Ahmed Benchemsi dirige, a sus poco más de treinta años, dos semanarios independientes, Tel Quel, en francés, y Nichan, en árabe marroquí. Benchemsi sacó su billete de ida al tribunal cuando escribió un editorial en el que criticaba el contenido de un discurso del rey de Marruecos. Su título era «¿Qué dices, señor?». Mohamed VI […]
Ahmed Benchemsi dirige, a sus poco más de treinta años, dos semanarios independientes, Tel Quel, en francés, y Nichan, en árabe marroquí. Benchemsi sacó su billete de ida al tribunal cuando escribió un editorial en el que criticaba el contenido de un discurso del rey de Marruecos. Su título era «¿Qué dices, señor?». Mohamed VI había abogado el pasado 30 de julio por una «monarquía ejecutiva a la marroquí» en un discurso televisado a la nación. Con este eufemismo, el soberano defendió por enésima vez que la concentración de poder en la figura del rey es inseparable de la identidad de Marruecos.
El periodista no está de acuerdo y en su editorial escribe que la «monarquía marroquí legítima», como la había llamado el monarca, «no tiene relación con la democracia». Después prosigue recomendando a «quien ha redactado el discurso y quien lo ha leído ante 30 millones de súbditos leales que piensen sobre ello».
Esta verdad de Perogrullo molesta tanto a las altas esferas del poder como el tono coloquial que utiliza el periodista para dirigirse a la sacralizada persona de Mohamed VI. El periodista describe al rey como el «dueño de las grandes decisiones» y afirma que «quien dijo que los partidos no sirven para nada pues ejecutan altas disposiciones, tiene razón. Incluso las elecciones no sirven para nada».
Justicia al dictado
Aunque el editorial no critica directamente al monarca, el análisis del discurso provoca las iras de los jerarcas marroquíes. El aparato de una Justicia a las órdenes del poder se moviliza inmediatamente. El primer fin de semana de agosto, se ordena el secuestro de las publicaciones Tel Quel y Nichan, la destrucción de 50.000 ejemplares de la primera, y una citación para su director, a quien se acusa de «faltar el respeto al rey y ofender los sentimientos de los musulmanes». Por estos cargos, el periodista debe soportar un interrogatorio de casi 24 horas.
Bemchensi afronta su situación con filosofía. Explica a Público que «toda conquista precisa de un combate»; pero no culpa directamente a Mohamed VI de la «vuelta de la mano dura», sino más bien a las «corrientes conservadoras que aún tienen peso» en su país.
Ni las acusaciones, ni el juicio en su contra que proseguirá el 7 de noviembre, ni las ruinosas pérdidas provocadas por la destrucción de los ejemplares de Tel Quel han conseguido minar su optimismo. Pero ahora, este profesional mide muy bien sus palabras cuando se trata de hablar sobre Mohamed VI. Pesa la sombra de una condena de hasta cinco años de cárcel.
«Continuaremos luchando; no nos van a detener porque no tenemos miedo, a pesar de la esquizofrenia que domina la vida de los marroquíes», recalca. A esta esquizofrenia atribuye uno de los argumentos que el fiscal utilizó para demostrar que le había faltado el respeto al rey: el editorial de Nichan estaba escrito en árabe marroquí, el lenguaje coloquial utilizado en el país.
En Marruecos se considera al marroquí como un dialecto y, por ello, indigno del soberano. Mohamed VI no sólo es el rey; también es la máxima autoridad religiosa del país en su calidad de Amir Al Muminín, Comendador de los Creyentes. Esta autoridad emana de su condición de jerife, descendiente del profeta Mahoma.
«¿Se supone que para dirigirme al rey de Marruecos no puedo utilizar la lengua de los marroquíes?», se indigna el periodista. No por ello se engaña; sabe que «esta excusa» oculta el miedo a un texto crítico escrito en la lengua del pueblo.
El mismo editorial escrito en francés, el idioma de las élites, quizás hubiese sido tolerado. El francés no sacude la conciencia de las masas en Marruecos.
El caso del director del ‘Tel Quel’ es paradigmático de la política que sigue el régimen contra los periodistas que no escriben al dictado, sobre todo aquellos que osan aludir a las inmensas prerrogativas de la Corona.
El primer paso es amedrentar al periodista con penas de cárcel que se dejan en suspenso, con lo que se le sitúa bajo una espada de Damocles: la de una condena que en cualquier momento se puede ejecutar.
Si algún osado sobrepasa de nuevo las llamadas líneas rojas, el brazo judicial volverá a la carga. Estas líneas rojas son los tres tabúes considerados casi intocables: la Monarquía, el islam y el Sahara Occidental.
Juicios irregulares
Esta regla ha tenido su desgraciada excepción: la de Mustafá Hormat Alá, redactor de la revista Al Watan Al An, en libertad condicional desde el 11 de septiembre tras pasar dos meses en prisión por haber divulgado datos de documentos sobre la alerta antiterrorista en Marruecos.
Los cargos contra Hormat Alá, y el director de su medio, Abderrahim Ariri, eran muy graves: hurto y divulgación de documentos secretos oficiales.
La Fiscalía ordenó el registro de la revista, pero los documentos no debieron de aparecer porque el fiscal no los aportó como prueba. Esto no impidió que se condenara a Ariri a seis meses de cárcel y a Hormat Alá a ocho, reducidos en apelación a cinco meses en suspenso y siete meses firmes, respectivamente.
Las irregularidades de este proceso han sido flagrantes. Benchemsi cuenta que la agencia oficial de noticias MAP dio a conocer la condena antes de que el juez dictara sentencia.
Abubakr Jamai: al exilio con lo puesto
Fue el pionero. Se llama Abubakr Jamai y ha tenido que exiliarse de Marruecos con su mujer y sus dos hijos. Jamai se ha ido con lo puesto: la Justicia marroquí le embargó su sueldo y le ha quitado su casa y hasta sus muebles. El embargo de sus bienes para saldar las millonarias multas que se le habían impuesto era el paso previo para apoderarse de Le Journal, la revista que fundó en 1997.
Para que la maquinaria represora no se llevara por delante el sustento de sus empleados, Abubakr Jamai dimitió de su puesto de director, renunció a su participación en el capital de la empresa y se exilió en Estados Unidos. Atrás quedaron las suspensiones, los secuestros de ediciones, los anunciantes chantajeados para retirar la publicidad, los juicios y las manifestaciones orquestadas por el Ministerio del Interior marroquí frente a la sede de la modesta redacción de la revista. Las multas impuestas por denunciar las contradicciones del régimen de Mohamed VI quedan ahí, pero no por ello Jamai dejó de espetarle al rey que la «Justicia que se administra en su nombre en Marruecos es abyecta».
http://www.mundoarabe.org/prensa_independiente_en_marruecos.htm