En los juegos olímpicos de París en 1900 las mujeres comenzaron su incipiente participación en algunas disciplinas a partir de una relativa apertura del Comité Olímpico Internacional. El estereotipo que se había fijado desde la antigüedad asociaba la mujer a las tareas hogareñas y las vetaba para la realización de prácticas deportivas. Su «funcionalidad» social […]
En los juegos olímpicos de París en 1900 las mujeres comenzaron su incipiente participación en algunas disciplinas a partir de una relativa apertura del Comité Olímpico Internacional. El estereotipo que se había fijado desde la antigüedad asociaba la mujer a las tareas hogareñas y las vetaba para la realización de prácticas deportivas. Su «funcionalidad» social concluía con las obligaciones reproductivas y el cuidado de los niños. Lejos de representar la cristalización de una paridad de oportunidades para el desarrollo deportivo, las mujeres encontraron en las medidas de principio de siglo XX el comienzo de una lucha por el reconocimiento que continúa en nuestros días.
Los especialistas de la Universidad de Alicante Juan Tortosa Martínez y Liliana Vega Ramírez reconocen avances recientes en la legislación para equiparar el reconocimiento deportivo entre hombres y mujeres. Empero, al mismo tiempo identifican la desigualdad histórica que ha marcado el curso del deporte a lo largo de los tiempos. Esa situación de disparidad se sigue reflejando en las publicaciones de la prensa deportiva en pleno siglo XXI. El tratamiento de esos periódicos y el rol que le otorgan a la mujer manifiesta una tensión explícita con la coyuntura socio-cultural. Una de las características más remarcadas en la tan mentada «modernidad» se reconoce por la reivindicación del género femenino a partir de la ocupación de espacios públicos y privados de los que había sido históricamente relegado. Sobre todo a partir de mediados del siglo pasado las mujeres experimentaron conquistas que, aún en la actualidad, están lejos se saldar las deudas pretéritas.
El contracto de lectura que proponen numerosos periódicos deportivos de diversos países, y que se demuestra con mayor nitidez en sus portales en línea, conlleva dos problemáticas notorias en relación a la mujer. La primera radica en la ausencia sistemática de información sobre las disciplinas femeninas. Algunos empleados de esos medios de comunicación se argumentan en la lógica del mercado. Bajo la égida de la oferta y la demanda pretenden justificar la falta de promoción y difusión de las prácticas deportivas protagonizadas por mujeres. La excepción la constituyen los brotes exitistas que en esas publicaciones suelen ser recurrentes. De ese modo, la presencia femenina en el despliegue «informativo» sólo se alcanza cuando se conquista algún trofeo o podio. En la euforia del triunfo los periódicos no vacilan en expandir el eco de la gloria e identificarlo con toda una región, sea local, provincial o nacional. Las editoriales esbozan un supuesto orgullo por las metas alcanzadas pero cuando las luces se apagan olvidan los procesos y los entrenamientos cotidianos que tanta atención les genera en diversas disciplinas masculinas.
El segundo punto de atención se relaciona al rol que se le otorga a la mujer en los diarios deportivos. Un repaso por los principales periódicos occidentales demuestra que el uso de la mujer como objeto de consumo se incrementa como denominador común. La problemática se manifiesta en los canales de acceso para convertirse en «noticia». En efecto, no son pocas las deportistas profesionales que ven difundir sus disciplinas a partir de fotografías sensuales en los portales deportivos. Sus aptitudes físicas se confunden con los estereotipos de belleza y sus méritos se atribuyen más a la reproducción de ese «ideal» que a sus trayectorias deportivas. Sus figuras se encuentran mezcladas a personajes del espectáculo cuyas prácticas laborales se basan en el culto del cuerpo y la estética. El espacio que se les brinda en secciones como «beyeza nene», «el regalo del día», «altre passioni» o «el balón rosa» poco tiene que ver con sus entrenamientos y sus búsquedas continuas de financiación.
En los parámetros propuestos por los diarios deportivos el cultivo del deporte para el género femenino aparece como un medio y no como un fin en si mismo. Es decir, diferentes disciplinas se presentan como funcionales, no al desarrollo saludable o la actividad profesional, sino al patrón de belleza impuesto en la sociedad contemporánea. El silencio y la desigualdad de la prensa gráfica deportiva constituyen un anacronismo a resolver en los esfuerzos por construir una sociedad más justa. Los periódicos abocados al deporte desbordan de información sobre las prácticas masculinas. Las mujeres que aparecen son mayoritariamente figuras mediáticas involucradas amorosamente con algún deportista. En tanto, aquellas que dedican su vida a desarrollar diferentes disciplinas siguen esperando el reconocimiento y la difusión que les permitiría mejorar las condiciones de sus prácticas. Los medios de comunicación, en este caso en los diarios de deportes, continúan sin dar respuesta.
Matías Emiliano Casas es Profesor Magister en Historia (UNTREF / CONICET)
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