I Como ya se debe saber, finalmente el presidente colombiano Álvaro Uribe ha conseguido el permiso que necesitaba del Congreso Colombiano para poder llevar a cabo su referéndum reeleccionista. Obviamente, conociendo como se conoce el modo de funcionar que tiene la política colombiana desde hace tanto tiempo, nadie podrá decir que haya supuesto sorpresa alguna […]
I
Como ya se debe saber, finalmente el presidente colombiano Álvaro Uribe ha conseguido el permiso que necesitaba del Congreso Colombiano para poder llevar a cabo su referéndum reeleccionista. Obviamente, conociendo como se conoce el modo de funcionar que tiene la política colombiana desde hace tanto tiempo, nadie podrá decir que haya supuesto sorpresa alguna esta decisión del Congreso con la que dar vía libre a las (legítimas) aspiraciones del Presidente Uribe en su afán de sacar adelante una nueva reforma constitucional con la que poder aspirar a un tercer mandato presidencial en el país sudamericano. Desde que se conocieran los primeros rumores acerca de las intenciones de Uribe de optar a nueva reelección presidencial, era simple cuestión de tiempo el esperar para que se fuesen concretando los pasos necesarios hasta llegar al objetivo marcado (siempre y cuando, claro está, así lo quiera el pueblo colombiano en última instancia). Lo que ha sido aprobado ahora no es más que uno más de estos pasos necesarios para tales efectos, tal vez, eso sí, uno de los más polémicos, habida cuenta de los sucesos acontecidos en ese mismo Congreso durante la aprobación en la legislatura pasada de la primera reforma constitucional que permitiese al presidente colombiano aspirar a su segundo mandato consecutivo.
Por supuesto, el que aquí escribe, no tiene nada en contra de que sean los pueblos quienes, en legítima aplicación de sus derechos ciudadanos y políticos, decidan sin restricción de ningún tipo, y una vez cada cuatro, cinco o seis años, el mandatario gubernamental que desean tener al frente de su nación, sea o no sea éste el mismo que los hubiese gobernado durante la legislatura inmediatamente anterior a las elecciones. No lo tuve cuando fueron otros líderes políticos latinoamericanos quienes reformaron sus respectivas Constituciones para dotar al pueblo de este derecho, y no lo tengo ahora que es el señor Álvaro Uribe quien aspira a ello. Es más, la reforma planteada por el señor Uribe no debería haberse limitado a una simple ampliación del periodo que la ley permite a un mismo ciudadano para optar de manera consecutiva al cargo de Presidente de la República Colombiana, sino haber extendido este derecho sin limitación alguna, para que sean siempre los pueblos, y sólo los pueblos, quienes opten finalmente, sin restricciones de ningún tipo, por la persona que desean tener al frente de sus respectivos gobiernos. Claro que, en contraposición a esto, sería recomendable igualmente que, a semejanza de lo que se recoge como posible en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, exista la posibilidad también de revocar a todo mandatario, incluido el presidente de la República, en mitad de la legislatura, aunque parece que esto es algo que el señor Uribe no ha contemplado siquiera como una posibilidad en ninguna de las dos sucesivas reformas constitucionales que los miembros de su gobierno y de los partidos aliados han impulsado en la nación neogranadina. Se da el caso además, de que Colombia es uno de los pocos países en el cual su ordenamiento jurídico recoge la posibilidad de que la iniciativa popular pueda promover la revocación de una determinada ley aprobada por el poder legislativo, así como impulsar revocatorios contra gobernadores y alcaldes, ¿por qué entonces no para el Presidente de la República? Misterios de la Ciencia, que diría el otro.
Visto así, tal y como el presidente colombiano ha planteado sus dos proyectos de reforma constitucional, por decirlo de una manera suave, a uno se le queda una especie de regusto amargo al pensar que las reformas constitucionales impulsadas por Uribe no se han hecho pensando en mejorar los derechos de la ciudadanía o la gobernabilidad del país, sino única y exclusivamente en su propio beneficio. Jugar con las posibilidades legales y estirar el chicle constitucional de tal modo que el abanico de mandatos posibles sea justo aquel que ha interesado al Presidente Uribe según sus propias aspiraciones reeleccionistas, es algo así como poner la Constitución Colombiana al servicio de los intereses políticos personales del Señor Uribe, si tener en cuenta la repercusión a futuro que tal medida pudiera o no tener en sucesivos mandatarios. Para entendernos, ningún aficionado al fútbol hubiese entendido que, en lugar de sacar una tableta con el número de minutos a añadirle a un determinado partido una vez se ha cumplido el tiempo reglamentario, una tableta igual para todos los equipos implicados en el choque y que se señalan a decisión de un árbitro, se hubiese permitido que fuese simplemente el entrenador de uno de los equipos quien, a su antojo y voluntad, decidiese, según su propio interés, el número de minutos que se le deben añadir a la contienda hasta dar por finalizado el partido. Las reformas constitucionales no deberían hacerse jamás pensando únicamente en satisfacer los intereses a corto plazo de un determinado mandatario político, como parece evidente que es el caso de Uribe, sino tras un sosegado debate y pensando siempre en el modelo de Estado que se quiere dar a largo plazo al país en cuestión. Sea un único mandato, sean dos, tres, cuatro, o se abra la posibilidad para la reelección indefinida, no me parece de recibo que tal decisión se tome aumentado uno a uno el periodo posible de mandatos consecutivos según el capricho de un presidente electo para poder presentarse a la siguiente elección y sólo a esa. Suena poco menos que a cachondeo y no creo que algo semejante tenga o haya tenido parangón en ningún otro lugar del mundo.
II
Dicho esto, cabe ahora preguntarse el por qué (pregunta retórica, por supuesto), los medios de comunicación occidentales han dado un tratamiento tan diferente a los proyectos políticos en pos de las reformas constitucionales que permiten la reelección presidencial y la ampliación de mandatos consecutivos posibles, según estos hayan venido de líderes como Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Manuel Zelaya, etc. y en comparación con el trato dado al actual y anterior proyecto reformista de Uribe. Lo que para los líderes citados en primer lugar todo eran adjetivos hirientes y descalificativos políticos (dictadores, caudillos, tiranos, cesares, etc.), en el caso de Uribe parece haberse convertido en una alfombra roja por el cual el mandatario colombiano puede transitar libremente hasta alcanzar su objetivo sin ningún tipo de reproche o cuestionamiento. A Manuel Zelaya incluso, de manera totalmente falsa, se le ha acusado de querer buscar una reelección a la que nunca aspiró y a la que la propia ley Hondureña vigente jamás habría permitido (en suma o no con el proyecto de una nueva constitución manejado por Zelaya y aún en el caso de haber salido esta adelante), y a partir de ahí se le ha acusado de todo lo dicho con anterioridad con el fin de justificar y legitimar el Golpe de Estado fascista que tal mandatario ha sufrido recientemente.
Sonadas son también las arremetidas de la práctica totalidad de medios occidentales cuando fue Chávez quien se propuso reformar la constitución venezolana en este mismo sentido. Pero en el caso de Uribe todo es diferente. Simplemente hay que leer (y comparar), como digo, el tratamiento informativo que diarios como El País o El Mundo vienen dando a las noticias sobre la reelección de Uribe aparecidas en sus medios digitales e impresos desde que se supo de los primeros rumores acerca de sus nuevas aspiraciones reeleccionistas, en comparación con el tratamiento que en su momento dieron a las aspiraciones del gobierno venezolano en pos de la reforma constitucional finalmente aprobada en los primeros meses de este mismo año.
Mientras Chávez era un tirano caudillista que aspiraba a perpetuarse en el poder de por vida (sin pasar si quiera, al parecer, por el «trámite» de las elecciones), Uribe es simplemente un mandatario democrático de «gran popularidad» que aspira a la reelección sin más consideraciones de ningún tipo, y que, precisamente por eso, por tener gran popularidad y ser entonces poco menos que una demanda popular a gran escala su nuevo mandato, ha tomado la decisión de aspirar a un nuevo periodo presidencial y poder así llevar a cabo hasta las últimas consecuencias las políticas que tanto éxito han dado a Colombia durante estos últimos siete años -sic-.
En consecuencia, rara vez veremos una noticia en la cual se hable de la reelección de Uribe y no quede recogida para el gran público alusión alguna a su «gran popularidad». Según parece, el rasgo que mejor caracteriza la presidencia de Uribe no son los escándalos de la parapolítica sucedidos durante el mismo, o la compra de votos para optar a su anterior reelección, o las recompensas macabras para quienes presentasen pruebas de haber dado muerte a guerrilleros de las FARC y que acabó en el denominado caso de los «falsos positivos» (con miles de campesinos muertos y disfrazados de guerrilleros en cualquier cuneta o fosa común del país), o el ataque militar ilegal a un país vecino sin autorización del gobierno del mismo, o el uso fraudulento de símbolos de organismos humanitarios internacionales para llevar a cabo operaciones de tipo militar, o el aumento continuado del número de desplazados, o el resurgir de los paramilitares, o el asesinato de sindicalistas, políticos de izquierda y luchadores sociales a razón de varias centenas por año, o el aumento de la desigualdad entre ricos y pobres, o el aumento de la pobreza extrema, o la entrega de cinco bases colombianas a los militares de los EEUU, o cualquier otro asunto del estilo que podríamos citar aquí, sino que el rasgo central de su política es su «gran popularidad». Eso parecen querer decirnos los medios pro imperialistas cada vez que hablan de Uribe y su reelección presidencial.
El diario El País, como siempre a la cabeza de este tipo de estrategias mediáticas destinadas a crear un determinado clima de opinión pública según sus intereses políticos y económicos en América Latina, en una publicación de El País semanal donde se trataba de mostrar el perfil de los 100 hombres del año, nos presentaba a Uribe tal que así: «Elevada popularidad y críticas candentes. Se le aprecia o se le combate: no hay manera de fijar en Álvaro Uribe una sola mirada. Según las encuestas, su gestión de gobierno tiene el apoyo a veces de hasta el 80% de sus compatriotas. Es el más popular de los mandatarios latinoamericanos.»
Incluso, cuando el propio Uribe calificó como «inconveniente» una segunda reelección, el mismo diario no podía evitar aludir a la principal cualidad política del presidente: «Popularidad. El presidente Álvaro Uribe sigue teniendo una popularidad que roza el 70%. Según Gallup, el 80% de la población estaría a favor de un tercer mandato».
¿Ya vamos entendiendo pues que es lógico y normal que el mandatario más popular de América Latina y que sería apoyado hasta por un 80% de la población colombiana en sus aspiraciones reeleccionistas, aspire precisamente a la reelección?, ¿O quedan dudas aún? Si quedan dudas, El País nos las aclara con sucesivas «noticias» que nos hagan ver la luz (son algunas sacadas al azar de internet vía google de los últimos 14 meses, hay seguro decenas más de ejemplos sólo en el último año):
-(02-07-08) «En vez de esperar a un análisis constitucional de su reelección, como recomienda el Supremo, Uribe ha preferido optar por la vía del referéndum para plantear la cuestión directamente a los votantes, entre los que aún conserva grandes dosis de popularidad».
-(07-07-2008) «El rescate de Ingrid Betancourt y otros 14 secuestrados ha llevado la popularidad del presidente Álvaro Uribe a un récord del 91%, frente al 73% anterior, según una encuesta publicada ayer. Si el político se presentara a un tercer mandato obtendría el voto del 79% de los colombianos, frente al 69% de antes de la liberación de los rehenes (…) Uribe, que fue elegido en 2002 y reelegido en 2006 tras reformar la Constitución para poder presentarse a un segundo mandato, ha dejado abierta la posibilidad de volver a cambiar la legislación para optar a un tercero, una propuesta que ha levantado muchas críticas en Colombia».
-(08-08-2008) «El presidente colombiano mantiene la incertidumbre sobre su tercer mandato (…) Los colombianos le piden en masa que se lance a las elecciones presidenciales en 2010, según se desprende de las encuestas de opinión (…)Uribe, cuya popularidad se ha disparado al 91% tras el rescate el 2 de julio de 15 rehenes en manos de las FARC, entre ellos Ingrid Betancourt, no ha dejado claro si se volverá a presentar (…)Mientras el debate sigue abierto, lo cierto es que Uribe está en su mejor momento de popularidad».
-(10-07-2008) «El descenso de la delincuencia y los secuestros ha disparado al 91% la popularidad de Uribe, que llegó al poder en 2002, fue reelegido en 2006 gracias a un cambio constitucional cuestionado por el Tribunal Supremo y ha dejado la puerta abierta a volver a concurrir a los comicios».
-(13-07-08) «El presidente colombiano bate récords de popularidad, pero no aclara si irá a la reelección (…) Con una popularidad récord, todavía más alta gracias a la operación de rescate, el 2 de julio, de Ingrid Betancourt y otros 14 secuestrados en manos de las FARC, Uribe parece tener garantizada la reelección.».
-(07-04-09) En una entrevista a un futuro candidato presidencial colombiano el entrevistador de El País «pregunta»: «Pero Álvaro Uribe, el actual presidente, con una cota muy alta de popularidad tras sus éxitos contra la guerrilla, mantiene abierta la posibilidad de intentar la reelección. ¿La decisión ya está tomada?».
-(21-04-09) «Gran popularidad: Uribe sólo podrá optar a un tercer mandato después de un referendo popular, ya que el Congreso rechazó en noviembre de 2008 la posibilidad de que pueda hacerlo por la vía constitucional. La Cámara de Representantes rechazó incluir en la reforma un artículo que abría la posibilidad para una segunda reelección de Uribe en 2010. Según la Constitución, reformada en 2005 a iniciativa de los uribistas, el presidente sólo puede optar a un segundo período, como ya hizo Uribe en 2006. El presidente colombiano es uno de los políticos suramericanos mejor valorados gracias a sus éxitos recientes en la lucha contra la guerrilla de las FARC».
-(21-08-09) «Uribe, que goza de una popularidad por encima del 70%, aún no ha confirmado si aspirará a una nueva reelección, pero algunos miembros del Gobierno están muy involucrados en que el referéndum salga adelante».
Por su parte, el diario El Mundo, que tanto suele rivalizar con el diario de PRISA en otros asuntos de política partidista española, en este caso juega en el mismo equipo que El País y nos presenta los acontecimientos dados en las últimas fechas (aprobación en Senado y Congreso del referéndum reeleccionista) de la siguientes manera:
-(El Mundo, 02-09-09, Congreso): «Álvaro Uribe podrá, salvo imprevisto, optar a un tercer mandato como presidente de Colombia en 2010. El Congreso ha dado luz verde al referéndum que permite más de una reelección, aunque antes deberá aprobarlo la Corte Constitucional, cuyo dictamen se conocerá de aquí a 90 días (…)Los partidarios del jefe de Estado, que conserva unos niveles de popularidad elevados, argumentan que es el único líder capaz de enfrentarse a los guerrilleros de las FARC» (Las negritas son del diario).
-(El Mundo, 20-08-2009, Senado): «El Senado de Colombia aprobó el texto de un referendo para consultar a los votantes si aprueban cambiar la Constitución para permitir al presidente Álvaro Uribe aspirar a un tercer periodo en el 2010. Uribe, quien goza de una popularidad por encima del 70%y es el más cercano aliado de Estados Unidos en América Latina, no ha hecho pública su intención de postular a un nuevo periodo de cuatro años en las elecciones presidenciales de mayo próximo» (las negritas son nuevamente del diario).
Después de esto, cuando supongo que ya habrán podido entender ustedes de qué trata el asunto, sólo me queda ahorrarle trabajo a los lectores (y redactores) de estos medios y cerrar este punto de artículo creando un mantra de fácil comprensión que todos podéis repetir conmigo: «Uribe, Popularidad, Reelección», «Uribe, Popularidad, Reelección», «Uribe, Popularidad, Reelección», así hasta estar convencidos de que la reelección de Uribe en nada se parece a la de Chávez, Correa, Morales o Zelaya, sino que es fruto de una aclamación democrática del pueblo colombiano, fascinado por su gran popularidad, y para nada aspiración alguna de perpetuarse en el poder como es el caso de los dictadorzuelos caudillistas y tiranos nombrados con anterioridad.
III
Pero, ¿qué hay de cierto en el tema de la popularidad de Uribe? Pues, si nos atenemos a las cifras oficiales de las elecciones colombianas, más bien poco.
Como habrán podido comprobar si han leído las noticias presentadas con anterioridad a través de sus respectivos enlaces, las supuesta alta popularidad del presidente Uribe nos la proporcionan una serie de encuestas llevadas a cabo por medios de comunicación privados y agencias públicas colombianas. No entraremos aquí a valorar la credibilidad o no que puedan tener estas encuestas, ni siquiera entraremos a valorar el tiempo político en que fueron llevadas a cabo o la intencionalidad que pueda esconderse tras la publicación de las mismas. Únicamente me limitaré a subrayar las cifras oficiales que nos aportan las únicas y verdaderas encuestas que son totalmente válidas para valorar la popularidad de un determinado mandatario en un régimen político democrático. Es decir, las elecciones presidenciales. A mayor aceptación y popularidad de un mandatario político, como es lógico, mayor será el número de apoyos populares que reciba en las elecciones presidencias en forma de votos. Veamos, pues, con datos oficiales sobre la mesa, con los datos presentados como válidos a través de la Registraduría Nacional Electoral, el máximo órgano electoral colombiano, si es realmente cierta la popularidad tan abrumadora que se le atribuye al Presidente Colombiano y que vendría a legitimar su reforma constitucional en pos de la reelección:
Elecciones presidenciales 2002
Participación: 46,471%
Votos en apoyo de Álvaro Uribe: 53,048%
Es decir, sobre una participación total del 46,471%, el señor Uribe obtuvo el 53,048 de los votos. Esto quiere decir que, en cifras totales, contando el global de los ciudadanos colombianos con derecho a voto, Uribe obtuvo el apoyo de exactamente el 24,65% de los ciudadanos colombianos con derecho a voto.
Elecciones presidenciales 2006
Participación: 45,05%
Votos en apoyo de Álvaro Uribe: 62,35%
Es decir, sobre una participación total del 45,05%, el señor Uribe obtuvo el 62,35% de los votos. Esto quiere decir que, en cifras totales, contando el global de los ciudadanos colombianos con derecho a voto, Uribe obtuvo el apoyo de exactamente el 28,08% de los ciudadanos colombianos con derecho a voto.
Ahí tienen ustedes, sin trucos de ningún tipo, el apoyo popular real, constatado y demostrado a través de los canales democráticos pertinentes, del señor Álvaro Uribe en Colombia. Toda la «gran popularidad» de la que nos hablan continuamente en la prensa occidental, de la que se jactan continuamente los aduladores de Uribe en todo el mundo, se limita a un apoyo del 28,08% de los ciudadanos colombianos con derecho a voto. Un mísero 28,08%, ni más, ni menos. Ahora que cada cual saque sus propias conclusiones.
Es significativo señalar además que, en medio de todo el revuelo formado por la primera reforma constitucional de Uribe, la participación bajó cerca de dos puntos desde los comicios de 2002 a los comicios de 2006, una reforma constitucional, como se sabe, llevada a cabo totalmente de espaldas a la ciudadanía, la cual no tuvo ni voz ni voto sobre la decisión de aceptar o no esa reforma constitucional, y que a buen seguro hubiera sido el método elegido también para esta segunda reforma de no ser por el rechazo del Tribunal Supremo a dar validez legal a tal procedimiento por segunda vez, además de haberse demostrado que algunos congresistas cambiaron su voto a última hora a cambio de todo tipo de favores políticos del gobierno colombiano y sus aliados.
Queda claro, por tanto, que la «gran popularidad» de la que nos hablan medios como El Mundo o El País, no es más que una más de las muchas manipulaciones lingüísticas, semánticas e informativas a las que estos medios nos tienen acostumbrados día sí y día también cuando de hablar sobre América Latina se trata. Máxime, si comparamos estos datos con el apoyo popular real con el que cuentan algunos de esos otros mandatarios que han sido acusados de dictadorzuelos y tiranos por querer precisamente hacer lo que el (im) popular Uribe ha hecho ya hasta en dos ocasiones por vías, cuando menos, cuestionables desde una perspectiva democrática.
Por ejemplo, en las pasadas elecciones de 2006, Hugo Chávez fue electo, sobre una participación record del 74,7%, con el 62,84% de los votos, lo que nos habla de un 46,94% de apoyo popular. Casi nada.
Queda claro pues también que, como afirma el diario El País en la ya señalada presentación de Álvaro Uribe como una de las 100 personalidades del año, nos encontramos ante el «líder más popular de América Latina». De ahí que haya que ponerle la alfombra roja (y el culo si hace falta) para que vaya lanzado hasta su próxima reelección presidencial. Los negocios de PRISA en Colombia y otras partes de América Latina ya se están frotando las manos ante tal perspectiva. Eso sí que es de conocimiento popular, y goza además de «gran popularidad» entre quienes hemos decidido no darle tregua a las continuas mentiras, manipulaciones y tergivesaciones de la realidad que desde el diario El País lanzan a diario a todos sus lectores.
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