Una de las cosas donde el elector debe poner la lupa y, mediante ello, procurar desentrañar mínimamente el cada vez menos descifrable programa de gobierno de los eventuales aspirantes al sillón de Rivadavia es, por sobre todo, su discurso público. Sin duda el mencionado discurso no suele ser sencillo de desentrañar; no obstante, si ahondamos […]
Una de las cosas donde el elector debe poner la lupa y, mediante ello, procurar desentrañar mínimamente el cada vez menos descifrable programa de gobierno de los eventuales aspirantes al sillón de Rivadavia es, por sobre todo, su discurso público.
Sin duda el mencionado discurso no suele ser sencillo de desentrañar; no obstante, si ahondamos en los detalles siempre podremos hallar algunos indicios qué, de una forma u otra, nos permitirán ir prefigurando hacia dónde conduce ese derrotero de palabras que los protagonistas declaman.
Actualmente resulta cuando menos llamativo observar como los tres candidatos más promocionados (o instalados) por los medios de comunicación son, precisamente, quienes más evitan puntualizar sus respectivas propuestas. Tal vez porque, en principio, se trata de las elecciones primarias y, por lo tanto, los referentes optan por dar por sobreentendido cada una de sus posiciones ante el electorado.
Sin embargo, es fácil percibir que, al menos por el momento, existe un denominador común en esos candidatos y que consiste esencialmente en adoptar un discurso tan abstracto qué en vez de procurar una idea terminan desvaneciendo toda tentativa de hallarla. Lo cierto es qué, la ausencia de afirmaciones concretas por parte de los supuestos «presidenciables» nos conduce, inevitablemente, a desviar la mirada de sus respectivas figuras para focalizarla sobre los hombres que los rodean. Eso que, específicamente, se conoce como «entorno».
Así, por ejemplo, en el caso del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, no podemos dejar de dirigir la mirada hacia un reciente informe elaborado por el Estudio Bein & asociados -en su carácter de consultor de varias entidades financieras- para el venidero año 2016; y mucho menos podemos prescindir del mismo si tenemos en cuenta que se trata del principal asesor económico de uno de los eventuales candidatos a la presidencia.
En dicho trabajo se vaticina un magro crecimiento económico para el año 2016, también se pronostica una inflación del orden del 20 al 30 por ciento anual, se deja entrever la existencia actual de un atraso cambiario (ver «Los consejos del Sr. Bein» por Alfredo Zaiat http://www.pagina12.com.ar/
En el mentado informe también se hace alusión a «la carga de los subsidios» que representa un tercio del aumento del gasto público de los últimos años y se habla de «la necesidad de firmar un acuerdo por dos años para evitar la suba de precios y salarios» y de ese modo impedir «una caída brusca del salario real». Además, y conforme a lo que manifiesta el destacado periodista Alfredo Zaiat, el escrito sostiene: «Respecto del conflicto con los fondos buitre (en el paper se los denomina «holdouts»), menciona que la causa judicial brinda a la Argentina algún margen de negociación dada la «injusta» carga de intereses judiciales, que ya constituyen más de la mitad del fallo. Calcula que a junio de 2014, de los 1650 millones de dólares reconocidos por el juez Thomas Griesa, 428 millones correspondían al capital original de los bonos en cesación de pagos, 445 millones a intereses devengados no abonados y 777 millones a intereses judiciales, que en algunos casos corren a una tasa de 9 por ciento anual. Realiza una serie de estimaciones y cuentas, para arribar a que el piso de quita en la negociación debería ser del 23 por ciento, porcentaje que elevó en un reportaje brindado a Clarín a comienzos de este año, afirmando que «no veo que sea conveniente para el país una negociación con una quita inferior al 40 por ciento».
Una mirada muy «ligth» sobre estas consideraciones nos hace cuando menos sospechar, respecto de la garantía en la continuidad del «modelo» que tantas satisfacciones le ha proporcionado a gran parte de la población durante esta última década.
No es cuestión de hacer futurología; pero sería bueno dejar sentado que cuando se habla de «modelo» no hay lugar para interpretaciones equívocas que puedan dar lugar a desviaciones sustanciales de las trazadas por Néstor y continuadas por nuestra presidenta. Nadie procura tener una visión estática de «la realidad», pero de ahí a tener un cúmulo de coincidencias -si bien en diferentes grados- básicas con el programa de la oposición como: reducir el gasto público, desregular el manejo del comercio exterior, reducir los subsidios, etc., etc., no es, para nuestro gusto, muy tranquilizador.
En cuanto a la propuesta de otro de los candidatos aludidos, nos referimos específicamente al ex intendente del municipio de Tigre (Sergio Massa) es mucho más fácil de inferir si tenemos en consideración el entorno de economistas que lo rodean. Si bien es real que coexisten en su seno una diversidad de matices que en altri tempi parecían inconciliables (caso Lavagna con Pignanelli acompañados ahora con Redrado, De Mendiguren, Peirano, Delgado) lo cierto es que el enfoque que predomina es de neto corte neoliberal, pudiéndose afirmar que su propuesta es una suerte de «revival» encubierto del modelo noventista.
No por casualidad, a su candidato a jefe de gobierno capitalino, Guillermo Nilsen, lo amenazó con matar si continuaba «hablando demás». Recordemos que el economista (Nilsen) de clara identificación con el pensamiento neoliberal había manifestado que «cualquiera que gane la elección va a tener que devaluar». Es menester tener en cuenta qué, cuando alguien «habla demás» no significa que este mintiendo; sino revelando aquello que debe permanecer oculto. Y si lo que «se oculta» es una futura devaluación, los argentinos ya podemos ir «ajustándonos» los cinturones.
Mucho más sincero -al menos en el terreno económico, si bien últimamente elude manifestarlo en forma explícita- lo es el tercer aspirante a la presidencia y actual Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (tan «autónoma» que sus intereses siempre estuvieron a contrapelo de los intereses del resto del país).
Si bien su partido se esfuerza por mostrarlo como un «líder», así lo señaló hace pocos días la senadora Michetti, absolutamente «desideologizado» -calificación que en los hechos encierra de por sí, la asunción de una postura ideológica; no en vano los gobernantes de los 90 anunciaban la muerte de las ideologías-, lo cierto es que el señor Mauricio Macri tiene una posición ideológica férreamente consustanciada con los más exacerbados principios de la «libertad de mercado» y con el más visceral rechazo de intervencionismo estatal en cualquier área de la estructura económica.
Su contundente anuncio de que, si gana las elecciones, liberará en forma inmediata el supuesto «cepo cambiario» -con todo lo que ello implica para el deterioro de los bolsillos de los trabajadores-, no es otra cosa que una declaración de fe ciega en los postulados básicos del «neoliberalismo». Es notable la correspondencia que existe entre los fanáticos del «neoliberalismo» (aun de aquellos que se dicen no serlo) que reducen todo a sus principios económicos y el exacerbado autoritarismo (en contraposición al ideario liberal) que expresan en lo político.
Pues, la ya anunciada eliminación de determinados programas de los canales oficiales de la televisión una vez instalados en el gobierno, sin olvidar el lobby que suelen hacer los «paladines de la libertad de expresión» -léase periodistas independientes- exigiéndoles esas proscripciones futuras, presagian el grado de libertad que reinará en la Argentina si los muchachos PRO desembarcan en la Casa Rosada. Pues, no hace falta ser una mente muy creativa en términos de imaginación para inferir lo que son capaces de realizar.
Lo mismo acontece con Massa quien, por otra parte, en su flamante condición de abogado visualiza a las garantías individuales como un obstáculo para el desarrollo de políticas de «seguridad ciudadana». Mientras tanto su propuesta se circunscribe a seguir juntando firmas para suprimir Códigos o para vetar candidatos a la Corte.
Como vemos el escenario político tiene otros actores y contrariamente a nuestros deseos la protagonista principal dejará el escenario institucional (al menos en el ámbito del poder ejecutivo) para desarrollar una actividad menor.
Si bien es cierto que la dirección del FPV (Frente para la Victoria) seguirá estando, para nuestra suerte, depositada en cabeza de Cristina Fernández de Kirchner; no es menos cierto que algunos indicios -ojalá nos equivoquemos de manera rotunda- nos ponen de antemano un poco nostálgicos.
Claro que tampoco es cuestión de ser pesimistas; pues, todavía faltan las primarias.
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