Cuando a menudo se acusa a los medios de comunicación de los países que no tienen una democracia de corte occidental de ser la voz de su amo, privilegiar las apariciones de sus líderes respetivos en los mismos y ofrecer una información chovinista, sesgada y afín, en lo ideológico, al régimen imperante, deberíamos aparcar el […]
Cuando a menudo se acusa a los medios de comunicación de los países que no tienen una democracia de corte occidental de ser la voz de su amo, privilegiar las apariciones de sus líderes respetivos en los mismos y ofrecer una información chovinista, sesgada y afín, en lo ideológico, al régimen imperante, deberíamos aparcar el telescopio y ver antes la paja en el ojo propio y no ver bien, de lejos, la viga en el ajeno.
El mandato-marco que sobre la radio-televisión pública española el gobierno acaba de presentar a los partidos políticos recoge que la dicha corporación pública debe ‘construir la identidad y vertebración de España’, es decir, debe levantar y sostener esa identidad -uno en su ingenuidad pensaba que un medio de comunicación debía ser simplemente ‘reflejo de la realidad’ y no fabricador, edificador o hacedor de esa realidad-. Cierto es que el documento asume (toma para sí, adquiere, se hace cargo, con cierto pesar parece, uno se imagina que con un suspiro de resignación) la existencia de ‘diversas nacionalidades y regiones que la integran’ (a mí me recuerda a la frase del testamento de Franco cuando dice: ‘Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones’) y de lenguas cooficiales que, ‘serán utilizadas correctamente’ y ofrecidas en sus respectivas comunidades autónomas según la ‘realidad lingüística de cada una’. Buenos propósitos que no me acaban de encajar con la amenaza de cierre que pesó (y supongo pesa cual espada de Damocles) sobre la única emisora de radio nacional que emite en una de las famosas lenguas cooficiales que hay que ‘promocionar y difundir’ a la altura del castellano: RNE-4.
Pero la viga auténtica llega en el apartado dedicado a la cobertura informativa de altos cargos e instituciones: dígase el Rey y su heredero, el presidente del gobierno y sus ministros; el Congreso y el senado, así como partidos políticos ‘con representación’ y parlamentos ‘territoriales’ (arriba se hablaba de ‘nacionalidades’, el folclore es nacional, pero el parlamento es territorial, faltaría más ). La renovación del ente público pasa por realizar un ‘seguimiento pormenorizado y ‘cobertura’ de las actividades de estos cargos e instituciones, sin que uno acierte a adivinar muy bien si se van a transmitir todas las sesiones del Congreso de los Diputados (no creo, se revelaría lo que a las señorías les interesa la ‘democracia’ con su baja asistencia a las mismas) y de sus comisiones, todas las reuniones donde se delibera y pacta otorgar o bien suprimir de raíz tal y tal derecho o si por tal especial cobertura a las acciones del Rey, el Principe y el presidente del gobierno se entiende cubrir con pelos y señales en ‘Corazón, corazón’ las competiciones de vela en Mallorca, las innumebrables vacaciones de la familia en la playa, la nieve o el extranjero, las primeras palabras y pasos de la infanta Leonor y Sofía, así como sus natalicios respectivos, o la última trastada de Felipe Juán Froilán y primos varios. Esto sin olvidar las vacaciones del presidente de turno, sus incalificables palabras sobre hechos que no conoce o conoce mal y de lejos por informes, la pamela y la actividad canora de su mujer o la cobertura cuando se dedica a pasearse, días después, por el lugar de la catástrofe o besa sin pudor a hijos de inmigrantes. Porque si eso va a aumentar no veo cómo ni en qué parrilla y a RTVE le harán falta canales televisivos y radiofónicos extra para glosarnos con detenimiento las ‘acciones’ diarias de estas importantes personalidades.
Ahora imaginemos que España fuera una terrible dictadura ibérica de corte comunista. Imaginemos una ley que contribuya a la identidad de la República Popular Española. Imaginemos que esa ley fija las ‘obligaciones’ de la televisión y radio pública para un plazo de 9 años. Imaginemos que nos hablan de ‘construir’ y ‘vertebrar’ nuestra amada república. E imaginemos por último que con esa ley todo el día se asoma a la pantalla el Amado Líder (el jefe del estado) en Marivent para anunciarnos que comienza sus vacaciones junto a su familia, asistimos a las correrías de su nieta y a las iniciativas de su sucesor en la jefatura del politburó (puede ser su hijo, y sino echadle un vistazo a Corea del Norte), que vemos cómo se pasea en yate, barco de vela o similar y que ese medio nos habla de su habilidad con el timón y su pulso firme en una regata donde compite con una embarcación subvencionada por oscuros jerifaltes del régimen; pero además, todo el día, aparecen también su primer ministro, de vacaciones, y los ministros de éste hablando de banalidades. Todo el día en la televisión pública el líder único e intocable y sus políticos con sus portavoces de prensa opinando lo mismo sobre un parto que sobre el mundial de motocross, sobre Navarra que sobre cómo debe Nicaragua enchufar la luz. ¿Podemos imaginarlo siquiera? ¡Qué horror! No quisiera vivir en tal país.