Recomiendo:
0

El régimen de domesticación intelectual en la Guerra Mediática

Las bases mediáticas son también bases semánticas

Fuentes: Rebelión/Universidad de la Filosofía

Aquella lucha que no contemple el territorio de los significados, que los ignore o los piense secundarios… habrá cometido un error costosísimo o será, por decirlo suavemente, sospechosa de toda sospecha. En la Guerra Mediática que las oligarquías han desatado contra los pueblos (a partir, por ejemplo, de las «Torres Gemelas») prima el interés por […]

Aquella lucha que no contemple el territorio de los significados, que los ignore o los piense secundarios… habrá cometido un error costosísimo o será, por decirlo suavemente, sospechosa de toda sospecha. En la Guerra Mediática que las oligarquías han desatado contra los pueblos (a partir, por ejemplo, de las «Torres Gemelas») prima el interés por el dominio sobre las conciencias y eso implica el dominio sobre todos los significados en su valor, en sus jerarquías y en lo que hacen visible o invisible. ¿Es demasiado exagerado? La OTAN dice que lucha por la Paz.

El abandono -o menosprecio- (cualquiera que sea el argumento) del campo semántico debería encender las alarmas de todo aquel «frente de lucha» que libre tareas emancipadoras en materia de comunicación. No es «cosa menor», no es tema de «especialistas», no es pecado «dictatorial» ni es perversión goebeliana. Es una responsabilidad política que debe asumirse como parte fundamental de las batalla democratizadoras de los «medios de comunicación» y como parte nodal en la «Batalla de las Ideas». La responsabilidad en este campo es inexcusable, ineludible e insustituible. No hay atenuantes ni escapatorias.

Y, ¿quién pone interés a la Semántica cuando reinan, desaforadas, todas las manías del empirismo, de la anarquía conceptual, de la improvisación y del formalismo bobo… haciéndose pasar por «progres» y por «liberales» en sus sentidos más decadentes y más convenientes al régimen de domesticación intelectual burgués? ¿Quién pone interés en la Semántica y en el santoral de las trampas ideológicas más añejas con los silogismos chatarra más socorridos por el «libre mercado»? ¿Quién se ocupa de la Semántica en plena expansión de la industria bélica, es decir del negocio de la muerte planetaria y de todas sus expresiones directas o indirectas bajo los intereses del capitalismo? ¿Quién? Ellos, a cada paso y en cada minuto ellos.

Ni uno solo de los valores que la ideología de la clase dominante ha incubado para la adoración fundamentalista de la mercancía, de su acumulación y de su propiedad privada, han sido olvidados por los laboratorios de guerra psicológica que, durante siglos, abonan sus logros al fetichismo del mercado. Se trata de una orfebrería ideológica pacientemente desarrollada hasta conseguir piezas de «arte mayor» en la refriega de la alienación y el embrutecimiento de la clase trabajadora. Es la barbarie misma cultivada con gran esmero, con mucho dinero y con el plan doblemente perverso de hacerla negocio. Que el esclavo pague y cante las canciones que lo esclavizan, que las disfrute y las defienda como suyas. Que pida su futbol, su telenovela, su noticiero escatológico y lo pague a crédito. Que mire al mundo y sus riquezas como ajenos y que haga todo, incluso dar la vida, por cuidarlo en beneficio de quienes lo explotan, lo excluyen y lo saquean… y encima que lo agradezca. Que para el proletariado la vida signifique sólo lo que significa para su opresor y que viva convencido de que ese es el sentido correcto de «la ley» y del «orden» y nadie deberá alterarlos. Negocio redondo. Claro que existe la «recepción critica» pero en desventaja.

Algún buen día en que la autocrítica sea efectivamente una herramienta de lucha y una prerrogativa revolucionaria de cada día, habremos de poner en evidencia el repertorio inmenso de irresponsabilidades y descuidos que hemos producido en materia de Semántica. Quedará a la vista la holgazanería, el desparpajo y la liviandad con que operamos en uno de los frentes de lucha que, por indivisible e impostergable, más desnuda la ignorancia que nos ahoga y más transparenta el desdén con que abrazamos nuestra lucha en plena Guerra Mediática. Hay descuidos de todo género, hay incoherencias e inconsistencias a mansalva. En un lugar o en otro, se escriben o se dicen superficialidades a granel y reina el facilismo, la desvergüenza y el conformismo. Nuestra lucha comunicación democratizadora y emancipadora que ocurre en condiciones asimétricas y terribles, expone también nuestras condiciones de pobreza intelectual severa. Y eso es sólo responsabilidad nuestra.

Es imposible hacer un padrón completo con las mil y una deficiencias que en materia de Semántica (tanto como de Sintaxis y de distribución) hemos venido acarreando y multiplicando. Pero un día deberíamos comenzarlo. Cada quien habrá hacer su evaluación sincera pero compete a las organizaciones políticas, a los movimientos sociales y a los Gobiernos que con vocación democrática emprendieron revoluciones comunicacionales serias, emprender la gran revolución dentro de la revolución que es la autocrítica dinámica, la que corrige de verdad y la que supera yerros. El «golpe de timón» urgente que de inmediato nos saque de esa ruta errónea y dolorosa que consiste en hacerle, sin saber acaso, el trabajo al enemigo produciendo nuestros mensajes de la manera más incomprensible, más tediosa, más superflua y más terrible que imita, sin saberlo (?) las peores ideas y las peores conductas del enemigo de clase.

Hay excepciones y hay quienes creen que «libres de pecado» pueden lanzar piedras a destajo. La realidad es que la revolución socialista y científica que necesitamos nos quiere parados en la más alta cima de la especie humana con claridad de ideas, sin sectarismos ni individualismos, dispuestos a construir la mejor etapa de nuestra historia, liberados de los yugos del capitalismo. Eso requiere claridad de ideas y medios inteligentes para comunicarnos y comunicarlo. Que se entienda.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.