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Reclamo agrario y golpismo

La verdad de la milanesa (de soja)

Fuentes: Rebelión

  «Cristina F. no habla bien por no confundir los tiempos de los verbos, habla bien porque dice verdades que pocos se atreven a decir… Porque hoy, ante este semigolpe institucional, ante este odio de clase, ante esta bronca que le tienen a este gobierno (sobre todo, como bien dice ella, por su política de […]


 
«Cristina F. no habla bien por no confundir los tiempos de los verbos, habla bien porque dice verdades que pocos se atreven a decir… Porque hoy, ante este semigolpe institucional, ante este odio de clase, ante esta bronca que le tienen a este gobierno (sobre todo, como bien dice ella, por su política de derechos humanos), que los proto-golpistas califican de «revanchista», «montonero» y «terrorista», elementos de los que dicen se compone, la Presidenta no se amedrenta y les dice a los agro-piqueteros que son los «piquetes de la abundancia». Y algo impecable, de una enorme justeza para definir la «tragedia» de los grandes productores (los pequeños es otro asunto que habrá que diferenciar): que el problema que tienen, dice Cristina F., la causa por la que luchan, reside en que si tienen tres 4×4 jamás aceptarán el despojo de tener sólo dos. Por eso habla bien Cristina F. Porque habla instrumentando el sentido que los griegos y toda la tradición de la filosofía de Occidente hasta Heidegger da a la palabra logos. Logos es pensamiento, concepto, discurso, razón. Y, muy especialmente para el tema que tratamos, logos es inteligencia. ¡Esto es un escándalo! El agro-golpismo, los ilustrados de la derecha y hasta los malhablados de las radios enfrentan hoy a una peronista que no sólo es inteligente, sino, además, mujer. Este «escándalo» los tiene locos. No lo pueden tolerar. Cristina F. tendrá que usar largamente su logos para que lo toleren, para que lo entiendan. De ahí, no de ellos, surgirá la estabilidad y la fuerza de la democracia argentina.»
 
José Pablo Feinmana. Ensayista argentino.
 
Si la historia la escriben los que ganan
Eso quiere decir que hay otra historia
Quien quiera oír, que oiga.

Fragmento de una conocida canciòn.

Introducción

Ya transcurrido algo más de dos semanas del estallido reaccionario (y conjurada la primer versión del mismo) del 25 de marzo de 2008, no puede menos que confirmarse y agrandarse la primera visión y la absoluta convicción- expresada en otro artículo precedente (ver el texto completo en  http://www.redaccionpopular.com/#principal__state=articulo&idArt=2565) que se trató de un golpe de estado en toda la línea contra el gobierno nacional, popular y constitucional presidido por la Doctora Cristina Fernández. En la siguiente nota intentaremos aportar nuevos argumentos para tal visión, al tiempo que sugerir algunas líneas de acción para los complejos y difíciles días por venir. En el epígrafe citado, Feinmann plantea magistralmente la cuestión desde el punto de vista intelectual, pero existen otros miradas de la problemática de marras, algunas de las cuales desarrollaremos a continuación.
 
Ya hace más de un año, decíamos que la más justa redistribución del ingreso integraba un plexo ético inescindible con la política de derechos humanos impulsada por el gobierno nacional. Agreguémosle la alianza con la Venezuela bolivariana y demás pueblos que luchan contra la dependencia y tendremos claramente enunciados los núcleos centrales del proyecto nacional y, a la vez, blanco para los disparos de la parafernalia enemiga.
 
Sin dudas que es un logro ético- casi inexorable a esta altura del siglo XXI- que la Argentina es el único país de nuestra América donde el genocidio perpetrado por la derecha para imponer sus soluciones neoliberales es investigado y castigado por la justicia, más allá de los límites e inconsecuencias de la marcha judicial. Tal circunstancia el poder económico no la puede digerir debido a que; por un lado, los crímenes tenían un claro objetivo de favorecer a los poderosos. De modo tal que la investigación no puede menos que desenmascarar la sangrienta trama que unía causal y profundamente a asesinos, torturadores, ladrones de bebés, martirizadores de embarazadas, sacerdotes que brindaban cómplice cobertura espiritual a semejante barbarie, empresarios, banqueros y ruralistas (grandes terratenientes). Y, por el otro, existe una dimensión simbólica que opera desde la propia interioridad de la conciencia en el ya varias veces mencionado poder. Se trata de un hecho incuestionable: si no pueden imponer su manifiesta voluntad de garantizar impunidad para los genocidas que les sirvieron otrora, toda su potencialidad para subordinar, disciplinar e imponer condiciones entre los sujetos subalternos flaquea, se desdibuja, se deshilacha y disminuye ostensiblemente. Con respecto a la relación entre derechos humanos y distribución del ingreso, remitimos a la lectura del artículo completo al cual aludíamos; que puede consultarse desde: http://www.redaccionpopular.com/#principal__state=articulo&idArt=650
 
Veamos los hechos que fundamentan las verdaderas motivaciones del bloque reaccionario, entre las cuales el reparto de la muy suculenta renta sojera no es una cuestión menor; pero funciona a modo de pantalla para ocultar e invisibilizar las auténticas motivaciones de fondo: quebrar el rumbo general del gobierno nacional. Como se diría parafraseando a Bill Clinton: es la política, estúpido. Es que cualquier observador sensato del mundo económico argentino, latinoamericano y mundial- aún un fundamentalista neoliberal, un verdadero Osama-Bin-Laden Fridmaniano- convendría en que las retenciones son completamente inevitables. Sin ir más lejos, así lo reconoció el titular del bloque PRO(cesista) de diputados nacionales, Federico Pinedo. Hasta el economista David Blejer- insospechable de populismo o peor aún, marxismo- las avala. En el contexto económico actual- con precios de los alimentos en alza casi constante en el orbe entero- renunciar a ellas provocaría irremediable debilidad al estado nacional, significaría alzas insoportables en los costos de la nutrición popular y un previsible escenario de enfrentamientos sociales rayanos en una cuasi guerra civil. De modo que el trasfondo real no es sólo la puja por la masa de dinero extra implícito (que no es algo no menor y opera, por cierto), sino fundamentalmente las operaciones desarrolladas por la derecha- con un comando estratégico muy previsiblemente situado fuera de las fronteras nacionales- cuyo objetivo de máxima es desplazar al gobierno. Pero por ahora se conforman sólo con debilitarlo. Más de un siglo de historia argentina- desde las primeras represiones contra el incipiente movimiento obrero hacia fines del siglo XIX hasta los golpes de estado- se actualizan y corporizan súbitamente cuando el conjunto de ciudadanos distinguidos moradores en el eje que nace desde los pisos de Recoleta y va más allá de los countries de Escobar sale a manifestar pidiendo el final para un estado de cosas como el que describimos líneas arriba. Para peor no se privan de nada en la escenificación de los sucesos: reivindicación del genocidio incluido. Y- nada casualmente- uno de los voceros orgánicos de esta caterva de monstruos redivida ha sido el ideólogo autoritario de 1962-1966-1976, Mariano Grondona, (no) el último de los gorilas vivos. De permanecer en este mundo, se hubieran hecho presentes Ramón Falcón y los Anaya, Uriburu y Justo; Rojas y Aramburu; Alzogaray y Krieger Vassena; Viola y Galtieri. Pero, tal vez, sus espíritus se hayan paseado gozosos y burbujeantes entre tantas cacerolas distinguidas y extrañadas: es que muchas de sus dueñas rara vez las usan para cocinar, por supu lo hacen sus domésticas. Pero los fantasmas citados no podrían menos que expresar cierto asombro y extrañeza; por el hecho de observar a tantos deplorables izquierdistas o militantes de Castells simpatizar con causas tan reaccionarias. Más adelante analizaremos también como lo mejor de la historia popular ha coagulado también en este episodio.
 
Los golpes de estado y sus lecciones para la historia
 
Las interrupciones en la normalidad institucional, legal y constitucional no han sido producto de las crisis económico-políticas vividas por el país; más bien estas proporcionaron el contexto que las posibilitó. Los golpes fueron causados en la contradicción existente en toda sociedad entre un poder económico- a menudo invisiblizado para la mayoría del pueblo y no sólo mediáticamente hablando- y el poder político, que debe siempre legitimarse frente a las grandes masas. Tal circunstancia provoca concesiones para los sectores populares; algo que no desean los privilegiados. Por ello la democracia- cuanto más profunda y con contenido y no la versión más vacía, formal y procedimental que acepta la derecha- les repugna y trabajan constantemente para esmerilarla o directamente suprimirla. Cuando la reacción derechista puede gobernar sin mediaciones democráticas es el tiempo de los golpes de estado; a los cuales definimos como alteraciones profundas contra la voluntad popular: no la puesta en trágica y wagneriana escena de los paseos de tanques, soldados y aviones, que es nada más que su aparición sensible y mediática. Hay países del orbe que jamás las fuerzas armadas intervienen (abiertamente) en el juego político. En ellos, las asonadas se realizan matando presidentes o por medio de simulacros de juicios políticos. Por todo lo dicho, con lo ocurrido la noche del 25 de marzo comienza un nuevo conato, si es que no se inició antes. Sus objetivos: romper troncalmemte con los ejes articuladores del proyecto nacional: Se trata abiertamente terminar con la política de redistribución del ingreso; y, sin mentarlo directamente, la cuestión del combate contra la impunidad. En realidad, ambos aspectos son parte de lo mismo. En lo internacional, aislarnos de la construcción bolivariana y hundirnos en la maraña pro-imperialista ALCATIANA. Si logran sus propósitos se interrumpirá la reconstrucción de un estado con la potencialidad de incidir en los mercados y que pudiera dirigir recursos para el beneficio popular; así como se colocará una pesada lápida de impunidad contra las investigaciones del genocidio.
 
Otra enseñanza decisiva de nuestra historia- y de toda teoría filosófica o pensamiento político que resulten fructíferos para comprender los problemas de la realidad- es que los golpes son motorizados por fuerzas opuestas consustancialmente a toda mejoría popular. Digámoslo del modo más pedreste posible: por enemigos del pueblo. Y tales fuerzas son en principio sociales (con sus correlatos políticos en las fuerzas derechistas cómplices y beneficiarias de toda burla a la voluntad popular). Se trata de la Sociedad Rural Argentina (S.R.A), Las Confederaciones Rurales Argentinas (C.R.A)- incluyendo a la C.A.R.B.A.P., fogonera e ideóloga del golpe genocida de 1976, las asociaciones de banqueros y financistas, muchas cámaras empresarias que tienen intereses absolutamente opuestos e irreconciliables con cualquier mejoría por mínima que fuere de los sectores subalternos, no hablemos de un proceso constante y sostenido en tal sentido. Por otra parte, constituyen- en alianza con el imperialismo- el poder real, más allá de cualquier formación política. Lo demostraron en 1930, 1955, 1966, 1976 y los ’90: son la fuerza que impulsa y se beneficia de todo reformateo antinacional y antipopular. Por lo tanto, la adscripción de un conglomerado político a un bloque o a su opuesto la determina su posición a favor o en contra de semejante coalición de poder. Se puede vomitar discursos acerca de la revolución proletaria en todo el orbe, para no ser a la postre más que objetivos forros desechables por parte de la derecha oligárquica.
 
Pero por cierto que las palmas no le corresponden a la absurda izquierda que supimos conseguir. Lo peor corresponde a los restos mortales de lo que (/otrora) fuera un partido popular en la Argentina: la Unión Cívica Radical (U.C.R.) y su legítimo sucesor la Coalición Cívica gorila y golpista, heredera de parte de los despojos pestilentes del partido boinablanca. Ambas fuerzas se disputan la primacía en responsabilizar al gobierno nacional; no sólo por el paro agrario, sino por diversos problemas atávicos de la Argentina y del orbe entero. Parecen haber borrado de su memoria las silbatinas al presidente radical Raúl Alfonsín en la exposición rural, a fines de los años ’80. ¿Los motivos de aquella recordada y monofónica repulsa? La tozuda actitud terrateniente de no pagar impuestos. Entonces durante aquel episodio, Alfonsín desempolvó el propio vocablo oligarquía, que los radichas boys habían inmolado en el altar del pragmatismo. Si la citada oligarquía quiso desestabilizar al presidente bonaerense, como antaño hiciera con Irigoyen o Arturo Illia. ¿Es muy aventurado sugerir que la conducta actual de los administradores del más que centenario partido no obedece a problemas de memoria, si no a complicidad con el bloque golpista? Lo mismo puede decirse de los aventureros cipayos y enemigos de la voluntad popular que rodean a Carrió, cuya conducta en términos de ética democrática es equivalente a la de Augusto Pinochet. Por otra parte las declaraciones de todo el espacio coaligado cívicamente bordean la absoluta ignorancia en términos de comprensión sociológica de la realidad: por ejemplo, al negar la propia existencia de la oligarquía o al difundir un escenario edénico y angelical; en el que los empresarios desearín competir en mercados smithonianamente perfectos, pero se ven privados de ello por la «corrupción» K.
 
Voces contradictorias y discursos contrapuestos
 
Cualquier observador poco avispado que mirase lo ocurrido el 25 de marzo por T.V pensaría que en la Argentina existe un gobierno desgastado y enfrentado por un pueblo ansioso en un único clamor por libertad. Pero lo cierto es que la (hipócrita y embustera) narrativa televisiva es la parte más importante de la conspiración golpista. Se trató de un armado que obedecía a un plan preconcebido. Desde la pretensión de fingir una unanimidad inexistente con el reclamo, hasta la conciliación absurda con fuerzas claramente antipopulares (a las cuales presentaban casi como si fuera un simposio de carmelitas descalzas); ciertos medios no se privaron de nada. La evidencia del complot se observa nítidamente, habida cuenta que se repitió de modo Goebelssiano que la reunión tuperware-caceroluda fue una reacción espontánea frente a una supuesta soberbia presidencial. Ocultaron que desde muchos antes del discurso de Cristina circulaban los mails convocando a la protesta (que de tal modo careció absolutamente de espontaneidad). Y tal omisión no es casual, del mismo modo que la repetición infinita de la piña propinada por Luís D’Elia a un caceroleante; escamoteando que el golpeado lo había insultado durante dos cuadras al matancero obedece a propósitos muy claros: ocultar los hechos y tergiversar de modo muy evidente los sucesos. Los medios merecieron inclusive varias duras repulsas por parte de diversas instancias de gobierno de las universidades públicas (por ejemplo, el Consejo directivo de la Facultad de Ciencias Sociales). Como dijo la presidente en su discurso del 1 de abril, sometieron al pueblo a un verdadero desabastecimiento informativo. Pero demostrando que las perspectivas sesgadamente apocalípticas e integradas son falsas, los diversos sectores sociales leen con cierto sentido crítico el discurso mediático; quedando sólo para ciertas franjas la (in)comprensión no pensante y unilineal de los referidos mensajes. Para lectores que no son expertos en ciencias sociales y comunicacionales, apocalípticos e integrados es una célebre conceptualización del semiólogo y novelista italiano Umberto Eco y menciona de tal modo a personas que reciben acríticamente el mensaje mediático o que demostrarían una comprensión excesiva por demás. Lo cierto es que la parafernalia televisiva no logró movilizar ni siquiera individuos asilados en los barrios populares. La protesta exhibió así un carácter marcadamente de clase, es decir, la unidad realizada entre la oligarquía y las peores clases medias tilingas y gorilas, que- pese a su pretendida ilustración- se empecinan en no extraer mínimas lecciones de nuestra historia y se convierten en idiotas (in)útiles al servicio de sus peores enemigos: la reacción derechista. Mínimas conclusiones de nuestra historia deberían bastarles para ver que cada vez que se unieron a la reacción, las propias cohortes pequeño burguesas pagaron con empobrecimiento su error; además de servir a intereses antidemocráticos.
 
La derecha ganó la calle y sólo fue frenada por la decidida acción de los movimientos sociales que pusieron el cuerpo para evitar que la vanguardia de la conspiración- bajo la conducción operativa de los legisladores de la coalición golpista- hiciera una cabecera de playa de enorme simbólico: nada menos que la Plaza de las Madres. Si se hacían fuertes allí podrían profundizar la ofensiva putchista. La rapidez, contundencia, celeridad y eficiencia de la acción referida no luce a los ojos de la razón bienpensante y massmediática, pero resultó sin dudas eficiente en cortarle parte del espinazo a la runfla conspiradora. Antes de la llegada de los contingentes dispersadores, pudo verse por T.V. a señoritas muy bien entrazadas cantando «Cristina mentirosa», por el solo hecho de ser la presidenta auténtica interprete del mandato popular (46% hace pocos meses) en lo referente a cobrar o no las gabelas hacia el agro. Mientras tanto, un atildado señor profería con mística unción un grito de «Viva la patria», confundiendo nítidamente la propia idea de nación con la rentabilidad terrateniente. Es curioso ver como ambos sectores en disputa compartían algunos núcleos discursivos (la nación, la patria, la verdad) pero no hay dudas de cual expresaba la concepción más abarcadora y menos sectorizada y sectarizada de los referidos conceptos en pugna.
 
Un psicoanalista travieso debería declararse avasallado por la catarata de fallidos proferidos en los medios durante los días de un conflicto por demás prolongado, pero aleccionador. Racismo, vulgar gorilismo cincuentoso, partición de la ciudadanía en dos bandos muy claramente diferenciados: réprobos (negros peronistas) y elegidos (blancos pequeño burgueses) fueron algunos de los más frecuentes lugares peor que comunes transitados por un conjunto de periodistas y movileros librados a un Bil de impunidad fascista por sus jefes.
 
Todas las entidades intervinientes en el mal llamado paro (en rigor, un vulgar lock-out, tranqueras adentro no se dejó nunca de trabajar) se cansaron de decir que nunca hubo una medida de similar envergadura. Mayor reconocimiento a su dócil complicidad y mansedumbre culposa con la dictadura y el menemismo, imposible. Por otra parte, los mismos núcleos de poder que- no hace ni siquiera un lustro- demandaban balas para los piqueteros, cortaron las rutas buscando desabastecer a las ciudades; al tiempo que acusaban al gobierno de incrementar los enfrentamientos. Los defensores del pleno e irrestricto derecho a la propiedad privada, requisaron cargamentos practicando un insólito leninismo de ultraderecha, tirando productos a la ruta o permitiendo que se pudran millones de pesos en productos perecederos; con tal que no lleguen a los consumidores. ¿Y el derecho de propiedad? Los fantasmas de Marx, Rosa Luxemburgo o el propio revolucionario ruso sin dudas deben revolverse en el sitio en que se hallaren frente a tan extraños émulos de ciertos métodos jacobinos: los máximos defensores del más sacrosanto derecho burgués lo violan en pos de desabastecer las ciudades. El derechista jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, se cansó de decir que para protestar había que pedir autorización y cortar arterias urbanas se hallaba taxativamente prohibido. El despliegue de rostros bronceados, modelos de alta costura y caceroleros fashión que cortó calles y avenidas no fue sin embargo molestado. De este modo, el millonario- que fue paseado casi en andas por la reunión de terroristas, facinerosos, mafiosos, golpistas y escritores en decadencia realizada en Rosario casi en simultáneo a la asonada que comentamos- dejo muy claramente expuesto que principios constitucionales como la igualdad ante la ley le resultan tan extraños como poder leer un discurso sin confundir las páginas.
 
Por nuestra parte, podemos decir que las respuestas gubernamentales fueron harto prudentes; pero fuerza es reconocer que la conducción K mostró sapiencia y nervios de acero para derrotar a la movida reaccionaria. Fue de lo pequeño a lo grande en la movilización popular; y, a favor de la torpe incongruencia de los discursos y las prácticas de los falsos huelguistas galvanizó la coalición propia; al tiempo que aislaba y debilitaba a los derechistas.
 
La tosquedad del discurso de los dirigentes agrarios, su evidente perspectiva antiurbana (una suerte de maoísmo de derecha, sitiar a las ciudades desde el agro) y antipopular, su chantaje al gobierno desde una perspectiva marcadamente de clase facilitaron sin dudas la labor del espacio nacional y popular. Los acontecimientos se fueron precipitando de modo cuasi teatral, en el que la escenificación mediática pareció intentar quebrar la voluntad gubernamental, pero lejos estuvo de lograrlo. En realidad nuestra fuerza se centró en un conjunto de contenidos que mencionaremos en apretada síntesis.
1) La defensa del nivel de vida popular. Los ruralistas- de imponer sus condiciones- hubieran colocado un piso mucho más alto para los alimentos haciendo trizas los logros de los últimos cuatro años.
 
2) La reivindicación de la legitimidad institucional, que se hallaba claramente de nuestro lado.
 
3) La reivindicación principista en casi todos los discursos presidenciales de una política de derechos humanos que disgusta al espacio oponente, aunque no siempre lo reconozcan. Por otra parte, lo central en este aspecto es que fue superado el conflicto sin recurrir a la represión, es decir, sin arriesgar y poner en juego vidas humanas. Contrariamente, las mismas voces que pidieron sangre piquetera durante mucho tiempo, se hicieron los distraídos con las muertes causadas durante la conspiración golpista (una mujer atropellada y un enfermo, demorada la ambulancia por un corte). Queda así palpablemente expuesta de modo práctico nuestra superioridad ética y política, sustento de la victoria moral alcanzada: la defensa de un proyecto económico, social, cultural y político enmarcado en la vigencia de la constitución.
 
El acto realizado en Parque Norte en la tarde del 27 de marzo comenzó a prefigurar un final feliz. A medida que la presidente hablaba eran visibles los gestos de contrariedad en los cortes camineros. Por motivos que se sabrán en poco tiempo, las entidades agrarias reactivaron su paro desde el sábado 29. No midieron adecuadamente el desprestigio que habían sufrido en los diversos conglomerados urbanos, la mayoría poblacional, por las causas ya analizadas. Dos días después debieron reconocer su derrota. Encuestas diversas muestran el incuestionable apoyo al gobierno- sólo ninguneado por los esbirros mediáticos del poder y los propios dirigentes agrarios que aseguraban contar con un consenso existente sólo en sus deseos e imaginación- y además el espacio nacional hizo sentir el peso de la carta más contundente: la movilización de masas realizada el 1 de abril en todo el país; en especial en el epicentro de los grandes acontecimientos argentinos: la plaza de las madres y del 17 de octubre de 1945. Luego de la contundente demostración, el resultado estaba cantado y jugado: los perdidosos lo ocultaron bajo la forma de tregua durante treinta días.
 
El resultado de la pugna no pudo ser cambiado por el sonoro y constante rebuzno de los (pseudo) intelectuales al servicio de la derecha y el imperialismo. Por citar sólo un ejemplo, el conocido cultor de textos ficcionales José Ignacio García Hamilton declaró que «hace 50 años la gente iba a la Plaza con un gran fervor peronista, hoy en día la mayoría de los manifestantes persiguen otros intereses y son llevados, no van espontáneamente«. No se trata de negar que algunos manifestantes pudieran haber sido trasladados de modo no espontáneo. Pero lo gracioso es que la denuncia es pronunciada por un defensor del paro agrario. La disputa por la renta del campo. ¿Acaso es mester de damas de beneficencia alejadas de toda apetencia dineraria? Si hasta suena gracioso. Creemos francamente que no, el dinero es una motivación decisiva; además de la pretensión de desestabilizar al gobierno. El escritor asegura que el gobierno la presidente se (auto)victimiza por ser mujer. Se ve que es un poco sordo y no escuchó los dichos de los caceroleros fashión, quienes cambiaban el nombre de la mandataria por Kretina; siendo este el más suave de los agravios: desde montonera hasta acusaciones de ejercer un oficio reputado como el más antiguo del mundo; de nada se privaron los sediciosos conspiradores que habían ganado la calle; inclusive criticar cuestiones que hacen exclusivamente a la privacidad de las personas. Concluye Garcia Hamilton, demostrando que ciertos intelectualoides nada han comprendido desde 1945 hasta aquí: «La retórica populista no es un elemento de la democracia, es un elemento propio de los gobiernos autoritarios de derecha, del fascismo o del nazismo«. Realmente patético. ¿Dónde enchufará G.H. el democratodómetro para saber quién acredita suficientes kilates en la defensa del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo y quién debe ser expulsado al oscuro infierno populista? Acusar a todo el peronismo de antidemocrático es- además de un embuste- una deplorable complicidad con los que bombardearon Plaza de Mayo, fusilaron contra la ley en 1956, robaron el cadáver de Eva, proscribieron al peronismo y masacraron a nuestro pueblo; entre otras circunstancias. Y aquilata procesar a quién dice semejantes infundíos por ejercicio ilegal del oficio de historiador, ya que demuestra inexistente compromiso con algo que se asemeje a la verdad. (Las declaraciones del mencionado han sido tomadas de un despacho de la Agencia NOVA).
 
En círculos de melómanos circula desde hace décadas un apotegma muchas veces relatado. Dice más o menos así: «De los Richard, prefiero a Wagner, de los Strauss, a Richard». La cita es pertinente ya que uno de los voceros más visible de los huelguistas es Alfredo De Angelis, dirigente de la Federación Agraria de Gualeguaychú, quién se llama como un célebre director de orquesta típica (tanguera). El músico (1910-1992) condujo una de las formaciones más apreciadas durante la edad de oro del género, la famosa década del ’40. El ruralista- en cambio- puso su voz y su cuerpo para una sonoridad más insolente y menos armónica durante la asamblea que convalidó la derrota de su sector. Durante la escenificación final del drama agrario, revivió el obsoleto enfrentamiento de unitarios y federales- en pleno siglo XXI, reactualizó falazmente contradicciones del XIX- y emplazó a los legisladores, intendentes y gobernadores del oficialismo a asumir el proyecto de su fracción como modo de ser consecuentemente democráticos. Por si De Angelis no lo sabe, la mayoría de los habitantes del país vive en grandes ciudades; de modo que las ideas de los sectores del campo pertenecen a una reducida porción de los habitantes argentinos. Y en democracia, mandan- o deberían hacerlo- quienes expresan la voluntad de las mayorías. La maniobra de los sectores agrarios claramente se orientó (como más de una vez ocurrió a lo largo de nuestra historia) a quebrar tal principio democrático. Y la auténtica verdad democrática se halla de nuestro lado, más cuando el gobierno ha hecho gala de irrestricto respeto de las garantías constitucionales, en un marco institucional irrefutable e irrebatible; aún en situaciones tan complejas como las pasadas, que podían servir para enervar a las naturalezas más frías. Por lo cual la conclusión de la paráfrasis está cantada: de los Alfredos De Angelis, preferimos claramente al músico.
 
La asamblea de los agraristas finalizó con diversos mensajes; en los cuales los dirigentes parecían reservarse las atribuciones del verdadero poder (real). No necesitábamos la (cuasi mafiosa) confesión para ser conscientes que el golpismo y la reacción habían perdido una batalla, no la guerra. (Esta historia) continuará.
 
Cristina, muchacha peronista: la síntesis perfecta
 
Muy lejos de nuestra visión es propugnar una mirada sesgadamente elitista sobre los movimientos populares, como el peronismo. Digámoslo entonces del modo más simple posible: el conglomerado sensiblemente emergido en 1945 lo construyeron hombres y mujeres del común (particularmente a partir de su fecha natal: un 17 de octubre de 1945 y en todas sus movilizaciones); aunque cierto es, también con sus líderes. No es casual que la fuerza que lograra el derecho a voto para la mitad más sensible de la humanidad argentina haya tenido previamente a nuestros tiempos dos mujeres descollantes: Maria Eva Duarte de Perón (Evita) y María Estela Martínez de Perón (Isabelita). Haciendo una primer y apretada síntesis, en las dos primeras damas del peronismo no se verifica la conocida frase de Marx (la primera vez, como tragedia; la segunda como farsa o comedia bufa). Veamos un breve bosquejo de las dos y sus circunstancias históricas.
 
Evita fue pura pasión encendida (casi una tea incandescente) al servicio de la mejoría constante de los humildes. Hija bastarda de un terrateniente pueblerino y ex actriz, su escuela como cuadro político fue la militancia práctica; a la que entregó sus mejores energías. Su llama vital se apagó de modo muy rápido, por causa de una cruel enfermedad cuando contaba con poco más de tres décadas de edad. Pero su recuerdo persiste resignificado una y otra vez, de modo diferente, por las distintas generaciones. Nunca está demás recordar que los mismos (más bien sus antepasados biológicos o políticos) que caceroleaban el 25 de marzo pintaban en las paredes ¡Viva el cáncer! celebrando la lenta y dolorosa extinción de su vida. Pero, pese a semejante marco gorila, Eva moría acompañada del cariño y de la congoja popular.
 
La tercera esposa del fundador- la primera había muerto en la década del ’30- no fue la expresión de una épica popular, como Evita, sino una mascarada trágica. La opinión del común tiende a exculparla por considerarla no capacitada para el cargo que ocupó: nada menos que la presidencia a la muerte de su esposo en 1974. En rigor tal idea es falsa. Desde los ’60 era una operadora del conductor del justicialismo. De modo que es faltar gruesamente a la verdad histórica omitir su grave culpabilidad en masacres como las perpetradas por las tres A (Alianza Anticomunista Argentina), en la introducción de las nefastas políticas neoliberales, en el bastardeo de la voluntad popular o en el debilitamiento institucional que condujo al golpe siniestro de 1976. El hecho de no ser única responsable no la exime por los delitos cometidos y del juicio ético, judicial, histórico y político que merece su deplorable figura. Lo único farsesco que había en ella era su ridículo modo de expresarse; particularmente en público: Pero se trataba nada más que de una mascarada grotesca que (en)cubría un rostro sediento de sangre de mártires populares.
 
Sería demasiado vulgar presentar la centralidad política de la figura de Cristina Fernández bajo la forma de síntesis dialéctica en los groseros términos de tesis-antítesis-síntesis, al uso de manual berreta de filosofía marxista. Pero sin dudas, la presidente es una perfecta síntesis de lo mejor del peronismo y encarna un galimatías complejo de desentrañar para la derecha. Preferirían una peronista de corte discursivo isabelino; que no pudiera conjugar adecuadamente los verbos, que la única s que no se tragase fuera la de nasta y que no alcanzare jamás una mínima concordancia entre género y número en el uso de sustantivos y adjetivos. Por el contrario deben lidiar con una extraña mezcla de Evita y Descartes por la pasión puesta simultáneamente en la defensa de los intereses populares y la incuestionable y elevada racionalidad política que demuestra. Para los gorilas, el mejor peronista es el peronista tan bruto como monosilabiante y deben toparse con una mujer (para peor); que ni siquiera lee los discursos y utiliza cada palabra con la precisión del bisturí empuñado por el mejor cirujano. En E.E.U.U. dirían it’s too mootch y por ello el poder debe conformarse con referirse a tonos, entonaciones, modalidades, dedos admonitorios y formalidades igualmente vacías de contenido por la sencilla razón que no pueden objetar el mensaje de fondo presidencial. Es obvio, los golpistas, derechistas, neoliberales, coalicionados gorilas y reaccionarios no van a confesar jamás que están contra los intereses del pueblo; que es lo que quedaría descarnadamente expuesto; en caso de aceptar un debate franco.
 
Si el 25 de marzo salió a la calle la orquesta de cacerolas coquetas encubriendo lo peor de la historia nacional- torturadores, explotadores, vaciadores, gestores de la deuda externa y demás alimañas ya citadas- en el acto del 1 de abril coaguló y sobrevoló lo mejor de la citada historia; pero vista desde los sectores populares. Es que en la Plaza de las madres anduvieron los espectros de los apaleados por Ramón Falcón, los masacrados por el ejército en la semana trágica y la Patagonia, los bombardeados por la reacción gorila de 1955, los fusilados en Parque Las Heras y en los basurales de José León Suárez, los torturados por la dictadura1966-1973 y muchos más. Pero muy especialmente estuvieron presentes los queridos compañeros desaparecidos por la barbarie procesista y sus cómplices del poder económico. Toda la concurrencia debe haber sentido la misma emoción que sintió el autor de estas líneas; cuando Hebe de Bonafini le entregó su pañuelo (símbolo de la lucha heroica de las madres) a la presidente Cristina Fernández. La apologeta del genocidio Cecilia Pando de Mercado, llamó a Hebe «la presidenta de la madres del odio». (Artículo firmado por la mencionada defensora de vulgares ladrones de bebes y de asesinos y publicado por la Agencia Nova). Sería bueno que presenten algún ejemplo de madres de la plaza ejerciendo la violencia ilegal, como si lo hicieron los criminales que Pando tanto admira. Pero no puede hacerlo, los organismos de derechos humanos sólo reclaman justicia (que para ella es odio). ¿Podrá al menos imaginar la sensación que padece una madre al saber que su hijo fue torturado, degollado, desaparecido? El odio de clase que la ciega le impide ni siquiera una representación de la solidaridad maternal. Las madres de Plaza de Mayo pueden muy bien cambiar su nombre por el de madres de la dignidad. La gavilla que entorna a Pando de Mercado si constituyese algún tipo de asociación con un nombre más adecuado a su verdadera entidad debería llamarse Asociación por la exaltación de los hijos de puta (con el debido perdón que le pedimos a las compañeras meretrices). Como se ve, dos historias, dos proyectos éticos muy claramente expuestos. La opción es muy evidente.
 
Triunfadores y derrotados
 
El principal vencedor en la pelea generada desde el comienzo de la asonada golpista es la mayor parte del espacio nacional y popular que pudo mantener (bastante) unido a su frente interno. La victoria sería pírrica si no se lograran extraer algunas conclusiones. A ello destacaremos las últimas líneas del presente trabajo, luego de mencionar algunos de los derrotados y varias tareas pendientes. Pese a algunas grietas que pudieron percibirse en el oficialismo; muchos gobernadores actuaron como gallináceas vedettes postulándose para ser servidas por el gallo (la figuración electoral hipotética en 2001). Pero se trata de devaneos inevitables en el peronismo. Es que es de imaginar que si los (muy poco numerosos) atildados republicanos afiliados a RECREAR se toman a golpes de puño- en escena plebeya inimaginable hace cierto tiempo en semejante espacio- por ver si se alían a Macri o a Carrió; en una fuerza multitudinaria y gigantesca como el justicialismo las disputas entre Schairettis, Delassotas, Dasneves, Sciolis y otros personajes menores; además de inevitables resultaron dilucidados y resueltos desde el gran mirador mediático, sin recurrir a despliegue violento de ninguna especie. Algo avanzó el peronismo, que solía disputar sus diferencias internas a golpes, cadenazos y con cierto derroche de sangre. En semejante contexto, la derecha no pierde ocasión de operar en la situación y titulares catástrofe preanuncian ya la inminente ruptura del bloque gubernamental. Seguramente es pronto aún para dilucidar cuanto hay de cierto en tales especulaciones y cuanto de fuerte deseo imaginario. Por ahora parece ser más fuerte lo onírico que la existencia de un desgajamiento profundo o de quiebres irreversibles.
 
Seguramente los pequeños medianos productores de la F.A.A. también emergen triunfadores al obtener un conjunto de medidas que los benefician. Ahora, es su exclusiva responsabilidad desmarcarse con claridad del bloque reaccionario que integraron.
 
Los principales vencidos son las organizaciones que representan a lo más graneado del antiguo patriciado terrateniente (la S.R.A. y la C.A.R.B.A.P., integrante de las C.R.A.). Demostraron su poder de fuego impactando en la carta fuerte del gobierno: la mejoría productiva del país, muy fuertemente sostenida en el último lustro (tal vez hayan rozado levemente en el crecimiento económico, se desperdiciaron toneladas de alimentos, fueron suspendidos trabajadores por falta de insumos, lograron desabastecer las ciudades, temporalmente). De todos modos, tal logro se volvió contra ellos; al punto que es difícilmente pensable una hipotética vuelta al paro luego de la treintena de días de tregua que están corriendo. Acostumbrados a imponer sus demandas a los gobiernos de modo casi monárquico, debieron dejar la refriega sin concesión alguna a su favor. Además de la derrota política, debieron soportar una de índole cultural: no pudieron imponer su clásico discurso liberal y debieron resignarse a los estatizantes modos gubernamentales. En el colmo de la audacia, en La Nación se hablo de colectivismo Kirchnerista; la «rigurosidad» analítica del viejo vocero oligárquico-Mitrista la corrobora el hecho que hace cuatro décadas asemejó al dictador (torpemente) anticomunista Juan Carlos Onganía con Fidel Castro, por causa también de un tema relativo a retenciones. El mantenimiento de las rentas y las ganancias es mucho más importante que los análisis serios, para la oligarquía (periodística). Pero a no ilusionarse, los caballeros de la orden agraria son tahures avezados, jugadores que esperarán mejor oportunidad para mover nuevas y contundentes barajas. Sus espadachines mediáticos- como Rosendo Fraga- agitan el fantasma del paro agrario como modo de presión rayano en la bravuconería. Llegó el citado inclusive a afirmar que las entidades agrarias podían movilizar más de un millón de personas; al tiempo que el gobierno sólo podía convocar a unos sesenta mil. Perverso modo de disimular aviesamente de que lado se hallan las mayorías nacionales y populares. A modo de síntesis digamos que parte de la fortaleza del espacio nacional y popular se debe a que encarna la reconstrucción de un estado nacional; mientras que la mayor parte de sus oponentes cifra todas sus expectativas en la liquidación de la formación estatal referida. Y la condición de posibilidad de que se fortalezcan es que el pueblo pague con mayor pobreza la (hipotética) derrota del oficialismo Kirchnerista.
 
A continuación es preciso ubicar en el podio de los derrotados a la cohorte de politiqueros que apostaron a montarse en la ola golpista para obtener la figuración que por vía electoral les resulta marcadamente esquiva. La principal- no la única por cierto es la doctora Elisa Carrió- que huyó del panorama massmediático al percibir que la conspiración antidemocrática no le sumaba ni prestigio ni votos. Y conste que ni siquiera se dijo en los acalorados debates desarrollados que uno de los principales ejes de su programa económico en la elección del 2003 era… las retenciones móviles. Como decía una recordada publicidad «has recorrido un largo camino, muchacha». Seguramente si la voluminosa Carrió encarnase el ideal de la «muchacha»; Luís Alberto Spinetta jamás hubiera escrito su inmortal tema. Pero la principal conclusión inevitable es otra- y ya enunciada varias veces previamente en trabajos anteriores- al ver el derrotero de la adiposa candidata: su contrato (pretendidamente) moral no pasa de un hipócrita modo de encubrir su servilismo hacia la peor derecha. Del mismo modo que el resto de las fuerzas políticas de la oposición que acompañaron al golpe, sólo pueden alcanzar predicamento si se agravan las condiciones de vida del pueblo. Por cierto que hubo sectores que comprendieron cabalmente lo que se jugaba en términos económico-sociales, políticos e institucionales. Pero no fue el caso ni de la coalición gorila ni la deplorable caterva de la U.C.R., encolumnada en la defensa incondicional del proyecto oligárquico. De El PRO(cesismo) macrista y demás fuerzas integrantes de los arrabales reaccionarios no puede si no esperarse que actuaran como lo hicieron; son representantes orgánicos del gran capital globalizado; más que sirvientes de ocasión. De todos modos, la oposición política sueña con unificarse (hasta que llegado sea el tiempo de las candidaturas). La mejor conclusión de tales construcciones la aportó uno de sus principales operadores; el peronio cívico Gerado Comte Grand; quién declaró: «No se trata de crear la Unión Democrática anti-K«. Efectivamente, lo que edifican es una Unión Antidemocrática.
 
El desgarramiento que opone cada vez de modo más evidente a la sociedad argentina tuvo su correlato en las izquierdas vernáculas. Salvo el Partido Comunista (P.C.) y tal vez el Partido de la Liberación (P.L.), que comprendieron la necesidad de defender la voluntad popular y la redistribución de la riqueza; la mayor parte de las fuerzas mencionadas osciló desde el despropósito al franco ridículo, con escasas escalas intermedias.
 
Decía el general Juan Domingo Perón- hombre irónico y socarrón si los hubo en la política nacional- que «de todos lados se puede retornar, menos del ridículo«, enseñanzas que han sido enviadas al cesto de los desperdicios por el Partido Comunista Revolucionario (P.C.R.). Tal secta es más reaccionaria que revolucionaria, más chino extraplanetaria que comunista y ni siquiera ostenta el carácter de partido porqué ni siquiera se fracciona (parte) de allí nadie que afirme idea racional alguna. En una nota, firmada por Ricardo Fierro y extraída de la página oficial de la fuerza http://www.pcr.org.ar/?id_nota=2342, cuyo pomposo nombre es «Paro nacional obrero y popular» (sólo les falta teorizar acerca del carácter obrero y popular de Luciano Miguens, titular de la S.R.A.) no se privan de elucubrar afirmaciones ultra estrambóticas, que sólo tienen por finalidad (mal) ocultar su rumbo claramente reaccionario, comenzado hace más de tres décadas con sus apologías del criminal Löpez Rega o su admiración por fascistas como Mohamed Alí Seindeldín, recordando sus desaguisados más recientes. Su torpe antielectoralismo es sólo la mascarada para encubrir su incapacidad para construir política de masas. De tal modo malograron en épocas recientes la importancia de interesantes figuras sociales surgidas en el partido, como Carlos «Perro» Santillán o Juan Carlos Alderete. Como sería un despropósito y un auténtico desperdicio comentar todo el artículo de Fiero, nos limitaremos a un solo párrafo; ilustrativo por demás. «El gobierno acusa al paro agrario de ser responsable del desabastecimiento. Es falso. El desabastecimiento es provocado por la soberbia y la obstinación del gobierno, rechazando los justos reclamos de los trabajadores y pequeños y medianos chacareros», dice el comentarista en su colorida y alucinógena columna. Negar que el desabastecimiento resulta un arma siempre utilizada e impulsada por la derecha- cuando de desestabilizar gobiernos se trate- sería una angelical ingenuidad, si no fuera en realidad la equívoca complicidad de encubrir a los verdaderos culpables. Por otra parte, los sectores de propietarios (pequeños, medianos y grandes) agrarios se han ufanado de haber conseguido vaciar las góndolas. Con lo cual dejaron a nuestros rústicos analistas en un verdadero pedaleo en el aire (de su nube etílica). El asilamiento de la fuerza no es si no el merecido castigo que tiene por sus posiciones oportunistas, reaccionarias y golpistas.
 
Las fuerzas trotsquistas no podían estar ausentes en este verdadero carnaval bufonesco de desaguisados. Desde el Movimiento Socialista de los Trabajadores (M.S.T.) que cortó calles codo a codo con los caceroleros más enemigos de los verdaderos piqueteros y con la S. R.A., hasta el Partido Obrero (P.O), que llamaba a los trabajadores a observar el conflicto con frialdad típica de espectador de partidas ajedrecística; tales fuerzas no se privaron de hacer gala de su ya clásico y grosero impresionismo. Todo elemento de la realidad que no favorece sus alucinaciones lo suprimen /en su mente). Pero no deja por ello de existir. De modo que decir que ambos bandos son capitalistas y que la salida es obrera y socialista sólo es un taparrabos para su supina incapacidad para construir política de masas, típica (no solo) del P.O.. Por cierto ¿No es de necedad absoluta impulsar una salida a la crisis totalmente impracticable en las actuales circunstancias económicas, políticas, culturales, de conciencia? Por otra parte, omitir que en el palco de Gualeguaychú se hallaba lo más graneado del patriciado terrateniente- que además conducía orgánicamente todo el proceso- es simplemente un modo vergonzoso de reconocer que sólo pueden orinar muy lejos del cubículo correspondiente. Y basta de hablar de sectas miserables.
 
Tareas y conclusiones
 
Los debates acerca de cómo seguir son de al menos de tres índoles diferentes. Primero y menos importante es (re)pensar la propia coalición. Es preciso ampliarla con diversas fuerzas progresistas y del campo nacional y popular. Pero algunas de ellos deben comprender que la presencia de personeros de la oligarquía en gobiernos provinciales (Santa Fe) es una traba o un rotundo mentis a toda posibilidad transformadora. Además, resulta necesario ajustar cuentas con los «díscolos«, que quisieron jugar su papel autónomo, de cara a las lejanas elecciones del 2001 o que anhelaba observar un derrumbe gubernamental para cambiar de bando. Por otra parte, desde el oficialismo resulta necesaria una actitud más abierta al disenso y no bajar nada más que decisiones ya tomadas sin debate previo.
 
El gobierno ha dado pasos para diferenciar a los pequeños productores de los grandes terratenientes, que muy relativamente ocultos los utilizaron durante el conflicto pasado. Es preciso afinar bien el lápiz para que en la implementación de la medida no se favorezcan los peces gordos y sufran los más débiles. Pero también es imperativo comenzar un debate estratégico acerca de que modelo de agro es deseable para una nación integrada y justa. El cuasi monocultivo sojero fue útil para favorecer la salida de la crisis y gestar la relativa autonomía del estado nacional; mediante los tres superhabit (de la balanza de pagos, de la balanza comercial y fiscal), base de la relativa protección que goza nuestra economía; en un mundo que parece desbarrancarse hacia la recesión irremediablemente. Pero el poroto transgenético ha puesto en cuestión nada menos que la soberanía alimentaria de la nación y la seguridad nutricional para nuestro pueblo. Las vías para ello han sido la reducción de las áreas sembradas y dedicadas a la producción cárnica y lechera. Además deben debatirse las condiciones económicas, sociales, culturales y sanitarias en que se desenvuelve la producción sojera; tanto en las cuestiones que hacen a la propiedad de los suelos, al uso de agroquímicos (potencial o efectivamente) tóxicos, el cuidado y preservación de bosques naturales, el uso racional y sustentable a futuro de la tierra; entre otras cuestiones. Las polémicas a las cuales aludimos son únicamente pensables en el marco que brinda un estado crecientemente interventor. Por lo tanto, si se da, constituye la sola posibilidad de discutir un triunfo irremediable- en lo cultural- sobre la hegemonía liberal. Como se ve es un abanico complejo de temas que deben ser discutidos con una amplitud de miras ausente por completo en la mayoría de las fuerzas de la oposición; tal como sostuvo el eminente pensador Ernesto Laclau a su paso por Buenos Aires.
 
Por último es necesario referirnos a las cuestiones comunicacionales y massmediáticas. Esta crisis también demostró los escasos alcances y el muy bajo vuelo de una política hacia los grandes medios basada en la casi exclusiva intermediación de dádivas y concesiones; a cambio de esperar la lealtad de los grandes editores. El gobierno recibió en pago por su complacencia una dura moneda, como ya hemos descripto a lo largo del texto. Urge debatir nuevas formas de comunicación que favorezcan al pueblo; debate que se halla menos que en pañales. Ciertamente, no sólo en la Argentina. Las condiciones de dominación- como han sostenido diversos investigadores- se sustentan en la hegemonía comunicacional. Tal vez esta sea una de las enseñanzas fundamentales de los dramáticos días vividos. Sería bueno no desaprovecharla de cara a los momentos en que la reacción vuelva a atacar.
 
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Raúl Isman es docente, escritor. Miembro del Consejo Editorial de la Revista Desafíos. Colaborador habitual del periódico socialista El Ideal. Director de la revista Electrónica Redacción popular.
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