen el vídeo que busco o no me convence su material, les falta tiempo para presentarme a otro vendedor que posiblemente lo tenga o me diga dónde encontrarlo. Por supuesto, me gusta mirar lo que venden los otros y saltar de flor en flor, soy bastante caprichosa. Pero mi lealtad se compra con disponibilidad, afinidad, seriedad y constancia. Si mi favorito de hoy no renueva su inventario, no cubre mis necesidades, se cambia de acera sin avisar o me da las vueltas mal, me voy a comprar a otro sitio. Faltaría más.

Por mucho que a algunos les cueste creerlo, los lectores no son idiotas y les gusta tener lo mejor. Hay un número limitado de periódicos en España y la tele que no es de pago tiene cinco canales y uno regional. Montar un periódico o un programa es un negocio caro y el usuario tiene que conformarse con lo que le dan. Pero montar una cabecera online es mucho más asequible y tiene distribución internacional. Y están los blogs: generales, temáticos, personales, colectivos, políticos, gráficos, empresariales, amateur, profesionales. Si uno te defrauda tienes miles de sustitutos que probar. Si puedes tener lo mejor, ¿por qué contentarte con menos?

Es cierto que la prensa tradicional está en crisis y hay que dar gracias a dios, porque el lector ha recordado que tiene derechos y ha empezado a hacerlos valer exigiendo calidad y un poco de respeto por su atención. En un escenario mediático de grandes empresas con intereses corporativos, servidumbres políticas y ambiciones económicas ha pasado lo que tenia que pasar, que en cuanto ha habido una alternativa viable los que han sido un poco listos han empezado a picotear fuera del plato y a exigir algo a cambio de su lealtad.

Las grandes cabeceras tienen que cambiar. Abandonar esa soberbia y adaptarse o morir. Aquí han pasado cosas, señores. Ya no se puede hacer lo que a uno le de la gana porque ya no mandamos tres.

Al menos que empiecen a dar bien las vueltas. Faltaría más.