Reconozco que había un dato que me intrigaba conocer para saber la opinión de los serbios sobre su ex presidente Slodoban Milosevic. Era la asistencia de ciudadanos a los actos de homenaje en Belgrado. Veo en la prensa del viernes 17 de marzo las informaciones de La Vanguardia y de El País sobre las manifestaciones […]
Reconozco que había un dato que me intrigaba conocer para saber la opinión de los serbios sobre su ex presidente Slodoban Milosevic. Era la asistencia de ciudadanos a los actos de homenaje en Belgrado. Veo en la prensa del viernes 17 de marzo las informaciones de La Vanguardia y de El País sobre las manifestaciones de tributo en la Plaza de la Revolución. El primero titula «Sólo un puñado de incondicionales rinde tributo a Milosevic en su capilla ardiente». Dice que son «sólo unos centenares» quienes desfilaron y los califica de «jubilados, nostálgicos de viejos regímenes y marginales». El País titula «Apenas unos cientos de serbios visitan la capilla ardiente de Milosevic», destacando que el Ayuntamiento y algunos museos se negaron a albergar los restos durante el homenaje.
Consulto la prensa del día siguiente y parece que «los cientos» siguen pasando delante del cuerpo de Milosevic: «Una fila, más larga y más ordenada que la víspera, esperaba ante el Museo de la Revolución para homenajear a Slobodan Milosevic en su capilla ardiente», comienza su información el mismo enviado especial de El País que escribía el día anterior. Eso sí aclara más adelante que «aunque la fila de nostálgicos del ex presidente alcanzaba anoche casi un kilómetro de largo, Belgrado seguía indiferente a las exequias». En El Mundo, el enviado especial recurre de nuevo al término «nostálgicos» en el titular e insiste en el perfil de los asistentes al «desfile de la tumba»: «Predominan los pensionistas y las gentes de campo, pero también se advierten adolescentes desorientados o desmemoriados». A la hora de dar cifras señala que «se trata de un ceremonial patético y marginal, pero ha crecido la cifra de las plañideras y de los enlutados. No tanto como las cifras que maneja a su antojo el Partido Socialista de Slobo -30.000- ni tan pocos como se concentraron inicialmente en la mañana del jueves». Sigo sin saber la cantidad, sólo se niega el dato del Partido Socialista serbio.
Y llego al domingo, donde continúa la misma línea a la hora de titular en El País: «Miles de nostálgicos dan el último adiós a Milosevic en Serbia», ahora para informar sobre el entierro en su ciudad natal. Se insiste en que no recibe «ningún tipo de honor oficial y sin la presencia de sus familiares directos». Por supuesto ni un solo dato sobre asistencia al entierro, hace falta irse al británico The Independent para saber que fueron 20.000 las personas que se desplazaron al cementerio en una ciudad de 60.000 habitantes, a 70 kilómetros de Belgrado. Pero descubro en la crónica un dato peculiar: «Unas horas antes, en la capital, Belgrado, delante del Parlamento, el Partido Socialista de Serbia (SPS) reunió a una multitud de entre 50.000 y 100.000 personas, según diferentes fuentes, para tratar de rentabilizar políticamente una muerte que ha provocado en Serbia más indiferencia de la que esperaban sus seguidores».
En conclusión, pocos datos y muchos calificativos peyorativos para los que homenajearon a Milosevic. Pero se termina descubriendo que el acto «patético» y «marginal» del «puñado» de ancianos «nostálgicos» y jóvenes «desorientados» que ha provocado «indiferencia» entre los serbios reunió en Belgrado entre 50.000 y 100.000 personas de todas las edades, la décima parte de la población de esa ciudad, que durante dos días desfilaron en colas de más de un kilómetro para despedir al ex presidente serbio.
Y para quienes digan que estoy defendiendo a Milosevic, recuerdo que, como dije al principio de este texto, yo sólo pretendía conocer por la prensa cuántos serbios fueron a las exequias y entierro del ex presidente yugoslavo.
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