No pongan violencia en la vida de sus hijos. Defiendan la memoria histórica. Critiquen la foto de las Azores, y ubiquen el terrorismo de ETA y AlQuaeda como el mayor de los males. Y después, dediquen el dinero público a comprar y emitir pornografía militarista. Algunos pueden recordar la letra que Celtas Cortos escribió en […]
No pongan violencia en la vida de sus hijos. Defiendan la memoria histórica. Critiquen la foto de las Azores, y ubiquen el terrorismo de ETA y AlQuaeda como el mayor de los males. Y después, dediquen el dinero público a comprar y emitir pornografía militarista. Algunos pueden recordar la letra que Celtas Cortos escribió en su día sobre la serie Rambo («haz turismo invadiendo un país, es barato y te pagan la estancia»), o ser conscientes de que vivimos en un mundo en que ni la ONU (cuyos «observadores» caen impunemente) ni nadie tiene ya poder para frenar el despliegue salvaje de la fuerza.
Que Rambo, invasor y asesino, ha ganado, es un hecho. Que ha ganado de Panamá al Líbano, pasando por todas las Numancias. Para celebrarlo, en la misma semana es que los cadáveres de la última matanza están aún calientes en las fotos de la prensa, usen el dinero de los contribuyentes para que nuestra población, buscando conocimientos sobre su propia tierra, puedan ponerse al día en actualidad ideológica: un héroe americano debe y puede matar eficientemente a todo el que se mueva.
En la era Reagan, cuando el gran imperio audiovisual del planeta dio a sus ciudadanos y colonos un Rambo (tres) poniéndose a favor de los talibanes contra el demonio comunista, se coció, en la tuna de la CIA, el caldo de cultivo para las Torres Gemelas. Enseñar a matar y a poner bombas, y producir esa película, es lo mismo. Cara y cruz de una sola moneda. Elegirla voluntariamente para ponerla a la hora de mayor audiencia en un naciente medio público de comunicación es una decisión que se me escapa y me aterroriza al mismo tiempo. ¿Y saben qué es lo que más miedo me da? Que se ve como algo totalmente irrelevante. Es la victoria ideológica evidente del imperio audiovisual al que me refería: que los responsables de contenidos escojan consumir la peor propaganda parafascista, y que los responsables políticos y el público en general lo acaten sin hallar motivo de protesta, porque es normal y carece de importancia.
Y sin embargo, ¿creen ustedes de verdad que esas películas son y han sido inútiles a la hora de crear opinión en las últimas décadas? Y me refiero a esa opinión difusa basada en la costumbre de ver repetirse los mismos iconos, como el de la muerte bajo la enseña triunfante de las barras y estrellas. Crear una opinión que no consiste en razones, argumentos o datos, sino en el más básico adoctrinamiento de acostumbrarse a verlo y pasar un buen rato mientras te inoculan. Los perros de Paulov babeaban con un timbre, y los ciudadanos occidentales contemplan sin inmutarse los telediarios, porque han aprendido que la guerra real es sólo una burbujita rara y lejana en una gran nube de violencia irreal. No se engañen: si no sirvieran muy bien para eso, para nublar el sentido común y drogar la sensibilidad humana, esas producciones ni siquiera existirían, y EEUU no sería el imperio que es. Casualmente, la cinematografía es su mayor industria. Después siguen las armas y la aeronáutica.
El llamado Canal Sur Extremadura fue criticado, entre otros motivos, porque supuestamente significaba una «colonización cultural» por parte de nuestra peligrosa vecina, Andalucía. ¿Cómo deberíamos interpretar que Canal Sur Andalucía fuera una amenaza para nuestra identidad, pero el modelo audiovisual estadounidense sea consagrada como parte de la cultura extremeña? Por no hablar de los escasos conocimientos que el presentador del programa «estrella» de nuestra televisión autonómica parece necesitar para hacer su trabajo. ¿Ayuda a nuestro desarrollo poder ver a unos vecinos pasarlo mal en un feo plató ? A mi lo que me da es vergüenza ajena y propia.
Volviendo al tema: en aras del entretenimiento, ¿debemos creer que una tv pública no está para lo que justifica su gasto según la ley, sino para ofrecer a niños y adultos la fábula moral de la violencia obscena? Me parece escupir sobre los muertos. Alentar a los asesinos. Favorecer las guerras. Apoyar verdadero terrorismo.
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Ana Baliñas es Guionista de televisión