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La «revolución» de las sanguijuelas

Fuentes: Rebelión

«En el barrio, varios vecinos se quedaron sin trabajo. A otros que laburaban por su cuenta, les bajó. Los que tuvieron la suerte de mantenerlo, se vieron casi tan afectados como aquellos por los aumentos bestiales de las tarifas, el transporte, los impuestos, los alimentos, la ropa, los medicamentos, los útiles escolares y el achatamiento […]

«En el barrio, varios vecinos se quedaron sin trabajo. A otros que laburaban por su cuenta, les bajó. Los que tuvieron la suerte de mantenerlo, se vieron casi tan afectados como aquellos por los aumentos bestiales de las tarifas, el transporte, los impuestos, los alimentos, la ropa, los medicamentos, los útiles escolares y el achatamiento de los salarios. Dejamos de ir al cine, al teatro, al fútbol, a comer afuera, de comprar en cuotas, ni hablar de las vacaciones. Cocinamos de a puchitos para gastar menos gas. Lavamos los platos con agua fría. Nos bañamos cortito. Nos morimos de frío en el invierno y de calor en el verano. Vivimos a oscuras para encender menos lamparitas. Ya no regamos las plantas, y aún así las facturas son astronómicas. Tenemos que dejar de comer para pagar. Ya no más carne, vivimos a arroz y fideos. El panadero vende menos. El verdulero también. El almacenero cerró, al igual que el ferretero. El carnicero está en eso. El mecánico transformó su taller en un garaje, pero no le entran autos. Estamos destrozados.

¿Y dicen que no entienden por qué marchamos, paramos o hacemos piquetes?

¿en qué mundo vive esta gente?» – conversación que se da en cualquier barriada de este país.

A partir de la jornada de protesta contra las políticas gubernamentales del 6 de abril, ha cambiado el escenario político en Argentina: el macrismo se sacó la careta y asumió el carácter represivo de su gobierno. Se confirma así lo que no pocos venimos diciendo desde que asumió la administración de la coalición Cambiemos (Pro-Ari-UCR): las bestiales políticas de ajuste no cierran sin represión.

El paro convocado a regañadientes por la CGT y acompañado por las CTA, por presión de las bases y no por voluntad de la burocracia traidora, pretendió ser una medida «dominguera», pero fue transformada en una formidable jornada de lucha por la acción de las organizaciones de izquierda y los sectores combativos de los trabajadores y trabajadoras, estudiantiles y territoriales.

Los piquetes no sólo sirven como amparo para los asalariados que quieren adherir a la medida de fuerza, pero son obligados bajo amenaza por sus patrones a presentarse a sus lugares de trabajo: también muestran la evolución de la consciencia popular que hace que algunos sectores se animen a desafiar al gobierno hambreador con medidas más radicalizadas. Son las maneras que va buceando y encontrando la clase trabajadora para ir midiendo fuerzas con sus explotadores en el marco de la lucha de clases, siempre presente a pesar de quienes quieran negarla. Sus detractores son parte de la tilinguería pequeñoburguesa o cooptados por ella, funcionales a la gran burguesía, que siempre quiere eliminar los efectos de las injusticias en lugar de las causas.

La administración de la coalición gobernante (PRO-ARI-UCR) dice no entender la medida, pero sobran las razones de los asalariados y marginados, la enorme mayoría del país, para haberla ejercido y transformado en un éxito de la clase. El relato que encabeza esta nota es bien descriptiva de la situación dramática a la que fueron y son empujadas millones de personas que habitan este país, y lo confirman los mismos números y estadísticas que maneja el gobierno, a pesar de que quiere manipularlos tanto como el anterior, pero esta vez con la gigantesca colaboración de los medios de comunicación adictos -casi todos- con la Corporación Genocida de Magneto y Noble y el diario de los Mitre a la cabeza.

Basta repasar algunos de los números de la tremenda realidad que viven los trabajadores ocupados y desocupados del país para dejar en claro la legitimidad de la protesta:

– Según el Indec, el 30,3% de la población vive por debajo del nivel de la pobreza (unas 13,5 millones de personas, estimando en 45 millones el total de la población)

– Sin embargo, esa línea es de alrededor de $13.000, mientras el 70% de los asalariados gana por debajo de $11.160 (Indec). No hay que ser muy ducho para concluir que hay muchos más pobres de los que se dice.

– Según el Indec, la línea de indigencia está en alrededor de los $5000. Según el mismo informe, el 30% de los trabajadores tiene ingresos menores a los $4.818

– La Junta Interna de los trabajadores de ATE del Indec, ubica a la Canasta Familiar en $21.287 a fines de diciembre de 2016. Según el Indec, el 90% de los asalariados en este país gana por debajo de los $18.816. Saquen ustedes sus propias conclusiones.

– El consumo cayó un 4,7% en 2016, la caída más grande de los últimos 10 años. En los meses que van del 2017, siguió la baja: 2,5% en enero, respecto del mismo mes del año pasado, según la CAME

– La inflación del 2016, según el IPC del Congreso, superó el 40%, la más alta en 14 años

– La inflación de febrero fue 2,5%, lo que proyecta una anual de alrededor del 30%

– La actividad económica bajó un 0,5% entre diciembre 2016 y enero 2017

– El PBI cayó 2,1% entre el 4to trimestre del 2015 y el 4to trimestre del 2016

– La industria cayó el 6% entre febrero de 2016 y febrero de 2017

Todas estas cifras pueden verse simplemente con ingresar al sitio del indec (www.indec.gob.ar) , a las que habría que sumar la estimación de 600mil puestos de trabajo perdidos desde la asunción de Macri.

A pesar de ellas, el oficialismo «no entiende» la protesta.

El ajuste aplicado por el gobierno es tan bestial que en realidad lo que extrañaba era la tardanza con que reaccionó la población para defenderse de él. Como en un volcán latente, el mal humor hizo erupción en marzo. 100mil docentes en la primera marcha convocada al Palacio Pizzurno; 500mil manifestantes en la marcha de la CGT donde los burócratas tuvieron que escaparse como ratas al no fijar la fecha del paro; 250mil personas en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora transformaron la jornada en una denuncia contra el gobierno macrista; 400mil manifestantes en la Marcha Federal Docente; 600mil personas en la Marcha por la Memoria el 24 de marzo, todos repudiando a la administración Cambiemos; 150mil en la movilización de protesta de las dos CTA. Casi 2 millones de personas manifestándose contra el gobierno en un mes que fue un terremoto para el macrismo. Sin embargo, el primer sábado de abril 50mil personas salieron a «bancar» al oficialismo y este lo tomó como una re-legitimación para salir a hacer lo único que sabe hacer: hambrear, entregar y reprimir.

No es de extrañar. Algunos quieren pensar que el gobierno de los ceos está desorientado, que no ve la realidad. No es así. Es un gran error pensar de esa manera. El gobierno representa y está conformado por personas con una pertenencia y una concepción de clase, su clase: la burguesía. Ellos piensan que hacen las cosas bien cuando hablan de «eficiencia», aunque ella lleve a perder el trabajo a cientos de miles de seres humanos. Su visión de la «verdad», es decirle al trabajador que tiene que sufrir para que «la sociedad» funcione. Claro, es «su» sociedad. No hay errores en lo que hacen: prueban hasta donde pueden llegar, pero siempre avanzan. La eficiencia, la verdad, no son lo mismo para ellos que para los asalariados. De ahí la contradicción irreconciliable de la que Marx y Engels nos hablaron en 1848, más vigente que nunca. El ideal social de las sanguijuelas que nos gobiernan es una donde los trabajadores sean dóciles sujetos, sin agremiación, removibles, de bajos salarios y dedicación a tiempo completo. Eso es lo que exigen los potenciales inversores extranjeros, los que por ejemplo visitan el país en el «Mini Davos» en Buenos Aires, y eso es lo que les quiere dar el gobierno. Por eso el impresionante despliegue de fuerzas represivas en el marco del paro, y la aplicación del famoso «protocolo antipiquetes» que maneja la impresentable Patricia Bullrich. Fue decirle a la burguesía imperialista: «¿Vieron? Así aleccionamos a los que se rebelan. Vengan e inviertan tranquilos». El macrismo intenta avanzar hacia ello con convicción y paciencia, a pesar de la creciente resistencia popular. Exige que cumplan la ley los ciudadanos «díscolos», pero incumple las leyes que limitan su propio accionar. Le pasa por arriba a los convenios colectivos y hasta desconoce las regulaciones legales y los fallos del Poder Judicial que dictaminan la ilegalidad de sus actos. Así es como desconoce la ley que lo obliga a convocar a paritarias nacionales con el gremio docente, y piensa apelar el fallo de la jueza Dora Temis (que lo emplaza a que las convoque en el término de cinco días, que ya están corriendo) y recusar a la magistrada. Por eso no extraña que la base social que los apoya, la pequeña burguesía clasemierdana que salió a manifestarse el #1A, clame por reprimir «a los negros, los vagos, los piqueteros», al tiempo que vivan a Videla o repitan sin sonrojarse que «con los militares vivíamos mejor». Pertenecen a los sectores sociales que históricamente golpearon las puertas de los cuarteles y tienen un marcado odio de clase hacia los más humildes.

Un dato a tener en cuenta es que al macrismo no le importa que cada vez menos lo apoyen y que es muy posible que pierda las elecciones en el próximo Octubre: ellos están acostumbrados a ser una ínfima minoría, pero poseedora del verdadero poder en el país y en el mundo: el poder económico, la propiedad de los medios de producción y de servicio. Van a avanzar y a querer llevarse puestos todos los derechos de los asalariados y el pueblo. Su gobierno es el gobierno de y para los ricos.

Ante este oscuro panorama, los sectores combativos de la sociedad no pueden equivocarse. La izquierda seguramente seguirá dividida por mucho tiempo más, pero no puede dejar de coordinarse para enfrentar al gobierno y convertirse en factor convocante y de organización de la clase trabajadora, para parir un nuevo movimiento obrero clasista y antiburocrático. No hay forma de ser exitosos haciendo cada uno «la suya». No hay forma de proteger a los propios militantes. A lo visto de lo ocurrido en el paro, debe necesariamente haber un comando único y una planificación previa en cada actividad conjunta, porque no sólo es la mejor, sino la única forma de enfrentar a una maquinaria represiva como la que nos ponen enfrente. Lo que ocurrió en la Panamericana no debe volver a repetirse. Hoy tener como horizonte las elecciones ante semejante crisis, es no estar a la altura y no entender el proceso histórico que nos toca vivir. La pelea es ahora, en las fábricas, en las calles, en las rutas, en las plazas, en las oficinas, en las escuelas, en todas partes. Es en los medios de comunicación, para los que ya hay que empezar a tener una política específica, porque su poder de adoctrinamiento social es inmenso. Es imprescindible la confluencia de todos los sectores combativos para que debatan y elaboren un Plan de Lucha contra el gobierno. Un Plenario o Asamblea a nivel nacional debe ser la herramienta para tal objetivo.

La realidad política del país entra a partir de ahora en un espiral de ascenso de la lucha de clases, y su final es impredecible. El macrismo se ha arrancado la máscara y ya anuncia las represiones que vendrán, a la vez que precariza sin pausa la vida de las mayorías asalariadas. No le interesa la legitimidad de las protestas. Por lo tanto el responsable de los dramas que se avecinan es el gobierno de la oligarquía, las corporaciones y el sistema financiero, porque nadie se deja hambrear sin, aunque más no sea, alzar la voz ante su opresor. Que lo sepan los Macri, Michetti, Peña, los Bullrich, Vidal y compañía, miserables canallas que quieren hacer retroceder nuestra sociedad a condiciones anteriores a las de 1945.

La clase trabajadora y el pueblo deberán prepararse para lo que viene, si es que quieren defender sus derechos y su dignidad, porque el enemigo se ha declarado sin vueltas como tal. Y es implacable. Van por todo. Y ya está más claro que nunca que son ellos o nosotros.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.