Traducido del árabe para Rebelión por Andrea M.
Llegará el día, habrá de llegar, en el que surja esta pregunta: ¿Qué andaba haciendo la prensa saudí durante la Primavera Árabe? Con una posición que varía según el viento mientras hace equilibrios en la cuerda floja sobre las demandas de reforma política en Egipto, Yemen, Siria y Bahréin, lo que quedará registrado en la historia es cómo mantuvo una posición invariable y monolítica ante las repercusiones de la Primavera Árabe en el pueblo saudí.
Vale la pena fijarse en cómo se ha comportado la prensa saudí durante la Primavera Árabe a la sombra del mito con el que siempre se presenta a sí misma, y que es que el periodismo saudí está desarrollado intelectualmente a un nivel más alto que la sociedad saudí, se alinea con los valores liberales de la modernidad y su papel consiste en conducir a la sociedad -atrasada pero que promete- hacia estos valores. A éstos se añade la defensa que hace de su independencia siempre que se le pregunta hasta qué punto sigue la posición del gobierno. Sin embargo, la Primavera Árabe hizo caer un grupo de mitos pseudo-políticos, con los que cayó otro grupo de mitos políticos, o puede que todos, como es el mito de que la prensa saudí está con la modernidad.
Mientras los hechos se desenvolvían y las revoluciones de Túnez y Egipto daban una lección al mundo, la lección de que es posible que los métodos de la calle y la conciencia pública recojan el mensaje, que es posible que el pueblo se dé cuenta cada vez más del valor de la administración popular y las fuentes de legitimidad de la autoridad, la prensa saudí servía desde su pequeña baldosa, y empleaba todas sus fuerzas en transformar cualquier situación en un frente de defensa de los valores políticos más caducos y opresores, desde el momento memorable de la caída de Ben Alí, hasta ese momento inolvidable que fue el enjuiciamiento de Mubarak.
Y es que es difícil decir la verdad, es difícil decir que apoyas a la dictadura y no a la democracia, que apoyas los deseos de un individuo frente a los deseos de un colectivo, que estás en contra de los derechos humanos y los valores de la ciudadanía. Es muy difícil ser sinceros en esto. Incluso siendo periodismo gubernamental, los «periodistas de la baldosa» tenían que crearse una lengua propia más ambigua todavía. Una lengua que le diera a estas orientaciones caducas un carácter moral y cultural, incluso relacionado con los derechos humanos, sólo en la superficie. Sin embargo, estas orientaciones se han revestido de unos movimientos intelectuales cogidos con pinzas, lo suficientemente flexibles como para dejar pasar la propaganda que quieran.
Los periódicos saudíes, en los pasados meses, ha seguido distribuyendo materiales de este tipo, caracterizados por su alto grado de artificialidad y pobreza de estilo. No habrían tenido el valor de publicarlas si no fuera porque están muy seguros de que no existe tal prensa libre ni tampoco voces críticas capaces de exponer este tipo de discursos. Estos son algunos de los ejemplos imprescindibles para refrescarnos la memoria. Primero, el artículo que publicó el periódico Al Sharq al Awsat el 11 de marzo pasado, a página completa, que contenía una entradilla que decía «Lectura de los comunicados políticos saudíes a través de tres personajes pertenecientes a tres contextos diferentes». La palabra «lectura» y las citas de Mohamed Arkoun y de Ahmed Ould Bah en el texto, junto con el fondo crítico e intelectual, no son compatibles. En verdad, este artículo es un artículo propio de un estado policial dirigido contra Mohamed Said Tayeb, Salman el Auda y Turki al Hamd, porque firmaron los comunicados reformistas, al que el artículo autoritarista no se atreve a describir como «reformistas», sino que elige «comunicados políticos» en su lugar.
Las piruetas que lleva a cabo este artículo autoritarista representan una de las formas de fabricar un debate sobre los comunicados reformistas. Se lanzan a atacar los textos a través de sus firmantes, evitando a toda costa entrar en el tema de las peticiones de los comunicados, cuyo contenido literal fue publicado por un sólo periódico saudí. La razón la encontramos en que son incapaces de refutarlo o negar que es verdad.
Otro ejemplo: ante la continua actividad en Internet de la cuestión de los detenidos sin juicio, el discurso de la prensa gubernamental se refugió en repetir la afirmación de que estos detenidos tienen el estatus de colaboradores con el terrorismo, como si esta colaboración fuera suficiente para anular los derechos del detenido. Después, se descubrió el cabo suelto de este discurso en la historia de la carta de «Um Fahd al Said», a la que el Ministerio del interior contestó negando que hubiera un preso con ese nombre. Todos a una, tres periodistas saltaron y escribieron unos artículos llenos de necedades en los que celebraban esta negativa y se mofaban de los que se habían conmovido con la carta. Está claro que su propósito era crear la concepción general de que la cuestión de los presos se basa en una mentira, que son nombres falsos los que aparecen terroristas que claman ser inocentes y quieren librarse del castigo. Esto es propaganda que parece ser aceptada hasta cierto nivel, desde el impacto de los atentados de 2003. Sin embargo, esta propaganda es engañosa, ya que se basa en ignorar la esencia de la cuestión, que es la facilidad con la que te apresan según sean tus opiniones o la actividad pacífica de comunicador, como es el caso de personas cuya existencia se conoce, así como se conocen sus nombres y las condiciones de su detención y encarcelamiento sin juicio o sin que se presenten cargos.
Por su parte, los recientes disturbios en Gran Bretaña y las duras sentencias que recibieron algunos de los implicados en estos hechos han sido aprovechados por algunos periodistas de manera muy oportunista. Han fabricado un paralelismo entre las disposiciones legales, las severas, que delimitan el concepto de disturbio y la manera de enfrentarse a ellos en las democracias con más abolengo de Europa y los modos con los que se enfrentan los que claman por la libertad y el reformismo político en Arabia Saudí y los países árabes. Estos mismos son los que describieron las dos situaciones como una «instigación» criminal contra la ley, como si estuvieran arengando a un grupo de pueblerinos aislados del mundo exterior y fueran los únicos que tienen conocimiento y pueden informarnos. Por supuesto, este discurso periodístico evitará que se siga el ejemplo británico y las manifestaciones masivas de ciudadanos que se negaban a que Gran Bretaña entrara en la guerra de Iraq en 2003. Tampoco pondrá como ejemplo cómo las autoridades no pudieron recortar e invadir los derechos de los ciudadanos con el pretexto de la seguridad después de los atentados de Londres de 2005, y seguro que el sistema de libertades y derechos no era el que protegía hasta a los teóricos del extremismo entre los inmigrantes (Abu al Qatada, Abu Hamza al Masry) y el derecho del extremismo a teorizar. Por otro lado, el periodista británico Robert Fisk y el periódico The Independent sufrieron la debida penalización por publicar un documento falso sobre un plan del Ministerio del Interior saudí para reprimir a los manifestantes, tema que provocó que se escribiera un artículo nacionalista que promueve y describe el periodismo occidental como una jaula de grillos llena de gente que miente sobre Arabia Saudí. Con su pomposo lenguaje sugiere que Fisk necesita un curso de formación de mano de los periodistas saudíes.
Sin embargo, este mismo coro ceremonioso sabe bien que Fisk y la prensa occidental en general han publicado y publican unos datos que no se han falseado, ni siquiera en parte, porque los indicadores locales han aparecido para decir que son correctos. Una de estas informaciones es el borrador del sistema de lucha contra el terrorismo, que el coro ceremonioso ha decidido no mirar y darse la vuelta para no verlo. El lenguaje periodístico en general refleja este carácter, por el que algunos periodistas escribieron sus artículos con ese mismo olorcillo a autoritarismo, acusando vagamente de «soliviantar», sin un contexto claro y sin decir quién solivianta a quién o para qué. Otros escribieron artículos que describen a los partidarios del reformismo político como «traidores que hacen apuestas con los demás [de moneda de cambio]», a pesar de que «los periodistas de la baldosa» son los que roen la columna del periodismo con sus historias sobre conspiraciones safávidas y artículos que tienen el regustillo a las mañanas en el colegio y el «amor a la patria». El final la luna de miel que vivieron el periodismo y las redes sociales (cuya observación encantaba a la prensa), se ha sugerido que el interés que mostramos nosotros, los «nuevos facebookeros«, los «nuevos twitteros» o los «nuevos activistas pro derechos humanos» según algunos periodistas, y los pioneros de las redes por la reforma política es una mera ola oportunista ajena a ella. Por otro lado, el inconsciente de uno de los periodistas hizo que, en un artículo que no superaba las 500 palabras, repitiera enfermizamente las palabras «escepticismo», «desafío» y «Estado» cinco veces por lo menos, en una exposición sobre los «nuevos activistas pro derechos humanos», arguyendo que una persona con conciencia sólo puede ver en estas peticiones de reforma política un peligro que amenaza el Estado.
¿Cuál es la definición de «la verdad» que oímos en los juramentos de los testigos en los tribunales de las películas estadounidenses? «Juro decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad». «Toda la verdad», porque ocultar una parte de la verdad es «mentir». Y concentrarte en una parte de la verdad y olvidar la otra es «mentir». Y publicar artículos que dicen que los que piden reformas políticas son agitadores, que los presos son terroristas, que los periódicos extranjeros son mentirosos -incluso cuando la información que proveen es correcta- y prohibir que ningún artículo diga lo contrario, es una de las formas de la mentira organizada que trabaja al servicio de la guerra contra las reformas políticas, y que bloquea los efectos locales de la Primavera Árabe. Así es cómo grabará la historia a la prensa saudí, en el sencillo papel que eligió representar en este periodo. Y es una elección porque tenía al alcance otras muchas opciones, al menos la de conservar un grado de equilibrio en su posición ante el discurso gubernamental, o dejar que otras voces estuvieran presentes en los periódicos. Sin embargo, lo que hizo fue terminar con ellas, poniéndoles obstáculos o suspendiendo a varios de los escritores que participaron en los comunicados por la reforma política, adoptando un ambiente en el discurso periodístico que tiende hacia un equivalente local de la era de McCarthy.
Es el momento de que caiga un puñado de mitos políticos, sociales y culturales. La prensa se describía siempre a sí misma como la portadora de los valores de la modernidad en una sociedad atrasada. Sin embargo, justo en este momento, se ha arrojado luz sobre su papel predilecto, que es ser uno de los instrumentos de la autoridad política, que la utilicen para alejar a la sociedad de los valores de la modernidad… si es que la modernidad significa, primero, que se reparta el poder, la riqueza y los derechos, ahora en manos de unos pocos.
Iman Alquivela es una escritora saudí que publica simultáneamente en la página web saudí: www.almqaal.com
rCR